En defensa de las víctimas en las informaciones de sucesos

Juan Tomás Frutos

 

Tengamos siempre en cuenta que el derecho a la información alberga su origen en la ciudadanía. La tesis en la que nos movemos en muchos de nuestros artículos parte de la necesidad de ahondar en la responsabilidad de un pleno servicio público a la ciudadanía en cuanto se refiere al tratamiento de las informaciones sobre sucesos de toda índole. Las víctimas han de ser (y no siempre lo son) los ejes principales que motiven en positivo este tipo de noticias.
Además, hay que tener en cuenta los derechos de los telespectadores, que han de recibir una información veraz y ver respetadas sus ideas, su sensibilidad y sus pretensiones de conocer con juicio y con equilibrio aquellos eventos que más le atañen. Los derechos de los menores merecen un punto de reflexión aparte.  La deontología, la ética, es la base para evitar excesos y para conseguir la pretendida y necesaria auto-regulación del sector y en lo que concierne a su ejercicio. En este ámbito nos debemos mover.

Hagamos, pues, una constante reflexión sobre el tratamiento informativo que se lleva a cabo en la actividad que conocemos genéricamente como Periodismo de Sucesos. Ofrezcamos una visión crítica de lo que brindan los medios. Todos nos debemos sentir responsables de las distorsiones que se producen por las prisas y por la búsqueda de audiencias y de una cierta rentabilidad económica o de carácter social. La autorregulación es la solución, o parte de ella, así como debemos abogar por un reciclaje y una formación permanente de los profesionales, al tiempo que defendemos una transformación en los consumos, en sus rutinas, por parte de los telespectadores. Refrescar el Periodismo sosegado y cuidadoso de las “maneras” es otra necesidad,  junto con una mayor implicación de las organizaciones ciudadanas.

El equilibrio y la búsqueda de la complicidad con la sociedad son dos estandartes que hemos de esgrimir cada vez que hablemos de informaciones que tienen que ver con sucesos y con sus víctimas, a las que hemos de tratar con el máximo respeto, en su dolor, en su intimidad, en lo que hacen, en lo que dicen, en sus formas, que han de ser contextualizadas para que nada falte en su sitio, para que la percepción sea la más adecuada y certera.

El tratamiento oportuno de la imagen, el contraste de pareceres y de contenidos y la contención ante la duda y el rumor son premisas a las que no podemos faltar salvo que queramos aceptar el hecho de una pérdida de credibilidad, que nos puede hacer un daño tremendo, atroz. Defendemos un compromiso de todos, de los ciudadanos, de sus instituciones, por supuesto de los medios y de sus profesionales, y de cada de una de las asociaciones y entidades que estudian o viven en primera persona el proceso comunicativo en general y el periodístico en particular. Creemos que el debate está abierto y que precisa concurso y consenso. En el frontispicio ha de aparecer una firme defensa de las víctimas. Siempre.