Claudio Magris, el eterno luchador :Un viaje con el último premio Príncipe de Asturias de literatura

Vi por primera vez a Claudio Magris en Murcia. Le había invitado a participar, en aquel lejano 1993, en la Primera Semana de Literatura y Cine Italiano que se organizaba en nuestra ciudad. Atento, cordial como siempre, me advirtió que su presencia no era segura debido a sus “especiales circunstancias”.

Yo sabía que tales circunstancias no eran otras que la grave enfermedad de la escritora Marisa Madieri, su primera esposa, y consciente del lujo que para nuestra ciudad suponía tener a un intelectual –en el más noble sentido del término- de su talla, decidí asumir el riesgo. Llegó pasadas la media noche, jovial, exultante; le esperábamos Marino Biondi y Giorgio Luti, profesores de la Universidad de Florencia. Enseguida hablamos de literatura, de política y de los más variados temas. Al día siguiente fue entrevistado por Gontzal Díez, Josefina López y P.Benito para la prensa local, entonces se ponía el énfasis en la guerra de Yugoslavia (“es el símbolo del fracaso de Europa”) y el resurgir de nuevas fronteras, pero ya entonces hablaba de la necesidad “de levantarnos de nuevo y seguir luchando”, defendiendo la diversidad y haciendo de las fronteras “un puente para encontrarse con los demás y no un muro para excluirnos”. También ponía el énfasis en que “Europa no estaba preparada para la caída del muro” y de que “una fiebre de identidad y la manía por la pureza está destruyendo la posibilidad de una idea europea”. Curiosamente en la misma página se hablaba de la concesión del Premio Príncipe de Asturias a la revista mejicana “Vuelta”, el mismo galardón que en el apartado de literatura recibiría él mismo once años más tarde.

En estos años nos hemos encontrado en diferentes ocasiones: en Madrid, Pamplona, Oviedo. Yo traducía algunos de sus libros (“Itaca y más allá”, “Lejos de dónde”, “Las voces”, “Haber sido”) y él recogía diferentes galardones (Medalla de oro del Círculo de Bellas Artes, Premio Príncipe de Asturias). El actor Pepe Martín iba a representar “Las Voces” y “Haber sido”, y me pidieron que tradujera los textos. Con dicho motivo tuve ocasión de encontrar al actor y a Claudio en el Círculo de Bellas Artes.

El año pasado la Fundación CajaMurcia volvía a apostar por Claudio Magris. Se le dedicaron unas jornadas con la presencia de Predrag Matvejevic, y especialistas de Copenhague, Florencia, así como los estudiosos Mercedes Monmany y Álvaro de la Rica, entre otros. Murcia aportaba a Francisco Jarauta y a mi mismo. Con tal motivo le entrevistaron y tuvieron palabras sobre él Antonio Arco y Antonio Parra. Ciertamente las condiciones políticas de Europa han cambiado en los últimos diez años: declarado europeista se decanta por una “Europa donde las decisiones sean tomadas por mayoría y no por unanimidad, de lo contrario se corre el peligro de no llegar a tomar nunca decisiones”. Considera que “el ingreso de Turquia, con un gobierno islámico moderado, supone un enriquecimiento para Europa y evitaría su radicalización”. Sobre la cuestión de velo (le comento que deberíamos utilizar la palabra pañuelo, en vez de velo, para evitar intencionadas malinterpretaciones) añade “Bastaría con que llevaran la cara descubierta, el resto es indiferente. Tampoco hace mal a nadie que se lleve un crucifijo al cuello”. Y es que, si hay algo que caracteriza a Claudio Magris, es su moderación, ese “soplo de aire fresco”, como lo definió Parra, que supone oírle hablar. Para él las fronteras deben ser puentes que unan a los pueblos y no muros que los separen. O dicho de otra forma, es el hilo que une las piezas de tela que forman el traje con el que nos vestimos.

