Procuremos que todo funcione

Juan Tomás Frutos

 

Confesemos la amistad con más amistad aún, y seamos en rutilantes entregas de pasiones y conquistas claras. Sonriamos cada vez que podamos asumiendo que la carretera tiene muchas direcciones. De todas hemos de aprender. La vida es así.

No movamos las fichas que nos otorgan las causas con sus toques maestros. Sepamos lo que nos invita a una negociación de razones claves con las que nos adentraremos en las previsiones más lindas. Separemos los hechos de aquellas emociones en las que nos incluimos en un instante de preferencias sin penumbras, que hemos de gozar bien, de la mejor forma que podamos. Experimentemos lo que nos merece la pena con gracia y sin grandes controversias. Secundemos esas iniciativas que nos pueden sacar de la pobreza intelectual y sepamos que los gustos suponen colores emotivos con los que nos hemos de arropar en la felicidad misma. Hemos abierto las causas grandes de la existencia humana, y con ellas hemos de convivir hasta el final, por coherencia, para sustentar esas creencias sin las cuales no podemos seguir adelante. Pongamos todas las virtudes en ese espíritu alado que nos debe salvar. Procuremos que todo funcione. Somos capaces de eso y de más.

La Caixa financiará investigaciones de la Universidad de Murcia con empresas

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Foto de Juanchi López

La Universidad de Murcia y “la Caixa” han firmado un convenio de colaboración que formaliza el apoyo financiero que viene prestando la caja de ahorros a proyectos de I+D de empresas en los que intervienen grupos investigadores de la institución docente.

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Mario Vargas Llosa, una buena persona (y II)

Juan Tomás Frutos

 

Lleno de amor Mario Vargas Llosa está lleno de amor, a su manera, con una delicada interpretación, en sus diversas etapas, teniendo en cuenta la evolución propia y del entorno de un escritor catalogado, porque lo es, de excepcional. Así se manifiesta en su obra literaria, pero, fundamentalmente, el gran público lo advierte en sus artículos periodísticos, de bella factura y mucho más comprensibles que algunas de sus narraciones y ensayos, pues el lector tipo, siendo el mismo, tiene otra ubicación y otros anhelos. El tener en cuenta a la audiencia que te puede consumir es muy periodístico, pues, en sus tradicionales funciones de informar, formar y entretener, siempre se quiere llegar a un grupo de personas variado en lo individual y en sus posturas y actitudes ante la existencia humana. Hay empatía en la búsqueda de la potencial audiencia, que se ve como real.

