“El duende ferreño”

Juan Tomás Frutos

 

Heme aquí, compañeros del alma, amigos muchos, conocidos otros, enamorados del flamenco la gran mayoría, dispuesto de corazón y con toda mi alma para dar el pistoletazo de salida en una nueva edición del Festival de Cante Flamenco de lo Ferro.

 

Confieso que me llena de orgullo estar en esta atalaya, en este altar del arte para significar su importancia, sus valores, sus tesoros intangibles. Reconozco también que me da un poco de pavor caer en el tópico, el no dejar huella entre aquellos que sois la muestra viva del sentimiento en estado puro. Es una oportunidad única, pero también un riesgo.

De momento os lanzo una pregunta que traigo con mucha humildad: ¿Dónde están los duendes flamencos de Lo Ferro? He preguntado en la misma puerta, y alguien me dice que apenas queda testimonio de una casa que, al parecer, los albergó, a los duendes, muy cerca de aquí.  La cuestión es que quizá hablamos de otros duendes.

Bueno, que no quiero perderme, no tan pronto. Así, pues, con sentimientos ambivalentes y con la petición de una cierta benevolencia me dirijo a todos vosotros con el sabor de mis ancestros, con la pasión por ese “quejío” que es amor y encuentro, que es, sin duda, el flamenco, que sois todos vosotros.

Definir el alma no es fácil. Uno la experimenta,  y ya está, ya vale. Los sentidos son los que son, e incluso son numerables en sus aspectos externos, pero internamente no hay dos iguales, porque no hay dos personas iguales. He ahí la dificultad de expresar qué es el arte, qué es el arte flamenco, qué es el sentimiento flamenco, definido, en una forma, como la exaltación y la agonía por los éxitos, por los fracasos, por los amores, por los desamores, por las voluntades que van y vienen.

Me es más sencillo hablar de lo visible, del escenario, de las gentes que han puesto en marcha, con una impecable organización, un certamen que sabe a gloria. Estáis ahí, y no quiero nombraros porque no quiero dejarme a ninguno sin mencionar.

Lo Ferro es pasión, Lo Ferro es fortaleza, Lo Ferro es silencio y parlamento, es todo eso en tonos diversos, apetecibles, entre sigilos y posturas que ennoblecen a quienes trabajaron las tierras, y con ellas cantaron y soñaron, y vivieron y se encerraron con finitas querencias que se plasman en su buen hacer, en su apertura al visitante. Tanto es así que recogieron las mieles de la historia para dar con este festival, que es familiar, que es salubre, que es cercano, que sabe a lo conocido. Por eso es un poco de todos.

Para mí, Lo Ferro es recordar mi infancia, a mis familiares, que vivían y viven muy cerca de aquí. Lo Ferro forma parte de esa geografía que indica cuáles fueron mis primeros sueños, que permanecen en los recovecos del corazón, que es bruma y deseo incluso con el paso de los años. Creo que me siento como en casa respirando los mismos átomos de familiares que trabajaron y lloraron la tierra, que se endulzaron con ella en los buenos años, que se apegaron a sus sentidos, a sus sequedades, a sus durezas, también a sus intermitentes destellos. Esta panorámica parece tener incluso las mismas caras del flamenco, que se duele y se alegra del paso ligero de una vida que tiene aristas cortantes y prendas magníficas que vestir.

Lo Ferro para mí

¡Ay, sí! Para mí, Lo Ferro es recordar a amigos que me enseñaron mucho, todo, que me hablaron cuando aprendía de mozo, que me consolidaron sus destrezas más estupendas. Vienen esas patrullas a menudo que nos aplican sus dones de excelencia. Siento la ternura de sus ojos conmigo, esta noche, con sus estrellas más o menos ocultas, con el dulzor de la Luna, con la belleza serena de quienes incluso no se hallan físicamente entre nosotros. El concepto tiempo y espacio no existe con la lógica matemática cuando hablamos de genuina amistad. Lo mismo le pasa al flamenco.

Y en esto me pregunto de nuevo por los duendes, los de Lo Ferro, sí. Confío en que alguien me indique. Hace años en unas fiestas locales conocí el duende de alguien que cantaba como la gloria. Los recuerdos se diluyen. Uno no quiere aferrarse a ellos.

Le preguntó el discípulo al maestro cuál era el camino. “No te referirás”, le contestó, “al que tienes ahí mismo”. Es la vida, señoras y señores, la que te enseña. Sólo con el tiempo, como el pececito, sabes qué es el océano. Lo que es el todo del principio se muda en el principio del todo, en el todo mismo, en lo que somos en definitiva. El agua, como el camino, como el aire, como los elementos fundamentales, los tenemos desde que llegamos al mundo, a esta dimensión, y es con el tiempo que los comprendemos.

El camino, sí, ése que emprendieron esos enamorados del flamenco hace 150 años cuando empezó a cerrarse como tal. Existió desde siempre, desde tiempos inmemoriales, pero fue hace un siglo y medio cuando empezó a crearse una escuela no escrita de palos y talentos, de escenarios en los salones de aquellos que, por nacimiento, por afición, por arraigo o desarraigo, se enfrentaron con la nobleza de un arte espontáneo, surgido del sentimiento en estado puro.

