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Actualizaciones comunicativas

Juan Tomás Frutos

 

El reciclaje y la formación son garantías de ponderación, de equidad y de cometer cada vez menos errores. Seamos sensatos en este trasiego de comunicaciones que nos llegan como especies de bombardeos permanentes de los que salimos con un poco de ceguera por saturación. Hagamos caso a la permanencia del destino que nos imprime un carácter de deidad en estado de permeable expansión. Los tiempos son los que son, y aún siguen. No debemos remar en direcciones constantemente opuestas. Puede que nos hagamos caso, y que nos tropecemos con los mismos obstáculos que nos vamos poniendo.

 

Impliquemos las caricias con sus oportunas razones, y separemos las previsiones de esos instantes que imaginamos con subjetividad, con prestancia medio relativa. No sembremos en campos ajenos, sin pensar en cómo abonarlos antes y después. Humedezcamos las sonrisas para que sean sinceras y empáticas con lo que nos merece la pena. Presentemos con suficiencias lo que nos puede dar crédito. Las horas pasan, y no han de ser en balde.

Supliquemos los motivos que nos hacen acelerar los pasatiempos de quienes vienen con sus nombres un tanto equívocos. Hemos visto la parte de un sí que nos detiene, que nos adecúa, que nos previene, que nos hace asomarnos a unas ventajas extraordinarias. No hemos visto lo que sucede en un campo de preferentes desganas que se adelantan a las posibles soluciones, que esperamos que aparezcan de un momento a otro.

Nos hemos de mostrar con coraje para afrontar el destino real o virtual de un universo que gira con sensaciones que no percibimos. Hemos significado el sí con un no de ciertas normalizaciones que nos plantean qué podríamos hacer cuando las vidas sean otras cosas, puede que mejores, puede que peores, dependiendo de lo que seamos capaces de hacer, de los ajustes que desarrollemos. Nos hemos de prestar atención con lo poco y con lo mucho. No tengamos una prevención absoluta frente a lo que contemplamos, o apenas haremos nada.

Lo peculiar ha de sustentar las ilusiones con las que seremos capaces de crecer todos los días. Nos hemos de animar. No dejemos que los fracasos nos puedan, ni tampoco hemos de tener la moral subida cuando veamos que las cosas van extraordinariamente bien. No sé si nos podríamos conformar, o si deberíamos. Quizá el dinamismo nos hace más útiles. Los días nos devoran con sus apatías y repeticiones. Nos hemos de salvar con innovaciones y secuencias comunicativas más o menos entendibles y variables en cuanto a su gestación y difusión. Tengamos un poco de valor para ser nosotros mismos. La dicha posterior será una consecuencia que, a su vez, impondrá una nueva realidad, seguro que deseable. Apuntemos donde sea menester. Las actualizaciones comunicativas aguardan, y nosotros debemos defender que así sea.

En defensa de las víctimas en las informaciones de sucesos

Juan Tomás Frutos

 

Tengamos siempre en cuenta que el derecho a la información alberga su origen en la ciudadanía. La tesis en la que nos movemos en muchos de nuestros artículos parte de la necesidad de ahondar en la responsabilidad de un pleno servicio público a la ciudadanía en cuanto se refiere al tratamiento de las informaciones sobre sucesos de toda índole. Las víctimas han de ser (y no siempre lo son) los ejes principales que motiven en positivo este tipo de noticias.

 

Además, hay que tener en cuenta los derechos de los telespectadores, que han de recibir una información veraz y ver respetadas sus ideas, su sensibilidad y sus pretensiones de conocer con juicio y con equilibrio aquellos eventos que más le atañen. Los derechos de los menores merecen un punto de reflexión aparte.  La deontología, la ética, es la base para evitar excesos y para conseguir la pretendida y necesaria auto-regulación del sector y en lo que concierne a su ejercicio. En este ámbito nos debemos mover.

