Entusiasmo comunicativo

La fortaleza en todo lo que hacemos viene dado del empuje interior, del positivismo, de todo el entusiasmo que somos capaces de generar. La vida es ilusión: quizá aquí cabe todo el resumen de lo que hacemos, o, al menos, de lo que tiene un cierto interés. Me encanta ver las muestras efusivas de felicidad. El ser humano, a menudo metido en innecesarios problemas, es capaz de vez en cuando de escapar de la desidia, del hastío y de la torpeza, para mostrar lo mejor de sí mismo. La felicidad, que llega a cuentagotas, nos oferta ocasiones para vivir momentos de tránsito dichoso, y los aprovechamos con interesantes y suaves muestras de cariño, con guiños, con saltos, con imágenes de profunda amistad, de amores hermosos. Son una lección vital.

 

No sé si el tiempo, si la meteorología, si la posibilidad de salir a la calle ayuda, o si contribuyen en positivo los calores con sus planteamientos indelebles. Lo cierto es que, a veces, los astros se conjugan y los verbos que aparecen son maravillosos. Nos planteamos, en algunas oportunidades, que la vida es bella, que lo es en lo sencillo, y sencillamente lo demostramos en esa intrahistoria que no tiene nombres de brillo y sí situaciones de auténtica heroicidad.
En los momentos, más o menos efímeros, en los que vemos la belleza de un abrazo, de unos besos, de unas lágrimas por compartir la felicidad de un instante también breve, en esos momentos o etapas nos decimos sentirnos orgullosos, porque lo estamos, del ser humano, de una raza que no siempre es capaz de sacar lo mejor de sí misma, pero que tiene gestos claramente deliciosos. Son los casos que referimos.
Me deleito con esas actitudes de alegría, de jovialidad, que, a su vez, compartimos con los convecinos, incluso con gentes a las que no conocemos, y con las que no tenemos trato, pero que vemos, en la inmensidad del océano, como hermanos de una realidad que necesita, en determinados trechos, de un cierto descanso. El ingenio que fraguamos, en algunas oportunidades, lo gestamos también en las demostraciones de una entrega que, por no poner condiciones, nos regala pasión, ilusión y entusiasmo por haber estado ahí, a una hora determinada, sin darle más vueltas, porque sí. Esos instantes, sin duda, valen todo. El entusiasmo mueve montañas y nos hace sentirnos verdaderamente vivos. Por eso no puede, no debe, faltar. Busquemos tiempos y espacios para construir nuestros destinos con una fuerte dosis, con equilibrio también, de aquello que nos hace mirar con perspectiva y cariño.