Décadas de idas y venidas, de palos de todo tipo, de cante hondo, de seguiriyas, de jaleos, de bulerías, de tarantas, de levantinas, de “soleás”, de  dimes y diretes, de cantes de vuelta, de mineras, de saetas, de farrucas, de malagueñas, de sevillanas, de cartageneras, de sentimientos, de suspiros que han evolucionado en todas partes, más en donde el trabajador se enfrentaba con cierta melancolía y “cansera” a su menester de cada día.

Y en todo esto han aparecido unos locos que han consagrado sus carreras de cantaores, de bailaores, de guitarristas, de acompañantes de un cante que es gozo en un pozo de diversas densidades, que es navegación con un rumbo intuitivo que llamamos “duende”. ¡Ah, el duende! ¿Dónde estará?

No sé si los habitantes durante más de 300.000 años en la Sima de las Palomas advirtieron el valor del cante, de lo que es singularidad mayúscula venida desde lo más recóndito del corazón. Sí sé que lo Ferro se ha ganado un espacio, que ya no es humilde como sus gentes, que apunta unas señas de identidad como pocos certámenes en el mundo flamenco. Apenas sus cientos de habitantes aciertan cada año en lo que es una labor titánica. Son muy pocos para remar en la misma dirección y hacer algo grande, pero lo hacen.

Vitalidad del Festival

Y por eso, en esta edición en concreto, podemos destacar sus más de 50 aspirantes, que son la media de cada año, dispuestos a ganar el Melón de Oro. Por cierto, cada vez lo obtienen artistas más jóvenes, que luego ganan en otros festivales de igual reputación, o incluso de más solera (son apenas dos o tres más). Y aquí no sólo se descubren jóvenes: también se destaca como en ningún otro lugar el papel de la mujer que canta y que baila y que aquí, en lo Ferro, con siglos de pasión a sus espaldas, saben interpretar como en pocos lugares. Será, indudablemente, el duende, que vive aquí. Lo vemos cada noche, como lo veremos en sucesivas noches, durante toda esta semana, en las capacidades de los 12 cantaores que han quedado finalistas.

La ilusión está aquí, aunque suene a tópico, en estado puro. Como anticipo de ella tienen esta noche, con el permiso de los demás, a Victoria Cava, una alumna aventajada y que supera al maestro en todo y que nos hará un regalo muy especial con interpretaciones cargadas de garganta, de técnica y de brillo y presencia. Un don para los sentidos, para los aficionados. Es uno de esos jóvenes talentos que defiende Lo Ferro a capa y espada.

Ella también nos acompañará en Octubre en el segundo encuentro dedicado al flamenco y a los medios de comunicación, un curso, un taller donde vendrán reconocidos expertos y teóricos del flamenco, pero también artistas que, en el día a día, nos ofrecen un cante tan ancestral como en plena ebullición y evolución. Hasta en eso Lo Ferro, Torre Pacheco, ha sido una adelantada, pues fue la primera en ofertar un curso de este género, el que se dio hace dos años, y ya le han salido imitadores, lo cual quiere decir que vamos por el buen camino. Este año el curso tendrá créditos europeos de libre configuración, como un incentivo más para el ambiente universitario.

Más dudas. ¿Qué os puedo contar yo sobre el flamenco que no sepáis? Estoy aquí por mi cercanía con los que saben, por el amor que les profeso. Ellos son testigos de mi devoción, y por eso me han colocado esta noche ante vosotros, ante ustedes. Reconozco que el orgullo por poder venir a continuar aprendiendo me embarga y me ubica en una nave especial donde la comunión en lo personal y en lo espiritual es el todo.

Para mí, el flamenco es perfecto, es el “summun” en la búsqueda de las raíces de unos ancestros que vinieron de los cuatro costados de la piel de toro, encontrando en este campo de Cartagena las razones de un crisol histórico donde no faltan ni razas, ni credos, ni pareceres, integrados todos ellos con lo mejor para entenderse: la palabra, y, más que eso, la palabra cantada. A ello unimos la sencillez de los términos, de las rimas, junto con el esfuerzo para pronunciar la queja o la alegría, para ese “quejío” interno que saca el duende y la naturaleza de unos seres humanos curtidos en la esperanza, en el dolor, en la entrega, en el afán de superación, en el anhelo por vivir, por sobrevivir, por dejar sus huellas.

Arte del pueblo

Todos sabéis tan bien como yo que nos hallamos ante un arte que reconoce como pocos el valor del pueblo llano, el valor de los que se quitan el hierro pesado de un destino que destapa el peso del trabajo, de los valores, de los sentimientos, y resuena como ningún otro a lo largo de la historia, superando barreras y organizando un destino universal en forma de cánticos que se entienden en toda época y lugar. Tanto es así que, en esta época de Internet, es uno de los cantes más conocidos en el planeta Tierra.

Además, sus diversos palos nos recuerdan su capacidad para adaptarse, para amoldarse, a estados de ánimo, a interpretaciones y a momentos. Tan versátil es que, hoy en día, se entrega a mestizajes y maridajes con la naturalidad de los grandes géneros musicales, y lo hace con una hermosura que es difícil de superar.