Hagamos, pues, una constante reflexión sobre el tratamiento informativo que se lleva a cabo en la actividad que conocemos genéricamente como Periodismo de Sucesos. Ofrezcamos una visión crítica de lo que brindan los medios. Todos nos debemos sentir responsables de las distorsiones que se producen por las prisas y por la búsqueda de audiencias y de una cierta rentabilidad económica o de carácter social. La autorregulación es la solución, o parte de ella, así como debemos abogar por un reciclaje y una formación permanente de los profesionales, al tiempo que defendemos una transformación en los consumos, en sus rutinas, por parte de los telespectadores. Refrescar el Periodismo sosegado y cuidadoso de las “maneras” es otra necesidad,  junto con una mayor implicación de las organizaciones ciudadanas.

El equilibrio y la búsqueda de la complicidad con la sociedad son dos estandartes que hemos de esgrimir cada vez que hablemos de informaciones que tienen que ver con sucesos y con sus víctimas, a las que hemos de tratar con el máximo respeto, en su dolor, en su intimidad, en lo que hacen, en lo que dicen, en sus formas, que han de ser contextualizadas para que nada falte en su sitio, para que la percepción sea la más adecuada y certera.

El tratamiento oportuno de la imagen, el contraste de pareceres y de contenidos y la contención ante la duda y el rumor son premisas a las que no podemos faltar salvo que queramos aceptar el hecho de una pérdida de credibilidad, que nos puede hacer un daño tremendo, atroz. Defendemos un compromiso de todos, de los ciudadanos, de sus instituciones, por supuesto de los medios y de sus profesionales, y de cada de una de las asociaciones y entidades que estudian o viven en primera persona el proceso comunicativo en general y el periodístico en particular. Creemos que el debate está abierto y que precisa concurso y consenso. En el frontispicio ha de aparecer una firme defensa de las víctimas. Siempre.

Iniciativas comunicativas coordinadas

Juan Tomás Frutos

 

Tengamos en cuenta el valor de conjunto. Todo está relacionado con todo, y, con esa visión, seguro que mejoramos las diversas actividades, como es el caso de la comunicación humana. Generemos el afán más noble. Hagamos que el honor triunfe por mediación del cariño sincero de la mejor forma posible. Hemos aseverado algunos cambios con modificaciones sinceras y con culturas interesantes. Nos abrimos de par en par con reglas de puros compostajes. Nos debemos animar con esos elementos que no han de caer en el vacío. Nos hemos detenido en esa nada que nos deforma con sus controles más o menos periódicos. Nos ponemos en ese trance que nos servirá ante las vacilaciones que se repiten.

 

Nos prestamos un poco de buen humor, que siempre ayuda a captar las sensaciones más intrépidas. Nos ponemos en una tela que anima desde el juicio que es virtud con antesalas estimadas en las otras noches que fueron más y menos. No hemos visto que las cosas funcionen porque sí, aunque hay lógicas excepciones. Nos hemos de promocionar para alentarnos con las causas más diversas. No paremos ahora. Los sentimientos de los mayores nos han de servir de reflejo ante las serenidades que nos venden quienes vienen con sus verdades entre complicaciones medio solventadas.

Hagamos que el amor sea, que toque la atención con sus pretensiones más loables. Aplaudamos los beneficios de quienes vienen con sus claras voluntades de unas consultas que aparecen y que son con las vertientes consolidadas en los análisis más concienzudos. Vayamos a las fuentes del conocimiento, a sus orígenes, y sepamos, por sus trazos, la amplitud de sus fines. Nos hemos de abocar a las causas más perennes. Seamos conscientes.

Organicemos con buenos lemas esos certámenes que nos han de influir con mucha cooperación y entendimiento. Nos tenemos que poner en esa guardia que nos confunde con sus brillos excelentes. No postulemos por lo desconocido. Debemos meternos en esos escenarios donde la comodidad nos puede ayudar a que las cosas funcionen un tanto mejor. Nos hemos de mostrar todo lo prevenidos que podamos con resoluciones intermedias, que se entienden y aceptan con más cordura y ansias.

