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De excelsas mujeres van estas líneas

Quiero reivindicar a una mujer-mujer, Helen Keller (USA, 1880-1968), pues fue, y tendría que seguir siéndolo entre las propias mujeres de ahora y, por supuesto, entre las que se hacen llamar feministas, decía que fue, demostrado al ciento por ciento, un ser maravilloso, excepcional en su inmensa grandeza psicolingüista, humanista y científica (reconocida como una superdotada intelectual, y de voluntad) …, y claro, grandeza por su aquilatada lucha descarnada a favor de la perfección del Ser Humano, y en favor de que, aquellos que eran como ella, pudiesen aprehender Lenguaje y así poder salir de la cárcel en la que vivían, es decir, poder comunicarse. Fue mujer en lo hondo- hondo, como es el caso del Lenguaje …, y el aprenderlo …, y el luchar a muerte por aprehender todo lo que presentía que era y estaba a su alrededor, y ella sabía que ‘tenía un NOMBRE’ …, incluida la ciencia de las ciencias, las Artes y su Filosofía.No podemos dejar fuera de estos recuerdos, Dios nos libre, a su “Maestra”, como ella la nombra, Anne Sullivan (USA, 1866-1936), prodigio de sensibilidad y destrezas educativo-creativas para hacer desaparecer aquella inextricable carcel , con estímulos orientados, en fondo y forma, hacia el aprehender de la niña, que era ciega, y sorda y, claro, muda …, es decir, sin Palabra, ni externa (sin Palabra para el oído y la vista, porque los humanos aprehendemos nuestros
idiomas maternos también por la vista, con el apoyo de la visión), ni interna; siempre me he preguntado: antes de la llegada de “Maestra”, ¿qué palabras utilizaba ella para pensar? … ¿Cómo elaboraba pensamientos? … ¿Cómo soñaba Helen antes de que llegaran “Maestra” y sus Palabras, y sus imágenes hechas Palabra? …, sin olvidar que, en unos comienzos, largos, azarosos y con mucho de duros, fundamentalmente las que así llamaba palabras, por ella y para ella, tuvieran sólo la única forma del tacto sobre sus manos …, ¡ santo cielo, no olvidemos la complejidad que las palabras llevan ínsita en su esencia comunicadora para nosotros, para un bebé !! [Alguna vez, cuando nos topamos con una persona sorda-ciega, ¿tomamos conciencia seria y profunda de la cantidad de sentidos que han ido formando o configurando el Lenguaje en nosotros …, y siguen formándolo en todos los bebés y niños del Globo …, y, por
supuesto, de nuestro inmediato entorno?].
Pero, en fin, perdón, me parece que debo mostrar mis credenciales, aunque sólo sea a este concreto efecto reivindicativo.
Todo comenzó para mí allá por un Septiembre de 1962 (hace más de medio siglo ya), cuando en el cine Peñalver de Madrid, creo recordar, veíamos aquella maravillosa obra del Arte del Lenguaje Cinematográfico, del maestro Arthur Penn, El milagro de Ana Sullivan –The Miracle Worker. Permítanme una alusión a algo personal: yo fui a verla porque me la alabó un buen amigo, sin
reservas, y porque emocionado me la describía con detalle, sobre todo el momento en el que Arthur Penn se compromete a narrarnos, con su maestría para el Arte de imágenes y sonido, cómo la niña Helen (ciega y sorda …, recordemos que la sordera es enemigo más profundo del complejo aprendizaje del LENGUAJE que la propia ceguera), descubre …, se le hace consciente en su Ser ese fenómeno quasi preternatural (divino dirán otros, pues dicho queda: “In principio erat Verbum” … Todas la grandes creencias religiosas de la Tierra comienzan de forma parecida la narración de su existencia, en nuestro caso la cristiana; lo dice el Evangelio de San Juan, Prólogo, versículo 1º) …, decía que la niña Helen Keller, de pronto y como fruto de interminables y exauhutivos intentos por parte de la “Maestra” Sullivan, se da cuenta de la conexión que existe entre los signos de puro y simple tacto en la mano, con aquello que iba cayendo sobre ella, una “cosa” fresquita que la humedecía …, todos aquellos signos de simple tacto (¿palabras?) propiciaron que se diera en ella un salto rigurosamente metafísico, casi sublime, pues descubrió que esos tactos querían significar más allá de la piel de su mano, más a lo profundo de lo simplemente físico: querían señalar,
querían dar forma, querían nombrar “Agua” …, es decir, que aquello que refrescaba su manecita, en palabras de la propia Helen, “tenía un NOMBRE: Agua” …, esa era la PALABRA … Cuando, pasados muchos años, leí el libro de Helen Keller que citaré, me di cuenta de que el guion de la obra de teatro y de la película estaba basado en hechos reales de la vida de la niña Helen …
Decía que la película me la recomendó un buen amigo, José Luis Villarrubia Coloma (q.e.p.d.), casi doce años mayor que yo que, a la sazón, tenía unos 22-23.