Hablaban Unamuno y Pío Baroja, en su ámbito literario, de una cierta escritura intuitiva y sin una técnica determinada. En el fondo, aunque ellos no fueran conscientes, había mucha técnica en sus obras. Lo mismo ocurre en el flamenco, que tiene reminiscencias con cánticos de diversos puntos africanos, que se encuentra en diversos períodos históricos de nuestra España más universal, que golpea instrumentos y corazones como lo hacen otros géneros, como el propio Jazz, y que se ha nutrido en sus idas y sus vueltas entre fronteras escritas o no definidas con el continente americano. El reto desde siempre ha sido bello, extraordinario, ingente. La cosecha lo ha sido igualmente.

Lo que sí está claro es que ha tomado, el flamenco, lo mejor de los sentimientos de los últimos, de lo que iban a ser olvidados por la pobreza o por las desigualdades que fomentamos o consentimos los seres humanos. La solidaridad del cante flamenco ha sacado, desde sus orígenes, del ostracismo a quienes estaban condenados al olvido, en el cual no cayeron por unos cantes que recuperaron la dignidad que quiso robarles un destino cruel, superado gracias a los golpeteos de una música que superó la desesperanza y sacó rabia contenida direccionándola hacia un estado de mejoría singular. La receta, la mejor receta, fue el flamenco.

La vida es transformación. Nada queda quieto.  Eso decía Heráclito, quien nos recordaba que “no podemos bañarnos dos veces en el mismo río”. Aunque nada permanece, en Lo Ferro sí quedan las raíces de quienes lo hicieron posible, de los Escudero, de los Rocas, de los anónimos, de los Juanito Valderrama, de los que mostraron talento artístico con unos carteles extraordinarios, como lo es este año el realizado por mi amiga Joaquina Illán, a la que adoro.  ¡Cómo le baila a la Luna querida!

Pasión flamenca

Bebamos en su honor el mejor elixir. Seamos sensaciones y puros sentidos en este negociado que abrimos esta noche, en esta  31 edición. Comenzamos la cuarta década de un certamen que abriga sinceras y genuinas esperanzas, más que fortalecidas ellas, sobre el futuro del arte flamenco, de su salubridad, de su diseño y expansión.  Suenan campanas, escribí para Victoria, que está predestinada por su nombre a llevar con letras bien altas y bonitas un arte que alberga, como sus padres y hermana, bien adentro, marcado por la pasión y el afán de superación.

El duende del flamenco -me dicen ahora- deambula estas noches por lo Ferro, donde ha venido a recitar palabras llenas de encuentro y de amor, así como de música celestial de la mano de palmeros y guitarristas, y de otros acompañantes instrumentales. Todo, esta noche, es fruto de la casualidad, de ésa que no existe, por la que durante treinta años llevan laborando ferreños y entusiastas de Torre Pacheco, e incluso de otros lugares, para que este certamen lleve el mejor cuño posible, que lo porta, como han podido constatar.

Flamenco es unión, es familia. En Lo Ferro, lo saben, y lo practican. Por eso, este año rinde homenaje al certamen mayor del flamenco, a su hermano mayor, a La Unión, con sus 50 años de festival a cuestas, con 150 de municipio, y con siglos de historia que conmueven y sirven de crisol, como hace el propio arte flamenco. Es un buen referente.

Prueba de que los ferreños son una familia, es que una familia, y luego otra, y más tarde, otras, y, hoy en día, otras, todas juntas, con sus apellidos, con sus fuerzas, con su tiempo, con su dedicación, han hecho y hacen posible un certamen que ha crecido con reconocimientos y con un arte extraordinario, con mucho arte. En varias ocasiones han descubierto el talento que luego se ha corroborado en otros festivales flamencos, como ya se ha dicho. Es que, en Lo Ferro, tienen alma de pioneros.

Aquí, creen, como pocos, en las generaciones más jóvenes, y por esto tienen su propia escuela, que miman, que cultivan, y por eso llegan muy lejos con todo lo que saben hacer. El reconocimiento internacional ya no es algo excepcional.

Y son solidarios: ningún otro certamen tiene la patente reconocida con la leyenda flamenco solidario. Lo han demostrado en todos sus años de historia, recabando fondos para ONG´s y para numerosas organizaciones y entidades entregadas a la sociedad. Este mismo año han organizado una gala a favor de Haití, y esta semana dirigirán sus desvelos, sus voces y el dinero que se obtenga para el fomento de buenos menesteres.

El Festival tuvo acierto en los comienzos, acierto para continuar, acierto para los nombres de los premios, acierto para los presentadores y los jurados que por aquí han pasado. Son, han sido, y serán magníficos. Además, el gran premio, el melón de oro, es un galardón de gran reputación que da sabia a quienes lo ganan y que muestra el orgullo que sienten los paisanos del lugar por uno de sus productos emblemáticos, el melón, con una denominación de origen tan especial como el sello de los cantes que por aquí surgen y resurgen, y se expanden.

