María Dolores Tomás en una foto reciente

“Todo lo he hecho con mi gente, no soy nadie sin ellos, y he tenido la suerte de tener muy buenos compañeros” (María Dolores Tomás en su jubilación)

Por Pascual Vera

Fue en 1979 cuando una jovencísima María Dolores Tomás comenzó su relación con la Universidad de Murcia como trabajadora.  Aprobó una oposición –probablemente la primera que se celebraba en el centro- junto con otros 29 compañeros, todos ellos auxiliares. Hasta entonces había trabajado en un estudio de arquitectura propiedad de su tío.

No le fue complicado aprobar a aquella nueva trabajadora, acostumbrada a estudiar y educada entre libros, y que alcanzaba las 475 pulsaciones. Fue su padre, agente comercial, quien le había insistido a aprender en una academia hoy mítica entre los murcianos aspirantes a funcionarios durante varias generaciones. Durante años realizo sus informes en aquellas recordadas Olivetti que obligaban a repetir innumerables documentos al más mínimo error.

En la academia se reencontró con una antigua compañera del instituto Saavedra Fajardo cuyos destinos nunca se separarían del todo: Paquita Martínez Faura hoy jefa del Área de Calidad e Innovación, “la persona que más tiempo conozco: desde que teníamos diez años”. Ambas empezaron a trabajar al mismo tiempo: 1 de febrero de 1979.

Las dos comenzaron con el sistema de becas realizado en la Universidad de Murcia, que hasta su llegada había estado centralizado en la Dirección General de Educación. Quien esto suscribe puede dar fe de su profesionalidad, ya que allí se presentaba por aquellas fechas, año tras año, para realizar  los trámites de una nueva beca que se llamaba beca salario. Allí comenzó también otro compañero, José Ricardo Frutos Valera, cuya buena letra le convirtió de inmediato en el realizador “oficial” de títulos de bachillerato, que por entonces se hacían invariablemente a mano. Recuerda María Dolores a otros compañeros del exiguo equipo de PAS existente por aquel entonces: Luis Garrido, el oficial mayor, María Victoria Gómez, María Dolores Illán, José Hernández Monserrate… una plantilla tan escasa como lo era entonces la propia Universidad de Murcia, y a la que la llegada de los compañeros de su promoción había prácticamente duplicado de una sola tacada.

María Dolores compatibilizaba entonces sus estudios de Derecho vespertinos con su trabajo como funcionaria por las mañanas. Su “cursus honorum” universitario ha pasado por todas las escalas: jefa de negociado, de sección, de servicio y, finalmente, jefa de Área. Recuerda que pasó por las secretarías de Medicina, Magisterio, Económicas…

La investigación era un tema que iba adquiriendo en la UMU una importancia cada vez mayor, así que, en 1996, siendo Pedro Molina vicerrector de Investigación, pasó a este ámbito. “La universidad estaba entonces mucho menos compartimentada que ahora, e íbamos pasando de un sitio a otro en función de las necesidades”. Siete años en la Convalecencia con temas relacionados con investigación y otros cuatro en la calle Escopeteros. En enero de 2006, siendo ya Jefa de Área, se traslada a Espinardo, ya que la investigación había adquirido unos volúmenes mucho mayores y requería de espacios más grandes. Antes había aprobado una oposición como grupo A en la UMU, la primera persona que lo conseguía en esta institución.

Universidad familiar

María Dolores recuerda con cariño, aquella universidad de tamaño casi familiar, absolutamente abarcable, en la que todos se conocían y en la que a menudo eran intercambiables, pues más que especialistas, “todo el mundo sabía un poco de todo”.

