Hitos en la comunicación

Persigamos lo que portamos en el interior, y lo que está alrededor también. No desdeñemos nada. Busquemos la frontera entre la comunicación y su ausencia y demos con esos enclaves con los que nos anclaremos para cuanto sea preciso y menester. No seamos unos eternos aficionados y expongamos un poco más señalando ese diseño que nos hace partícipes de la ilusión de los recién llegados a un proceso y de la experiencia por haber aprendido de aciertos y errores. Es bueno que ocurran ciertas cosas. Tenemos que pacificar nuestro interior con esas docencias que nos animan a no quedarnos en unos nidos que nos impiden evolucionar como nos gustaría.

 

Olvidemos las revoluciones que nos hacen suspirar por unos procedimientos que alientan a quienes viven en la prisa sin sopesar el valor de las cosas, de los mismos silencios, de los fracasos igualmente. No sólo valen los triunfos. En comunicación siempre se aprende más de aquello que hacemos mal que de aquello que realizamos bien, pues puede haber ocurrido el buen hacer por casualidad y que no veamos otra cosa que destellos en la actividad cotidiana.

Rastreemos por todas partes en pos de unos faros que nos sirvan de emplazamientos y de atalayas para tocar ese momento que será firme en la encrucijada de los acontecimientos que se suceden por doquier. No finjamos afectos, ni siquiera conocimientos que aparecerán cuando sea su momento. La credibilidad nos ha de venir de unos tropiezos continuados y de su asunción antes que de destacar los logros, si éstos se producen.

El esfuerzo será esencial para que salgamos hacia ese nuevo destino que tendrá muchas metas volantes con las que ir sumando puntos y aprendiendo de las aficiones y posibilidades de cada tramo. Es el ciclo mismo de la vida, que se ha de entregar a las fantasías de unas preferentes posturas que nos hacen sanar casi a la fuerza. Miremos sin afán de victoria. Todo se presenta cuando es debido. Querer es la máxima para ser felices, sin pedir nada a cambio, dejando que las cosas fluyan con sus aspectos más lindos.

Repongamos fuerzas en la medida de lo posible, con humedades y recargos de finitud relativa. No juzguemos antes de lo debido, no sin tener las confirmaciones de ciertos rumores que pueden albergar intenciones torcidas. Miremos el provecho común y no el particular. Todo lo grande posee impresiones de conjunto. Lo individual, salvo honrosas excepciones, no hace evolucionar al clan. Asumir roles mancomunados supone que todos tengamos conocimientos e informaciones de lo que acontece y de lo que se deriva de ello. Seguro que las cosas van por el buen camino si nos afirmamos intelectual y espiritualmente por la senda de la amistad y de la ayuda. Lo que damos siempre revierte. En comunicación, más. Los faros y los hitos que vayamos colocando servirán de referencia. De todos ellos podemos conseguir un aprendizaje que puede ser estructurado o fugaz en función de nuestras pretensiones.

Constantes comunicativas

Miremos lo que es, lo que se resalta porque aparece una y otra vez. Tenemos que ser osados y tirar hacia delante. El camino está ahí para quien lo quiera andar. Hemos sentado las bases de varios itinerarios que nos llevan hacia donde nos gustaría estar. Hemos admitido que las causas nos ofertarán consecuencias buenas y malas. Dependerá de nosotros su optimización, el que saquemos partido a lo que puede interpretarse como oportunidad y reto para ser felices, para aprender, para compartir. Tenemos todo en este mundo. Es cuestión de habilidad para captarlo.

 

Las existencias se mimetizan, se dejan contagiar por las modas. La idea es sacar provecho a lo que nos viene o nos sienta bien, y dejar a un lado aquello que no es tan deseable y benéfico. Saquemos el talento y la voluntad de todo el serial de ocasiones que nos circundan. Los pronósticos nos han de conducir por las veredas de unas opciones con cartas que han de girar en torno a las partidas que decidamos jugar. Hemos ayunado durante un tiempo para valorar más los momentos y para tomar contacto con el conocimiento que, junto a la experiencia, nos ha de otorgar sabiduría.