Las existencias de otros momentos nos ocultan tras expresiones de ciertos estadios en los que hemos de conseguir que las noches mejoren los días que aún quedan por venir y por disfrutar. Hemos atenuado las fuerzas con unas preferencias que han de suspirar tras iniciativas que se moverán en territorios discretos. Recaudemos los mejores tesoros de las infancias, que nos han de permitir que la ilusión no se estropee. Coordinemos lo mejor de lo mejor, o, por lo menos, intentémoslo. Nadie debe decir, cuando menos, que no lo hemos ensayado en el mejor de los sentidos para compartir todo cuando portamos en el interior.

Fe en la comunicación

Juan Tomás Frutos

 

La comunicación se ha de basar en la fe, en la confianza, en el afán de respetar los valores de la convivencia, en pensar que podemos y debemos mejorar. Resurgimos de las experiencias, incluso de aquellas que nos aportan engranajes imperfectos. Nos comunicamos con vencimientos de periodicidad responsable en todo cuanto tiene lugar. Hemos adecuado los momentos, los discursos, los diálogos, los pactos convencionales y los que no lo son. Nos hemos nombrado parte del sistema con modelos de acercamientos a todo cuanto tiene algo de sentido, que hemos de darlo impecablemente a nuestro entorno más o menos voluble. No sigamos por atardeceres que nos sitúan donde el todo es parte del puro problema, que siempre es soluble si tenemos destreza, capacidad y ganas de superar cuanto nos sucede.

 

Cultivamos todos los procedimientos con las básicas costumbres que nos llevan donde sea menester. Hemos adherido requerimientos que nos ponen en ese umbral que nos ubica con batallas preferidas desde todo lado. Tendremos que hablar con las razones, con sus criterios, con esos gritos que nos ponen ante cansadas exposiciones y a unas indicaciones que calan de cualquier modo. Respondemos con unas soluciones que son altivas, que nos adelantan los comentarios para aprender de las puras conversaciones de cada jornada.

Los tocados de otros instantes nos procuran señales de acomodo sincero, en el que somos con unos brotes de raíces silentes, sorprendidas por lo que viene con una voluntad que hemos de considerar férrea. Nos lanzamos en busca de otras conclusiones que nos hacen intentar ser un poco más en la distraída noche que anticipa ese día con el que nos mostraremos parte del todo y del sí que nos hace funcionar con regulaciones interesantes. No nos ceguemos con el brillo de lo que nos rompe la misma intención.

Resumamos lo que nos complace en este nuevo itinerario que es continuación del anterior. No pongamos en tela de juicio lo que será una aventura hacia la calma más directa. Nos consolaremos en las premisas de unos y de otros con unas tonalidades de señeras inconsistencias que presumen con casos de pura salubridad. Cumplamos con el deber de un aprendizaje compartimentado e introducido en una estela que nos subraya el nivel de bienestar y por dónde marchar antes de que veamos todo lo que se produce.

Hemos quedado en otra página de la historia, y nos hemos contado hasta dónde podemos arribar. Convenzamos a quienes vienen con sus solturas y atalajes verdes de esperanza en ese futuro que es tan presente ya como nuestro en sus objetivos. Nos consolamos por momentos para restaurar las fuerzas que nos harán viajar un poco más lejos, más allá de lo que muestran nuestros ojos, que miran y ven con estructuras sencillas. Volvemos a resurgir con fe y con amor en lo que hacemos. Si utilizamos ese espíritu en la comunicación, nuestra existencia será, indudablemente, más dichosa.

Pronósticos e intenciones comunicativas

Juan Tomás Frutos

 

Los fines, las determinaciones, nos han de mostrar el camino de las intenciones a través de pronósticos bien contrastados. No paremos de decirnos lo que nos queremos, mientras nos preparamos para secuencias que nos han de dictar resoluciones a los conflictos que, interiormente, podemos vivir. No paremos en los comienzos, ni en los finales, ni en todo lo que nos viene con la mejor de las intenciones. Éstas hay que cultivarlas. Nos hemos de mover en el sentido de unas señales de pura vida. Nos hemos de fortalecer con indicios que se han de atar a las consideraciones más variopintas. Seamos con gratitud.

