aranda

Entrevista a Vicente Aranda:” No trato de halagar a los espectadores, intento dialogar con ellos “

Sólo al final de una larga conversación con él percibimos que hemos tenido como mudos –y semiocultos- testigos dos “goyas”; sendas cabezas del insigne pintor, reconvertidas en el más preciado galardón cinematográfico del país. “No son los dos míos, uno es de Teresa” –su esposa, Teresa Font, una de las mejores profesionales del montaje de nuestro país- “las tengo en ese rincón, medio ocultas, porque cada vez que viene un periodista me hace posar con una de ellas, y son muy pesadas”.La anécdota, aun en su ligereza, no deja de ser significativa sobre el carácter de este cineasta que nunca persiguió la gloria, aunque ésta haya acabado por alcanzarle a él. A fuerza de no ser fiel a nada ni a nadie, más que a sí mismo, Aranda ha logrado erigirse en una de las figuras más apreciadas e insustituibles de nuestro cine. Sus cuarenta años de carrera conforman hoy una filmografía sólida como pocas.

Con el crítico José Luis Guarner compartía Aranda una fraternal amistad que casi se perdía en el origen de los tiempos, cuando hacía sus pinitos la Escuela de Barcelona y ambos eran dos de los más prometedores miembros de la gauche divine –“Desde que murió José Luis ya no me quedan fuerzas para ir a Barcelona”, asegura-. De Guarner, precisamente, viene la definición más gráfica y contundente del cine de Vicente Aranda: “su cine es un iceberg en cuyo fondo se esconde lava candente”.

Aranda ha sabido indagar como pocos en los procelosos y recónditos rincones del ser humano, en las más tomentosas y apasionadas relaciones. Y para ello se ha servido de los materiales más insólitos. En los últimos años no ha dudado en utilizar textos del siglo XIX que muchos hubieran calificado de demodés –‘Locura de amor’ de Tamayo y Baus y ‘Carmen’ de Merimée- para componer dos miradas nuevas, potentes y sugestivas sobre unas figuras tan hispanas como universales, a las que la fuerza de su objetivo ha convertido en apasionadas historias fílmicas de amor y muerte. Eros y Thánatos, de nuevo los mitos a los que Aranda ha consagrado su obra y a los que ha dedicado algunos de los mejores retratos del cine de las últimas décadas.

Pero ahora, el realizador de “Amantes” ha decidido ir más lejos: de la mano de una novela con más de medio milenio a sus espaldas –más bien en sus páginas- nos quiere sumergir en un intrincado universo de amores, de pasión contenida, de celos, envidias e intrigas palatinas. El mismísimo cura del Quijote se había referido a “Tirante el Blanco” como la mejor novela de aventuras de todos los tiempos. Aranda está dispuesto a demostrar la fuerza que en ella se esconde. Su rodaje se ha iniciado el 28 de marzo, y su estreno se efectuará el próximo mes de octubre.

Entrevista    En el centro de la mesa que tenemos ante nosotros se encuentra un ejemplar del guión que el propio director ha realizado en colaboración con el escritor Antonio Rabinad.

Su interés por la obra de Joan Martorell dista mucho de ser un capricho pasajero. Y es que, Aranda es un hombre de ideas fijas: ‘Libertarias’ y ‘Tiempo de silencio’ tuvieron que esperar veinte años. Pero ésta bate todos los records. Cuarenta años, media vida: “Es el tema más perseguido por mí” –asegura-. En realidad, el cineasta intentó adaptar este texto al cine desde sus inicios: “Desde Fata Morgana, he estado bajo la influencia de esta novela en muchas de mis películas” –asegura.

Cervantes, Shakespeare y Tirante

¿Cuál ha sido la razón de ese empecinamiento? “Al cabo de los años –asegura- me lo ha aclarado Sthendal. La mejor interpretación de Stendhal está precisamente en ‘Tirante’. En ella se emplea una fórmula propuesta en ‘Rojo y negro': no conviene que los diálogos sean explícitos ni reflejo de lo que pensamos, sino la ocultación del pensamiento. Eso –asegura- es algo que funciona muy bien en el cine”.