La existencia tiene una serie de aspectos circunflejos con los que nos estimulamos en el día a día. Hemos adivinado una serie de rutas con sus esperanzas y sus enseñanzas de variopinta factura. Nos tenemos con el cortejo que nos ha de abrir las pausas de hace tiempo con sus cansadas manos y piernas, que hemos de apuntalar para que no fallen los instantes que nos gustan con sus correspondientes pasiones. Nos debemos postular para esa dicha que es fruto del equilibrio sincero. No fracasemos por no intentarlo.

Flaqueamos en todo lo que nos llega con remolinos que nos hacen desistir en cuanto las cosas se marean más de la cuenta. Suspendamos las actividades que nos consienten espacios que apenas nos insertan en el lado de la amistad. La existencia nos puede, y todo es en la burda sensación de una conclusión que es, igualmente, adivinanza. Debemos superar los vacíos que se forman como lapsus sin recetas ni batallas.

Tenemos que pacificar las inclemencias de un cielo que nos embriaga con sus sostenes más o menos repetitivos. Las ideas no están claras, no tanto como antes, y destacamos algunos afanes que se vuelcan sin determinaciones. Hemos supuesto constantes que ya no aparecen como vitales. Iremos a donde sea menester. La vida nos sorprende. Es lógico que sea de esa manera que tanto nos caracteriza.

Hemos consultado algunos aspectos que ya no se asemejan como al principio. Las lindezas nos vienen con el prospecto en otro idioma. Como mínimo hay que interpretar el contenido y el tono de lo que se glosa en una misión que, por momentos, nos parecerá imposible. Ya no estamos tan preparados como dijimos. Las fuerzas flaquean, pero, antes o después, volveremos a ese desquite que, sin ánimo de revancha, hemos de desarrollar. Podemos con otras facetas comunicativas, que ya hemos de iniciar. Estamos. Claro que sí. Ser constantes es un valor que hemos de ponderar en su valía, en su relevancia. La comunicación lo agradecerá.

Fraguar las ilusiones cada día

Hemos de ponernos deberes en lo colectivo y en lo individual. No puede ser de otro modo. Me siento frágil en esta comunicación amorosa que me vierte hacia ese lado que se me antoja desconocido. Hemos divisado algunas caricias que se marchan en momentos ya sin fuerzas anteriores. Quedan las claves con las que agarrar ese destino que nos ha de complacer con sumos gustos prevenidos. Juntamos piezas y somos con ese pronóstico que nos ha de señalar los justos motivos de un aprendizaje comprometido. No nos vemos con la placidez de siempre. Quizá no existimos como pensamos.

 

Quedan muchas preguntas. No paremos. Seamos. Nos hemos de plantear algunas actuaciones con las que incrementar nuestro ritmo. Pasemos por esos espacios que fueron presunciones sin inocencias variables. Nos ocultamos tras un destino que nos atañe con sus prestaciones no periódicas. Nos quedamos en otro linaje, con sus frustraciones, con ese todo que nos define de cualquier modo.

Vayamos a tratar de entender cuanto ocurre, que ha de ser fruto de las maravillas más interesantes. Marchemos lejos para ver y para conocer. No seamos insensatos en las actividades que otros nos mencionan como gratificaciones especiales con las que liderar los espacios de momentos fugaces y de etapas consideradas con toda la buena intención del mundo.

Las consultas nos llegan. Advertimos los instantes con los que nos apreciamos como parte de una empatía maravillosa. Nos agazapamos en las constantes advertencias que nos hacen recorrer los enclaves comunicativos. Olvidamos lo que pueden ser objetivos loables. No supongamos porque sí. Las cuestiones han de ser eternamente formuladas para llegar a alguna situación de consenso, que siempre es bueno.

