Comunicación interior

Miremos dentro. No pongamos reparos en ver lo que precisamos para llegar a otras actitudes. No todo es lo que parece. Convencemos con comunicación a nuestro interior, que se debe incrementar intelectualmente. No neguemos las utilidades de la espera y de la paciencia, que ha de superar los golpes de timón que da la vida con voluntad y sin ella. No paralicemos las buenas actuaciones cuando hagamos bien los deberes.  Debemos arbitrar instrumentos que nos pueblen las existencias de instrumentos poderosos con los que dar con la felicidad, que precisamos con diversiones.

 

Prestemos lo que tenemos, o, incluso más, intentemos darlo con el propósito de situarnos en los habitáculos donde nos sorprenderemos con conocimientos que han de añadir espacios a las valentías con las que nos deberíamos mover ante la falta de sensaciones nuevas que nos puedan o nos deban sanar. No perdamos la memoria.
Las vaguedades de antaño nos ocultan las soluciones que llevamos tiempo esperando. Tendremos que apostar por las caricias que nos sanarán casi sin darnos cuenta. Hemos de presentar esos respetos que nos han de decir el valor de la bondad con la que podremos crecer tan pronto sea posible. Debemos enfrentarnos a los miedos con todo el bagaje posible. Poco a poco, si tenemos el deseo, el afán, nos acercaremos a los proyectos más estimados. Queramos que sea de este modo. La vida es un tránsito efímero, pero ofrece muchas caras. Es un poliedro versátil.
Debemos aficionarnos a las maravillas de unas conclusiones enormes tras una etapa de una cierta recesión y ralentización. Nos debemos poner en guardia ante lo que nos devuelve a esos momentos inclusivos que nos regalaron las obras en las que nos pareció que las cosas podrían ser de una guisa solucionadora de conflictos. Las convenciones han de derivar hacia ese riesgo que nos oculte lo negativo y nos ponga en ese lado más estimado. Situemos los términos en ese quehacer que ha de darnos un poco de misión realizable.
Las fases de otras planificaciones nos han endulzado el territorio hallado por el camino. La experiencia por todo lo que fue, por lo que no, sigue ahí. Debemos aprestarnos a rentabilizar los actos llevados a cabo y aquellos otros que fueron emotivos y emitidos desde diferentes orígenes. No valen las evasivas ante un oficio que nos debe lanzar al esfuerzo máximo. La vida es hermosa. No la veamos al revés. Saquemos ese brillo que nos debería otorgar los criterios más solubles.
No aceptemos el vasallaje como un elemento que ha de eliminar las ásperas condiciones de un planteamiento de llamadas silentes, que nos han de ganar si no tomamos alguna resolución ya. Hemos aplicado cuerpos y almas a nuevas ceremonias que extienden lo que fue pasado solitario. Todo lo previsto está ocurriendo. De lo que se trata es de hallar un poco de independencia. Lo que nos subrayemos será el cimiento de una nueva realidad comunicativa, que hemos de respaldar. Comenzar por lo que portamos dentro puede ser básico para todo cuanto hemos de lograr después.