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Pronósticos comunicativos

Hagamos que se serenen las vidas propias y del entorno. Consigamos que las buenas previsiones se cumplan, y ello gracias a la comunicación, que no ha de cesar. Nos emparentamos con las gracias de siempre, con las que nos nutrieron en las experiencias que quedaron en una especie de sueños que no terminamos de ver. Nos implicamos en las invenciones de unas caricias que nos llevan por todas partes. Hemos averiguado los motivos ciertos, y todos aquellos que nos hacen divertirnos con las consecuencias de unas causas con sus toques de atención. Hemos abarcado algunos espacios en los que aprender ha sido algo más que una necesidad. Sigamos las claves.

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Lo mejor de la comunicación

Apostemos y abundemos siempre por lo más idóneo y adecuado de la comunicación, por sus más óptimas aportaciones. Mandemos lo mejor de nosotros mismos en forma de conversaciones que se amparen en aquellos aprendizajes de cuando éramos niños y adolescentes. Todo ha de tener interés, y así se ha de mostrar. La gracia, el talento, las explicaciones bien sencillas, la admiración, el brillante deseo en los ojos… Todo nos ha de gustar, y con deleite lo hemos de transmitir. El mundo es como es, y hemos de optimizarlo en todos sus avatares.

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Esperanzas afinadas en comunicación

Afinemos lo que realizamos y sus versiones con el fin de dar con la complicidad y con la confianza que precisamos. Nos contamos esas cosas que nos nutren con las esperanzas de quienes se encumbran con razones que no terminamos de ver con la plenitud de antaño. Nos hemos visto con las voluntades de quienes vienen con los instantes más queridos y apasionados y con las cumbres más estimadas y definidas entre caminos de conclusiones personales y sentidas.

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Independencias y narraciones

Conjuntemos experiencias y saquemos provecho a todas ellas. Merece la pena. Vivimos buscando las independencias que nos reconocen con unos gustos que podrían ser extremos. Persigamos esos puntos intermedios que nos han de ubicar en los puntos más gratificantes. Nos hemos de poner entre claridades que nos deben contar las raíces con sus baños de aguas moderadas en sus temperaturas. Tengamos prudencia y paciencia para que la tranquilidad reine. Nos debemos aconsejar unas posibilidades que hemos de instalar en las causas más lindas. Multipliquemos las estimaciones para dar con los instantes menos fugaces. Vivimos. Vivamos también.

 

Hemos de considerar lo que ocurre con una amistad que debemos procurar con alojos de pensamientos en el puro vacío. No presentemos consideraciones extrañas. Hemos de abundar desde el inicio de cada proceso en las posiciones sin plazos. Nos remitimos a nosotros mismos a estados de secuenciados sosiegos que no piensan en ese segundo fantástico de una ayuda tras otra. Nos sentimos consternados por las ansias que no se plasman en una cierta tranquilidad. Nos debemos consolar con el cambio de tercios. Pensemos.

Las consideraciones nos ofuscan. Nos complacería dar con las voluntades que antes nos dijeron que todo iría bien. Seguramente nos faltó convicción. Hemos de recuperar los encantos cruciales con fuerzas y con velocidades adecuadas. Repartamos el juego sin más límite que lo aceptable. Nos cruzamos sin dar con las situaciones suficientemente analizadas. No podemos con el todo. Nos hemos de convocar.

Nos expresan afectaciones que son pérdidas en los finales que nos arrebatan las conclusiones más lindas. Reforcemos los estadios que son figuraciones de intermitencias que se mezclan con las astucias que señalan los puntos del aprendizaje en el respeto más abierto. Adoptemos aquellas acciones que nos saquen del hastío y del cansancio que nos quitan las recetas ante los problemas que nos apartan de las direcciones que otras veces tomamos. Nos ponemos en forma para estar preparados ante lo que se pueda necesitar. Se avecina lo bueno.

