El planteamiento comunicativo desde la escucha

Apostamos por una nueva visión, o por un refresco de la de siempre. Vivamos la comunicación escuchando, tendiendo puentes para conocer y para trasladar asuntos. La mañana nos llega con afanes de aprender, de ser, de vivir los aspectos comunicativos más nobles, más fortalecidos, más conformadores de una realidad plural, repartida, equitativa, grande, compartida. El fenómeno de la comunicación lo hemos de convertir en algo bueno.

Sí, aparece un nuevo día, amanece, nos conforta, nos añade como personas al ecosistema de la Naturaleza, que nos imprime más caracteres frontales. Sabemos más porque nos planteamos ese quehacer.

Nos gusta lo que se nos ofrece con unos reclamos donde hemos de demandar más aprendizajes. Nos insistimos con fórmulas y recetas con las que apostamos por un futuro que nos susurra al oído. Hemos de estar a la escucha. Es bueno, incluso necesario. La flamante jornada nos ha de facilitar los ánimos suficientes para asistir a cautelas y formulaciones para reponer la voluntad de otros momentos, nuestros para siempre, dados, insinuados, reales.

La existencia humana se compone de anécdotas y de situaciones que podemos elevar a categorías mucho más hermosas. Nos hemos de adecuar a planteamientos serenos, y para ello hemos de conocer lo que acontece, lo que nos imprime caracteres y semblantes con los que incrementar nuestros conceptos de ciudadanía. Hemos de ser, más que tener, y para perseguir y obtener ese afán debemos promover cambios, mutaciones tranquilas, sosegadas, sin prisas, pensando que, poco a poco, podemos adecuarnos y acercarnos donde más cosecha compartida podemos definir y recoger.

Los nuevos días han de traer quehaceres repetidos, ineludibles, y otros nuevos, que serán la salsa de las condiciones en las que nos vemos envueltos. Hemos de insistir. Las treguas han de ser para analizar lo que llevamos a cabo, pero, acto seguido, hemos de buscar sin descanso lo que nos puede hacer felices. El fin de la vida ha de ser fermentar y fomentar la dicha, para nosotros y para los demás. Esperemos que no falte.

Juntemos esos aspectos que nos han de dar el aguante preciso para acercarnos donde hemos de ser entre realidades dispares, complementarias, y ajustadas a intenciones con las que apuntar hacia lo más serenamente distinguible. Comunicación, siempre comunicación: es la base de la escuela que hemos de diseñar. La escucha es, ante todo ello, una necesidad, un planteamiento básico. Tengámosla como gran compañera. Los frutos de esa coyuntura que proponemos se transformarán en pura estructura, y eso, creo, será bueno.