Muchos triunfadores

Los nombres de quienes han triunfado son numerosos. Y de quienes los han contemplado también. Hay nombres con mayúsculas sociales, esto es, de esos conocidos, como la Duquesa de Alba, pero destacan, fundamentalmente, los anónimos, los desconocidos, aquellos que hacen que la intrahistoria se desarrolle y sea del nivel tan alto como hallamos por estos lares. No podía imaginar Vicente Ferro cuando fundó el paraje que esta localidad iba a tener la altura de miras y la proyección de la que ahora hacemos gala. Es cierto que la historia hunde profundas y profusas raíces en este emplazamiento, donde ya hubo asentamientos romanos y de otra índole antes y después. La cercanía del mar y la riqueza de estas tierras siempre fueron focos de atracción y de deseo. Sin embargo, es en la actualidad cuando adquiere un fulgor especial por el paso del arte y el tronío de especiales estrellas de una expresión que no tiene, por fortuna, fronteras que le detenga.

Y qué me dicen de su palo flamenco que ha maravillado hasta al propio Juanito Valderrama, quien se subraya como su inventor.  Tiene tono, tiene talento, tiene duende, de todo un poco, y así, con humildad llega a quien escucha.

Y, en el final, vuelve la pregunta: ¿Dónde se hallarán los dichosos duendes? Ustedes saben, como yo, que están en cada uno de cuantos nos visitan, de cuantos han hecho posible que el cante siga, que estos cantaores y bailaores continúen adelante. Ustedes tienen el duende, ustedes son el duende, y yo, humildemente, en este pregón que será lo que tenga que ser, he venido, con el corazón en la mano, para darles las gracias por descubrírmelo cada vez que vengo a este lugar, que, con su permiso, considero un poco mío.

¡Que comience, pues, la música, que suenen las voces, que se oigan los corazones! Se inicia la 31 edición del Festival de Cante Flamenco de Lo Ferro. Que todos lo sepan. Buenas noches.

Anticipos comunicativos

Juan Tomás Frutos

Lo que aparece al principio marca entendimientos con los que hemos de crecer en simpatía y entendimiento. Planteamos las evoluciones con actividades que nos conducen muy lejos de aquí. Nos hemos llenado de preferencias con las que nos iremos marchando de verdad todo lo lejos que podamos. Hagamos caso a esos corazones que nos han de ablandar las señales para dar, más pronto o más tarde, con esos fundamentos que nos deben permitir ultimar las sensaciones más queridas.

 

Hagamos todo cuanto podamos con el corazón y separemos motivos de todo tipo con indicios más o menos estimables. Nos hemos de enamorar de lo que sucede con unos entusiasmos más o menos sinceros. No sigamos por estelas que apenas nos dejan ver los mares de zonas sureñas. Signifiquemos todo con unas miradas que han de socorrer los espacios en los que nos trasladaremos entre diestras posibilidades.

Prediquemos con esos trigos que nos han de señalizar los buenos momentos con los que construir las redes de unas sociedades que han de alimentar las preferencias más divinas. Vayamos hacia esas sombras que hemos de iluminar con las causas menos entendibles, pero que definirán bien lo que somos. Los cansados deseos nos deben dar las gracias con unas miradas más que sorprendentes. Simulemos con las gratitudes que han de extenderse con espontaneidad.

Cubramos con experiencias dichosas las etapas de conformaciones más o menos reales y simpáticas. Nos hemos de quedar entre aboliciones de tristezas. Gestemos los pasos idóneos para abocarnos a la felicidad con las versiones de antaño. Prefiramos ser con unas consistencias de palabras elevadas y con unas consultas que nos dirán si podemos, que seguro que así será. Vayamos despacio para vestirnos sin prisas. Nos hemos de insistir con unas consistentes figuraciones de transmisiones de genuinas paces.

La existencia se colma de anticipos con los que poder navegar un día y otro todo lo lejos que podamos. Nos hemos de tomar esa calma que nos aparte de los precipicios de esos tiempos más o menos tempestuosos, de los que también hemos de aprender. Seamos con esa bondad más o menos manifiesta. Los elementos que intervienen en los procesos comunicativos son numerosos. Se trata de gestionarlos bien. Los anticipos en la comunicación plasman grandes y generosas visiones de la realidad.

Llegar a mentes y corazones

Juan Tomás Frutos

 

Montemos guardia para que no caigamos en ese hastío que nos produce distancias. Las mentes y corazones han de apuntalar los buenos anhelos. Hacemos repaso de y a lo que hacemos cada día. Perdura mucho, lo cual quiere decir que aún queda bueno en esa defensa que nos hemos de efectuar de cuanto merece la pena. Eres todo para mí. Te has convertido en ese repaso permanente que nos pone con dudas que nos ubican regularmente.

 

Nos mostramos con unas fantasías que nos recrean los mundos que hemos elucubrado y que todavía pueden ser emblemas dentro del muestrario de referentes que persisten con el intenso trayecto vital que nos toca experimentar con constancia y en ambientes cerrados. Hemos de abrir las expresiones a otros modales, tan educados como siempre, y tan didácticos como precisamos para abundar en lo exacto, en lo que nos previene. Vivimos con justificaciones variadas.