Echemos ingredientes a la misma salsa de la vida, que nos consulta las partes con sus denominaciones de orígenes que sufren las adicciones con unos panes que nos liberan de todos los males que son en las noches más cortas. Nos preparamos para superar los elementos que podrían ser contrarios. Nos llevamos bien las cuentas. Conducimos nuestras existencias estupendamente contando lo que hemos conocido y compartiendo las docencias que suponen un sustento y unos platos de sabiduría variopinta. Oímos lo que nos cuentan, y hasta empezamos a analizarlo. También contamos. La existencia es un compendio de independencias y de narraciones.

Debates comunicativos

La comunicación precisa de una interacción más o menos intensa y elaborada. Intentemos andar el camino comunicativo con el corazón teniendo en cuenta lo que piensan y anhelan los demás. Llevemos un papel con los deseos que han de aceptarnos como somos. Pongamos los resultados que hemos diseñado con acuerdos bendecidos por las buenas miradas. Las habilidades se resumirán en una serie de gestos con los que nos pediremos las mejores caricias comunicativas. Expongamos lo que hemos reflexionado y puntuemos en lo solvente.

 

Aprendamos con los pronósticos sin reservas inútiles. Busquemos instrumentos de poderes. Nos hemos de hacer caso. Gobernemos nuestros aprendizajes sin rubor. Hemos de repasar todo lo que ha quedado en diversos cajones: lo hemos de practicar dentro del marco de la recuperación de esas aficiones más modernas. Nos queremos con medidas sanadoras. Nos debemos otorgar beneficios con encantos graciosos. Nos hemos de enamorar de todo lo que hacemos. Vayamos y digamos con el mejor fin. Hemos de pender de porcentajes con solubles conjuntos. No congelemos los pensamientos. Charlemos de lo que llevamos en las mentes y en los corazones y ajustemos en lo fundamental. Leamos esos libros que tanto nos complacen. Hemos de gustar con normas sin suposiciones. No ha de pasar de largo ese carrusel de ideas que hemos ido cosechando. Nos interesa la felicidad, pues con ella andamos más y más lejos. No fastidiemos todas las ocasiones que tenemos en el escenario que hemos de manejar con picardía y relevantes objetivos. Centremos las estrategias que han de tratar de los convenios comunicativos que nos han de dar alas para volar cerca y lejos. Tenemos muchas posibilidades. Encontraremos lo escaso. La vida es. Hemos tomado muchas notas que nos contrastan multitud de pareceres. Nos daremos tiempo, que es lo más escaso. Nos explicaremos todo lo que hacemos, aquello que fue abordaje con sus consecuencias y todo lo demás. Las reacciones nos han de provocar impulsos con pretensiones renovadas. Nos consolidaremos en los nuevos encuentros. Los calendarios nos darán faenas con sus eventos propios. Hablemos durante mucho tiempo. Será bueno. Consultemos lo que nos apetece hacer con claridades relativas. Nos queremos, y eso ha de ser el punto de enganche para reiterar el fin de poder funcionar en mancomunidad. Reformemos un poco los beneficios individuales para que se muestren en colectividad, con gozo. Muchas cosas son necesarias para ganarnos ese respeto que será arreglo en la parte más hermosa. Nos hemos de brindar un poco de tiempo para recuperar las idóneas conclusiones. Discutamos con moderación y templanza. Más que eso: debatamos en el deseo de aprender y de compartir lo que hemos conocido.

La memoria en la comunicación

La experiencia es un paso que, bien utilizado, nos hace ganar tiempo y ahorrar muchos problemas y desasosiegos. Surgen las brumas con sus intereses más o menos conocidos, con sus consideraciones que superan el papel de las bromas. Seguimos planteando una voluntad que es estela entre libertades que nos harán construir una realidad de distingos contrarios, que son, al mismo tiempo, puros complementos con los que hemos de aderezar las valentías con las que nos unimos, o bien nos uniremos, a las imágenes que nos sorprenden. No podemos verlo todo, ni tampoco será lo más conveniente.

