La comunicación como guía

La referencia es la comunicación. Con ella nos surtimos de deseos, de prevenciones, de pronósticos, de opciones más o menos claras. Gracias a ella podemos vivir mejor este día. Salgamos a la calle y digamos lo que nos complace, y procuremos que no falte de nada a los que nos rodean. Aceptemos las situaciones con el mejor de los sentidos. Apreciemos la comunicación con un deseo ferviente de compartir y de ser entre los demás. Hemos de conseguir que las implicaciones nos lleven a lo mejor y sin soledad. Utilicemos los prismáticos para sacar partido a la existencia misma.

Hagamos caso del corazón, que siempre es una buena guía. De él, como de la experiencia cotidiana, podemos aprender mucho. Hemos de vender lo intangible. El talento ha de demostrarse con relevancia oportuna. Logremos el éxito sin pedir nada a cambio. No atribuyamos victorias en el desafío permanente. Ganemos en los nuevos manantiales de sabiduría. La planificación se ha de realizar con ilusión y con demostraciones de querencias singulares. Asignemos los deseos. Hemos de conseguir que los momentos sean magníficos.

Debemos utilizar esos instrumentos que nos regala cada jornada a modo de grúa para levantar las más pesadas cargas. Digamos lo que pensamos y pensemos lo que hemos de señalar antes o después. Escapemos hacia esa finca intelectual donde podremos ser más nosotros mismos. Hemos de obtener la cosecha de una impronta de conocimientos donde los ejes han de aguantar el peso de los fracasos, que son, por otro lado, ineludibles. Procuremos aprender de cuanto nos acontece.

No nos asustemos de lo que nos viene. Juntos podemos superar cualquier envite que nos haga protagonizar eventos en los que no nos veíamos. Los matorrales de tiempos lejanos han de ser apartados. Superemos esas líneas que nos disgustaron o que nos separaron de la libertad o de los buenos sueños. Ajustemos los pronósticos con recortes de las impaciencias en las que nos engranaremos sin que sepamos muy bien lo que ocurre.

Tapemos los vacíos que no comprendemos y hagamos que todo cuanto ocurra tenga una interpretación que nos arroje la suficiente luz para marcar ese itinerario con el que hemos de aumentar las expectativas. La comunicación es, o debe ser, nuestra. Simplifiquemos los pronósticos y saquemos el beneficio de la experiencia, que siempre nos regalará los mejores frutos. Procuremos, en paralelo, no equivocarnos en las mismas cosas.

Olvidemos los equívocos, que suelen ser un lastre con el que no es posible que nos convidemos en esa vida que ha de ser simpática como base para la concordia y el buen hacer. Dialoguemos. Apelemos a las señales que nos han de dirigir con misiones compuestas de un número creciente de personas comprometidas con unas causas comunes. No vayamos ni muy deprisa, ni muy despacio, y no nos detengamos en exceso cuando las cosas no salgan en la forma apetecidas. Seguro que podemos aprender cada día y seguir analizando cuando nos sucede. Las diversiones serán las aliadas de unas docencias con las que deberemos subrayar las cuestiones más divertidas. Paremos para sacar esa agua que nos limpie el sudor de las dudas, que han de ser utilizadas para impulsos y no para mimetismos ahorradores de energías. El reto es superar los golpes y los fracasos. Capturemos el mejor afán y la más óptima alegría como resultado de una comunicación común, crecida, infinita en su planteamiento. Vivamos y procuremos estar sanos con los procesos comunicativos. Son esos elementos y procedimientos con los que nos guardamos y resguardamos. Está claro que nos dan claves y retornos, y por eso salimos adelante con efervescencia y futuro.