El debate taurino

Nuestro entorno está lleno de diferencias, que, en principio, bien planteadas, no son malas. Al contrario: pueden y deben enriquecer. La existencia es así, con versiones para todos los gustos, con opiniones y controversias que, desde la responsabilidad, nos tienen que edificar como personas, como seres humanos. De ahí que reflejemos, como hacemos con otros asuntos, la variopinta percepción que tienen celebraciones y ceremonias como la taurina; y por eso conviene que reflejemos que la fiesta de los toros vive momentos de esplendor y de ciertas sombras. Es así por la crisis económica, por la falta de suficientes festejos para mantener intactas las cualidades de los jóvenes talentos y de aquellos empresarios y trabajadores que necesitan de algo más, de mucho más, que las grandes ferias para poder sobrevivir.  El debate sobre la pervivencia de estos festejos, sobre su viabilidad social, ética, profesional en pleno siglo XXI, está más que abierto. Con la misma controversia se abren otras heridas que no sabemos el tipo de cicatrices que pueden dejar, o que ya están dejando.

 

Los periodistas somos testigos de lo que ocurre, transmisores de las realidades palpables o latentes.  Somos los mensajeros de lo que gusta, de lo que no, de lo que complace, de lo que está sometido a los vaivenes de cada momento; y ahí estamos para intentar acercar la realidad a los ciudadanos y para que éstos se identifiquen, gracias a las empresas periodísticas y a sus profesionales, con las cosas que les ocupan y les preocupan. Es éste un momento de tránsito, de encrucijada, de puesta en cuestión de los modelos existentes, y no sólo del económico. Ese cuestionamiento es consustancial a una etapa de crisis, que siempre ha de tomarse como una base de impulso para llegar a otro estadio mejor. De lo que se trata, para ello, es de tener los suficientes conocimientos, también en el ámbito taurino, para que se produzca el debate en el mejor de los sentidos, de modo que nos lleve a un conocimiento salubre sobre los pormenores de la fiesta, sobre sus orígenes, acerca de su visión antropológica, etc. A ello también hemos de contribuir los periodistas. Tengamos en cuenta que la fiesta taurina siempre ha estado en crisis. Lo ha estado por unos u otros motivos, por sus finanzas, por sus variadas críticas, por la falta o exceso de festejos, por su tradición, por los cambios que ha ido sufriendo… Es normal que un evento popular esté sometido a la discusión permanente, que seguramente es la que hace que esté vivo, que siga ahí. Dicen en comunicación que lo que no se cuenta no existe, aunque se produzca en alguna parte. Desde luego lo taurino no sólo está presente, sino que también está en esa sintonía y con un protagonismo que nos invita a presagiar que queda fiesta para rato. Entretanto, y como es natural, seguiremos derrochando pasión, entusiasmo, buenas maneras, y, por supuesto, informando. La diferencia de pareceres enriquece la vida misma, y es bueno que a menudo las apuntemos como base de la transformación y de las mejoras en las que creemos. El debate está ahí, y ahí sigue con todo lo que ello supone; y acerca de lo que implica mostraremos lo que unos y otros señalan en la convicción de que las verdades, todas, hay que compartirlas con mesura y agrado.