La hora de la comida, un factor para bajar peso según un estudio de la Universidad de Murcia

Profesores de la Universidad de Murcia, en colaboración con investigadores de las universidades estadounidenses de Harvard y Tufts, han determinado en un estudio que la hora de la comida principal es un factor para la pérdida de peso.
Marta Garaulet, catedrática de Fisiología de la Universidad de Murcia y autora principal del trabajo, que se publica este mes en la revista International Journal of Obesity, señala que “los resultados del estudio indican que aquellos individuos que comen tarde la comida principal del medio día (después de las 3) muestran una pérdida de peso significativamente menor que los que comen temprano (antes de las 3)”.

Para evaluar el papel de la hora de la alimentación, los investigadores estudiaron a 420 participantes con sobrepeso que seguían durante 20 semanas un tratamiento de pérdida de peso basado en la dieta mediterránea.
Los participantes fueron divididos entre los que comían temprano (antes de las 3) y los comedores tardíos, de acuerdo con el momento de la comida principal del mediodía, que constituye en España el 40 por ciento de las calorías diarias totales.
Los investigadores resaltan también que el horario del desayuno y la cena (comidas más pequeñas y menos energéticas) no influyó en la pérdida de peso.
El trabajo también examina otros factores que desempeñan un papel a la hora de bajar peso, tales como la ingesta de energía y el gasto o las hormonas del apetito y la duración del sueño.
“Este es el primer gran estudio prospectivo que demuestra que el horario de las comidas predice la eficacia en la pérdida de peso”, explica Garaulet, que añade que las futuras estrategias terapéuticas deben incorporar no sólo el consumo de calorías y de macronutrientes, como clásicamente se hace, sino también el momento de la comida.

La cosecha del esfuerzo diario

Juan TOMÁS FRUTOS.

 

Nos hemos de dar una entereza callada con una voluntad firme de progresar. Hemos de procurar que salgan adelante las voluntades con las que nos creemos parte del universo. No debemos parar ante las encrucijadas que nos alimentan con sones de previsiones queridas.

Aglutinemos capacidades de transformaciones con unas señales que sean fruto del entendimiento. Nos debemos dar unas fórmulas que aclaren los cambios con los que nos sentimos dichosos. Nos hemos de propiciar unos elementos con los que anclarnos a las diversiones de siempre.

No rompamos los techos de las experiencias que fueron claves en los universos de aquellos aspectos que fueron más honrosos. Nos debemos topar con las gracias que nos han de presentar los criterios más adecuados y diversos.

Avisemos del orgullo que supone el compartir con unas destrezas que han de concluir con la cosecha más hermosa. Lo que fue lindo debe seguir siéndolo. Hemos de dedicar nuestras capacidades a ello. Procuremos no fracasar, y, si así fuera, de lo que se trata es de volver a intentarlo.

Hagamos caso al corazón con las destrezas que nos vengan dadas, aceptando las mieles de unas universalidades con las que ir creciendo cada vez que sea posible. Todo tiene una motivación: debemos indagar para dar con ella. El esfuerzo diario, no lo olvidemos, poco a poco nos dará su cosecha.

El cristal con el que miramos

Juan TOMÁS FRUTOS.

 

Soñemos con darnos el suficiente amor para que nada falte en nuestras vidas, que han de pregonar y extender los buenos sentimientos como experiencias humanas que pueden justificar nuestro paso por este planeta y en esta dimensión.

No tratemos de cerrar todo, pues nada se perfila definitivamente en los momentos actuales. Quizá nada se cerró nunca. Durante décadas intentamos que las cuestiones fundamentales funcionaran, pero poco más. Hemos de normalizar lo que nos puede servir de conclusiones en la actitud diaria.
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La vida es hermosa

Juan TOMÁS FRUTOS.

 

Busquemos en el corazón esas ideas, esas fantasías, esas congruencias que nos pueden alimentar el alma de par en par. No dejemos que nos falte el amor. Lo necesitamos para todos los órdenes de la vida, incluido el profesional.

Hemos de procurar la genialidad de lo cotidiano, incluso en lo rutinario, intentando esa felicidad a la que entendemos que tenemos derecho. No apaguemos la llama de los buenos deseos, del amor, de la solidaridad, de los pronósticos queridos. Aupemos los ánimos hasta llegar al cielo de la fantasía.
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El llanto de un niño

Juan TOMÁS FRUTOS.

 

No conozco a nadie de mi entorno que soporte a un niño llorando. Me dicen que existen algunos desalmados con esa capacidad, pero, afortunadamente, no sé de ellos. Bueno, confieso que, de vez en cuando, nos hallamos ante personas, de ésas con las que te cruzas inevitablemente, a las que no les importa ver al mundo llorar. Procuro decir que no las conozco, porque, ciertamente, es así. No puedo decir que sepa de un conciudadano mío si a éste no le importan los avatares humanos, sociales, naturales…
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A mi maestro, a todos los maestros

Juan TOMÁS FRUTOS.

 

Se llamaba Sebastián, pero seguro que ustedes lo conocerán por otro nombre. Era simpático, muy simpático, y severo a la hora de exigir. ¡Faltaba más! Lo que pasa es que lo hacía de tal manera que no nos dábamos cuenta del esfuerzo que finalmente conseguía sacar de nosotros. Tenía también una gran capacidad de trabajo, que aumentaba con lo que podríamos denominar “una ingente voluntad”.

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