Nos debemos dedicar a entendernos, que ha de ser casi como un deber. La necesidad viene de diversos palos, con los que hemos de crecer en intensidad y con unos planteamientos poco absurdos. Nos hemos de disponer con los gritos de soledad que no oímos ni nosotros. Los tiempos no corren como queremos: van despacio o deprisa en función de lo que sucede. Contemplemos con perspectiva.

Nos contamos lo más clarividente con unas astucias que nos ponen en bretes con los que nos entrometemos en las causas de quienes vienen con las sombras de heridas que tardan en mejorar. Nos debemos armar de paciencia, de lustre, de sabiduría en función de la lógica de las cosas, que son como son, y como pensamos. Al menos, no siempre daremos con fracasos, y así lo debemos entender.

Lo bueno ha de ser mejorado, y lo que no exista portarlo a esa atmósfera de leves caricias que han de ser potenciadas como baluartes de la felicidad a la que tenemos derecho. No pensemos en el pasado, que ya no se puede cambiar, y, si lo hacemos, que sea para aprender, para no repetir los fallos. Empatizar ayuda a que las cosas se entiendan, y, con su conocimiento, podemos hacer más averiguaciones respecto de lo que son y de cómo solventarlas, si es el caso. Nos debemos poner en las circunstancias ajenas. Así los otros nos verán como todos queremos, con la suficiente amplitud; y, de este modo, sabremos también como llegar a sus mentes y corazones. No nos fallemos: la dicha anda en juego.

Rentabilidad comunicativa

Juan Tomás Frutos

 

La rentabilidad es un concepto que va más allá de las meras apreciaciones económicas. Suerte y buenos deseos, y ejecución de los mismos a través de la comunicación. Todo ello forma parte de la receta que nos queremos dar para ser felices. Nos hemos de subir a ese peldaño que luego nos llevará a otro, y luego a otro, y así sucesivamente. No vayamos con celeridad, que todo aparece a su tiempo. Nos hemos de confundir como la buena harina en las manos del panadero.
Debemos darnos ese momento florido que nos ha de conformar con las versiones más loables de un sistema que ha de mantener las miradas con unas rebeldías de conformaciones de la realidad de otros sistemas que no ponderamos igualmente. Nos hemos de enviar donde sea menester. Ya llegaremos. Las premuras nos valen, deben, y así continuarán durante mucho tiempo. Debemos soltar lastre.

Consultemos las fuentes con sus toques confortables, acolchados, heridos por la misma vida que nos conmueve mientras nos lleva a la cumbre de los sueños, para contemplarnos tan en sintonía como es posible con los recursos que tenemos, que escasean en épocas de crisis. Tampoco nos debemos quejar excesivamente por ello. Los ciclos son así: unas veces arriba, y otras abajo.

Los entretenimientos nos han de complacer con sus visiones mágicas y aplicadas desde la destreza con la que nos podremos mover una y otra vez también. Hagamos que los corazones funcionen sin eternidades estiradas sin conciencia. Nos hemos de demorar un poco, o quizá un poco más, para dar con el testigo de cuanto nos oferta alegría y buen hacer. Pensemos con el corazón y desde el equilibrio de las mentes que nos ayudan con puras amistades.

Nos hemos de postular con la fe que nos regala paz y buenas vibraciones en forma de armonías traviesas. No figuremos donde el bienestar es una moda y ahondemos en lo que nos aporta esencias con sus volúmenes más creíbles. Nos hemos de dar todo lo mejor, o, cuando menos, hemos de intentarlo. Los indicios han de contribuir a que señalemos los motivos de siempre para afrontar el porvenir con entereza.

Cultivemos los espíritus con los dones más apropiados, dando con esos colchones que nos permiten defender los cuentos con los que comunicar desde la base a la cima y utilizando los mejores recursos. Nos hemos de rodear cada vez que sea posible de naturales fragancias para adentrarnos en el mundo que más nos enseña. Ahí estaremos. Las causas tienen eso, y las comunicaciones nos han de ayudar a que fructifiquen con la máxima rentabilidad. El espíritu y la bondad son dos conceptos básicos con los que nos hemos de mover en la defensa comunicativa, que ha de ser como el pan de cada día.

En defensa de las víctimas en las informaciones de sucesos

Juan Tomás Frutos

 

Tengamos siempre en cuenta que el derecho a la información alberga su origen en la ciudadanía. La tesis en la que nos movemos en muchos de nuestros artículos parte de la necesidad de ahondar en la responsabilidad de un pleno servicio público a la ciudadanía en cuanto se refiere al tratamiento de las informaciones sobre sucesos de toda índole. Las víctimas han de ser (y no siempre lo son) los ejes principales que motiven en positivo este tipo de noticias.
Además, hay que tener en cuenta los derechos de los telespectadores, que han de recibir una información veraz y ver respetadas sus ideas, su sensibilidad y sus pretensiones de conocer con juicio y con equilibrio aquellos eventos que más le atañen. Los derechos de los menores merecen un punto de reflexión aparte.  La deontología, la ética, es la base para evitar excesos y para conseguir la pretendida y necesaria auto-regulación del sector y en lo que concierne a su ejercicio. En este ámbito nos debemos mover.