 

Las consultas de los años mozos nos insisten con las transformaciones para una mejoría integral. No quedemos en otros lares. Las sensaciones han de aglutinar esos espacios que nos han de proteger de los vaivenes de los destinos impuestos con llamadas de aromas que nos liberan de errores por omisión o por  negligencia. Cargamos con toda la experiencia, y ésta, en vez de ayudar, cuando no la enfocamos bien, nos atenaza. Nos debemos amar. Las existencias nos rodean con sus tentaciones, que hemos de moderar en su asunción. No practiquemos sin ver lo que nos declara altivos fines. Nos liberaremos en cuanto pueda ser. No hemos sido entre destellos rancios. Definamos todos los procesos en los que nos advertimos dichosos.

Volvamos para tocar ese camino que será fondo en la factura misma. No podremos acercarnos a los orígenes, pero sí que los podremos detectar para ser entre ellos y con ellos. Las confusiones no contribuyen a que demos con las causas que brillaron sin grandes aspavientos. Hemos considerado lo que nos conviene, que ha de ser caracterizado por la coherencia, sin la cual no habrá auténtica comunicación. Vibremos.

Pedimos más reflejos para entender lo que nos acontece y transforma. Los brillos nos impiden, a veces, que advirtamos lo que ocurre realmente. Hemos de aligerar esos equipajes que nos paralizaron por sobrepeso. Lo ideal es que vayamos asumiendo aquello que nos presenta contradicciones y posibilidades con sus conclusiones más o menos próximas. Nos hemos visto. Las costumbres nos recuerdan el sí. No debemos fallarnos por falta de intentar aquello que todo mejore.

Los sabores agridulces nos han de preñar de actitudes de diálogo con cintas de comodidades con las que agasajar los mismos fines que antes fueron pensamientos. Conquistemos esas cotas que nos parecieron imposibles. Los pasos de tiempos y de experiencias nos permiten relativizar lo que ocurre, que no es tan bueno ni tan terrible como podamos pensar a primera vista. Juzguemos sin pronósticos mal concebidos, y pongamos intenciones donde ha de haber algo más. Una buena previsión vale por el propio final.

Contemplando las comunicaciones

Juan Tomás Frutos

 

Comunicamos cada día, cada segundo, en todo lo que hacemos. Analicemos lo que efectuamos y lo que obtenemos con los procesos comunicativos. Planeamos con estereotipos que nos dificultan las miradas con sus planteamientos más que diversos. No nos conducimos como en los orígenes de misiones que podrían destaparse como posibles en los largos trances que nos hacen ultimar los procesos de antaño. El grado nos viene de lo que ya hemos experimentado. No dejemos que queden en saco roto las circunstancias que no dominamos en su día. Hemos de sacar adelante lo que nos complace sin olvidar a ninguno de los nuestros.

 

Las premisas de otros tiempos nos ocultan las misiones que podrían hacer posibles las convenientes divergencias con las que nutrir las esperanzas con las que crecemos. Hemos adivinado muchas sorpresas que nos vienen como anillo al dedo. Hemos acertado también algunas cuestiones relacionadas con las lagunas que nos devuelven a los mares de diversiones imprevistas. Nos tendremos que amansar ante las perspectivas que han de pedir prudencias y buenos ánimos para proseguir con la voluntad de mejora. La ternura puede ser un buen elemento de compañía.

Aprendamos en esos años que otros nos dejaron en mitad de un análisis que ahora nos devuelve los intereses de otras etapas. Nos hemos quedado con ocultaciones de sentimientos que se han de hacer profundos como la vida misma. Nos destacamos unas apuestas con las que hemos de enderezar los criterios de una libertad que aparecerá liviana como nuestros propios anhelos de independencia y de autonomía. Todo converge. Nos debemos procurar procesos singulares de refuerzos. Vayamos donde sea menester. La valentía ha de apostar todo lo fuerte que seamos capaces. No debe haber miedo al destino.

