Comunicación, paisanaje e intrahistoria

Los conceptos son básicos para saber si ordenamos bien nuestras existencias y esas estructuras sobre las que se sustentan. Dicen que lo importante no es la meta, sino el viaje. No hay nada nuevo bajo el Sol. Lo que marca la diferencia es el prisma, y, para que éste sea distinto, también lo ha de ser el ritmo de percepción. Las prisas no suelen aconsejar bien, y tampoco nos dejan ver lo que ocurre al otro lado de la carretera con la que transitemos, sea ésta de la índole que fuere. Es un sano consejo el que nos tomemos las cosas con calma, apreciando el valor de las sugerencias, de cuanto sucede.

 

Avisemos sin aprietos con los vuelos hacia ese momento que ha de suplir los vacíos en los que, irremediablemente, nos metemos. No todo es un camino fácil. Puede que éste tampoco nos convenga. Hagamos que suenen las trompetas que anticipen las comunicaciones más o menos sensacionales, ésas que nos pueden servir de acicate ante lo que viene otorgado con más o menos sencillez. Figuremos en el transcurrir de unas etapas que deben darnos el todo como una parte.
Intentemos llegar a todo lo que nos puede brindar un valor. La suma es cuestión de cada día, y no de apreturas de última hora, que sólo producen problemas y desánimos. Apliquemos la norma de hacer un poco cotidianamente, de andar por aquellos tramos que debemos en la intención de ir ganando el terreno que sea menester recuperando incluso los trozos perdidos por acción, error u omisión. Ocupemos a cada momento el instante más apasionado en la pretensión de poder obtener el máximo partido de las voluntades que trastocan las apatías, que hemos de transformar en entusiasmo.
No importa sólo el destino, como decimos. Es interesante que pensemos en el itinerario, en el paisaje, así como en aspectos más o menos curiosos y/o intranscendentes. Los escritores de 1.898 hablaban del paisanaje, como concepto contemplativo de aquello menos interesante pero que nos aporta como personas. No todo es la gran memoria. Los recuerdos se componen de elementos anecdóticos que nos conforman como lo que somos verdaderamente. Asimismo hablaban de la intrahistoria, que es otro concepto cercano al anterior: no todos los hechos que vivimos son formidables, rutilantes y súper-importantes. El día a día tiene una serie de minúsculas historias que hacen que las vidas transcurran con sus altibajos, con sus pros y sus contras, con sus ventajas e inconvenientes, con cuestiones más o menos jugosas o apetitosas.
Lo sugerente no es, en todo momento, lo capital y extraordinario. Es lo que, sumado en sus cantidades nimias, nos oferta una calidad de vida más o menos consentida y cargada de dichas y de felicidades variadas y limitadas. De lo que se trata es de fomentarlas, aminorando otros perfiles menos gratos. En definitiva, el esfuerzo ha de ir encaminado a la dicha, a su procuraduría, a su conformación, a su potenciación, sin que nos fijemos en comparaciones odiosas o en las propias limitaciones de cada cual. Vamos, que lo mejor que podemos hacer es fijarnos en los paisajes, y también en los paisanajes. La comunicación, en este sentido, también en otros, puede convertirse en el nexo de entendimiento que precisamos.