Al contrario que Cervantes, que se acercó a Tirante a través de la traducción española, Aranda ha tenido la suerte de leerla en catalán, tal y como la concibió su autor. Un hecho que llamó la atención del cineasta es que la traducción española es censora, ya que elude diversos pasajes del original: “la versión catalana es mucho más directa, más descarada”. “Existe una situacion –continúa- en la que Tirante se mete en la cama de Carmesina y, curiosamente, lo que ocurre allí no es lo mismo en la versión catalana y la castellana”.

Aunque el elogioso discurso realizado sobre ‘Tirante el Blanco’ en el Quijote está puesto en boca del cura, para Aranda resulta evidente que quien lo hace en realidad es el propio Cervantes. “Es una novela que ha influido decisivamente en el Quijote”, asegura Aranda, que está convencido que “Si no hubiese existido antes Tirante, el Quijote tampoco habría existido nunca”.

Cervantes elogiaba mucho los elementos naturalistas del Tirante: “Aquí la gente se muere en su cama, hace testamento antes de morir… Es algo más que una novela de caballerías”. El mismo Shakespeare, en opinión de Aranda, debió de haber leído la obra, ya que “en Tirante hay un emperador que es en realidad el rey Lear”.

Cine español y secretaria francesa


En los últimos tiempos, cuando le preguntan por la salud del cine español, suele citar a Berlanga, “Para arreglar el cine español lo que hace falta es una secretaria que sepa francés y que copie la legislación francesa. En España lo único que se hace es poner parches, pero nunca ha habido una legislación cinematográfica seria”.

Aranda se lamenta de que “Aquí se ha conseguido extender el sentimiento de que todos los que nos dedicamos al cine somos unos ladrones que vivimos de la subvención”. Pero, paradójicamente el cine está más subvencionado que nunca, porque hay canales de televisión obligados a hacer cine. Sin embargo, se suele tratar, en su opinión “de un cine al servicio de lo fácil. Si dejasen el cine en manos de este tipo de productores –añade-, en cuatro o cinco años acabarían con él”.
Aranda no secundará la decisión de Almodóvar de abandonar la academia, entre otras razones porque “nunca he pertenecido a ella”. “A mí lo que me parece mal de la Academia –añade- es que no sea transparente y que mientan, que no digan, por ejemplo, qué es lo que hacen en caso de empate –creo que lo decide el notario-; que no especifiquen cuántos votan en cada categoría; que no digan cuántos votos obtiene cada película, que no especifiquen quien queda segundo y tercero… Y sobre todo, que sea una máquina de crear frustrados, porque concurren varios y sólo gana uno”.

Aranda recuerda que la academia, empezó mal para él: “Recuerdo que, cuando ‘El Lute’, llegué tarde a mi casa, puse la radio y me enteré de que yo era el gran perdedor. No decían nada más, no decían si había tenido algún voto ni nada”.

“En cualquier caso –aclara- yo aplico para esto lo mismo que para cualquier tipo de premio: me parece una descortesía no acudir a recoger un premio que te han concedido, pero ir a que te elijan entre varios, me parece una humillación. Estoy con aquel surrealista que dijo que los premios no sólo no hay que desearlos, sino que tampoco hay que merecerlo. Me atengo a eso”.

Mujeres violadas y castradoras

Mujeres dominadas y mujeres dominantes pueblan la obra de Aranda. O, según su propia expresión, mujeres violadas y castradoras. Juana pertenece al primer grupo, Carmen al segundo. Para Aranda, su último personaje femenino, Carmesina, es sin duda una mujer violada: “un elemento femenino entregado, sometido. Su fuerza es la virginidad. Mientras sea virgen será fuerte. Ella lo sabe de una manera intuitiva, y se resiste a perderla”. “Es este juego sobre la virginidad, planteado de forma muy astuta, lo que da lugar a que se produzca lo que he llamado vodevil artúrico, en el que se producen muchas situaciones tras las puertas”.

“Me interesa mucho –añade- la fusión que existe en esta obra entre la imaginación, la fantasía y la historia”.

¿Y qué tipo de personaje es Tirante?: “Su personalidad está marcada por la epilepsia: es un epiléptico emocional al que le basta una simple mirada para enamorarse. Las batallas han dejado su huella en él: un mandoblazo le ha afectado al cerebro y ahora sufre episodios de epilepsia”.