Millones de epígrafes y de explicaciones y de alusiones aparecen en “Google”, si ponemos el nombre completo de Mario Vargas Llosa. Lo cierto es que aparece mucha información sobre sus más diversos aspectos, desde los personales hasta los netamente profesionales. Ciertamente se han escrito millones de páginas, con un sinfín de citas y de expertos que han dedicado su esfuerzo y su tiempo a conocer y a comunicar lo que saben y han aprendido sobre uno de los escritores en castellano de esta etapa contemporánea que más descuellan por sus habilidades, por su capacidad y por la admiración que han despertado. Una extensa obra Sus obras de teatro, sus novelas, sus ensayos, sus manuscritos de diversa índole, superan los 50, amén de los cientos de artículos aparecidos en Prensa con reflexiones sobre la vida  y la política de los países y de los “ambientes” que ha visitado y/o conocido.  Tanto ha escrito y tanto se ha escrito sobre Mario Vargas Llosa que forma parte del imaginario y de la realidad colectiva del Planeta Tierra. Seguro que es uno de los escritores más conocidos, y mucho más tras la concesión del Premio Nobel de Literatura en el año 2010. La lectura de sus artículos nos hace ver a un intelectual liberal, progresista, que cree en el libre mercado y en el capitalismo, con algunos retoques necesarios y correctores. Sus ideas en este campo se han llegado a enfrentar a amigos y literatos de la talla de Gabriel García Márquez.  Entre los pensamientos que descuellan en sus artículos está su activismo a favor de los más necesitados, así como su lucha contra los mediocres y aquellos que ejercen las dictaduras, sean éstas de la tipología que fueren. Busca, y se nota, la esencia de la vida y pretende despejar las incógnitas de quienes siembran dudas sin otorgar algún tipo de solución ante los problemas claros que todos padecemos en esta etapa de competencias y de “aceptación de ciertos niveles de corruptelas”. Falta pro-actividad para los cambios y mudanzas, y así lo refiere Vargas Llosa. Siempre ha defendido, este autor, el Periodismo como el mayor garante de la democracia, como instrumento para una mejor vida de las clases más desfavorecidas y para la mejora de la sociedad toda. Le gusta el debate de las ideas, la crítica sana, la búsqueda de las verdades que solidifican a las comunidades que intentan progresar en comandita. Vargas Llosa ha rechazado en todo momento el periodismo amarillista, el sensacionalista, el que no busca la verdad atendiendo al rigor y al respeto de las fuentes informativas. Asimismo, ha constatado la fortaleza del castellano, del español, de la lengua que hablan más de 500 millones de personas del planeta tierra. Con sus diferencias, con sus riquezas, forman un patrimonio que conviene preservar, y, en ese sentido, en el de la defensa de las variedades y posibilidades de lo hispano, destaca este escritor nacido en un Perú que le dio sus grandes señas de identidad, que fueron rectificadas y ratificadas con el correr de los años tras sus múltiples viajes, y, fundamentalmente, a través de su España querida. Un escritor de su tiempo Se puede apreciar a Mario como un escritor de su tiempo, conjugando lo mejor de esta etapa de tránsito que nos toca jugar: cree en lo tradicional y en lo moderno, y tiene sus debilidades respecto de la lectura y la escritura de toda la vida. Aún considera de esencial importancia el papel, en un mundo que, como tituló en uno de sus artículos, ha hecho de “la civilización un espectáculo”. Quizá haya demasiadas opiniones, muy poco estructuradas, muy poco confrontadas, con elementos de partida basados en pies de barro, a los que les falta tiempo y contrastes. Él ha puesto su granito de arena para que no sea así, para que haya una conveniente mejora. Nuestro escritor hispano-peruano se considera, más que capaz, muy disciplinado, con un sentido de esfuerzo, del sacrificio, enorme. Sabe que la voluntad es crucial para llegar donde nos propongamos. Así, hace falta, según ha ido reiterando en sus escritos periodísticos, estructurar el aprendizaje, dedicarle tiempo, aceptar las críticas, tener valentías para ejercerlas con respeto, al tiempo que se muestra partidario de ubicar una línea que separe el tipo de prensa seria de aquella que se ha convertido, de alguna manera, en una cloaca. Defiende los derechos de los ciudadanos, pero los de todos, remarcando la necesidad de una prensa libre, plural, autónoma respecto de los intereses que no son informativos. Puede que, en éste como en otros sentidos, sea una especie de Quijote culto buscando quimeras, sueños, posibilidades que no ven los mortales normales, que quizá no vemos los demás. Entre sus prioridades ha estado el aprender, el conocer, el ir de un lado para otro haciendo preguntas y dando algunas respuestas. Ha sido un intelectual que ha procurado dar su lado más honesto ejerciendo el periodismo más genuino. Su seguridad expositiva ha venido de su técnica, de su aprendizaje también, de saber de lo que habla y de lo que escribe. Sus artículos han apuntado concéntricamente en lo social, teniendo presentes los principios liberales del mercado y de la actuación política, pensando que éste, el sistema capitalista, es el menos malo para la prosperidad societaria. Ciertamente ha generado la admiración de sus escritores coetáneos, sean éstos de la ideología que fueren. Su independencia se ha notado en su verbo y en su defensa de autonomía para los medios de comunicación y para sus profesionales. No le gustan los ambientes cerrados, como los que pudo hallar en su Arequipa natal, y por eso su imaginación y sus escritos denotan una férrea disposición a favor de la libertad humana. No tiene sentido el conocimiento si no es para ser más libres. Lo ha ensalzado así durante toda su extensa etapa de escritor. El tono de su lenguaje Su tono comedido en su lenguaje oral se advierte, igualmente, en sus escritos, que buscan salir de la perplejidad que para él suponen ambientes que podrían ser libres, como los del mundo civilizado de occidente, y que luego no lo son tanto, por la dictadura que imprimen los intereses de consumo y/o de la audiencia, así como las finanzas de los medios periodísticos. Se nota una evolución en los artículos de Mario Vargas Llosa, que, poco a poco, deja a un lado tapujos inútiles para ser él mismo y no lo políticamente correcto. A pesar de las críticas recibidas de personas de fama y prestigio como Oliver Stone, es todo un ejemplo para las actuales generaciones de periodistas por su inequívoca defensa de la Libertad de Prensa. Su énfasis y su divulgación de  los llamados “Universales”, que ya recogían los grandes griegos de la Antigüedad como Aristóteles, son, por otro lado, dignos de encomio. Cree en la belleza, en la solidaridad, en los encuentros, en la hermosura compartida, en el respeto, en el conocimiento, en la paz, en la justicia, en la educación, en la cooperación… Con ellos la sociedad es otra mucho mejor. Y no sólo lo dice: lo afirma con hechos, unos hechos que continúa fraguando y consolidando cuando ya se acerca a la edad de octogenario. No le gusta la ligereza con que algunos alardean de lo que saben y de lo que dicen saber. Cree que la experiencia es un grado, como lo es la contemplación y la dosificación del empeño y del conocimiento.  