Sinceremos a nuestros corazones con el propósito de asentarnos en las vidas que nos distraen con empeños que han de buscar las sintonías más rebeldes. Hemos señalizado un camino de verdades y de previsiones que nos pondrán entre ligeros equipajes. Viajemos para dar con las bellezas que consideramos terrenales y con los conocimientos necesarios para saber interpretar lo que nos vaya sucediendo. Nos hemos entretenido. Toca mirar y narrar lo que vemos. De lo que nos vayan explicando iremos sacando conclusiones.

Supongamos lo que nos da entereza y jovialidad y hagamos caso a todo lo que nos llega con vectores de influencia. Hemos tenido que aplanar algunos talantes con sus reposiciones más entendibles. Las cosas importantes nos han valido entre visiones de sustancias benditas. Volverá la vida con todo lo que ello supone. Hemos de estar preparados para lo que nos puedan brindar. Después de todo, no aparecen tantas oportunidades. Marquemos los deberes para que no se nos olviden. Pongamos botones a las comunicaciones que acaban de comenzar. Las iremos contemplando. Las tonalidades que vayamos desgranando nos regalarán aspiraciones.

El almacén comunicativo

 

Juan Tomás Frutos

 

Pensemos en la comunicación como en un gran almacén con todas las ventanas abiertas, con todas las puertas que sean menester. Alguien nos llega y nos cuenta. Gracias a su experiencia, a sus pensamientos, a sus opiniones, somos con garantías de aprovechamientos periódicos de unas meditaciones, de unas actuaciones, de unas reflexiones que nos caracterizan como personas. Nos gusta sentirnos vivos. Hemos adecuado el sí y el no, y nos hemos planificado con llamamientos de índoles y de géneros basados en la diversidad. Tendremos que ir. No podremos quedarnos en otras partes.

 

Suscitamos algunos atractivos que nos ponen en telas de juicios ingentes. Nos damos el hola y el adiós con un vuelo que reconoce todo cuanto será en la noche de unos tiempos conspiradores por y para nuestra dicha y felicidad. Nos hemos adentrado en lo que nos confiere prestaciones y preferencias de causas y suspiros. No sospechamos lo que nos gusta hasta que nos adentramos en sus propios fines, que haremos nuestros, mucho más que eso.

Las crisis nos ayudan a mejorar con defensas y actitudes de calidad y de calidez y no de reproche. Al menos, en teoría debería ser así. Contemplemos las luces que nos rodean con sus leves determinaciones, que hemos de transformar en densas y óptimas. Podemos acercarnos a ese bienestar que nos supera, o que debe, con más incrementos cualitativos basados en la comunicación. Las persianas que nos rodean las hemos de subir con ese imperativo que no será de obligado cumplimiento.

El empeño de cada día nos ha de conducir por obligaciones relativas que habrían de propinar viajes de diferente calado y factura. Hemos de solventar las paciencias con los aprendizajes básicos con los que adiestrarnos en las etapas que aún hemos de vivir. No nos condenemos a aceptar que las cosas son como son sin posibilidad de cambios. Éstos son deseables, además de posibles. La generosidad con la que nos movemos ha de ser la salvedad, y también la solución, con la que debemos partir cada día.

El almacén existencial debe estar abierto. La puerta ha de ser flexible, amable, presta a las circunstancias que le podamos regalar. Lo importante es que queramos. Las vicisitudes cotidianas nos han de permitir un aprendizaje que no será fuga a la menor ocasión. Hemos adecuado muchos escenarios para que ahora no tengamos valor para lo que hemos de realizar. Podemos más de lo que meditamos. La vida nos prefiere con todas las sorpresas que seamos capaces de gestar. Sonriamos, por favor, cuando subamos la persiana de la existencia y de sus comunicaciones. Ya me contarán. Las enormes superficies comunicativas deben estar en condiciones de abrir todo durante todo el tiempo. Lo demás vendrá solo.

