En una sociedad, una región y una universidad donde las personas cultas no sobran –para no decir escasean- la pérdida de un profesor como el doctor Ángel González va a dejar un vacío que tardará largo tiempo en olvidarse.
Castellano de nacimiento y espíritu, y murciano de vocación y por residencia ya largos años, disfrutó “castellaneando” en Murcia y “murcianeando” en Ávila. Su vida, nómada y atípica, de errante buscador de preguntas, estuvo marcada por acontecimientos tremendamente determinantes para su manera de ser.