Hay que saber escuchar a los otros, que también tienen sus verdades, como dice el Desiderata. Su vocación política seguramente le enseñó a valorar a sus adversarios políticos, y le añadió una pizca de humildad y de aceptación mayúscula de los demás, que han de ser tenidos en cuenta en su valía y con sus perspectivas. Juntos crecemos, y él lo ha ido viendo, y así lo ha ido plasmando en sus artículos de prensa, leídos y re-leídos por millones de personas en el mundo. Vargas Llosa escribe con pasión, con alegría, con ilusión, con madurez, con conocimiento de causas y de efectos de los eventos y acontecimientos que refleja, con positivismo, con imágenes de contrastes, con un vocabulario que es tan rico como el que contiene una enciclopedia. Además, sus escritos están estupendamente documentados, con resistencia al tiempo, pues están muy ponderados y baremados para que se puedan tener en cuenta aún con el paso de los años. Así, su visión de lo injustas que son las guerras o la pobreza son bastiones para los más progresistas, para los que creen en la idea de la superación de los problemas y de las diferencias entre los seres humanos mediante la vía del diálogo, de la conversación, de la comunicación sencilla y pura. En su rostro, incluso, advertimos lo que aquí subrayamos. Sus comienzos Mucho ha llovido desde sus primeros relatos. Aquel “El Abuelo”, que ya marcó todo un referente para la época, con su presencia, con su planteamiento, con su cercanía, a través del diario “El Comercio”, allá por la mitad de la década de los años 50, supuso un antes y un después en sus colaboraciones en Prensa, que se hicieron más asiduas, y siempre marcadas por su preocupación social, por el paso del tiempo, por el momento, por la búsqueda de la verdad, por la utilización de las fuentes informativas, etc. Ha practicado un modelo periodístico que debería ser tenido en cuenta en las Facultades de Comunicación de todo el planeta. Aparte de sus artículos periodísticos, también volcó, en el marco de la más óptima tradición literaria en Prensa, un gran número de relatos, de cuentos, de historias, como se ha hecho a lo largo de los 300 años de historia moderna del periodismo. Los primeros aparecieron aglutinados en forma de libro con el nombre genérico de “Los Jefes”, y fueron difundidos en primera instancia en El Mercurio Peruano. No abandonaría nunca esta preferencia por el soporte papel diario o periódico para trasladar sus narraciones más cortas. La política, la vida social, y los problemas del entorno, del medio ambiente en el que se mueve, aparecen en sus novelas, pero, previamente, los vemos en sus artículos, en sus cortos escritos, en los que vuelca la esencia de su vocación literaria, apegada a lo que conoce, a las gentes que le han ido enseñando cómo es la existencia. Su carrera, como ya se ha dicho, está jalonada de éxitos en todos los órdenes. Amén de los numerosos galardones literarios, tiene muchos reconocimientos en el campo universitario, y, así, ha cosechado varios doctorados honoris causa. Asimismo, tiene las más altas condecoraciones de países latinos, como es el caso de algunos hispanoamericanos, Francia, España y los EE.UU. En el ámbito periodístico no hallamos una excepción: son muchos los escritos que hablan de su buen hacer, aunque tampoco debemos desdeñar que no ha estado exento de polémicas por sus ideas neoliberales. Las confrontaciones en torno a la política de Estados como España o el Perú se han vislumbrado en sus páginas en los diarios donde ha colaborado. Lo que encontramos decidida y repetidamente es su defensa de la Democracia. Ha criticado dictaduras como la Argentina, así como algunos períodos de su país, Perú, además de algunos momentos de la situación política en México. Sus constantes declaraciones públicas y sus artículos periodísticos le han colocado en el ojo del huracán con una cierta recurrencia, pero siempre ha salido con bien. Comprometido con su tiempo Este escritor adquiere obligaciones con el momento que le ha tocado vivir. Su prestigio le llevó a defender la memoria de periodistas asesinados en el Perú y Argentina, como ya se ha glosado, lo que le granjeó la enemistad de las cúpulas militares de ambos países. Por poco, finalmente perdió las elecciones frente a Fujimori, tras las cuales, y a resultas de amenazas del nuevo presidente peruano, pidió y le dieron la nacionalidad española, país que, como bien dice Vargas Llosa, le ha dado buen parte de lo que es, desde el punto de vista personal y profesional. Tanto es así que Vargas Llosa ha confesado que considera que el Premio Nobel es un poco de España también, y de lo hispano, y de la lengua castellana, lo cual es digno de agradecer. Dicen que es de bien nacido el ser agradecido: es su caso. Lo vemos constantemente por sus alusiones y reconocimientos al pueblo español. Creemos que, sin duda, con sus cientos de artículos periodísticos se podría hacer toda una tesis doctoral. No exageramos. Tres volúmenes recogen lo que ha escrito en el período comprendido de 1962 a 1990. Aparecen con el nombre genérico de “Contra viento y marea”. Fue un tiempo muy prolífico, tras el cual todavía ha sido mucho más generador de textos. En este mismo campo, el del Periodismo, conviene que destaquemos los artículos dedicados a novelas y novelistas, a las guerras, especialmente la de Irak, a autores excepcionales como Jorge Luis Borges, a poetas y poesías, a la literatura, a la utopía… También aparecen en multitud de lenguas. Incluso en el caso del francés aparecen escritos directamente surgidos de su puño y letra. Tiene mucha habilidad, Vargas Llosa, en lo que concierne al contenido de sus relatos como al continente, y, desde luego, eso es algo que se palpa claramente. Su cercanía en los temas y en el lenguaje ha hecho que sus obras y sus ideas aparezcan en películas de extraordinaria factura, como su clásico Pantaleón