Mario Vargas Llosa, un buen periodista, una buena persona (I)

Juan Tomás Frutos

 

Mario Vargas Llosa es, sin duda, un personaje de la historia contemporánea, y, en el sentido que aquí nos ocupa, un periodista conocido, pero, al mismo tiempo, debemos reconocer y resaltar que se trata de una persona que goza de una muy buena reputación, o, lo que es lo mismo (por la terminología que vamos a emplear), tiene una muy buena prensa. Es, con esta mirada que practicamos, una “rara avis”. Se lleva bien con todos, con todas las ideologías, con todas las instituciones, aunque, como en cualquier esfera de la existencia humana, hay excepciones, que dejaremos aparte. Todos, y así ha transcendido, se han alegrado de su designación como último Premio Nobel de Literatura, un premio que, cuando fue a recogerlo, fue seguido con profusión por la mayoría de los medios de comunicación del mundo, lo que prueba su “caché”, su buen hacer, su visibilidad, su impronta, sus múltiples reconocimientos. De algún modo, todos nos hemos sentido personal y colectivamente satisfechos. El propio Rey de España le manifestó en persona su alegría por este galardón.

 

Este peruano-español, este hispano-peruano, este hispanoamericano en el sentido más amplio del vocablo, ha tenido momentos de todo tipo en su vida, en la que siempre hemos hallado un enorme arrojo para llegar a un sinfín de lugares, para hacer frente a los propósitos y objetivos que se ha ido marcando. Tiene voluntad (algo que me encanta, puesto que, en cierta forma, es un continuador de los escritores del 98, de 1898). También tiene, como los más óptimos literatos, técnica, así como una desbordante sabiduría (se nota que ha leído mucho, que ha escrito mucho también). Busca, paralelamente, el paisaje y el paisanaje en sus historias, en sus retratos de la sociedad; y viaja a otro ritmo, más pausado quizá, dando a entender, como los artistas más entusiastas, que la historia se hace con la intrahistoria. Ha sido, y es, en este plano, una fuente para sus discípulos y para las nuevas generaciones. Igualmente, como los literatos del 98, gusta de la escritura y del análisis en Prensa, y como ellos se ha ganado y se gana el jornal con sus aportaciones a grandes diarios del mundo, sobre todo de España y de algunos países latinoamericanos. Ha tenido la suerte de brillar en tiempo y forma, y, fruto de los muchos reconocimientos recibidos, son sus clases en universidades norteamericanas (donde ha sido reclamado con ardor), en las cuales luce sus profundas y densas raíces hispanas. Ha sido un extraordinario periodista, de ésos que se han vestido con clase, de los que han argumentado con verbo y conocimiento, con paciencia y buenos propósitos, en la búsqueda de un buen hacer en el ágora del pensamiento compartido. Ha seguido las mejores estelas, las de los más óptimos pensadores y expertos, y ha sido capaz, incluso con sus errores, de ser independiente y autónomo a la hora de proponer mudanzas y transformaciones de la realidad vigente. Mario Vargas Llosa tiene un brillo especial, que está a camino entre la soberbia y los buenos fines, entre la humildad de la persecución de la sabiduría y la impronta de dejar tras de sí un itinerario tan genuino como autóctono. Tiene su propia huella de identidad, que es la máxima aspiración de un intelectual, de un artista, que las dos cosas es él. Ha sembrado su entorno de buenas vibraciones, porque le han movido los elementos y los fines más útiles para sí mismo y, previamente, para la sociedad a la que se debe y con la que se ha sentido en plenitud. Lo ha demostrado como el que más. Y en ello, imaginamos, ha colaborado ardiente y fervientemente su familia, a la que adora, como ha señalado en los medios de comunicación y en sus artículos periodísticos. Ese buen hacer se ha trasladado en todo momento en su tarea como generador de opinión. Consulta fuentes Ya se sabe que un periodista es igual a sus fuentes, y, sin duda, eso es lo que nos ha demostrado desde los 19 años nuestro autor hispano-peruano. Ha acudido a dos o más fuentes, como aconsejan los manuales, y ha sido fiel a la más tradicional escuela, que indica que toda noticia tiene que ser contrastada. En ese sentido, Mario Vargas Llosa ha sabido distinguir entre informaciones y