El toque maestro

Juan TOMÁS FRUTOS

Inspiramos. Las fragancias de la vida se expresan con tinta de amor. No hay nada que funcione si no media entre sus deseos el cariño. Los sentimientos positivos que se derivan de ello nos transportan por caminos fructíferos. Nada destruye al amor, si es auténtico. ¿La gran pregunta, la cuestión de nuestros devenires, es qué es lo que genera el cariño, qué es lo que lo mantiene, y qué es lo que hace que siga en el presente y en el futuro tomando los más óptimos referentes del pasado?No hay una respuesta única, ni tampoco podemos concentrar actuaciones o visiones para conseguir un resultado homogéneo y loable. No obstante, sí podemos reseñar que con buenos hechos, con búsquedas bien intencionadas, con el anhelo respecto de los universales como la coherencia, la cohesión, la bondad, la generosidad, el altruismo, la voluntad, la esperanza en los demás, la consideración de los otros, la amistad, la superación, la entrega, la implicación, el voluntarismo, la creencia y la luz… podemos arribar donde estimemos. Hemos de obedecer a lo positivo, a la ilusión, al entusiasmo, como sustento ante cada evento que afrontemos.

Todo tiene su importancia, y lo que la posee, en su relevancia, nos conduce hasta fines que nos implican en las iniciativas más loables. Reflexionemos acerca de ello. Fomentemos las energías más sinceras y genuinas: procuremos potenciar aquello que nos ensalza con querencias respecto de lo que nos importa.

Es momento de balances, que nos deben servir para dejar atrás lo malo y potenciar lo bueno, lo que nos hace felices, y no sólo a nosotros, sino también a nuestros vecinos, a los que conocemos y a los que no, a los contemporáneos, con cariño, con mimo, con una apuesta determinante por cuanto merece la pena. Las ideas que nos atraen y agrupan con un clima adecuado de convivencia son básicas, y por ahí hemos de movernos en paz y en pos de la concordia de cada cual. Es la suma la que hace el conjunto, sabiendo que esta operación aritmética tiene un resultado mayor que lo que supondrían sus individualidades.

Pongamos también, por favor, música a lo que ejecutamos. No vivamos en un apagón permanente. Nos hemos de sentir. Respiremos y experimentemos el aire que entra a nuestros pulmones. Además, pidamos imposibles, sabiendo que a veces se cumplen.

Hidratemos cada segundo, cada acción, sin omitir nada que pueda albergar algún interés. Renazcamos con una señal que nos disponga para enfrentarnos a los más dispares deberes, con el compromiso que nos permita entender lo que acontece. Pensemos desde el equilibrio de los sentimientos y la razón. El botín será la dicha de estar en calma. Calculemos, en definitiva, desde esa misión que nos aclara qué es lo que nos dignifica.

Las gentes siguen las actitudes. Nos hemos de apuntar para continuar en los flamantes trayectos, que nos puede regalar la gran fortuna de estar contentos. A la par pediremos salud a los dioses, y, si son benévolos, les devolveremos la defensa de una cultura sólida, bien confeccionada desde una gran consideración de variables que nos reportarán el gusto por el entendimiento societario.

Por lo tanto, juntemos fantasía y realidad, y propiciemos el toque maestro de la sencillez para estar con la contemplación orgullosa y leal que nos introduzca en ese otro lado del espejo que haga que hasta lo malo sea divertido.