Hagamos, pues, una constante reflexión sobre el tratamiento informativo que se lleva a cabo en la actividad que conocemos genéricamente como Periodismo de Sucesos. Ofrezcamos una visión crítica de lo que brindan los medios. Todos nos debemos sentir responsables de las distorsiones que se producen por las prisas y por la búsqueda de audiencias y de una cierta rentabilidad económica o de carácter social. La autorregulación es la solución, o parte de ella, así como debemos abogar por un reciclaje y una formación permanente de los profesionales, al tiempo que defendemos una transformación en los consumos, en sus rutinas, por parte de los telespectadores. Refrescar el Periodismo sosegado y cuidadoso de las “maneras” es otra necesidad,  junto con una mayor implicación de las organizaciones ciudadanas.

El equilibrio y la búsqueda de la complicidad con la sociedad son dos estandartes que hemos de esgrimir cada vez que hablemos de informaciones que tienen que ver con sucesos y con sus víctimas, a las que hemos de tratar con el máximo respeto, en su dolor, en su intimidad, en lo que hacen, en lo que dicen, en sus formas, que han de ser contextualizadas para que nada falte en su sitio, para que la percepción sea la más adecuada y certera.

El tratamiento oportuno de la imagen, el contraste de pareceres y de contenidos y la contención ante la duda y el rumor son premisas a las que no podemos faltar salvo que queramos aceptar el hecho de una pérdida de credibilidad, que nos puede hacer un daño tremendo, atroz. Defendemos un compromiso de todos, de los ciudadanos, de sus instituciones, por supuesto de los medios y de sus profesionales, y de cada de una de las asociaciones y entidades que estudian o viven en primera persona el proceso comunicativo en general y el periodístico en particular. Creemos que el debate está abierto y que precisa concurso y consenso. En el frontispicio ha de aparecer una firme defensa de las víctimas. Siempre.

Leer como estímulo

Juan Tomás Frutos

 

Hallemos las intenciones más benévolas, las que nos incrementan en los planos cualitativos. Es verano, que conforma un lapsus especial, auténtico. Tiempo de ocio. Momento para el regocijo y para hacer propósitos de analizar lo que hacemos, lo que hemos realizado, y para avanzar cambios tranquilos o pequeñas mejorías con las que retornar tras el período estival. Rescatamos (debemos) otros instantes que sabemos que existieron y nos introducimos en las mayores devociones de las que somos capaces. Al menos, lo intentamos. Oteamos ilusiones que creíamos apagadas y regresamos a esas aventuras vividas o soñadas con las que crecimos en todos los sentidos.
Para encender estos estímulos contamos con el mejor de los baluartes, que es preciso y óptimo para todos los momentos del año: nos referimos la lectura. La singladura simpática y alternativa, complementaria, que nos ofertan los libros de toda índole nos regala momentos inigualables con los que salir de ese hastío que es versión repetida de una existencia que se deja llevar por el río de la competencia y por las materias que a menudo no son tan originales como nos decimos.
Tenemos prosa, poesía, ensayo, novela, viajes, naturaleza, historia, relaciones, convenciones y comunicaciones, reflexiones y meditaciones, causas y efectos… Todo se encuentra en esas obras que nos convierten en ejemplares desde el anonimato compartido por quienes nos precedieron. Nada falta en las hojas de unos libros que nos mantienen eternamente jóvenes y activos, si somos capaces de dar con sus claves. La lectura de grande y pequeña literatura, la relectura incluso, nos transforma en seres tan reales como ideales, tan idealistas como situados a ras del suelo.
Con los libros nos metemos de lleno en asuntos variopintos, en cuestiones resueltas y en otras que no lo son, no lo están, tanto. Acortamos las distancias respecto de lo que nos cuentan otros, con sus errores, con sus dones, con sus aciertos y perspectivas, con lo que han sido y elucubrado. La vida, aunque conocida en sus resortes, nos brinda elementos y recovecos que nos concentran en lo importante mediante letras sempiternas, y, por qué no decirlo, asimismo nos apuntan a lo nimio, pues todo lo que nos rodea forma parte de la Humanidad y de sus direcciones y sentimientos.
El verano nos da tiempo. Puede que el tiempo sea el de siempre, pero todo parece indicar que el ritmo es más lento, de otro género. Es una etapa, o eso se nos antoja, con menos obligaciones de correr para encontrar segundos y minutos para nosotros mismos. Por ello, una muestra de fidelidad a nosotros mismos es dar con ese tipismo de los años pretéritos en los que el esfuerzo y la bondad eran estandartes solidariamente compartidos. Seguramente con una buena selección de esas lecturas a las que aludimos daremos con las moralejas y los aprendizajes de aquellos que soñaron y nos demostraron que han vivido. Con una prolija fortuna, podemos confirmar que existimos con ellos.
No soy amigo de consejos, pero sí de recetas personales. Leer puede ser una. Ahora en verano, sí, e, igualmente, con felicidad el resto del año. Percibamos el aliento de la lectura y un asomo de plenitud nos tocará con extraordinario encanto y una ingente especialidad. La magia, que es un continuo relativo, nos regalará lo mejor. Leer es el estímulo más estupendo y defendible para que nos sintamos, gracias a él, con la dicha a la que tenemos derecho.