y las Visitadoras, Los Cachorros o La Fiesta del Chivo. Pocos literatos pueden presumir de una obra tan excelsa y extensa y recogida, magníficamente, en el celuloide. La proximidad a la realidad social ha contribuido a ello, como se puede suponer. Sensibilidad y belleza De Vargas Llosa se ha escrito mucho. Su sensibilidad, su técnica, su belleza interior, su bondad, su gentileza y honorabilidad, su exquisita educación, su generosidad y entrega, son ejes de los artículos que dan cuenta de su ingente paso por el mundo de las letras hispanas. Se dice de él, y estimamos que es verdad, que supera las ideologías, que va mucho más allá, que no hay parangón en sus obligaciones para con la sociedad, que es entretenido y habilidoso, que es un puente entre lo moderno y lo antiguo, que tiene una enorme intuición y una inteligencia que superan todas las barreras que le quieran o puedan colocar… No es sencillo dar, en los últimos trescientos años, con alguien tan particularmente bueno como él. Sus palabras y sus frases pueden ser tan enrevesadas como simples, dependiendo de los temas y de los supuestos lectores a los que quiera enfrentarse. Su agilidad mental y sus habilidades descriptivas le llevan por derroteros que otros no han sabido explorar. Como bien señala Fernando Savater, tiene un talento único y es fiel a aquello en lo que cree. En este sentido lleva hasta el final sus convicciones, con ingenuidad y tozudez, con una capacidad de creación que le ubican en un pedestal nada común. No es fácil hallar a alguien con tantas virtudes unidas en torno a la literatura: es fino y concreto cuando quiere, y mucho más complejo cuando lo cree oportuno. Tiene la posibilidad, por su preparación, para cambiar de registros. Sabe criticar, elogiar y generar doctrina en la persecución de una cierta utilidad en sus parámetros. Se concede tiempo, pero el justo y necesario para no quedarse fuera de juego. Los conceptos en los que se mueve y con los que se anima recopilan las mejores destrezas en un territorio literario, el de los escritores del más preclaro Olimpo, que hacen de lo cotidiano algo atractivo. En sus escritos periodísticos ha criticado -ya lo hemos subrayado- la pobreza, su gestación, sus orígenes, su perpetuación y su consentimiento, al tiempo que ha tratado de combatir las coyunturas injustas y los desniveles sociales dentro y fuera de los países en los que ha vivido. También ha señalado la responsabilidad de Occidente en el mantenimiento del llamado Tercer Mundo, que se sostiene con unas dictaduras locales espantosas y en base a un sistema económico desequilibrado. No entiende por qué el hombre explota a otros hombres, por qué muere por pandemias evitables, por qué las guerras siguen, por qué los menores son utilizados como mano de obra barata… Mario Vargas Llosa cree en los universales griegos, en la comunión de lo humano, dejando atrás todo lo que representa espesura y escozor. Ante los problemas, las manipulaciones, los despropósitos y los sufrimientos, coloca la libertad de expresión y de prensa en un frontispicio, con el fin de mejorar todo cuanto sucede, aquello que nos envuelve a menudo con una sábana que parece insalvable. Entiende Vargas Llosa que el papel que deben jugar los periodistas es el de mejorar la realidad, el de convenir entre todos, el de cerrar convenios para ser más y más fuertes juntos. Cuando tiene que moverse en la ambigüedad lo hace, si bien lo realiza en escasas y raras excepciones; y, cuando tiene que afrontar con diligencia y rudeza la esfera en la que se moviliza, no tiene recato ni miedo en efectuar las denuncias y críticas que estima convenientes para cumplir con el deber de interés general y de servicio público que tiene la Prensa (y así la concibe y la fomenta). Sus claras ideas impregnan toda su obra en los medios de comunicación de masas. Afronta los problemas cotidianos Razona con seguridad ante los problemas y desventajas y se esfuerza para que la sociedad mejore e incremente la empatía más maravillosa en pos de un entendimiento y de un aprendizaje compartido y solidario. Como muchos, entiende que la política la hacen personas y que el papel lo aguanta todo. Imagina, porque es verdad, que hay espacios de convivencia, si la tolerancia y el respeto son las premisas con las que nos involucramos en la sociedad. La comunicación, a su juicio, es la base para superar miserias y soledades, para generar simpatías y concordias con las que laborar un porvenir más grato, más agradable. Su mayor empresa es llegar a incrementar los índices de conocimiento de la sociedad, al tiempo que sustenta la necesidad de aumentos de los niveles económicos como bases para dar con los arreglos urgentes e importantes que precisa la ciudadanía. La verdad, según nos sugiere, como un mensaje evangélico, nos hace libres, y mucho más inteligentes, sin duda, como bien podemos añadir. De ahí que no debamos permanecer indiferentes a las verdades de los demás, a sus opiniones, a sus experiencias. Tener en cuenta al otro nos saca de la soledad y nos hace tomar opciones mucho más acertadas. Quizá en esta filosofía que estamos subrayando recurrentemente los medios de comunicación de masas sean los auténticos aliados de la sociedad, siempre que su uso sea bien-intencionado. Su esfuerzo y su compromiso para que podamos elegir con la suficiente autonomía son básicos en toda la historia periodística, y, para que sea una realidad la opción liberadora a la que podemos acercarnos, previamente hay que tener conocimientos suficientes para ser independientes, para ser genuinos, para poder más. Sobre todo ello hallamos una profusión de noticias y de publicaciones en Internet, en ese sinfín de informaciones y de comentarios que aparecen por doquier bajo el epígrafe genérico de Mario Vargas Llosa. Su triunfo es el de la inteligencia humana, pero también lo es respecto al silencio y el anonimato. Si queremos saber de sus escritos periodísticos, no tenemos más que leer una parte de lo que se ha referido en torno a este autor hispano-peruano. Es mucho lo que podemos aprender, y, leyendo sus escritos, mucho lo que podemos compartir. Con seguridad eso, aprender y compartir, es lo que ha motivado su quehacer intelectual a lo largo de toda su vida, desde que era un infante. Ahí sigue.
P.S.: Creemos que es conveniente citar al profesor Victorino Polo como auténtico artífice del Premio que lleva el nombre de Mario Vargas Llosa y de su investidura en el marco espléndido de la Universidad de Murcia. También son varios los escritos interesantes que hacen referencia al autor hispano-peruano.