 

Nos mostramos aguerridos ante los personajes que nos pueden con sus versiones más o menos estimadas. Hemos supuesto un sí que nos invita a aterrizar con unas conspiraciones bondadosas. Las aventuras no deben quedar en nada. No podemos asumir esfuerzos que nos dejen con los resultados nulos. Nada de lo que hacemos debe quedar en vano. Los baluartes a los que debemos aferrarnos han de ser frutos de los empeños y de los esfuerzos más o menos tranquilos. Nos hemos de calmar todos los días con unos objetivos interesantes. Las premisas de lo que debemos hacer nos han de realizar con sus consideraciones sin huecos. Nos debemos entregar a proposiciones de protecciones curiosas con las que animarnos en el día a día. No podemos quedar rezagados. Nos sentimos en plenitud cada jornada. No tomemos el tiempo entre negaciones del valor de la experiencia. Comuniquemos los fines con los que poder crecer espiritualmente. Nos hemos de poner a apostar con el fin de dar un poco de fuerza a los toques señalizados desde los instantes más previsibles y defendibles. Las brumas de los flujos de la comunicación podrán intentar cercenar lo que somos y lo que tenemos, pero la gran firmeza ha de venir del lado de la misión con la que incrementaremos las visiones con las que estaremos en manos de posturas serenas. No nos bajemos de las cercanías que nos posibilitarán con calores que anticiparán las tormentas que nos traerán nuevas ideas con preferencias de cariños gestados para ser dichosos. No dejemos que lo peor nos pueda. Los ánimos nos influyen, y han de hacerlo sin intensidades que rompan. Las excepciones existen. Lo impresionante nos ha de servir para inundarnos de las mejores ocasiones para despertarnos a una nueva realidad que nos distancie de las demoras. No clausuremos las opciones que han de confirmar que todo puede ser. Nos ponemos a celebrar lo que es triunfo querido, o ha de serlo. Revisemos lo que somos, lo que poseemos y demos con las amistades que nos cuentan con seguidos puntos que nos encadenan a las razones más puestas. Nos debemos enseñar el sí.  El mejor homenaje que nos podemos dar es creer en soluciones que nos han de propiciar tonos amables y estupendos. Aclaremos lo que portamos en el interior disipando las dudas y las brumas con las que nos cargan quienes no nos quieren tanto como dicen. La memoria nos necesita. Emplearla en comunicación es una baza crucial para un nivel de bienestar que ha de venir, precisamente, de y por evitar errores anteriores y de optimizar lo poco o lo mucho que tenemos y que hemos aprendido.

Siempre hay esperanza

Ante la redundancia, que nos distancia comunicativamente, nos debemos armar de valor y tomar un poco de tiempo para el análisis. Nos damos, de vez en cuando, un baño por las sendas de los actos humanos. Es bueno, y hasta necesario. Salimos a la calle o nos detenemos ante la pantalla del televisor, o bien, por determinadas circunstancias, nos acercamos por servicios de urgencias u hospitales. Vemos señas de auténtica divinidad y de un tremendo fiasco. Hay de todo. Hallamos a los que la vida les ha hecho sufrir en exceso y a aquellos otros entregados a un voluntarismo a prueba de bombas.

 