 

Vampirizar los textos de otro

Aranda está acostumbrado a lidiar con los textos más diversos. Ha entrado a saco en las aparentemente más crípticas o inadaptables novelas hasta sacarles el jugo audiovisual que pretendía. Incluso ha llegado a cambiar el sexo de los personajes. Traicionar para ser fiel al espíritu original, vampirizar la obra de otro, ese podría haber sido su lema durante su carrera.

    También ‘Tirante el Blanco’ se presentaba problemática. El primer escollo era transformar una obra mastodóntica de cinco volúmenes, en un filme. “El problema respondía a esa pregunta sobre cómo se meten cinco elefantes en un seiscientos –dice-, yo he optado a meter uno solo. He elegido la parte de Tirante en Constantinopla que, curiosamente, es la considerada más popular, más divertida. También a mí me lo parece”.

Haber recurrido en sus últimos filmes a novelas de autores ya fallecidos le evitará, a buen seguro, el trago de tener que enfrentarse a polémicas con los autores: “El escritor muerto es más cómodo” –afirma irónico-. “Me parece normal que el escritor proteste cuando en las películas se hace una interpretación que no es la que él mismo tiene de su novela. Pero en mis películas trato de comunicar al público la impresión que he recibido como lector. La novela es un material que empleo para mi servicio, no lo hago de acuerdo con los gustos del autor. Nunca he aceptado un proyecto en el que no tuviera total libertad para acometerlo”, asegura.

Y es que, en su opinión, los llamados valores cinematográficos en una novela no existen, los valores deben estar en la obra en sí: “Lo importante en una obra que se pretenda llevar al cine es que sea interesante. La cualidad y la calidad cinematográfica es cuestión de que se la sepa proporcionar el director con sus propios medios: imagen y sonido”.

Producción laboriosa

La producción del filme ha resultado muy laboriosa: “Esta película nos rebasa a todos un poco, nunca había preparado tanto una película” reconoce Aranda. Es una producción cara y compleja, pero está convencido de que, además de los resultados artísticos, el filme constituirá un buen negocio para el productor: “Hasta ahora nunca me he equivocado con mis películas –afirma-. Sé cuando una película va a funcionar”.

Lo cierto es que ninguna de sus películas, al menos desde hace décadas, ha dejado de funcionar en taquilla, aunque entre unas y otras exista una gran diferencia: ‘Intruso’ o ‘El amante bilingüe’ fueron relativamente minoritarias, pero filmes como ‘La muchacha de las bragas de oro’, ‘La pasión turca’ o ‘Amantes’, resultaron grandes éxitos de taquilla, como también lo han sido las más recientes.

Las localizaciones son, en buena medida, de estudio, hechas en Madrid. Los exteriores se rodarán en parte en Almería, pero también en Turquía, concretamente en Topkapi y Santa Sofía, algo que, en opinión del director, conferirá al filme “el esplendor y la elegancia bizantina que le corresponde”.

Vicente Aranda es, hoy por hoy, uno de los realizadores más veteranos –quizás el que más- de nuestro país en activo. Sin embargo ha demostrado saber conectar con el público actual ¿Qué tienen las películas de Vicente Aranda para que esto ocurra? “No sé qué tienen –confiesa-, sé lo que pongo en ellas. No trato de halagar a los espectadores, intento dialogar con ellos. En todo caso, he conseguido conectar con el público sin perder mi propia personalidad. Hasta en mis películas de encargo, pongo mi propia pasión”.

Han tenido que pasar cuarenta años, desde que aquel joven Vicente Aranda se enfrentase a las labores de dirección en filmes como ‘Brillante porvenir’ o ‘Fata Morgana’ para que se percatara de que el oficio de dirección es “un ejercicio de poder que me produce mono”. “He aprendido mucho –asegura- en mi primera película veía al ayudante de dirección como a un enemigo, como alguien que pretendía cortar el contacto que yo tenía con la película, pero he comprendido que todo el equipo está a mis órdenes”. “Lo que en realidad me importa –añade- son los resultados del filme”.

Se trata de un ejercicio de poder que Aranda debe ejercer con persuasión, porque lo habitual es que todos quieran repetir con él. “Tengo tendencia a repetir, y más con los técnicos que con los actores. Con los actores se nota el envejecimiento, mientras que en los técnicos, los años son experiencia”.