Mario Vargas Llosa, un buen periodista, una buena persona (I)

Juan Tomás Frutos

 

Mario Vargas Llosa es, sin duda, un personaje de la historia contemporánea, y, en el sentido que aquí nos ocupa, un periodista conocido, pero, al mismo tiempo, debemos reconocer y resaltar que se trata de una persona que goza de una muy buena reputación, o, lo que es lo mismo (por la terminología que vamos a emplear), tiene una muy buena prensa. Es, con esta mirada que practicamos, una “rara avis”. Se lleva bien con todos, con todas las ideologías, con todas las instituciones, aunque, como en cualquier esfera de la existencia humana, hay excepciones, que dejaremos aparte. Todos, y así ha transcendido, se han alegrado de su designación como último Premio Nobel de Literatura, un premio que, cuando fue a recogerlo, fue seguido con profusión por la mayoría de los medios de comunicación del mundo, lo que prueba su “caché”, su buen hacer, su visibilidad, su impronta, sus múltiples reconocimientos. De algún modo, todos nos hemos sentido personal y colectivamente satisfechos. El propio Rey de España le manifestó en persona su alegría por este galardón.

 

Este peruano-español, este hispano-peruano, este hispanoamericano en el sentido más amplio del vocablo, ha tenido momentos de todo tipo en su vida, en la que siempre hemos hallado un enorme arrojo para llegar a un sinfín de lugares, para hacer frente a los propósitos y objetivos que se ha ido marcando. Tiene voluntad (algo que me encanta, puesto que, en cierta forma, es un continuador de los escritores del 98, de 1898). También tiene, como los más óptimos literatos, técnica, así como una desbordante sabiduría (se nota que ha leído mucho, que ha escrito mucho también). Busca, paralelamente, el paisaje y el paisanaje en sus historias, en sus retratos de la sociedad; y viaja a otro ritmo, más pausado quizá, dando a entender, como los artistas más entusiastas, que la historia se hace con la intrahistoria. Ha sido, y es, en este plano, una fuente para sus discípulos y para las nuevas generaciones. Igualmente, como los literatos del 98, gusta de la escritura y del análisis en Prensa, y como ellos se ha ganado y se gana el jornal con sus aportaciones a grandes diarios del mundo, sobre todo de España y de algunos países latinoamericanos. Ha tenido la suerte de brillar en tiempo y forma, y, fruto de los muchos reconocimientos recibidos, son sus clases en universidades norteamericanas (donde ha sido reclamado con ardor), en las cuales luce sus profundas y densas raíces hispanas. Ha sido un extraordinario periodista, de ésos que se han vestido con clase, de los que han argumentado con verbo y conocimiento, con paciencia y buenos propósitos, en la búsqueda de un buen hacer en el ágora del pensamiento compartido. Ha seguido las mejores estelas, las de los más óptimos pensadores y expertos, y ha sido capaz, incluso con sus errores, de ser independiente y autónomo a la hora de proponer mudanzas y transformaciones de la realidad vigente. Mario Vargas Llosa tiene un brillo especial, que está a camino entre la soberbia y los buenos fines, entre la humildad de la persecución de la sabiduría y la impronta de dejar tras de sí un itinerario tan genuino como autóctono. Tiene su propia huella de identidad, que es la máxima aspiración de un intelectual, de un artista, que las dos cosas es él. Ha sembrado su entorno de buenas vibraciones, porque le han movido los elementos y los fines más útiles para sí mismo y, previamente, para la sociedad a la que se debe y con la que se ha sentido en plenitud. Lo ha demostrado como el que más. Y en ello, imaginamos, ha colaborado ardiente y fervientemente su familia, a la que adora, como ha señalado en los medios de comunicación y en sus artículos periodísticos. Ese buen hacer se ha trasladado en todo momento en su tarea como generador de opinión. Consulta fuentes Ya se sabe que un periodista es igual a sus fuentes, y, sin duda, eso es lo que nos ha demostrado desde los 19 años nuestro autor hispano-peruano. Ha acudido a dos o más fuentes, como aconsejan los manuales, y ha sido fiel a la más tradicional escuela, que indica que toda noticia tiene que ser contrastada. En ese sentido, Mario Vargas Llosa ha sabido distinguir entre informaciones y opiniones, y ha dado unas y otras sabiendo colocar oportunamente la línea divisoria, para no confundir. Las medidas verdades son las peores mentiras, y él ha practicado en su faena periodística la defensa de la veracidad. No entiende otra manera de ejercer esta actividad. Lo ha dicho y lo ha cumplido a lo largo de toda su historia vital. Al final, lo que se cosecha es lo que, con anterioridad, se ha plantado. Por eso goza de tan buena reputación y de tanta admiración. Conviene que recordemos, como ha hecho el propio Premio Nobel, que un buen periodismo se define por decir la verdad, por defender la veracidad comprobada con fuentes de las informaciones que vierte, esto es, por una buena praxis, que tiene que ver con respetar los géneros, los objetivos, los derechos individuales y colectivos, y, por supuesto, por atender a los orígenes de una noticia y/o dato. Pondera derechos Cuando Vargas Llosa ha tenido que atacar una actitud o unas ideas que no le gustaban lo ha hecho, pero siempre ha cumplido las normas de educación y de cortesía que mandan los tradicionales cánones, a menudo no escritos, pero que han calado a lo largo de los años. Como buen demócrata que es, insiste en que todos somos objetos de derecho y de obligaciones y eso supone tener en cuenta lo que realizan los demás, lo que piensan, lo que argumentan, aunque no siempre estemos en la misma onda. El derecho a la crítica forma parte de la forma de ser de un periodista de raza, como es su caso. Cualquiera puede criticar, siempre que no se llegue al insulto o al desprecio del adversario, del contrincante o, sencillamente, de quienes no piensan como nosotros. Es bueno, y así lo decimos en Periodismo, que haya diversidad de pareceres, pues para gustos los hay de toda índole. No siempre es fácil, como se suele decir, dar con la verdad, o con una única verdad. El concepto que se maneja en periodismo suele ser el de veracidad (ya antedicha), el de la búsqueda de la esencia de cuanto ha ocurrido apelando al conocimiento señalado o conferido por dos o más fuentes. La ponderación de derechos que nos hace Mario Vargas Llosa es digna de encomio. A él le gusta escuchar a los demás, tener en cuenta lo que se narra en esa actitud de silencio en la que él también cree y confía. Sólo así, con esa postura, se aprende y, fundamentalmente, únicamente de esta guisa podemos generar la suficiente fe para que los demás nos atiendan. Buena gente Una buena caracterización de un periodista es la que nos habla de que, ante todo, ha de ser una buena persona. Cuando las intenciones son óptimas, los resultados lo son, o lo son antes o después, pues se consigue, incluso en base a las oportunas rectificaciones, si es el caso, dar con las respuestas y con los objetivos buscados. Vargas Llosa se ha comportado siempre como un buen ser humano, con soberbias pretensiones. Mario ha sido, y es, buena gente. Prueba de ello es la opinión que suscita incluso entre aquellos con otras ideas políticas, con otras versiones sociales de la vida. Todo el mundo se alegró, o, al menos, no hubo voces en contra, cuando se le concedió el Premio Nobel de Literatura. La mayoría coincidimos en que debería haber sido antes, mucho antes. Hay mucho trabajo tras ese reconocimiento. En sus escritos vemos su devoción por los pobres, por los necesitados, por los que sufren persecución o discriminación. Por eso, quizá, cree en un sistema de plenas libertades y derechos, con el fin de que todos puedan acceder al mayor bienestar posible. Es cierto que se producen distorsiones que conviene corregir, como también señala a su modo el propio Vargas Llosa. Nunca ha dejado de mirar a los desprotegidos por las circunstancias sociales. Tiene técnica, oficio, buen hacer Pocos escritores como él pueden presumir de haber aprendido bien el oficio. Más de cincuenta años leyendo y escribiendo dan mucha fuerza, coraje, empeño y maravilloso quehacer en todos los planos que ejerce, incluyendo, por supuesto, el periodístico, en el que se siente inmerso desde su adolescencia, desde antes de los 20 años. El oficio lo ha aprendido de los mejores, leyéndolos, entre los