Es la contradicción de la vida misma. Somos capaces de lo más duro, de las más atroces guerras, de conflictos por bienes materiales, por cosas superficiales… Contaminamos el mundo, talamos sus árboles, envenenamos ríos y mares, y procuramos, con más o menos conciencia o inconsciencia, que las especies naturales vayan desapareciendo… Y robamos, y nos maldecimos, y nos rompemos en mil pedazos… Frente a eso hay mucho amor, más, brotando como fuentes incansables ante las mayores ignominias.  Y seguimos. Permitimos el hambre, la extorsión, las enfermedades evitables, los desequilibrios que impiden que muchos millones de seres humanos tengan una infancia. La indignidad por lo evitable o por las situaciones que fomentamos desde el ansia o el egoísmo vive con la complicidad de quienes se han quedado solos de pequeños, de quienes heredan circunstancias que les condenan al fracaso y pese a todo se sobreponen; de aquellos otros que muestran confianza en quienes no la devuelven;  de aquellos que todos los días afrontan negocios ruinosos para enfrentarse a la misma coyuntura en la siguiente jornada… Hay gente tan rica interiormente que compensa todo lo malo, que incluso lo supera. Los hay que se miran al espejo y que no se apartan de él hasta que no ven un esbozo de sonrisa, aunque todo parezca indicar que el fracaso les aguarda. Frente a quienes se levantan cada día prestos a hacer frases incompletas hay algunos, muchos quizá, millones probablemente, que sueñan con una existencia mejor en pos de una misión universal que nos espera con un sentido de hogar. Con ellos tomamos las mieles de sus ilusiones. Ellos no están solos, se rebelan pacíficamente contra las pésimas condiciones, y por eso no nos sentimos en soledad nosotros. Son un milagro, y nos lo trasladan. Frente a lo que es pérdida, ellos ven posibilidades. Son fuertes en su debilidad. Saben que “querer es poder”, aunque conocen, en su sanador realismo, que la batalla puede estar agotada, sin opciones de éxito. Se levantan, no obstante, por la mañana y se dicen que ése será el gran día, para repetirse, quizá, la misma cantinela una y otra vez. No huyen, y eso les hace héroes. No se les reconoce, no salen en las primeras portadas por triunfos dinerarios o materiales, ni tampoco se les contempla en las primeras planas por sus poderosos cargos o por tener lindos aspectos únicamente en lo externo. No tienen secretos: saben que el que resiste vence. Bueno, no lo saben: lo sienten, y eso les basta. Cuando nos damos una vuelta por el mundanal ruido, caemos en la cuenta de que son precisamente ellos los que merecen la pena. Cada día les decimos que no hay esperanza, y ellos nos escriben con mayúsculas que siempre la hay. No objetivan, sino “subjetivizan”.  Cuando nos proporcionamos un baño de humanidad en el sentido que nos recordaba el filósofo Kierkegaard, los vemos. Lo que debemos intentar es darnos ese baño con ellos. Seguro que nos refrescará mucho la memoria, fundamentalmente aquella tan genuina de la infancia. Tengamos ánimo. Siempre hay esperanza. Si la comunicamos, no lo olvidemos, la multiplicamos hasta la enésima potencia.

Hermosas situaciones comunicativas

Persigamos la belleza, sí, ésa que consideramos serena, útil, sencilla incluso. Hermosean las situaciones que nos ponen en unos bretes de apaños singulares. Prestemos atención, cada vez que podamos, a cuanto ocurre y no dejemos que las norias nos olviden en lugares extraños. Mantengamos la moral en los lugares que auspician los instantes más estimados y queridos, que han de ser, que hemos de ser con ellos, que serán. No dejemos que la gloria nos olvide en instantes de apetencias sin dádivas amorosas, que deben mantener las causas que nos previenen con sus ángulos más o menos bendecidos. Nos hemos de preparar para la gran razón, con sus dudas y enigmas, que siempre nos han de atemorizar.

 

Los aspectos más simpáticos nos han de presentar las creencias con sus envoltorios más sinceros. No hagamos caso únicamente a los corazones que se rompen con sus promesas de todos los colores. No descansamos, como deberíamos, en los trayectos, pero  sí cuando nos acercamos a los finales que nos previenen con sus torpezas más o menos aclamadas. La fiesta nos regala la paz de unos encuentros que tienen sus miradas de principio y de fin, y con ellas, claro que sí, hemos de navegar hacia tierras conocidas. No pongamos travesaños en el camino, que éste ha de prevenir y de curar con mantenimientos periódicos de señales con identidades variadas. Nos sentamos a las diestras de estructuras con las que crecimos que, con tranquilidad, hemos de cambiar para que se subsanen las medidas que otros pusieron. La dinámica es ésta. Nos hemos de agradar con sus superaciones de baches que nos regalaron en su día heridas que otros ocultaron con esperas sin la suficiente fe. Hemos previsto algunos arreglos, de ésos que parecen provisionales y acaban siendo vidas entregadas a condiciones consolidadas. Nos debemos poner en situación de poder superar lo que nos oprime, que es un aspecto sencillo pero atrevido a la vez.  Frustramos todo, y todo es en la otra cara de una vida con secuencias extraordinarias. No mantengamos la paz de unos ancestros que nos predisponen con aquellas singularidades que subrayan hacia dónde nos queremos ir. Nos hemos de poner en esas nuevas marchas que nos ubican donde deseamos estar; y así estaremos, y nos pondremos con unas consideraciones de aplicaciones variadas. Iremos a tomarnos ese elixir de apetencias supremas que nos sacarán de un amor y nos podrán en otros asuntos con los que aumentar los instantes de puras gratificaciones en calma. La existencia humana nos regala preferencias y deseos con unos volúmenes hermosos de ciertas ideas que corrigen hacia dónde marchar cuando las causas nos olvidan. Hemos tocado esa flora inmensa de conspiraciones hacia la gran obra que es cariño y pasión en estado puro. Nos tenemos, y eso nos basta para la felicidad que deseamos plantar. Vayamos hacia otro lugar. Las querencias nos ponen en un vaso vacío. Lo hemos de llenar con toda la certeza del amor basado y soportado en la misma comunicación.  La hermosura, la belleza, las intenciones más bondadosas nos deben regalar momentos que no nos condicionen. Lejos de eso, hemos de procurar un rato, un buen rato, de felicidad.

