Vocación y gratitud comunicativas

La llamada está ahí, y lo está cada día. Hemos de aprender a escucharla, a atenderla, a comprenderla en su ponderación misma. No sé si es bueno o malo. Puede que ello dependa, como todo, de las circunstancias en las que nos movemos. La distracción es una consecuencia con la que debemos convivir en un universo que gira deprisa para dar con toques de atención diversos.

Nos convencemos en cada ocasión con diferencias de recias caricias que nos llevan por doquier, con reservas, alimentando las versiones que nos parecen nuevas o casi nuevas. Debemos vivir el esfuerzo de ser felices.

Juntamos campos de apariencias con volúmenes que se adaptan a las circunstancias con las que nos trasladamos un día sí y otro también. Crecemos con los linajes que nos proponen seguir con secuencias divinas que han de acudir a ese encuentro donde el aprendizaje será la prioridad. Digamos muchas de las cosas que pensamos con unos aires diferentes. Podemos mejorar mucho las condiciones vitales.

Nos distraemos a menudo, y lo reconocemos. Puede que sea bueno que ello suceda. El universo nos corrige actitudes con frecuentes diferencias que nos insuflan caracteres de diversa factura. Regulamos espacios y consecuencias en unos procesos que se repiten en su mecánica, pero que nos superan en sus aspectos más comunes. Crecemos con la hierba en primavera, mientras hacemos caso omiso a los miedos ancestrales que, con comunicación, hemos de superar. La vida es. No pongamos trampas en el itinerario que nos hemos marcado. Podemos asumir muchas transformaciones, pero han de ser tranquilas. Giremos hacia ese punto donde la inflexión será el sustento de cuanto podamos realizar.

Gestamos diariamente posturas y actitudes con las que no amilanarnos ante el destino que otros hacen universal. Encendemos luces ante las sombras que nos regalan esparcimientos periódicos. Hemos sentido que las cosas salen al final. Nos enseñamos a vivir de algún modo, pese a las ausencias que ya nos apartan un poco del camino plácido. Hay mucha gente a la que echamos de menos. Vamos en franca ascendencia por los méritos de quienes nos regalan sus simpatías y sus mejores contribuciones. Hemos tomado ese aire que es respiración autóctona.

Calculamos las medidas que nos aclaran hacia dónde podremos caminar con volúmenes honrados de paciencias infinitas. Nos contemplamos con creencias nuevas, superadoras de heridas y de vacíos existenciales. Nos comunicamos todo lo que imaginamos en una etapa que apenas acaba de comenzar. En exceso nos distraemos, y eso, según se mire, tiene lados buenos y otros que no lo son tanto. Lo importantes es que rindamos la cosecha con la que laboramos cada día.

Hemos cubierto muchas etapas, y creemos que quedan muchas más por entender y expandir hacia un universo de sensatas ilusiones que nos harán caso, o que deberán hacerlo para que seamos dichosos, lindos, estupendos, gratos, seguros de nosotros mismos. Igualmente procuremos que los demás lo sean. En la comunicación hay mucha vocación, y ha de haber mucha gratitud. Tratemos de fomentarlas.