Comunicación fácil y sencilla

Juan Tomás Frutos

 

Lo simple, lo sencillo, lo que no es complejo ayuda a que la comunicación funcione bastante mejor. Utilicemos las sonrisas, el buen humor, el contento, para comunicar estados de ánimo de pura corrección, de empatías que nos llevarán donde el todo sea el regocijo máximo con el que buscar y pretender, y consolidar, la plenitud que nos rodea. Tengamos la fiesta en esa paz que nos saca de una nube que antes pudo ser pequeña, pero que, cuando no la afrontamos, se hace muy grande, quizá en exceso. Midamos las fuerzas y no dejemos para mañana lo que podemos hacer hoy.

 

Nos conformamos cada día con las prisas que nos hacen corregir los términos que aguardan con unas bromas que serán voluntades en el vacío. No sesguemos las preferencias, que han de anunciar los pasos con los que nos moveremos un día y otro. Las ideas han de figurar en los pasatiempos más mediáticos, en los frentes de nubes altas, en los extraordinarios planteamientos que han de arreglar los pasatiempos con más minutos de los desmenuzados en otros instantes.

Hagamos que los aspectos cromáticos tengan las singularidades de aquellos que nos pretenden con las voluntades que enfadan, con las cautelas que son preferentes dichas en lugares de tranquilidades más o menos cordiales. No premeditemos los escenarios. No es bueno que todo se calcule. Si acaso primero en aspectos mínimos, y luego en el todo, nos hemos de preferir con insistentes dificultades, que nos pondrán en nuestro sitio más o menos ideal.

No demos los tantos con consultorías que no aplicamos. Las energías se han de traducir en las mejores transformaciones posibles, sacando tiempo para esa bondad que nos ha de alimentar con intenciones no descompensadas. Nos alegramos cuando las cosas salen bien, y por ello hemos de buscar que sea el caso para todos, y no sólo para nosotros. Nos podemos poner en ese sitio que nos prefiere con sus indicaciones más lustrosas. Nos hemos de enamorar cada día de cuanto hacemos, de cómo lo realizamos, de lo que vemos en la noria de una vida que posee imágenes que hemos de saber interpretar con el debido contexto.

Lo fácil ha de manifestarse como tal, y lo dificultoso ha de mostrarse con un poco de sencillez, que contribuye, indudablemente, a que las versiones no sean tan aparatosas. Nos hemos atribuido tiempos y espacios que no son lo que eran, que no lo serán, pero que han de servir para que haya trechos mejores y mejorables y para que las sensaciones agradables llenen de buena subjetividad lo que habría de ser objetivo. Las sonrisas, no lo olvidemos, comunican, siempre comunican. Además, dan placer y alegría, que son síntomas y acicates para que las relaciones sean estupendas.

Finitud a los problemas

Juan Tomás Frutos

 

Los problemas han de procurar más talento. Mezclemos con naturalidad para salir con bien de los obstáculos que vayan surgiendo. Hablamos y hablamos, y sacamos en claro penumbras que hemos de alumbrar en la medida que podamos. Tomemos tiempo para ello. Seamos sensatos entre sesgos que nos han de permitir tener unas carencias con las que crecer en lo intelectual y en lo personal. Hagamos caso al corazón, que ha de estar atento a lo que es y que ha de tener un planteamiento que podremos definir con las grandezas de espíritus anteriores. Salgamos con consecuencias controladas y conformadas a las ilusiones cotidianas.

 

Nos hemos de aportar lo mejor de lo mejor con el alma henchida por las circunstancias que nos pueden, que nos son queridas y estimadas desde las admiraciones que nos imprimen los mejores fines con las querencias más nobles. No seamos insensatos para no poseer el valor de parar donde nos gustaría. Las previsiones han de tenerse en cuenta con las presentaciones más lindas. No nos ceguemos con miradas que no invitan a secuenciar lo que nos merece la pena y hasta el deseo.

Hemos de acolchar el corazón con las separaciones que podrán ser circunstancias sin atenuantes. Nos debemos presentar los anhelos con sencillas apuestas que serán y no serán con cautelas sencillas en instantes prometedores que no quedarán más que en eso. Todo en la vida tiene aportaciones que penden de nosotros. Las lástimas de otras ligas nos han de traducir las confianzas con unos movimientos de caricias auténticas. Lo más relevante es la justicia a la que llegamos como consecuencia de la paz y de la amistad que nos procuramos.

No cercenemos las actividades que nos van llegando como regalos de unos dioses que creen en el día a día con toda la naturalidad y normalidad del mundo. Necesitamos tiempo para ser en la gratitud más hermosa. Nos complace lo que tenemos. Pensemos también en aquello que no ha de modificarse para que todos tengamos las opciones que nos rescaten del hastío. Respiremos hondo y prosigamos con valor.