María Dolores lo tiene claro, lo que más le ha gustado de todo este tiempo, y por lo que está más agradecida a la Universidad de Murcia, es “la oportunidad que la universidad me ha dado de desarrollarme profesionalmente y haber vivido esa época de crecimiento donde he tenido muchas opciones para hacer lo que más me ha gustado”. “La universidad –continúa- me ha dado oportunidad  de formarme, de desarrollarme profesionalmente, de seguir ampliando mi formación, de asistir a jornadas, a cursos, seminarios, estancias en el extranjero, conocer procesos profesionales, conocer gente, mantenerme al día…”, “tengo que decir con satisfacción que he gozado de la confianza de todos los vicerrectores con los que he trabajado”, añade.

Ha sido secretaria de tantos órganos colegiados que su sola enumeración sería casi imposible: jurado de selección de becarios, Comisión de Veterinaria y Medicina Rural, Comisión Gestora del SAE, Comisión de Investigación, Comisión de Doctorado, Fundación Esteban Romero, Fundación Robles Chillida, Fundación BBVA, la Caixa… María Dolores enumera casi de corrido todas estas ocupaciones y cargos, y uno se da cuenta de que difícilmente estas comisiones y fundaciones podrían haber tenido una secretaria más volcada en ellas: “Ha sido algo muy bonito”, afirma con rotundidad esta funcionaria incansable que ha participado en más de medio centenar de tribunales, que le han valido para ampliar su acervo y su espíritu de lectora voraz: “Durante los exámenes, era normal que me llevara algún tomo de alguna enciclopedia”. “Soy romántica del papel, no lo soy en general, pero entre libros me siento feliz”.

María Dolores no sólo es una lectora incansable de todo tipo de libros, sino que además disfruta lo indecible leyendo y aprendiendo cada nueva ley que ha salido: “Me encanta leer los comentarios a las leyes”. Y se nota. María Dolores habla con barras cuando tiene que citar alguna ley, sin titubear, haciendo gala de una prodigiosa memoria que hace que, invariablemente, pensemos que es la persona idónea si hemos de remitirnos a legislación universitaria. A pesar de ello, quizás por una especie de coquetería intelectual, repite a menudo que le falla la memoria, hundiendo en la miseria a su interlocutor, cuando se percata de que, si con ese dominio  que le falla la memoria, nosotros no somos nada. Aunque después nos da la clave: “Es algo que me gusta mucho, así que no tiene mérito que no me cueste esfuerzo saberlas”.

Da la impresión de que María Dolores no puede pararse quieta: “Soy una persona activa, más que nerviosa, aunque a veces a la gente le pueda dar esa impresión, y tengo un sentido acusado de la responsabilidad en mi trabajo, siempre lo he tenido, soy perfeccionista e hiperactiva, pero solo en mi oficio, no en mi vida privada”.

No decir no

Asegura María Dolores que no sabe decir que no en su trabajo. Quizás sea este rasgo de su personalidad lo que ha permitido que haya sido profesora durante muchos años en el Plan de Formación, tutora de Prácticas de Gestión y Administración Pública y Ciencia Política y de la Administración, ha ayudado a impulsar y reorganizar la biblioteca de Derecho, ha impartido un curso de Formación en la UPCT, trabajado en la Comisión Mixta de Segregación de la UPCT de la UMU, organizado los II Encuentros de Comités de Bioética de las universidades españolas, montado los comités de Bioética de animales de experimentación, de bioseguridad de la universidad, Unidad de Cultura Científica, organizado las XVI jornadas de investigación de las universidades españolas, participado en los debates de la Ley de la Ciencia en Madrid, en los estatutos de los centros de investigación biomédica, en el instituto de Salud Carlos III, en negociaciones con empresas para licencias y patentes, en foros de empleo, miembro del Comité estratégico para hacer el Plan Estratégico de la Universidad… (lo dice todo casi de corrido, sin pestañear, como si aquellos volúmenes de enciclopedia que leía en los tribunales mientras los examinandos se sometían a su respectiva prueba se hubieran encarnado en ella): “todo, por supuesto con mi gente, no soy nadie sin ellos, y he tenido la suerte de tener muy buenos compañeros”.