Buenas soluciones comunicativas

El afán debe ser la búsqueda del consenso y de las buenas soluciones en materia de relaciones y de comunicaciones de todo género y visión. Somos deseos comunicativos que hemos de hacer realidad con la mejor de las perspectivas, procurando fomentar dones y especializaciones conseguidas sobre la base de una mejora permanente, estable, sentida, puesta entre excelencias de grado sumo. No perderemos las cantidades de conocimiento que hemos ido aglutinando y que, con el saber que da la experiencia, hemos de dirigir hacia el estado de gracia que suponen las emociones en torno al edificio del equilibrio consistente. Intentemos que las voluntades salgan hacia esa normalidad eficiente y eficaz con refrescos de ansias curiosas.

 

El bagaje que debemos fomentar es ése que nos habla de comunicaciones docentes. Hemos de aligerar esos pesos que nos confunden y no añaden nada a todo lo que podemos hacer. Debemos dirigirnos hacia esos momentos que han de confabularse con la fuerza debida, con la suficiente para mejorar y no dejar que nos superen las circunstancias, a menudo complejas. No separemos esos gracejos que nos han de resolver las vacilaciones con las fortunas del puro entendimiento.
Asomemos a esos arreglos comunicativos que nos han de conducir por los campos del conocimiento. No desatendamos las consecuencias de unos actos venidos desde la nada y que han de acercarse a la misma esencia de lo que nos puede hacer sentir y vivir de mejor modo. No pintemos fuera del cuadro: el marco ha de estar para algo. Tampoco nos preocupemos por dimensiones que nos insisten con sus prestaciones poco sencillas.
Hemos de adivinar las palabras que nos cobijan ante el viento que nos embriaga de ideas que han de ser corroboradas con la aquiescencia de quienes vuelven con sus dones más preciados. No sintamos que las voluntades se han de quedar en otros límites. Hemos de preferir las conclusiones por encima de los callados elementos que son sabiduría sin conexiones. Las aplicaciones nos deben servir para adecuar las necesidades a las dimensiones de cuanto nos adivina algunas de las buenas intenciones. Salgamos de la complicación que nos parece permanente.
Las insinuaciones no nos sirven para el cometido de cordura templada que hemos de buscar. Las diferencias nos han de regalar el entusiasmo de volver a empezar ante cualquier fallo y/o error. Las verdaderas dimensiones nos llenan de creencias y de cuestiones que somos capaces de constatar desde la experiencia cotidiana. No libremos batallas que sólo generan distancias. Hemos de calcular lo que somos, lo que nos gusta, lo que nos resalta buenas soluciones ante lo que nos devuelve a esos mundos de dificultades varias, que no son ni buenas ni malas. Todo depende del uso que hagamos de ellas. Claro que sí. El intento constante nos ha de preparar para ir y venir, para superar incluso los fracasos, para dar con esa tónica constructiva que empareja y justifica todo.