En el ‘Tirante el Blanco’ se dan cita muchos de sus habituales: la fotografía de José Luis Alcaine, la música de José Nieto –“cuando llegué a la conclusión de que la música era un estorbo para mis películas llegó, afortunadamente, Pepe Nieto, que me salvó de esa situación”-. También la montadora Teresa Font, su esposa, “Pero a Teresa la llevo porque es la mejor” –advierte para que no haya dudas.

Un regreso sonado es el de Victoria Abril, personaje inseparable de la obra de Vicente Aranda durante mucho tiempo. Ambos vuelven a trabajar juntos tras un prolongado alejamiento, pero no será su última colaboración, ya que, como asegura Aranda “El trabajo con ella es muy peculiar, porque los códigos funcionan muy bien, nos entendemos casi por telepatía”.

Los principales papeles estarán encarnados por Leonor Watling –“una mujer que posee una complicidad increíble con la cámara”- e Ingrid Rubio.

Celos e imperios

El de Aranda es un cine de la pasión. También en ‘Tirante el Blanco’ campean las pasiones: Cuando Tirante conoce a Carmesina su encuentro es descrito de este modo: “Estava medio desabrochada, que se mostraban en sus pechos dos manzanas de parayso que parecían cristalinas, las cuales dieron entrada a los ojos de Tirante, que de allí adelante no hallaron la puerta por donde avían de salir, e para siempre quedaron en prisión ”.

En opinión de Vicente Aranda, los amores de Carmesina y Tirante se centran en un afecto muy carnal. La obra presenta una mezcla de un ambiente muy moderno y muy arcaico a la vez, porque la virginidad de Carmesina –a la que se alude con el ilustrativo apelativo de ‘despojo’- cobra aquí una importancia que hoy en día no tiene, hasta tal punto que se convierte en un factor político.

Recordemos la trama: el emperador de Constantinopla pide a Tirante, un mercenario, que acuda a Bizancio, asediada por los turcos para ayudarle a salvar el cerco. Tirante les presenta batalla y los vence, pero al mismo tiempo se dan en el imperio una serie de circunstancias que no permiten que se vea el futuro de forma halagüeña: un emperador de 80 años cuyo heredero ha muerto en una batalla. La emperatriz es una vieja chocha y frívola, y la heredera es una joven de 17 años sin experiencia. Una serie de damas comienza a ejercer un interesado complot para que sea Tirante el nuevo emperador, pero le falta linaje. El modo de lograrlo es a través de la virginidad de Carmesina. Cuando ésta pierde su virginidad se convierte en algo imposible para los turcos.

El detonante del enfrentamiento en el que se dirime la lucha entre Tirante y el Turco no es ya una cuestión política, son los celos los que la propician.

 Miradas oblicuas a la historia

Aranda es un francotirador del cine, un ser a espaldas de modas y tendencias, que se atreve con temas que nada tienen que ver con la actualidad. Irrumpe en temáticas casi impensables y hasta llega a crear tendencias. Pero Aranda tiene otra percepción: “Lo que soy es viejo: no puedo competir con cierto cine de jóvenes. Hay mundos sobre los que no sé nada. Me he convertido en una especie de profesor. Hago películas que tienen un carácter didáctico. Lo han tenido ‘Juana la loca’ y ‘Carmen’. Y también lo tendrá ‘Tirante’, que incluye referencias a un hecho histórico alucinante, el de los almogávares”.

“Eran –comenta Aranda- unos soldados muy salvajes que acudieron a Bizancio para defenderla de los turcos, pero que causaron al imperio más mal en diez años que los turcos en cien”. Los almogávares acabaron constituyendo un país que se llamó Neopatria, entre Turquía y Grecia, donde la lengua oficial era el catalán. “Hoy nadie se acuerda de aquello, aunque Cataluña está llena de calles cuyos nombres nos remiten a estos hechos”, concluye Aranda.

En ‘Carmen’ reflejó la situación sociopolítica de los españoles en época napoleónica. En ‘Juana la loca’ nos mostró la situación de España posterior a los Reyes Católicos. Las suyas son miradas oblicuas al pasado, diferentes en muchos aspectos a la historia oficial: “Yo lo llamo didactismo, y pienso que interesa a muchos jóvenes”.