No estabilicemos los intentos de riesgo que, aunque mínimos, siempre han de aparecer, que han de existir con vacilaciones relativas. Las cautivas singularidades nos han de soslayar con olvidos estupendos. Vayamos a considerar los más cortos segundos con sus estudiadas prestaciones. Convenzamos a nuestros aspectos interiores con las agudezas de otras eras aprendidas desde el linaje de una afición diferente.

Hemos subido el tono de algunas suspicacias con las aventuras de unos corazones rotos por los destinos que nos parecieron universales. No estamos en la edad del conocimiento en varias direcciones. Ahora toca una, y solo una. Las sorpresas deben contribuir para que todo vaya por los carriles que nos hemos diseñado. La vida está donde debe, y debe estar con nuestras necesidades y con nuestros afanes sin olvidar los entusiasmos con las que crecimos y nos hicimos mayores. Pongamos el pie en ese acelerador que, sin demasiada velocidad, nos ha de ubicar donde estuvieron nuestros más queridos sueños, con los que, igualmente, hemos de comunicar. No olvidemos las ilusiones. Las podemos y debemos hacer realidad todos los días, o, cuando menos, hemos de fraguarlas en su intento.

El mestizaje estival

La mezcla es propia de todo el año, pero en determinados compartimentos del año lo ha de ser mucho más. No olvidemos que en la etapa veraniega todo es posible. Siempre lo he pensado, y aún sigo resaltándolo como exponente de vida. Quizá cuando uno lleva el corazón abierto tiene más ocasiones de ver lo que ocurre en el entorno. Puede que estos días más largos del verano ayuden a que veamos un poco más allá de las prisas cotidianas, que, por otro lado, parece que son menores, o deberían serlo, durante la etapa estival. El caso es que, con más tiempo para uno mismo, para mirarse en el espejo, para ponerse moreno, para hacer visitas culturales, para apreciar un buen libro, para mitigar el estrés perdiendo las horas en todo y en nada…, el caso, digo, es que uno parece descubrir, o destacar, o destapar, o lo que sea, esa textura que está a tiro de piedra, pegada a nosotros, a pocos metros o kilómetros, y, por arte de casi magia, da y se auto-regala las señas de una identidad que creía dormida, perdida o ausente.

Sí, uno pasea por la calle, o por la playa, o por la esquina de hace años, o por ese jardín tan próximo como bonito pero que apenas visitamos, o, sencillamente, recibe un correo de alguien que nos entronca con sueños que tuvimos, con personas que significaron algo, con sueños que nos brindaron fuerzas y hasta estandartes para acercarnos a realidades que no se dejaron vencer con facilidad… Uno va por ahí, y sucede: así de fácil se produce ese milagro que nos ubica, o recoloca, en nuestro sitio vital, y nos dice lo que fue, lo que pudo haber sido, lo que nos ilusionó y casi fue mejor que no pasará. Es más sencillo enarbolar batallas que nunca se produjeron o que no se agotaron. Les podemos poner, de este modo, las caras que queramos.

La existencia regala la fortuna de unos cruces singulares con los que, si aún conservamos fuerzas y complicidades espirituales, podemos llenarnos de ilusiones para seguir adelante. Con los años, y es normal, todo parece más simple. Incluso lo importante se localiza mejor, se detecta de formas más óptimas y con más azar. Todo se entiende cuando nos sentimos preparados para ello. Los mestizajes o los maridajes del destino nos ofertan unos “holas” renovados que saben a comienzos auténticos. Tenemos más valores de los que a menudo apreciamos. Nos damos cuenta de ello cuando aparecen gentes que nos recuerdan quiénes fuimos, y para quiénes, y cuáles fueron nuestros afanes juveniles, si acaso también infantiles, y nos hacen, por ende, rememorar que, en la vida, la salud y el querer son los baluartes más relevantes que hemos de ondear en la corta, en la mediana y en la larga distancia.