Confieso que la vi tres o cuatro veces, mientras estuvo en cartel; hace tiempo apareció en esa maravilla comunicadora del DVD plurilingüe, y por ahí anda, y por aquí la tengo, claro; nunca se me ha ido ni de la cabeza ni del alma la pregunta que, como punzada aguda, me sugirió desde un principio: ¿qué era, qué es eso del LENGUAJE HUMANO, qué es eso de descubrir o crear Lá Palabra, y qué es eso del ver y sentir en pantalla de cine cómo nace ésta para un ser del todo cerrado, obturado en los sentidos del oído y de la vista, para que en ella pudiera engendrase aquel, aquella dualidad inmarcesiblemente humana: la cosa y su nombre? [¿Alguien se dará cuenta de que trabajando con el hecho Heken Keller-Anne Sullivan estamos tocando con los dedos el misterio del cómo, en total y absoluta inconsciencia, y de hecho ya olvido para todos nosotros, aprendimos, aprehendimos, nuestra Lengua Materna?] …
Helen, a sus 9 años, no tenía ni Sonido, ni Luz, ni Color …, nada relacionado con Lá Palabra nuestra, la que va naciendo minuto a minuto en nuestros bebés, proceso del que no sabemos casi nada …, y no queremos saberlo. Tal como puede leerse en su libro, para ella, en su interior, todo venía siendo, desde que tuvo 19 meses, como una obscura “cárcel”.

Y un día, pasados ya para mí unos cuantos lustros, y con el título de Filología Inglesa a cuestas, cayó en mis manos el libro que vengo anunciando: The Story of my Life, la historia de sus primeros años de vida, biografiados por la propia Helen Keller con no más de 21 años, ya redimida o trasladada, como se ve, de la obscura y tétrica cárcel-Mudez, a la luz de Lá Palabra, que de los imprecisos o difusos rasguñéos de “Maestra” en la palma de la mano, había pasado a los puntos del Braille, incluso en la máquina de escribir.
[Díganme Vds., mujeres, si no es un trabajo titánico el simple hecho de empeñarse en luchar para pasar de la carcelaria Mudez, a la creación de palabra y pensamiento y sueños, aunque sólo pudiera ser por la vía de los puntos del Braille y de su tacto de las cosas, cuando en la propia coetaneidad de la mujer Keller, hubo sordas-ciegas-mudas a las que no les interesó salir de ahí, y, así lo confesaban; se conformaron con aprehender el modo de coser y
bordar].
Ya con mis cincuenta bien cumplidos, leí con cuidado y emoción libro tal, anotando y anotando mis impresiones en sus páginas en blanco, ya que manejaba, y manejo, una copia fotocopiada a una cara que me proporcionó nuestra grande, sublime, Biblioteca Nacional, que, a su vez y según créditos, se la pidió prestada a la Biblioteca Americana de Copenhague, con la marca 3 /123384 (La pidió prestada para mí y, definitivamente ya, para toda persona que quiera
leerla).