No se considera, para nada, antiamericano, lo que no quiere decir que no critique la política agresiva de su gobierno. “Ya está bien de que la crítica al gobierno de un país la quieran convertir los políticos en una crítica al país que representan” aunque advierte del peligro que corre Europa de convertirse en “satélite de Estados Unidos”.

Estando en Madrid en una mesa redonda sobre crítica literaria, me llamó la prensa para que hiciera un artículo sobre él, dado que era el próximo Premio Príncipe de Asturias. Con Mercedes Monmany que me acompañaba decidimos llamarle. Sus palabras fueron tan cordiales como siempre: “Nos veremos en Oviedo”.

Pasaron los meses y me llamaron de la Fundación Príncipe de Asturias, debía de traducir el texto que leería en el Teatro Campoamor de Oviedo ante los príncipes y la reina. El día antes yo debía dar una conferencia en su Universidad sobre la figura de Claudio Magris, después él impartiría la suya.

Han pasado los años, lo que hace diez años era un sueño, hoy es casi una realidad, se perfila una Constitución Europea, y Claudio es uno de sus defensores: “creo mucho en la construcción de Europa y espero que pueda existir cuanto antes un estado europeo fuerte”. En Oviedo, hemos tenido tiempo para hablar, he hecho de traductor de las innumerables entrevistas que radio, prensa escrita y televisión le han realizado. A todos responde con el mismo entusiasmo, como si cada una de ellas fuera la primera. Es su forma de agradecer el premio que nuestro país le ha concedido.

 

Pero no sólo se habla de política; al fin y al cabo no es un politólogo y le produce cierto pudor hablar de estos temas. Se habla de literatura, viva y escrita. Le pregunto qué diferencia existe entre escribir ensayo sobre autores de prestigio y ser uno de ellos. Su respuesta es clara: “No hay ninguna diferencia, no creo que escribir un ensayo sea menos hermoso que escribir un cuento. Platón no es inferior a Homero.” Reconoce que él como escritor está por igual en el ensayo “Lejos de dónde”, el libro sobre Roth, que en las obras de creación “Danubio” o “Microcosmos”.

Hablamos de lo próximo que va a publicar. Está trabajando en un nuevo libro ya bastante adelantado. Será obra narrativa; en él trata de unir “mis dos almas: el comportamiento épico y mi comprometido sentido de la realidad de una parte, y de otra el delirio” Delirio omnipresente en “La exposición” y totalmente ausente en “Microcosmos”. “La exposición” con el argumento del pintor interno en el manicomio, muestra los fantasmas del escritor tras la muerte de Marisa.

Hoy se le ve más sereno, acompañado de Yole, mira la playa de Gijón con el placer reprimido de dar un baño. Les recuerdo a los dos mojados saliendo de la playa de Bahía, o por la ciudad encantada de Mazarrón. Con las heridas cicatrizadas, pero siempre presentes, de quien ha combatido en todas las batallas. De quien “ha sido” –son palabras de uno de sus protagonistas- y por tanto los golpes del pasado hacen menos daño que los del presente. Y con la serenidad de “haber sido” se dispone a seguir luchando y a publicar su próximo libro.

 

(1) Pedro Luis Ladrón de Guevara es traductor de varias de las obras de Claudio Magris.

 

Magris, el mar y los cafés

Le gusta ver el mar y sentir el oleaje en la cara y los oídos, es el murmullo de la naturaleza. También ama “el murmullo de la vida”, por eso escribe en los cafés, donde la conversación constante y el trasiego de la gente le crean la sensación de estar vivo. Las fotos que vemos de él suelen estar enmarcadas en esos dos paisajes: muestran su rostro reflexivo con el mar al fondo, o preparado para la palabra en la mesita de mármol de un café, dispuesto a conversar con un interlocutor que, o bien, está sentado frente a él, o bien se siente agazapado en un futuro inmediato para leer lo que él entonces está escribiendo.