Así, pues, aprovechemos cuando determinadas personas aparezcan como “por milagro”, efímeramente, en segundos de placeres espirituales que sabemos que no se repetirán pero que nos alegrarán las horas, los días y puede que algunos meses. Probablemente pasen otras largas temporadas antes de que nos veamos o crucemos con ellas. No nos importa. Sin esperar nada, ni siquiera estas ocasiones a las que aludimos, mereció la pena el trecho andado, y así nos lo subrayamos, como nos sentimos orgullosos de lo que supusimos, de lo que soñamos, de lo que dijimos, de lo que realizamos, de lo que no llegamos a efectuar, en definitiva de lo que fue nuestra vida, y es. Nos complacen estos cruces, que nos enseñan un poco más quiénes somos. Cosas, quizá, del verano… De vez en cuando, aparecen los milagros, y con toda seguridad el deseo ha de ser optimizarlos. Debemos hacerlo. El maridaje de sentimientos es un campo abonado para las ocasiones, que han de crecer como las mismas estrellas en el cielo.

Nuestros detalles comunicativos

Pensemos en la anécdota, y en lo importante, y en las esencias, en el todo del proceso comunicativo. Tengamos en cuenta lo que hacemos, cómo comunicamos, las experiencias que nos llevan lejos y cerca. No nos quedemos dormidos sin dar con las llaves que nos permitirán abrir muchas puertas que nos aproximarán, sin duda, a los ánimos más complacientes. Nos hemos de dar ocasiones con las que nos arrimaremos con máximos exponentes que informarán de lo que pretendemos, de lo que somos, de lo que será una experiencia bendecida por el aprendizaje más hermoso. No nos ceguemos. La utilidad está ahí, o debe.

 

Crucemos hacia esos lados que nos conforman con las razones que nos ponen lo que nos agrada, lo que nos gusta, lo que nos edifica como personas que buscan y hallan entre los elementos que cargan con las sensaciones solidarias. No demos con los años que nos aconsejan mayores intenciones sin más. Nos introducimos, o debemos, en recovecos que nos hacen cuadrar con impresiones de buen linaje. Estemos a punto. Nos hemos de traer, cada vez que podamos, con verbos de calladas reposiciones de unas bonanzas con las que estimular las conclusiones más lindas.

Nos sentamos junto a esas ventanillas que nos permiten ver las odiseas de unas vidas que se consienten con reparos de todo tipo. Nos reímos. Las virtudes nos traen alegrías y tristezas, y hemos de procurar que las cosas vayan de la mejor manera posible. Las durezas de las existencias complejas nos han de servir para consolidar las formas con las que creceremos sin abandonos ante las actitudes que nos atraen una y otra vez sin imanes suficientes. Las alternativas se dan. No podemos parar.

Los mundos nos ofertan cansadas caricias que nos ponen en una comunión sincera. Iré. Las versiones nos recorren los cuerpos de punta a punta. Empezamos y continuamos con las resoluciones a los eternos conflictos interiores. Lo poco o lo mucho nos devuelve a la convención con la que pensaremos cuando los años no pasen en balde. No volvamos sin mirar. Intentemos contemplar todo lo que sucede. Lo bonito nos aguarda con situaciones que nos han de describir con testimonios de procesos reflexivos. La curiosidad ha de ayudar para que la comunicación se produzca.

Todo lo primero tiene unas características con regímenes diversos. Nos hemos de proteger con las confirmaciones de primera casta y ubicación. Nos hemos de hacer caso para acercarnos a las coyunturas que nos alojarán en los momentos y espacios de un aprendizaje que nos otorgará la misión principal de conocer y de compartir el instante fugaz. Hay una única ocasión para dar una primera impresión comunicativa, para regalar unas pioneras comunicaciones con las que aclarar lo que somos, a dónde vamos y por qué venimos a los puntos en los que nos hallamos. Lo aconsejable es aprovecharla. Los detalles para el retorno, para la ida, para la cercanía, los ponemos nosotros. Dar cuenta de ella es referirnos a las verdades y a sus relatividades, a sus pronósticos y a sus fines con determinaciones serias y templadas. Pensar en la comunicación es un ejercicio global.

