Sóngoro Cosongo La prudencia del inteligente

Dam Brown se ha puesto las botas. Primero fue con El código da Vinci , novela con la que ha logrado vender varios millones de ejemplares en todo el mundo, España incluida, y ahora con Ángeles y demonios , obra que precede en el tiempo a la anterior. Pero a todo cerdo, dicho con los mayores respetos, le llega su san Martín. De manera que Ángeles y demonios ya no funciona, ni por asomo, como El código , hasta el punto de que el personal, que traga, pero que, en cualquier caso, nunca es tonto, sospecha que la una es el recuelo de la otra. A ello hay que añadir la circunstancia, no poco seria, de que de cara a la Navidad los editores han lanzado al mercado lo mejor de la casa: Alfaguara, a Pérez-Reverte , Vargas Llosa (excelente y revelador su ensayo sobre Los miserables y Victor Hugo ), Javier Marías (¡ay, Javier, hijo mío de mi alma, ¿es que nunca vas a cambiar, siempre con tus líos con la sintaxis?!) y Bernardo Atxaga . Planeta, por su parte, saca a la palestra, cómo no, su premio, envuelto, en esta ocasión (¿y cuándo no?) en una gran polémica: dos de los miembros del jurado, Carmen Posadas y Juan Marsé , por vez primera en la ya dilatada historia de este galardón, se negaron a darle sus respectivos votos a la obra de Lucía Echevarría , la muchacha que cuenta en varios centenares de páginas su alegría por ser madre.

Así pues, el autor de El código da Vinci se está viendo superado en ventas por, al menos, dos escritores que emplean como herramienta de trabajo la lengua española: Gabriel García Márquez y Arturo Pérez-Reverte. El colombiano ha vuelto a lo de siempre: una novela de corta extensión (Como La hojarasca , La mala hora o El coronel. ..) y mucha enjundia, con frases verdaderamente magistrales, marca de la casa, con un personaje que cala en el lector desde la primera página, desde las líneas iniciales, cuando se nos relata que quiere celebrar su nonagésimo cumpleaños echando una canita al aire. El de Cartagena, siguiendo los pasos del maestro Márquez, al que tanto admira, sigue en sus trece, fiel a sí mismo, sin desviarse ni un ápice de la literatura a la que nos tiene acostumbrados: guerra, sí, cañonazos aquí y allá con el asunto de Trafalgar al fondo, pero lo fundamental hay que buscarlo en los “apartes”, en sus lúcidas y valientes reflexiones sobre quiénes son los auténticos responsables de un conflicto bélico, los verdaderos malos de la película.

No son libros que aparezcan en las listas de los más vendidos, pero también, como los anteriores, tienen su miga. Pero para miga -y con tropezones- los dos tomos dedicados al profesor de la Facultad de Letras Estanislao Ramón Trives . ¿Se jubila Trives? En la presentación, el rector José Ballesta hace un retrato bastante fiel del homenajeado: “Hombre sencillo, con una sencillez que nada tiene que ver con la simplicidad sino con la humildad del sabio, con la prudencia del inteligente”. Ni el mismísimo Gracián lo hubiera podido definir mejor. Otros, sin embargo, como Vera Luján , para aclarar las cosas, oscurecen el lenguaje, afirmando que “los intereses de Ramón Trives han estado siempre más próximos que a la dimensión sistemática-abstracta de los lingüístico a la bien concreta de lo comunicativo, primando en ellos la reflexión sobre todas aquellas cuestiones que traslucen en lo lingüístico el modo en que los seres humanos nos comunicamos”. ¡Dios, y el diccionario de la RAE, nos amparen! Muchos nombres ilustres, de aquí y de allá, se suman al homenaje: García Berrio , Antonio Roldán , Ramón Almela , Santiago Delgado , Ricardo Escavy , Miguel Hernández Terrés , Martínez Arnaldos , Pozuelo , Javier y Pilar Díez de Revenga , Pablo Zamora … Felicidades, querido Trives ( Triveskoy , le llamábamos cuando éramos estudiantes), puesto que usted, al contrario de El código da Vinci , no pasa de moda.