Señales comunicativas vitales

Sigamos la pista a cuanto ocurre, a lo que nos sucede, y tratemos de entender los motivos de cuanto se desarrolla en nuestro entorno. Tenemos que vivir entre consideraciones de medios que han de convertirse en referencias enteras de lo que deseamos hacer para ser un poco más libres. Nos debemos preferir con las enterezas más señeras, con las fórmulas medidas que nos proponen secuencias de aprendizajes apetecibles. La docencia está ahí, y para que sea tal debemos ejercerla. No hemos de sentirnos exclusivamente en la distracción. Lo normal es que vivamos sin impaciencias, dando crédito a lo que nos registra con posiciones de dominios hermosos que han de ceder ante las voluntades de aquellos que aparecen sin tomar nota de la experiencia, que siempre es una buena madre.

 

No neguemos las evidencias a priori, así como así, y salgamos para comenzar esa etapa que quedó un poco atrapada en mundos de nadie. Las visiones de antaño nos recogen frutos que se muestran como expertos en materias que dejamos intranquilas por singladuras que no agotamos. Puede que el miedo sea muy fuerte. Las conclusiones no han de anticiparse. Sinceremos los corazones para dar con los aspectos menos lacónicos. Seamos breves cuando debamos serlo, pero nada más. Atrapemos los instantes con sus implicaciones más maravillosas y seamos entre consultas de linajes de colores con los que poder aprender de todo y con todos.  Lo global nos integra, pero hemos de conseguir que sea en la mejor de las acepciones. Sonriamos sin caer en esas indefiniciones que nos detienen cuando los eventos se desarrollan al ritmo que nos parece apetecido y como necesitamos. Puede que la inseguridad defienda un campo que ni existe.  Comuniquemos esos pareceres que nos han de atraer con sus variopintas consideraciones de apaños y de reclamos que nos insertarán en las voluntades de quienes nos sorprenden con sus deseos y poco más. No hagamos caso a lo que experimentamos cuando las señales nos desbordan. No deberíamos permanecer impasibles. La acción nos entronca con ese afán de superación que justifica estancias y desplazamientos, que nos recomiendan quehaceres cuando las distracciones nos ofertan cortos recorridos ante la creencia de que ser se identifica con salud, con paz, con equilibrio, con respuesta y recuperación ante los envites que la vida nos otorga sin que los pidamos, sin que tampoco los podamos evitar. No debemos perdernos en tiempos extraños de los que no obtenemos el suficiente jugo. Aprendamos las reglas, escritas o no, para sobrellevar lo que acontece. La convivencia nos sorprende con sus regalos de fantasía, con esa hermosa manta que abriga y refresca según la etapa del año que vivamos. La suerte se halla cuando hay deseo de dar con ella. Sí, a veces la tocamos por casualidad, pero estas ocasiones son las menos en cantidad y calidad. Diremos con el transcurrir de los meses hacia dónde queremos ir. De momento, advertimos que no queremos quedarnos quietos. El movimiento se demuestra andando, aunque erremos. Lo importante es vivir, y, para ello, hemos de comunicar lo que sentimos, lo que pensamos, lo que soñamos, lo que experimentamos, aquello en lo que acertamos, y aquellos otros eventos en los que somos manifiestamente unos fracasados. Ése es el directo de la vida. En ella hay señales comunicativas que son esenciales. Hay que detectarlas e interpretarlas.