Las bravuras de otros oficios con los que nos unimos desde las buenas maneras nos han de prevenir frente a las fantasías con las que podremos recorrer los espacios más llenos de posibilidades, que hemos de optimizar, de aprovechar cuando menos. Hablemos con tesón de la belleza con la que nos gustamos cuando la ida es regreso sin que sepamos muy bien lo que queremos hacer. Lo importante es que dediquemos tiempo a conocernos, y, a partir de ahí, que hablemos, que nos hablemos. El diálogo da finitud a los problemas. Tengamos paciencia para comprobarlo. No hay situaciones malas, si recordamos el refrán, que puedan durar eternamente.

La comunicación, en marcha

Juan Tomás Frutos

 

Apostemos sin dudarlo por la comunicación sin ambages, sin vericuetos, auspiciando las mejores imágenes. Sorprendemos a los corazones con heridas que nos definen como lo que podría ser y no será en los cansados caminos de unas historias que no terminan de complementarse como nos gustaría. Las astucias del pasado nos colocan entre premisas que son condiciones sin temores de factura cuajada. Hemos suspendido las señas que antes fueron identidades.
Las causas son divertimentos que nos ofrecen los cálidos abrazos de quienes vuelven con el umbral pasado de rosca. No hemos callado en esos instantes que tocaba aprender, pero lo haremos ahora en un intento tardío de hallar respuestas a las dudas del corazón que antes voló. Nos tendremos que ver en el pasado. Las existencias se llenan de flores.

Las controversias de los años mozos nos divierten con esas empatías que fueron eficaces en los lances de unas etapas que dieron con los regustos más entusiastas. No perdamos las originalidades que fueron superaciones de enorme calidad. Nos consultamos con corazas que caracterizan con ausencias que no están a la orden de un día de preñadas ocasiones que no surtirán los efectos de otras veces. Vamos a ver las diversiones: con ellas somos más.

Estamos en unas etapas de soledades que nos desafían con sus lustres y brillos más estimados. No navegamos por esas aguas a las que nos habíamos acostumbrado. Los pacientes de otros hospitales nos vienen con nostalgias y romanticismos. Nos tendremos que avisar en los inicios de actitudes que hemos de consolidar. Las travesuras nos han hecho daño, y ahora nos tenemos que convencer de las tesituras que tuvieron unas corduras que finalmente nos descalabran. De ello también aprenderemos.

No hemos visto lo que sucede en un negocio que está pendiente de definir. Nos gustan los complementos más pequeños con sus atenciones más recreadas. Nos damos unos apaños que han de deleitarnos cuando menos los conozcamos. Los momentos llegan cuando son. El destino queda por alguna parte, y con buena intención lo hemos de escuchar. Sepamos lo que nos dicta el corazón, aceptando, sin tomar al pie de la letra, sus peticiones. Pongamos a continuación en marcha el crono con sus misiones. Hay direcciones que la comunicación señala, y que, cuando menos, hemos de investigar. Mucho podremos aprender si andamos con el espíritu presto a ello.

Cumplir con la comunicación

Juan Tomás Frutos

 

Utilicemos las energías. Hagamos que los instrumentos tengan algo más que virtualidad. Repongamos esos momentos que nos han de acelerar los corazones vencidos con los que agradecer los instantes de puras pasiones que nos liberan con sus gracias consideradas. Nos damos, una y otra vez, con realeza, espacios que pudieron ser empeños con sus gustos y sus formas más o menos formalizadas. Echemos mano de la docencia. Hagamos caso a los honores de quienes vienen con sus palabras encarecidas desde sensaciones que podemos estimar extraordinarias.

 

Veamos cuanto ocurre por un universo sincero que nos regala aperturas de ánimos con los que recorrer los momentos que la imaginación, puede que la memoria, aún arbitra en alguna parte. Demos gracias a esa fortuna. Consultemos algo más que la almohada para tomar decisiones que nos han de liberar de los trasiegos que nos placen.

Anunciemos con desparpajo y el mejor humor esos instantes de gozo que nos han de perpetuar con unos contentos que hemos de extender algo más que segundos. Defendamos a capa y espada los tonos de unas vidas que han de ser todo lo eternas que podamos sin exigencias ni malos entendimientos, que, cuando menos, hemos de evitar.

Los años que ya pasaron han de dejar el mejor rastro y el mejor rostro. Tomemos medidas para sanar las heridas que aún nos quedan. Signifiquemos todos esos trámites que nos han de derivar hasta esas metas que completarán los balances de alegrías a perpetuidad. Nos pondremos a hablar cada vez que podamos para alentar lo que fueron expresiones de valores sentidos.

No ubiquemos en el fuego esa jornada de querida pasión con la que nos entenderemos durante horas. Las habitualidades de otras temporadas se han de convertir en estructuras en positivo que han de arreglar lo que sea, como sea, con las pretensiones de unir, de juntar claras experiencias dichosas. La felicidad está ahí, moviéndose, y, sin perseguirla, hemos de dar con ella.

Las promesas hoy se cumplen. Será así. No las dejemos para mañana. Podemos conseguir arreglos comunicativos. Si los ajustes son oportunos, nuestro estado de bienestar también será más conveniente y estará más convencido.

UNIVERSIDAD DE MURCIA