que destaca Rubén Darío o el propio García Márquez, de quien dicen que los años y las maneras de pensar han ocasionado un cierto deterioro de su vieja amistad. A ello sólo pueden contestar ellos. No entraré en más. Lo que sí es cierto es que disfruta con Mario Benedetti, con Pablo Neruda, con Borges…  Los ha ensalzado cada vez que ha tenido oportunidad. Los años le han hecho incluso más generoso en estas menciones. Tanto leer y tanto escribir le hicieron acreedor a una técnica portentosa, tanto en el manejo del idioma, como en la estructura de los géneros empleados. Hay quien dice que es muy completo, incluso es el que más para algunos. En todo caso, está entre los mejores. Su venida a España hizo que aprendiera mucho también del quehacer periodístico y literario de nuestro país, como él mismo confiesa. Los maridajes, las combinaciones, son muy venerables. Se documenta Un buen periodista es lo que sabe, lo que conoce, lo que puede llegar a conocer. Así, el poder acceder a datos es crucial para poderse catalogar como tal. Él, nuestro escritor, lo hace, pues tiene costumbre. Escribe con un diccionario al lado, con una enciclopedia, hoy en día, asimismo, con Internet. Todo lo comprueba, y todo lo matiza, y para ello tiene una gran disciplina, como se comprueba de la lectura de sus periódicos artículos. Las opiniones están contrastadas, y todo dato ha sido cruzado con otros para no cometer errores. Cuando era joven lo hacía. Ahora se juega mucho más, con la alta reputación que tiene, y por ello es más constante y más metódico en sus comprobaciones. La alta estima que brinda a esta profesión, la periodística, tiene que ver con el respeto al oficio, a sus compañeros, a sí mismo. Sus raíces informativas siempre se han extendido a sus desempeños literarios, que no han estado ausentes de esta disciplina de la que hablamos. Mario Vargas Llosa es bueno, de los mejores en su gremio. Elabora interesantes historias Un buen periodista sabe hilvanar historias adecuadas, con el proceso y el ritmo oportunos, con las conveniencias precisas para captar las emociones de los lectores sin caer en truculencias devastadoras. Un buen escritor también sabe hacerlo. En el caso de Vargas Llosa concita lo mejor de ambas profesiones, y así narra bien, dialoga bien, se documenta mejor, marca los ritmos y las pausas como nadie, genera suspense, utiliza un vocabulario rico, deja incógnitas y las resuelve cuando cree que pueden ser determinantes… La vida es lo que contamos, y este artista de la palabra sabe atraer con pensamientos, con ideas, con verbos y adjetivos bien ubicados, con su talento, con el conocimiento de las cosas, con la seguridad que da el saber de lo que se habla y cómo hay que hacerlo. Lo tenía claro desde joven: quería escribir y bien, y lo consiguió. Para ello leyó mucho y escribió al tiempo, buscando paralelismos entre su interior y exterior, dando con las claves de la existencia a fuerza de mucho vivir y de mucho contar lo experimentado. Ciertamente ha sabido amoldar el día a día con sus elucubraciones, con sus raciocinios, con sus baremos y análisis, con sus influencias venidas de lecturas o de existencias trasladadas o protagonizadas por él mismo. Ya se sabe que un periodista busca la síntesis, la claridad, la precisión, y, en ese afán, ha sabido, Vargas Llosa, plasmar sus historias, señalado con brillantez y prestancia lo que quiere y extendiendo un poco, o un mucho, el relato con esas palabras que surgen a borbotones de su intelecto. Las influencias periodísticas y literarias han producido una combinación extraordinaria, como ha hemos referido, esto es, un maridaje singular. Los resultados están a la vista en sus escritos de todo género, y aquí, en este artículo, destacamos los periodísticos, por ser objeto específico de nuestra atención. Cultiva la vida a través de la literatura Para Vargas Llosa, la vida ha sido la literatura. No podía ser de otra guisa. Sus personajes salen intensamente de sus vicisitudes, de lo que ha experimentado, de lo que le han narrado, de cuanto ha soñado. Pocos como él han dado tanto realismo a sus obras, a sus ensayos, a sus relatos ficticios o “pseudo-ficticios”. Desde aquel gran libro, verídico, verosímil, hiperrealista, que fue “La ciudad y los perros”, hasta hoy vemos una enorme autenticidad en lo que hace, en lo que nos cuenta. Ya tenía talento cuando empezó, una capacidad que ha ido ganando como el buen vino con el correr de los años. De ahí que su carrera esté jalonada de éxitos y de galardones por doquier. En ese sentido, la Universidad de Murcia tuvo la visión desde siempre de reconocer su valía, hasta que se le otorgó el Doctorado Honoris Causa, a petición de la Cátedra de Literatura Hispanoamericana, con su responsable, Victorino Polo, al frente. Nos llama la atención que muchas bibliografías reconocen muchas valías y galardones de Vargas Llosa, pero se olvidan, sin embargo, de su paso por Murcia en varios encuentros literarios y seminarios, y, cómo no, del excelente nombramiento como Doctor por esa Institución Académica Superior. Suponemos que nos falta visibilidad a los que vivimos en una Región tan estupenda como Murcia. Sus grandes amores han sido sus hijos Álvaro, Gonzalo y Morgana, al tiempo que lo han sido sus cónyuges, Julia y Patricia, quienes en todo momento le han demostrado cariño, simpatía, admiración y apoyo, en etapas incluso muy comprometidas, incluyendo su fracaso en política. Nacido en Marzo de 1936 (el día 28) ha ganado todo lo que podemos considerar importante para alguien que escribe en castellano. Por supuesto, aparte del Premio Nobel de Literatura en el año 2010, cuenta en su haber con el Príncipe de Asturias de las Letras (conseguido en 1986), así como con el Premio Cervantes, que obtuvo en 1994, en una decisión que complació a todos. Es uno de los grandes, y pasa por este planeta azul llamado Tierra con todos los parabienes. Sin prisa, pero sin pausa, por su enorme valor, por esa curiosidad y técnica muy suyas, se ha hecho acreedor a multitud de galardones, de éxitos, de reconocimientos, de triunfos, de menciones en varios países, entre los que descuellan España y Perú (con estos últimos comparte nacionalidad). No siempre la historia reconoce a sus grandes hombres. No es el caso el que ahora nos ocupa. Vargas Llosa tiene todo tipo de merecimientos. Ello es motivo de jovialidad para todos. Óptimas influencias Las influencias que recibe Vargas Llosa son ingentes también: no puede faltar el Perú, pero tampoco queda atrás la visión y las influencias europeas. Ha escrito de todo, sobre todo, con modalidades diversas, con vectores e ímpetus de toda índole. Los géneros que han tocado son casi todos los existentes. En literatura ha ejercido hasta la crítica, y en periodismo ha despuntado por su habilidad para mostrar las opiniones y tendencias sociales. Se ha convertido en un mito viviente. Libros que podamos enumerar, como estelares de nuestro autor, son muchos: ya hemos señalado La ciudad y los perros, pero también hemos de apuntar La Fiesta del Chivo y su tan citada Pantaleón y las visitadoras. No dejemos en el tintero otros como La Casa Verde, donde vemos su rica formación y su intensa vida personal y social. Como hombre inteligente e inquieto titubeó entre numerosos estudios, entre los que debemos mencionar la literatura e igualmente el derecho. También a nivel personal fue un adelantado, pues pronto se casó con una tía política suya, Julia. Todo ello influiría en sus trabajos y escritos. Como ya hemos señalado, todas sus vivencias se reflejan en su forma de narrar. Sus primeros escarceos con las letras vienen de la mano del ámbito que tocamos en esta disertación, de la Prensa: cultiva el reportaje en su juventud laborando para periódicos como La Crónica, en Lima, donde seguramente aprende el oficio y se enamora de la profesión y de sus riesgos. Como su talento es enorme, por aquella época brinda todas las modalidades en la esfera literaria. Siempre fue una persona valiente, conformado por ese origen de una clase media, a caballo entre los criollos y los mestizos, en una sociedad terriblemente tradicional y encorsetada en los roles establecidos, de los que él salió muy pronto. Venció todo tipo de temores y de habladurías, y siguió adelante sabiendo que lo que uno propone Dios lo dispone cuando cree oportuno. El camino, como diría el poeta Machado, se escribe andando.

