Comunicación en todas las direcciones

Situemos la comunicación sin barreras, presta a discurrir hacia todas las partes, en todas las direcciones. Hagamos caso a esa primera impresión, que hemos de utilizar de sustento ante lo que ha de ocurrir, o lo que debe. Nos debemos soportar con la gratitud de quien cree y tiene esperanza, y para eso debemos movernos cada vez que podamos. No paremos. Hagamos caso a lo que sentimos con el mejor de los pronósticos. Tiremos hacia delante con una formación constante, integral, comunicada de arriba a abajo, en todos los órdenes, con carácter humanista, y con todas las dudas del mundo plenamente abiertas.

 

Hagamos esas visitas a los corazones que nos llegan con ambientes diversos, superando las dispersiones. La vida tiene mucho que relatar, y todos tenemos que entregarnos a las mejores causas con las voluntades que nos acercan a las improntas más maravillosas. Tenemos que capear esos destinos que, en otras ocasiones, nos han dado valentías y tesoros en forma de conocimiento y de tolerancia. Demos ocasiones, todas las que podamos.
No asustemos a esos espíritus que vienen con el afán de ayudar. Pueden y deben. De todos ellos nos empapamos con resultados centrados. Embellezcamos el itinerario más incierto con una razón de causas y de beneficios no soldados a una solución, sino a muchas. Tenemos que compensar todo lo que sucede. Hemos hablado de tener fe, y seguro que la mantendremos durante todas las etapas. Hemos realizado obras que tienen objetivos universales, y con ellos hemos de viajar sin pedir nada a cambio.
La magia del aprendizaje nos llega con sus vehementes dichas, que son los estímulos para el medio plazo, para el corto incluso, siempre para el largo, que nos ha de ilusionar, en este último supuesto, con sus canjes nos ponderados. Todo irá sobre las ruedas de un porvenir portentoso. No pensemos en negativo. Hemos reclamado tiempo, y eso es lo que tenemos gratis. Nuestro altruismo consolará muchos momentos, que aparecerán casi por sorpresa.
Gustemos de las superaciones de las apariencias, con las que no conseguimos nada de valor. Nos hemos de asomar a las tierras de unas voluntades que nos harán firmes candidatos a la amistad con la que hemos de adelantar a quienes ya no creen en los valores humanos. Son minoría: no dejemos que nos adelanten, que nos superen, que nos ahuyenten. Nos hemos de proponer miles de conversaciones como exponentes de todo cuanto será ansia divina para dar con el toque superador de las diferencias, que, aunque existan, han de ubicarnos con el mejor bienestar posible, no tanto el material, como el espiritual. La paz interior es más duradera. Consigamos contarlo. Por ello, de vez en cuando, hay que hacer y experimentar una visita verdaderamente comunicativa. Debemos entenderla y atenderla hasta en sus más nimias pretensiones y creencias. Conformemos un tesoro que siempre nos otorgará buenos momentos, incluso en aquellas ocasiones en las que no lo veamos a bote pronto. Cuidemos esa comunicación.