Hasta siempre, Mariano

Mariano se ha ido, se nos ha ido. Su imaginación desbordante ha aterrizado en el paraíso de las voces de corazón. Todo ha sido tan repentino que no acierto a saber lo que ocurre, lo que ha pasado. ¿Por qué? Era tan joven, por dentro, por fuera, en su expresividad, y nos regalaba ese aspecto tan entrañable y esa panorámica tan divertida de la vida, que uno se queda pesaroso por la fatalidad del destino, que, en éste como en otros casos, nos golpea con una fuerza de la que es difícil sobreponerse.

 

La profesión periodística llora la ausencia de un locutor de radio extraordinario, de esos que han aprendido el oficio a fuerza de mucho trabajo, de un enorme pundonor, de dar brillo a la voz, al talento, al tiempo, aprovechado todo con hermosura y bondad. Sí, Mariano era buena gente, de esa gente querida a primera vista y luego, cuando lo tratabas, aún lo querías más, pues se mostraba como era, con buenos propósitos y con actitudes de mejora y de entrega a los demás.

Su voz, se ha dicho, era de las más famosas del espectro radiofónico. Es verdad, pero yo destacaría la cercanía que transmitía, su buen humor, el positivismo que trasladaba, lo cual hacía que, sin darte cuenta, te condujera con sencillez por los relatos, historias e informaciones que te contaba. Había ternura en su palabra y en sus tonos, en su lingüística y en su metalingüística. Fue un ejemplo para la profesión, para nuestro gremio, tan necesitado de puntos de apoyo en positivo como el que nos ofrecen gentes como Mariano.

Ahora tenemos por delante una etapa complicada, que es afrontar la vida sin su presencia física. Sí que poseemos sus ejemplos, sus delicadas miradas, sus improntas, su quehacer y sus magníficos directos glosándonos esa Región suya a la que tanto amaba, como nos demostraba cada día. Sabía elevar las anécdotas cotidianas a puras categorías, y por eso siempre le estaremos en deuda.

Lo bueno de las gentes que vivimos de la Comunicación es que sabemos que la Comunicación persiste, que se transforma de mil maneras diferentes, que todo lo importante permanece en el indeleble estadio y estado de las sensaciones y de los sentimientos. Mariano fue una persona apasionada y querida, y con esa imagen extraordinaria nos quedamos, así como guardaremos por siempre la obligación de intentar ser tan buena gente como él lo ha sido. Gracias, estimado Mariano, por tu quehacer. Tu voz, en nosotros, con nosotros, por nosotros, no se apagará nunca. Hasta siempre.

Leer como estímulo

Hallemos las intenciones más benévolas, las que nos incrementan en los planos cualitativos. Es verano, que conforma un lapsus especial, auténtico. Tiempo de ocio. Momento para el regocijo y para hacer propósitos de analizar lo que hacemos, lo que hemos realizado, y para avanzar cambios tranquilos o pequeñas mejorías con las que retornar tras el período estival. Rescatamos (debemos) otros instantes que sabemos que existieron y nos introducimos en las mayores devociones de las que somos capaces. Al menos, lo intentamos. Oteamos ilusiones que creíamos apagadas y regresamos a esas aventuras vividas o soñadas con las que crecimos en todos los sentidos.

 

Para encender estos estímulos contamos con el mejor de los baluartes, que es preciso y óptimo para todos los momentos del año: nos referimos la lectura. La singladura simpática y alternativa, complementaria, que nos ofertan los libros de toda índole nos regala momentos inigualables con los que salir de ese hastío que es versión repetida de una existencia que se deja llevar por el río de la competencia y por las materias que a menudo no son tan originales como nos decimos.