P.S.: Creemos que es conveniente citar al profesor Victorino Polo como auténtico artífice del Premio que lleva el nombre de Mario Vargas Llosa y de su investidura en el marco espléndido de la Universidad de Murcia. También son varios los escritos interesantes que hacen referencia al autor hispano-peruano.

Ser y hacer felices

Juan Tomás Frutos

 

Avisemos atentamente de unas nomenclaturas que nos definan como lo que somos. Esperemos para ensalzarnos en otro trayecto. Sintamos las esperanzas como propias y asintamos con las voluntades más queridas, que nos han de ser propicias. No debemos asumir más allá de nuestras posibilidades.

Nos hemos de mostrar con suficiencia, con entereza, con ganas de avanzar en unos instantes de pasiones sin límites. Demos con las obligaciones de otros segundos cruciales que apasionaron, y que ahora han de usarse como ejemplo. Nos debemos armar de paciencias con las que desgranar los elementos que en adelante componen ese todo en el que creemos. No desesperemos. Todo llega a su tiempo. Es cuestión de aguardar algunos milagros. Nos hemos de proponer los mejores cambios, esas mudanzas que a menudo nos disponen con unos criterios de lances totales. Nos queremos como somos, y quizá un poco más. Los aspectos que conocemos nos deben dar la razón respecto de lo que puede tener un algo de modélico, y un poco más de amor. Las existencias nos hacen confluir por tramos expertos que nos deben de regalar el brillo que precisamos. La vida es lo que contemplamos. De lo que se trata es de sacar adelante y con provecho lo que es esencial, consiguiendo objetivos comunes e individuales y procurando ser felices y que otros lo sean también. Las buenas comunicaciones lo harán posible.

Bernal dice al dejar el Consejo de la Universidad de Murcia que vuelve a la política “con mucha ilusión”

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Foto de Juanchi López

El candidato a la Asamblea General por las listas del Partido Popular Juan Bernal ha dicho hay al cesar en el cargo de presidente del Consejo Social de la Universidad de Murcia que vuelve a la política “con mucha ilusión y con unas ganas enormes de ganarme la confianza de los ciudadanos”.