Qué voy a decirles …, señoras abanderadas de cierto feminismo, malhadado en más de una ocasión, como en el caso de las listas de sus libros, y también de sus homenajes con nombres de mujeres, en los que se ufanan en reseñar docenas y docenas de ellas que cambiaron el mundo, y no incluyen el nombre de la grandiosa Helen Keller, ni el otro de “Maestra”: Anne Sullivan (véanse, a
efecto calamitoso tal, libros e Internet).
[Una anécdota aliviará, digo yo, la pesantez de estas páginas. Un día, tuve que pasar por una facultad de Educación de una universidad española. Habían colocado en un gran panel un anuncio recordando a mujeres notables de la HISTORIA …, lo dicho. Por supuesto que las reseñadas lo eran, pero, como me di cuenta de que por lo menos faltaban dos, mentalmente preparé un añadido, el que yo pensé que en un centro para Educación como aquel podría ser una especie de adecuada addenda, y fui, y, muy curiosamente, añadí los dos nombres a la lista. Cuál no sería mi sorpresa cuando, a los pocos días, volví y vi que habían hecho desaparecer nombres tales, es
decir, los de Helen Keller y Anne Sulllivan … Ni siquiera ahora me atrevo a comentar en voz alta cosa así para una Facultad de Educación].
Veamos más al fondo el alcance de este olvido …, y hasta preterición, claro.
He vuelto a ver a Sir Laurence Olivier y su Hamlet, y descubro otra vez la grandeza de las meditaciones, e introspecciones, y contradicciones manifiestas en voz alta que Hamlet–W. Shakespeare nos van dejando acuñadas … En este caso, vemos al Rey implorando perdón por la malvada traición que había perpetrado contra su hermano Rey, que, además, el mal del asesinato había
terminado en lo que él iba buscando, un lúbrico incesto con la Reina, esposa del hermano que él había asesinado. Parece arrepentido en lo profundo …, pero le asalta la duda, que nos la hace llegar así [versión de L. O. y Alan Dent]: “My words fly up …, my thouthgs remain below … Words without thoughts
never to heaven go” … ‘Mis palabras vuelan al Cielo, pero mis
pensamientos permanecen aquí abajo … Palabras sin pensamientos, sin alma, nunca alcanzan Cielo tal’. ¿Por qué acude Shakespeare a lo casi imposible, palabras vacías de alma? Shakespeare se basa en los principios cristianos del arrepentimiento, que pide perdón, es verdad, pero el Rey sabe que no puede llenar y satisfacer ese arrepentimiento ante el Cielo, porque no podrá poner ante ese Cielo un serio propósito de la enmienda … ¡Qué tragedia!!: ‘las
palabras, sus palabras de arrepentimiento, vacías de contenido último, son muy bonitas, pero no son nada …, nunca llegarán al Cielo’ … En definitiva, en la lengua de Shakespeare, de entonces y de ahora, queda acuñado algo que parece un imposible: … “Words without thoughts” …, ‘Palabras definitivas sin pensamientos, sin alma’.
Oído y leído esto, por reacción inversa, en la misma dirección de hondura humanista, pero en sentido contrario, me he acordado de aquellos pensamientos y palabras que un día leí en mi versión de Story of my life, página 36: Helen Keller reflexiona y reconoce que …, “everything had a name, and each name gave birth to a new thought”. ‘Todas las cosas tenían un nombre, y, cada nombre que conocía y “pronunciaba” [unidos a los ya conocidos y pronunciados], hacían que viera la luz un nuevo pensamiento’, algo nuevo para mi alma, decía. Palabra y pensamiento. Ya digo que es a la inversa, pero en la misma dirección; en este caso, para Helen Keller, los aprehendidos nombres de las cosas, tenían una maravillosa fuerza óntica, generatriz: creaban vida nueva en ella, pensamiento, pensamientos
nuevos …, posibilidad de comunicación veraz, cosa que no le sucedía al Rey de Shakespeare y sus palabras vacías de alma, de fuerza óntica.