opiniones, y ha dado unas y otras sabiendo colocar oportunamente la línea divisoria, para no confundir. Las medidas verdades son las peores mentiras, y él ha practicado en su faena periodística la defensa de la veracidad. No entiende otra manera de ejercer esta actividad. Lo ha dicho y lo ha cumplido a lo largo de toda su historia vital. Al final, lo que se cosecha es lo que, con anterioridad, se ha plantado. Por eso goza de tan buena reputación y de tanta admiración. Conviene que recordemos, como ha hecho el propio Premio Nobel, que un buen periodismo se define por decir la verdad, por defender la veracidad comprobada con fuentes de las informaciones que vierte, esto es, por una buena praxis, que tiene que ver con respetar los géneros, los objetivos, los derechos individuales y colectivos, y, por supuesto, por atender a los orígenes de una noticia y/o dato. Pondera derechos Cuando Vargas Llosa ha tenido que atacar una actitud o unas ideas que no le gustaban lo ha hecho, pero siempre ha cumplido las normas de educación y de cortesía que mandan los tradicionales cánones, a menudo no escritos, pero que han calado a lo largo de los años. Como buen demócrata que es, insiste en que todos somos objetos de derecho y de obligaciones y eso supone tener en cuenta lo que realizan los demás, lo que piensan, lo que argumentan, aunque no siempre estemos en la misma onda. El derecho a la crítica forma parte de la forma de ser de un periodista de raza, como es su caso. Cualquiera puede criticar, siempre que no se llegue al insulto o al desprecio del adversario, del contrincante o, sencillamente, de quienes no piensan como nosotros. Es bueno, y así lo decimos en Periodismo, que haya diversidad de pareceres, pues para gustos los hay de toda índole. No siempre es fácil, como se suele decir, dar con la verdad, o con una única verdad. El concepto que se maneja en periodismo suele ser el de veracidad (ya antedicha), el de la búsqueda de la esencia de cuanto ha ocurrido apelando al conocimiento señalado o conferido por dos o más fuentes. La ponderación de derechos que nos hace Mario Vargas Llosa es digna de encomio. A él le gusta escuchar a los demás, tener en cuenta lo que se narra en esa actitud de silencio en la que él también cree y confía. Sólo así, con esa postura, se aprende y, fundamentalmente, únicamente de esta guisa podemos generar la suficiente fe para que los demás nos atiendan. Buena gente Una buena caracterización de un periodista es la que nos habla de que, ante todo, ha de ser una buena persona. Cuando las intenciones son óptimas, los resultados lo son, o lo son antes o después, pues se consigue, incluso en base a las oportunas rectificaciones, si es el caso, dar con las respuestas y con los objetivos buscados. Vargas Llosa se ha comportado siempre como un buen ser humano, con soberbias pretensiones. Mario ha sido, y es, buena gente. Prueba de ello es la opinión que suscita incluso entre aquellos con otras ideas políticas, con otras versiones sociales de la vida. Todo el mundo se alegró, o, al menos, no hubo voces en contra, cuando se le concedió el Premio Nobel de Literatura. La mayoría coincidimos en que debería haber sido antes, mucho antes. Hay mucho trabajo tras ese reconocimiento. En sus escritos vemos su devoción por los pobres, por los necesitados, por los que sufren persecución o discriminación. Por eso, quizá, cree en un sistema de plenas libertades y derechos, con el fin de que todos puedan acceder al mayor bienestar posible. Es cierto que se producen distorsiones que conviene corregir, como también señala a su modo el propio Vargas Llosa. Nunca ha dejado de mirar a los desprotegidos por las circunstancias sociales. Tiene técnica, oficio, buen hacer Pocos escritores como él pueden presumir de haber aprendido bien el oficio. Más de cincuenta años leyendo y escribiendo dan mucha fuerza, coraje, empeño y maravilloso quehacer en todos los planos que ejerce, incluyendo, por supuesto, el periodístico, en el que se siente inmerso desde su adolescencia, desde antes de los 20 años. El oficio lo ha aprendido de los mejores, leyéndolos, entre los que destaca Rubén Darío o el propio García Márquez, de quien dicen que los años y las maneras de pensar han ocasionado un cierto deterioro de su vieja