Tenemos prosa, poesía, ensayo, novela, viajes, naturaleza, historia, relaciones, convenciones y comunicaciones, reflexiones y meditaciones, causas y efectos… Todo se encuentra en esas obras que nos convierten en ejemplares desde el anonimato compartido por quienes nos precedieron. Nada falta en las hojas de unos libros que nos mantienen eternamente jóvenes y activos, si somos capaces de dar con sus claves. La lectura de grande y pequeña literatura, la relectura incluso, nos transforma en seres tan reales como ideales, tan idealistas como situados a ras del suelo.

Con los libros nos metemos de lleno en asuntos variopintos, en cuestiones resueltas y en otras que no lo son, no lo están, tanto. Acortamos las distancias respecto de lo que nos cuentan otros, con sus errores, con sus dones, con sus aciertos y perspectivas, con lo que han sido y elucubrado. La vida, aunque conocida en sus resortes, nos brinda elementos y recovecos que nos concentran en lo importante mediante letras sempiternas, y, por qué no decirlo, asimismo nos apuntan a lo nimio, pues todo lo que nos rodea forma parte de la Humanidad y de sus direcciones y sentimientos.

El verano nos da tiempo. Puede que el tiempo sea el de siempre, pero todo parece indicar que el ritmo es más lento, de otro género. Es una etapa, o eso se nos antoja, con menos obligaciones de correr para encontrar segundos y minutos para nosotros mismos. Por ello, una muestra de fidelidad a nosotros mismos es dar con ese tipismo de los años pretéritos en los que el esfuerzo y la bondad eran estandartes solidariamente compartidos. Seguramente con una buena selección de esas lecturas a las que aludimos daremos con las moralejas y los aprendizajes de aquellos que soñaron y nos demostraron que han vivido. Con una prolija fortuna, podemos confirmar que existimos con ellos.

No soy amigo de consejos, pero sí de recetas personales. Leer puede ser una. Ahora en verano, sí, e, igualmente, con felicidad el resto del año. Percibamos el aliento de la lectura y un asomo de plenitud nos tocará con extraordinario encanto y una ingente especialidad. La magia, que es un continuo relativo, nos regalará lo mejor. Leer es el estímulo más estupendo y defendible para que nos sintamos, gracias a él, con la dicha a la que tenemos derecho.

Nos unen las ilusiones comunicativas

La pasión templada nos conjuga con los mejores verbos. Vivamos el escenario de mediación. Consultamos cada jornada los corazones y las mentes, y entendemos que nos encontramos a nosotros mismos. Ganamos sin abusos, con moderaciones, con demostraciones de unas querencias señeras. Nos consultamos con determinaciones de consultas que recaudan lo que nos da una querencia que nos dirá que las modificaciones nos consultarán con sus rastros de omisiones y con unas campañas de aficiones a través de escuchas que nos portarán al aprendizaje.

 

Abrimos el negocio del amor que nos hace hermosear lo que nos regalará un sentido realista. No hemos solicitado cartas que nos impliquen perder los juegos. Nos diseñamos con unos mares de cielos eternos. Nos damos respuestas. Encontramos los tiempos que se quedaron en unas etapas que distanciamos en su día sin elucubraciones de pasiones con las que preferir lo más conveniente.

Las jornadas se entremezclan con las noches que nos dan infinitas posibilidades. Eres grande, y por eso eres toda la referencia con la que me uno para proseguir esa educación que nos brinda un viaje placentero y suculento. Nos pondremos a jugar en las descollantes aventuras que nos conectan con sus rescates de últimas horas. Has conceptualizado lo que te gusta, y ahora nos decantamos por influencias con las que aderezamos las tradiciones. Hemos parlamentado. La vida es en determinadas noches con esas magias tan especiales. Nos damos unos trayectos que nos ocupan mucho tiempo. Eres hermosa.