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Etapas de aprender

Juan Tomás Frutos

 

Pensemos cada día en quiénes somos, en lo que hacemos, en si cumplimos las expectativas y los buenos propósitos. Asistamos con cautela a las propuestas de todos y cada uno, teniendo en cuenta los máximos bienes para la mayoría. No pensemos únicamente en intereses individuales. La grandeza nos ha de venir de la comunión con los demás.

Apostemos por estrategias limpias, llenas de buenos fines, con determinantes premisas que nos colmen como sociedad. Cuando conseguimos algo para los otros, también ello repercute en nosotros, aunque sea en forma de buena acción. Juntos podemos y mucho. Asintamos con las previsiones de un bien que nos debe fecundar de mejores preferencias, de ésas que nos aleccionan y los insisten con planteamientos de conjunto. Los empeños consolidados se sostienen mucho mejor con el paso del tiempo, inevitable por otro lado. Hagamos caso a nuestro interior. Las promesas han de traducirse en la realidad más sencilla, con el afán de que todos podamos tomar en consideración y en beneficio lo que nos vaya sucediendo. Reportemos lo que vayamos aprendiendo, y digamos cómo vemos las cosas. No siempre hemos de decir lo correcto, y no siempre hemos de tener razón. Lo importante del viaje es la singladura misma, aunque no demos con las metas pensadas o soñadas. Caigamos en la cuenta de lo que nos interesa de verdad y atendamos al prójimo como si fuera de nuestra familia, que, en esencia, y en el anticipo de los tiempos, lo es, lo fue. Meditemos sobre el retorno a esas etapas en las que todo era aprender. Volvamos a ellas.

Iremos aprendiendo

Juan Tomás Frutos

 

Digamos por dónde marchan algunas alternativas que nos quitan las mejores protecciones. Analicemos lo que acontece. Nos reclamamos diariamente medidas que nos deben dar las bases de una nueva comunicación con la que azuzar el interior de aquellos que son más amigos. Seamos un poco menos, renunciemos a lo evidente, y busquemos en el medio plazo. Ahí está, ahí queda.

Las voluntades nos han de recordar las prestaciones de unas razones que nos han de dar tiempo. Vayamos a ver lo que nos debe dar concentraciones de pensamientos sin máximos ni mínimos. Nos alcanzamos en cuanto aparece la apuesta sensacional. Las conclusiones son de pura delicadeza. Nos comparamos, y vemos que somos más parecidos de lo que pensamos. Los momentos son los nuestros. Nos hemos de liberar de cargas pesadas con efectos de puros retardos. Nos debemos multiplicar con unas versiones de esfuerzos combinados. Nos apreciamos con intereses que no caracterizan las reacciones que otros esperaron. Mezclemos cuanto somos en los nuevos fines, con ellos, ante ellos, y demos con las superaciones más honestas y sencillas. No vayamos únicamente con prestaciones que todo lo provocan. Saquemos lo más óptimo. No impidamos el conocimiento de los límites que nos detienen con unas ciertas ideas desconocidas al principio y al final Sigamos con modificaciones que nos consuelen entre símbolos que no han de actuar como espejos. No critiquemos lo que no conocemos. Prestemos lo nuestro y lo de otros. Traspasemos las desventajas, que hemos de convertir en provisiones para el futuro, que está a la vuelta de la esquina. Comuniquemos, escuchemos, analicemos, hagamos caso a lo interno y externo, y dudemos, sobre todo dudemos, y poco a poco iremos aprendiendo.

Acolchemos la realidad con la comunicación

Juan Tomás Frutos

 

Venzamos esos reflejos comunicativos que nos impiden ver el bosque animado de la pasión y del conocimiento a partes iguales. No mantengamos un exceso de prisa que nos detenga antes de tiempo. La pasión ha de ser dosificada para que no nos falte. La virtud y el equilibrio casan bien.

Los escenarios en los que nos movemos han de animar el instante más estimulante, más sereno, ése en el que nos mostramos como somos en pos de una excelencia sincera, singular, con la fórmula de la ingenuidad, que es la que nos hace aprender. Los espectáculos nos dejarán un tanto a la deriva, pero, incluso en esos momentos, hemos de procurar aprender. Los adelantos a las conclusiones deben permitir captar adeptos con los que cruzar el río de la vida con más afán de conocer. Dejemos a un lado lo que nos recuerda fracasos, y quedémonos con los éxitos como empujes firmes hacia el otro lado existencial. Crezcamos sin obviar la necesidad de apoyarnos los unos a los otros. Las mejores causas son las que nos envían al unísono en busca del riesgo moderado y suavizado con pugnas de fábula. No desgastemos las premisas con las que nos debemos dar el regalo de unos aspectos que consideraremos como favoritos para que nada falle, sobre todo en la mecánica de los resortes que admiramos como fundamentales. Escuchemos en lo incierto, en lo que nos aclama con lo bueno y con lo mejor. Incluyamos lo que nos cambia pausadamente en las etapas que nos presentan tal y como lo que somos. Las penurias han de ser superadas con sabores de hechizos halagüeños. Festejemos lo poco o lo mucho que albergamos. La felicidad tiene que ver con la comunicación que hacemos desde el mejor punto de salida, por las mejores sendas, con instantes para el sosiego y la reparación de las fuerzas y de los ánimos, que han de ser más eficaces con protecciones diarias. Nos hemos de poner en marcha con la habilidad de quien no espera nada a cambio. Nos hemos de fugar de lo que nos daña y afrontar, paralelamente, la existencia con las eternas voluntades de modificar lo que no ofrece la suficiente altura de miras. No molestemos, ni sirvamos de correa de transmisión para los que fastidian. Acolchemos lo malo y soseguemos lo bueno con la esperanza de un buen día, que seguro que, en comunicación y en lo demás, será mañana. Creamos. La alegría de vivir se expande con esa perspectiva de la realidad.

UNIVERSIDAD DE MURCIA