amistad. A ello sólo pueden contestar ellos. No entraré en más. Lo que sí es cierto es que disfruta con Mario Benedetti, con Pablo Neruda, con Borges…  Los ha ensalzado cada vez que ha tenido oportunidad. Los años le han hecho incluso más generoso en estas menciones. Tanto leer y tanto escribir le hicieron acreedor a una técnica portentosa, tanto en el manejo del idioma, como en la estructura de los géneros empleados. Hay quien dice que es muy completo, incluso es el que más para algunos. En todo caso, está entre los mejores. Su venida a España hizo que aprendiera mucho también del quehacer periodístico y literario de nuestro país, como él mismo confiesa. Los maridajes, las combinaciones, son muy venerables. Se documenta Un buen periodista es lo que sabe, lo que conoce, lo que puede llegar a conocer. Así, el poder acceder a datos es crucial para poderse catalogar como tal. Él, nuestro escritor, lo hace, pues tiene costumbre. Escribe con un diccionario al lado, con una enciclopedia, hoy en día, asimismo, con Internet. Todo lo comprueba, y todo lo matiza, y para ello tiene una gran disciplina, como se comprueba de la lectura de sus periódicos artículos. Las opiniones están contrastadas, y todo dato ha sido cruzado con otros para no cometer errores. Cuando era joven lo hacía. Ahora se juega mucho más, con la alta reputación que tiene, y por ello es más constante y más metódico en sus comprobaciones. La alta estima que brinda a esta profesión, la periodística, tiene que ver con el respeto al oficio, a sus compañeros, a sí mismo. Sus raíces informativas siempre se han extendido a sus desempeños literarios, que no han estado ausentes de esta disciplina de la que hablamos. Mario Vargas Llosa es bueno, de los mejores en su gremio. Elabora interesantes historias Un buen periodista sabe hilvanar historias adecuadas, con el proceso y el ritmo oportunos, con las conveniencias precisas para captar las emociones de los lectores sin caer en truculencias devastadoras. Un buen escritor también sabe hacerlo. En el caso de Vargas Llosa concita lo mejor de ambas profesiones, y así narra bien, dialoga bien, se documenta mejor, marca los ritmos y las pausas como nadie, genera suspense, utiliza un vocabulario rico, deja incógnitas y las resuelve cuando cree que pueden ser determinantes… La vida es lo que contamos, y este artista de la palabra sabe atraer con pensamientos, con ideas, con verbos y adjetivos bien ubicados, con su talento, con el conocimiento de las cosas, con la seguridad que da el saber de lo que se habla y cómo hay que hacerlo. Lo tenía claro desde joven: quería escribir y bien, y lo consiguió. Para ello leyó mucho y escribió al tiempo, buscando paralelismos entre su interior y exterior, dando con las claves de la existencia a fuerza de mucho vivir y de mucho contar lo experimentado. Ciertamente ha sabido amoldar el día a día con sus elucubraciones, con sus raciocinios, con sus baremos y análisis, con sus influencias venidas de lecturas o de existencias trasladadas o protagonizadas por él mismo. Ya se sabe que un periodista busca la síntesis, la claridad, la precisión, y, en ese afán, ha sabido, Vargas Llosa, plasmar sus historias, señalado con brillantez y prestancia lo que quiere y extendiendo un poco, o un mucho, el relato con esas palabras que surgen a borbotones de su intelecto. Las influencias periodísticas y literarias han producido una combinación extraordinaria, como ha hemos referido, esto es, un maridaje singular. Los resultados están a la vista en sus escritos de todo género, y aquí, en este artículo, destacamos los periodísticos, por ser objeto específico de nuestra atención. Cultiva la vida a través de la literatura Para Vargas Llosa, la vida ha sido la literatura. No podía ser de otra guisa. Sus personajes salen intensamente de sus vicisitudes, de lo que ha experimentado, de lo que le han narrado, de cuanto ha soñado. Pocos como él han dado tanto realismo a sus obras, a sus ensayos, a sus relatos ficticios o “pseudo-ficticios”. Desde aquel gran libro, verídico, verosímil, hiperrealista, que fue “La ciudad y los perros”, hasta hoy vemos una enorme autenticidad en lo que hace, en lo que nos cuenta. Ya tenía talento cuando empezó, una capacidad que ha ido ganando como el buen vino con