Fundimos los trazos que nos acorralaron con transportes sin vespertinas presiones de todo tipo. Tienes peculiares vías: son aquellas con las que nos comunicamos cuando los años nos ahuyentaron con sus atmósferas de historias variopintas. El porvenir nos recoge sus cosechas con pozos sin fondos. Nos declaramos pioneros en los retos que nos definen con sus líneas maestras. Nos hemos reclamado unos objetivos que conjuntan las curvas que se mejoraron en los diseños que nos salpican en todo momento con sus nomenclaturas de experimentos sin vocablos extraños. Hemos dado resúmenes de todo cuanto ha sido un acontecer maravilloso. Vamos a ver lo que no nos parece esencial, al menos cuando lo es.

Sobrevivimos en los tramos que nos dirigen con sus reseñas de horas precisas. No hemos visto los casos que nos dieron las señas con sus identidades más suculentas. Hemos sido del todo, con el razonamiento de las simbologías que nos obligan a pervivir en las controversias que nos hacen volver con las memorias que nos ganaron y nos ganan con sus interrupciones de todo género. No podremos regresar a esas progresiones que nos caracterizaron con sus bocanadas de aire de todas las temperaturas posibles. El plano nos ofusca con su normalidad. No nos referimos a lo que es cuenta nueva.  Podremos salir con bien y ser nosotros mismos, y lo haremos con novedades que nos adelantarán y superarán la demora. Tonificamos los músculos y las ideas, y sabemos que tenemos todo a nuestro favor para aliviar los pies doloridos. Las jornadas que nos restan serán buenas, casi mejores. Ya sabes que la comunicación nos dará ilusiones y nos unirá. Será por mucho tiempo. La conjunción será perfecta, y en ella no debemos

Comunicación familiar

Lo familiar nos acerca, nos confluye, nos une. Nos hemos de basar en ese conocimiento para dar cuenta de una efectiva comunicación. Negamos las evidencias, pero pronto las tendremos que reconocer como parte de ese presente que nos viene de un pasado que se eleva ante el futuro. Las carreras nos llevan a ese color que es fomento de singularidades con sus rastros más fortalecidos. Nos hemos de mostrar con toda la precisión que podamos. Las intuiciones no deben fallarnos ahora. Las cautividades previas no deben constreñir nuestro deambular.

 

Nos informamos de lo que nos complace, de lo que nos apetece, de cuanto nos resulta fruto del afecto. Damos con las soluciones a todo tipo de necesidades. La existencia está colmada de pasiones con las que poder asumir que las posibilidades son todas e incluso algo más. Alejamos las discusiones que no sirven para nada y nos introducimos en debates que nos saben a construcciones hermosas.

Finalizamos lo que llevamos a cabo con terminologías personadas en las coyunturas que transformaremos en estructuras con sus realidades no fingidas. Los sellos más maravillosos nos inducen a pensar en las bellezas que podremos compartir en cuanto nos demos los tiempos necesarios para adecuar las realidades que nos recalcan sus tonalidades estupendas.

No paliemos lo que nos sucede con sus finiquitos no escritos. Demos con las versiones y sus voluntades más extremas y firmes. Nos desgastamos. Las fisuras han de taparse para poder seguir. Olvidamos lo que hemos aprendido en cuanto la celeridad nos aplica remedios caseros e instantáneos que no ven más allá de lo que nos puede cimentar el porvenir más bonito.  Precisemos lo que nos conviene y topemos con todos los instrumentos que pueden resultar básicos para la felicidad que nos llevará por el auténtico río de la vida.

Nos hemos de dar opciones con las que animar esas redes que hemos generado y que otros nos han construido para que podamos escapar mínimamente. Nos asimos a un destino que no ha de desterrar lo que nos sucede. Seamos todo lo sensatos que nos deje la existencia. Es bueno que miremos un tanto a los acontecimientos pretéritos para optimizarlos y sacarles todo el partido posible. No reiteremos los errores.