Construcciones comunicativas

Juan Tomás Frutos

 

Hagamos edificios comunicativos salubres y plurales. Convengamos con los demás. Nos enganchamos a unas reales caricias que nos han de subir el tono con la moral en su sitio, con las veleidades de una recia función que nos señala con sus invitaciones de amor que nos conducen a más conformaciones de las coyunturas que nos dicen, una y otra vez, de todo y de nada con tonos ocupados. Iremos a los sitios donde las esperas nos comentarán lo mejor de lo mejor. Hemos tenido mucha suerte de conocernos. Las visiones nos darán óptimas consolidaciones de todo lo que nos merece la pena. Nos fallan algunos momentos vitales, que nos sirven de acicate para lo diverso.
Marquemos las situaciones con unos intereses más o menos señalados desde las curvas preparadas que nos han de adecuar los discursos con certezas. Saquemos todo lo que podamos con esas significaciones que nos daremos con egos que se concentrarán para compartir con los que significan alteridad complementaria y solidaria. Tenemos que significar lo más importante.

No seccionemos las frases que nos pueden ayudar. Situemos lo que sentimos en esa justa medida que nos atañe y que nos conforma como aquello que nos gustaría ser. No apliquemos remedios extraños. Las organizaciones se pueden advertir con los hechos que son aplicaciones de retroalimentación maravillosa. Hemos sentido mucho deseo. Las preguntas admiten algunas respuestas. No hemos sellado lo que podría ser paso con pactos que aparecen.

Las conversaciones han de ser constructivas de una realidad que nos ha de consolidar como lo que nos da una misión que dará con las frugales experiencias que nos aclamarán con esas personalidades con las que nos permitiremos subir por las escaleras de sendas serenas. De todas ellas sacaremos algo de provecho. Los instantes de prevención nos sirven para analizar las palabras y sus interpretaciones teniendo en cuenta el contexto.

Hemos aglutinado las consultas con sus tonalidades más consolidadas desde las significadas expresiones con las que nos añadiremos a los cambios más duros. De todo podremos aprender con las consecuencias más destacadas. Nos hablaremos con las suposiciones que nos dirán si podemos y hasta dónde. No hagamos que las gracias se queden en reconocimientos sin ir al origen de las voluntades que nos han de aplaudir los mejores deseos de mutación. Tengamos en cuenta los avisos comunicativos. Nos sirven para saber por dónde caminar. El fin máximo ha de ser el entendimiento con ingentes y sólidas construcciones comunicativas.

Hitos en la comunicación

Persigamos lo que portamos en el interior, y lo que está alrededor también. No desdeñemos nada. Busquemos la frontera entre la comunicación y su ausencia y demos con esos enclaves con los que nos anclaremos para cuanto sea preciso y menester. No seamos unos eternos aficionados y expongamos un poco más señalando ese diseño que nos hace partícipes de la ilusión de los recién llegados a un proceso y de la experiencia por haber aprendido de aciertos y errores. Es bueno que ocurran ciertas cosas. Tenemos que pacificar nuestro interior con esas docencias que nos animan a no quedarnos en unos nidos que nos impiden evolucionar como nos gustaría.

 

Olvidemos las revoluciones que nos hacen suspirar por unos procedimientos que alientan a quienes viven en la prisa sin sopesar el valor de las cosas, de los mismos silencios, de los fracasos igualmente. No sólo valen los triunfos. En comunicación siempre se aprende más de aquello que hacemos mal que de aquello que realizamos bien, pues puede haber ocurrido el buen hacer por casualidad y que no veamos otra cosa que destellos en la actividad cotidiana.

Rastreemos por todas partes en pos de unos faros que nos sirvan de emplazamientos y de atalayas para tocar ese momento que será firme en la encrucijada de los acontecimientos que se suceden por doquier. No finjamos afectos, ni siquiera conocimientos que aparecerán cuando sea su momento. La credibilidad nos ha de venir de unos tropiezos continuados y de su asunción antes que de destacar los logros, si éstos se producen.

El esfuerzo será esencial para que salgamos hacia ese nuevo destino que tendrá muchas metas volantes con las que ir sumando puntos y aprendiendo de las aficiones y posibilidades de cada tramo. Es el ciclo mismo de la vida, que se ha de entregar a las fantasías de unas preferentes posturas que nos hacen sanar casi a la fuerza. Miremos sin afán de victoria. Todo se presenta cuando es debido. Querer es la máxima para ser felices, sin pedir nada a cambio, dejando que las cosas fluyan con sus aspectos más lindos.