el correr de los años. De ahí que su carrera esté jalonada de éxitos y de galardones por doquier. En ese sentido, la Universidad de Murcia tuvo la visión desde siempre de reconocer su valía, hasta que se le otorgó el Doctorado Honoris Causa, a petición de la Cátedra de Literatura Hispanoamericana, con su responsable, Victorino Polo, al frente. Nos llama la atención que muchas bibliografías reconocen muchas valías y galardones de Vargas Llosa, pero se olvidan, sin embargo, de su paso por Murcia en varios encuentros literarios y seminarios, y, cómo no, del excelente nombramiento como Doctor por esa Institución Académica Superior. Suponemos que nos falta visibilidad a los que vivimos en una Región tan estupenda como Murcia. Sus grandes amores han sido sus hijos Álvaro, Gonzalo y Morgana, al tiempo que lo han sido sus cónyuges, Julia y Patricia, quienes en todo momento le han demostrado cariño, simpatía, admiración y apoyo, en etapas incluso muy comprometidas, incluyendo su fracaso en política. Nacido en Marzo de 1936 (el día 28) ha ganado todo lo que podemos considerar importante para alguien que escribe en castellano. Por supuesto, aparte del Premio Nobel de Literatura en el año 2010, cuenta en su haber con el Príncipe de Asturias de las Letras (conseguido en 1986), así como con el Premio Cervantes, que obtuvo en 1994, en una decisión que complació a todos. Es uno de los grandes, y pasa por este planeta azul llamado Tierra con todos los parabienes. Sin prisa, pero sin pausa, por su enorme valor, por esa curiosidad y técnica muy suyas, se ha hecho acreedor a multitud de galardones, de éxitos, de reconocimientos, de triunfos, de menciones en varios países, entre los que descuellan España y Perú (con estos últimos comparte nacionalidad). No siempre la historia reconoce a sus grandes hombres. No es el caso el que ahora nos ocupa. Vargas Llosa tiene todo tipo de merecimientos. Ello es motivo de jovialidad para todos. Óptimas influencias Las influencias que recibe Vargas Llosa son ingentes también: no puede faltar el Perú, pero tampoco queda atrás la visión y las influencias europeas. Ha escrito de todo, sobre todo, con modalidades diversas, con vectores e ímpetus de toda índole. Los géneros que han tocado son casi todos los existentes. En literatura ha ejercido hasta la crítica, y en periodismo ha despuntado por su habilidad para mostrar las opiniones y tendencias sociales. Se ha convertido en un mito viviente. Libros que podamos enumerar, como estelares de nuestro autor, son muchos: ya hemos señalado La ciudad y los perros, pero también hemos de apuntar La Fiesta del Chivo y su tan citada Pantaleón y las visitadoras. No dejemos en el tintero otros como La Casa Verde, donde vemos su rica formación y su intensa vida personal y social. Como hombre inteligente e inquieto titubeó entre numerosos estudios, entre los que debemos mencionar la literatura e igualmente el derecho. También a nivel personal fue un adelantado, pues pronto se casó con una tía política suya, Julia. Todo ello influiría en sus trabajos y escritos. Como ya hemos señalado, todas sus vivencias se reflejan en su forma de narrar. Sus primeros escarceos con las letras vienen de la mano del ámbito que tocamos en esta disertación, de la Prensa: cultiva el reportaje en su juventud laborando para periódicos como La Crónica, en Lima, donde seguramente aprende el oficio y se enamora de la profesión y de sus riesgos. Como su talento es enorme, por aquella época brinda todas las modalidades en la esfera literaria. Siempre fue una persona valiente, conformado por ese origen de una clase media, a caballo entre los criollos y los mestizos, en una sociedad terriblemente tradicional y encorsetada en los roles establecidos, de los que él salió muy pronto. Venció todo tipo de temores y de habladurías, y siguió adelante sabiendo que lo que uno propone Dios lo dispone cuando cree oportuno. El camino, como diría el poeta Machado, se escribe andando.

P.S.: Creemos que es conveniente citar al profesor Victorino Polo como auténtico artífice del Premio que lleva el nombre de Mario Vargas Llosa y de su investidura en el marco espléndido de la Universidad de Murcia. También son varios los escritos interesantes que hacen referencia al autor hispano-peruano.