Esto nos desvela uno de los infinitos rasgos, digamos, humanistas [incluidos los sutiles, interminables pero contundentes rasgos educacionales] del proceso por el que Helen Keller, educada por “Maestra”, Anne Sullivan, fue haciéndose ‘Ser Humano’ (sic H. K.).
[A estos respectos me atrevo a citarme a mí mismo. Perdonen. Antología poética de Sánchez Bautista que compuse allá por 1990-Universidad de Murcia; nota en página 12, decía
así, acordándome de la lectura de varios y complejos sonetos del poeta: “¿Es la idea la que tira de las palabras?, ¿o son las palabras las que tiran y conforman las ideas? Y para acuñar de verdad estos asertos, me remito allí a 2 sonetos del libro Del tiempo y la memoria,
páginas 303 y 304 de esa Antología].
Miren, como creo que aquello que percibo …, o no percibo …, en ese
movimiento de mujeres es, quizás, fruto de la ignorancia, y, por eso mismo un hecho que en mi opinión es muy peligroso para mí mismo, y para muchos otros –¡ ah, y para muchas otras !!–, leamos lo que dice uno de nuestros sabios, o sea, el que sabe, don Julián Marías, que, por cierto, tuvo una relación muy constructiva con mujeres de aquella época –la España de, p. ej., los Ortega y Zubiri–, entre ellas con doña María de Maeztu, y con aquella que luego llegaría a ser su esposa, Lolita Franco; se adoraban. Escribe: “Siempre que se trata de
asuntos humanos hay que tener en cuenta la ignorancia. Y no me refiero a lo que “no se sabe”, que es siempre ilimitado, sino a lo que no se sabe y habría que saber. Esta ignorancia se convierte en un factor de perturbación, que anula incluso lo que se sabe, lo invalida, porque lo deja incompleto, mutilado, sin justificación, fuera de contexto, de manera que viene a resultar un error” (el subrayado es mío) (*).
En aquella Facultad referida arriba, se supone que buscaban preparar a jóvenes futuros MAESTROS, poniéndoles en la pista de cómo ir sustituyendo la ignorancia, por el pensamiento que no tenemos cuando nacemos, pasando por aquello de que “aprender es un placer” (otra vez perdón por la autocita).
Ignorancia esa que, si uno se empecina en ella, “viene a resultar un
error”. ¡Terrible estado de consciencia éste para entrar con él en el campo de la Educación!! … [ex-duco: enviar estímulos al fondo del alma para que salga a la luz algo del humano, de dentro hacia nuestra parte de luz, hacia aquella primera
que vimos al nacer, pero aún vacía del pensar, pero maravillosa,
suculentamente dispuesta a aprender-aprehender].
Y como a mis colegas les gustan las citas de autoridad, recordemos otra más para nuestro trabajo de educadores (tengo escrito y publicado que al trabajo de EDUCAR le corresponde la más grande y hermosa categoría de eso que llamamos la creatividad positiva humana), que deriva de aquel principio clave del Maestro-Educador Aristóteles, que ‘la admiración o la duda son el comienzo del camino hacia la Sabiduría’, que traducido a nosotros los que educamos viene a ser que, intentar despertar la admiración, sacar de dentro de nuestros discentes el entusiasmo por lo grande, aunque de momento sea ignoto para ellos, es y será el máximo principio humano para que puedan llegar a la Sapiencia, que es fuente básica del mayor placer nuestro …, como cada dos por tres lo descubrió, y nos lo cuenta, Helen Keller …, nos lo cuentan estas dos soberanas personas, mujeres, Miss Keller y Mrs. Sullivan.
*(Marías, Julián. “España inteligible. Razón histórica de las Españas”. Cuarta reimpresión en Alianza Universal; Madrid, 1987; página 15).

José Antonio Postigo Pascual
27 años profesor de la UMU; retirado
Murcia, 24 de Diciembre del 2019