Repongamos fuerzas en la medida de lo posible, con humedades y recargos de finitud relativa. No juzguemos antes de lo debido, no sin tener las confirmaciones de ciertos rumores que pueden albergar intenciones torcidas. Miremos el provecho común y no el particular. Todo lo grande posee impresiones de conjunto. Lo individual, salvo honrosas excepciones, no hace evolucionar al clan. Asumir roles mancomunados supone que todos tengamos conocimientos e informaciones de lo que acontece y de lo que se deriva de ello. Seguro que las cosas van por el buen camino si nos afirmamos intelectual y espiritualmente por la senda de la amistad y de la ayuda. Lo que damos siempre revierte. En comunicación, más. Los faros y los hitos que vayamos colocando servirán de referencia. De todos ellos podemos conseguir un aprendizaje que puede ser estructurado o fugaz en función de nuestras pretensiones.

Constantes comunicativas

Miremos lo que es, lo que se resalta porque aparece una y otra vez. Tenemos que ser osados y tirar hacia delante. El camino está ahí para quien lo quiera andar. Hemos sentado las bases de varios itinerarios que nos llevan hacia donde nos gustaría estar. Hemos admitido que las causas nos ofertarán consecuencias buenas y malas. Dependerá de nosotros su optimización, el que saquemos partido a lo que puede interpretarse como oportunidad y reto para ser felices, para aprender, para compartir. Tenemos todo en este mundo. Es cuestión de habilidad para captarlo.

 

Las existencias se mimetizan, se dejan contagiar por las modas. La idea es sacar provecho a lo que nos viene o nos sienta bien, y dejar a un lado aquello que no es tan deseable y benéfico. Saquemos el talento y la voluntad de todo el serial de ocasiones que nos circundan. Los pronósticos nos han de conducir por las veredas de unas opciones con cartas que han de girar en torno a las partidas que decidamos jugar. Hemos ayunado durante un tiempo para valorar más los momentos y para tomar contacto con el conocimiento que, junto a la experiencia, nos ha de otorgar sabiduría.

La existencia tiene una serie de aspectos circunflejos con los que nos estimulamos en el día a día. Hemos adivinado una serie de rutas con sus esperanzas y sus enseñanzas de variopinta factura. Nos tenemos con el cortejo que nos ha de abrir las pausas de hace tiempo con sus cansadas manos y piernas, que hemos de apuntalar para que no fallen los instantes que nos gustan con sus correspondientes pasiones. Nos debemos postular para esa dicha que es fruto del equilibrio sincero. No fracasemos por no intentarlo.

Flaqueamos en todo lo que nos llega con remolinos que nos hacen desistir en cuanto las cosas se marean más de la cuenta. Suspendamos las actividades que nos consienten espacios que apenas nos insertan en el lado de la amistad. La existencia nos puede, y todo es en la burda sensación de una conclusión que es, igualmente, adivinanza. Debemos superar los vacíos que se forman como lapsus sin recetas ni batallas.

Tenemos que pacificar las inclemencias de un cielo que nos embriaga con sus sostenes más o menos repetitivos. Las ideas no están claras, no tanto como antes, y destacamos algunos afanes que se vuelcan sin determinaciones. Hemos supuesto constantes que ya no aparecen como vitales. Iremos a donde sea menester. La vida nos sorprende. Es lógico que sea de esa manera que tanto nos caracteriza.

Hemos consultado algunos aspectos que ya no se asemejan como al principio. Las lindezas nos vienen con el prospecto en otro idioma. Como mínimo hay que interpretar el contenido y el tono de lo que se glosa en una misión que, por momentos, nos parecerá imposible. Ya no estamos tan preparados como dijimos. Las fuerzas flaquean, pero, antes o después, volveremos a ese desquite que, sin ánimo de revancha, hemos de desarrollar. Podemos con otras facetas comunicativas, que ya hemos de iniciar. Estamos. Claro que sí. Ser constantes es un valor que hemos de ponderar en su valía, en su relevancia. La comunicación lo agradecerá.