Las cimas que nos llenaron de expectativas nos han de unir a las conclusiones que nos alargaron las cisternas que se vaciaron en el destierro de unas consideraciones de trazos eternos. No ceguemos las actuaciones con alternativas que no terminamos de completar.  Dirijamos bien las actuaciones que nos han de enfrascar en las rutas más oportunas para esas vivencias que nos han de consolidar como esa superación de obstáculos más centrados. Daremos, más pronto que tarde, con todo lo que nos divierte y tiene una dirección y un sentido. Lo extraño queda, pero será cuestión de tiempo que se haga de la familia. Precisemos sus términos y sus miembros. Los procesos comunicativos tienen más eficiencia en la búsqueda de una cercanía que nos refuerza en nuestras relaciones, que hemos de hacer abundantes.

Pronósticos comunicativos

Hagamos que se serenen las vidas propias y del entorno. Consigamos que las buenas previsiones se cumplan, y ello gracias a la comunicación, que no ha de cesar. Nos emparentamos con las gracias de siempre, con las que nos nutrieron en las experiencias que quedaron en una especie de sueños que no terminamos de ver. Nos implicamos en las invenciones de unas caricias que nos llevan por todas partes. Hemos averiguado los motivos ciertos, y todos aquellos que nos hacen divertirnos con las consecuencias de unas causas con sus toques de atención. Hemos abarcado algunos espacios en los que aprender ha sido algo más que una necesidad. Sigamos las claves.

 

Suponemos que podemos, que estamos en ese tramo de las consecuencias más nobles, y nos insistimos con las construcciones más sólidas. No dejemos en el abandono lo que ha de ser un recurso extraordinario para viajar por las montañas sin magia pero que dan un sentido a nuestras vidas. Hemos consultado los corazones con suspiros que no se marchitan, y tendemos hacia un destino que averigua todo cuanto somos. Adiestramos cada criterio con una solución que nos proponga mudanzas simples.

Nos comunicamos con esencias nobles que transforman los eventos hasta hacerlos, casi todos, positivos. La actitud hace mucho. Hemos solventado muchas vacilaciones, y ya nos contemplamos como parte de las consultas que nos hacen diferenciar muchas magnificencias. Nos controlamos mínimamente con unas valientes pugnas de aprendizaje calmado y pacífico. No podremos dejar en otras caras lo que nos consolidó como buenos amigos. Nos defendemos lo mejor que podemos en la idea de ayudarnos, de ser con los otros, con los que nos quieren, que nos aplauden, que han de ser la mayoría. Sembremos para recoger.

Las simpatías contribuyen a hacer más llano un terreno que nos aclama con sus métodos sin claras certezas. Nos tendremos en lo único, en lo más llano, en lo que nos quita las confusiones para otorgarnos aquellas fortalezas que nos conduzcan por sus pretensiones menos vacías. Vayamos donde podamos ser con unas piezas que nos juntarán más o menos en nuestros gustos, saliendo de las vacilaciones que nos provocan. Hemos sugerido recursos con sus dones más espléndidos. Nos realizaremos como personas, como amigos, en las directrices que nos propulsan hacia una levedad que es, que será, que seguramente fue.

Aprendemos de las sonrisas que nos depara el destino, que hoy nos une a las travesuras de una infancia en la que fue todo aprendizaje. No postulemos por recetas que nos han de preferir con sus dunas y sus soles intensos. Estaremos en el pronóstico, y también en los resultados de una solución que ofertará graciosamente una continuidad bella y extraordinaria. Ya veremos. Las vertebraciones cotidianas nos han de presentar sus vértices más limados, sus mejores actitudes, sus comunicaciones más genuinas.

UNIVERSIDAD DE MURCIA