Hagamos realidad el buen día

Lo bueno depende, en cierta medida, en una gran medida, de nosotros, de nuestras actitudes e interpretaciones. Nos dedicamos cada jornada a analizar las cuestiones que nos rodean con una promisión de figuraciones que han de superar la antesala del rumor. Nos hemos consolidado como esa parte que, siendo casi como el todo, nos hace evolucionar hacia las sensaciones más maravillosas. Gustemos con unas promesas convertidas en realidades densas, estimadas, únicas. No pasemos por alto lo que ha de ser prestación de singularidades.

 

Nos queremos por lo que somos en un estado de una cuestión simpática que nos ha de alegrar cada día de nuestras vidas. Nos ponemos en marcha en cuanto puede ser, sin que tengamos más prisa de la debida. Debemos afrontar las cuestiones tal y como vienen, dando fuerza, aprovechando las vacilaciones que nos analizan con sus bromas en serio. No apaguemos, por favor, los fuegos que podrían darnos una voluntad extraordinaria. Nos hemos de hacer presentir para que la conexión se dé. No nos ceguemos en la inutilidad. Podemos continuar, y creo que casi debemos hacerlo.

No limemos inútiles asperezas, y tengamos tiempo para lo verdaderamente importante, que siempre tiene relación con la salud y con el amor. La una y el otro nos pueden hacer fuertes, y nos permiten aguantar el tirón cuando las cosas no van tan bien como nos gustaría. Nos planteamos proseguir a menudo por los derroteros de una existencia compleja, que no complicada. Hagamos caso al corazón, que es siempre una buena guía interior y exterior. Las necesidades nos deben invitar a proceder por los vericuetos que nos marcan algunas distancias.
No nos embarquemos en norias que defraudan y frustran los momentos más estelares. Nos hemos de aplicar algunos cuentos que nos regalarán moralejas con las que unirnos a causas que no debemos perder. Las intromisiones en aspectos áridos nos han de servir para darnos unas mayores fortalezas. Nos ensamblaremos con esas amistades que nos nutrirán de gustos sinceros. Lo extraordinario nos conduce por construcciones que no debemos dejar que caigan.
Desarrollemos las casuísticas con unas aspiraciones contrastadas, duras y flexibles al tiempo, con las improntas en las raíces de un sistema que hemos de blindar para que nada falle. No pongamos obstáculos debajo de las ruedas imaginadas de la vida, que no tiene tantas ocasiones como nos gustaría, aunque no olvidemos que siempre hay una segunda oportunidad en caso de fracaso o de error. Las inspiraciones contribuyen a las ilusiones y a dar con la suficiente creatividad, pero también nos hemos de preparar para dar con las verdades que entusiasman en base al sacrificio y a la entrega en el aprendizaje. Hoy es un buen día para que comuniquemos. Sea realidad. El empeño ha de estar presente desde el mismo amanecer, y también la convicción.