La socorrida comunicación

Uno de los procesos que más ayudan a la salubridad en las relaciones interpersonales es la comunicación. Con ella, prestamos un poco de socorro a nuestros cuerpos, que se anudan en la victoria, que no es grande, pero que se muestra con sus mejores galas. Hemos asistido a las versiones más ineficaces de unas diestras categorías que nos hablan de mansas actitudes que nos insisten con la paz más brillante. Hemos gozado con todo lo que poseemos, que no es demasiado, pero que se basa en la sencillez de lo estimado, de lo que obtiene una resolución ante los conflictos que se suceden. No permitamos que la eficacia y el cansancio imperen en el día de mañana. Fluyen más miradas, y eso es bueno.

Nos damos unas ocasiones maravillosas que en adelante nos gustan con implicaciones de regalos sucedidos con un suculento manjar que es textura en lo subjetivo. Iremos para no dar con la batalla que otros prefieren ganar con una respuesta que resopla. Nos salen por el camino problemas que hemos de solventar. La vida es una sucesión de obstáculos, y hasta es bueno que así sea, pues de ellos aprendemos. No malgastemos las fuerzas. Hemos de aprender que no todo es como parece. Signifiquemos las destrezas que se desarrollan inapropiadamente.

Las diversiones plastifican las olvidadas planificaciones que nos supusieron una dirección y otra, y puede que muchas más de las que podemos enumerar. Sucumbimos ante las carencias de dichas que nos proponen asumir algunos cambios, que nos pueden con sus infortunios temporales, pero no olvidemos que en el medio plazo podremos ganar. Nos hemos de poner a aletear con el suficiente garbo. La maestría ha de ser de todos y cada uno de nosotros.

No perdamos las emociones que nos ofrecieron los frutos de un destino que nos agasajará con las memorias más suculentas. Pidamos que los nortes sean las emotivas superioridades de unas silentes apuestas que, a partir de ahora, y todos juntos, hemos de ganar. Nos hemos de mostrar tal y como somos y con una rueda de molino al viento. La energía aguarda para ser utilizada en el bien y por el bien de todos y cada uno. No debe faltar nadie. Convenzamos con comunicación. Deberíamos hacernos caso. Es bueno que demos con esa base natural que nos construye como sociedad.

Busquemos en la memoria lo que habría de regalarnos un acicate para aproximarnos a ese lugar donde seremos escuderos de una promesa que llamamos amistad. Los dones de otras etapas han de llevarnos a un instante de presencia constante y con el trámite de la buena relación, que aplicará los lances de aquellos que dijeron ser y no fueron en ese momento. No descartemos ese futuro más o menos cercano, que podemos confiarnos con la señera belleza de un nuevo retablo donde representaremos la felicidad y luego un poco de serenidad comunicativa, que será el preámbulo de cuanto está por ocurrir. Pongamos manos a la obra y dialoguemos sobre lo que ha sido y acerca de lo que nos gustaría que fuera. Es, la comunicación, como decimos, socorrida, necesaria y efectiva en todos los órdenes.

Juan TOMÁS FRUTOS.