Dispendios

Juan Tomás Frutos

 

Nadie duda que estamos sujetos a errores continuos. Los realizamos, los experimentamos, los sufrimos, y hasta nos los recuerdan, algunos, sistemáticamente. Yo creo, no obstante, en el olvido, en el derecho al perdón. Estoy convencido de que todos podemos cambiar, y, si es posible, si lo intentamos con tesón, para mejor.

Digo esto porque están de moda hoy en día los errores económicos que todos como sociedad podemos haber cometido. Es posible que, como sociedad, insisto en ello, hayamos sobrepasado nuestras posibilidades y que ahora tengamos que viajar no con crédito, que ya no tenemos, sino con el poco o mucho dinero que nos quede.

Las economías familiares pueden haber errado en algunas decisiones. No lo dudo porque conocemos a personas que han vivido por encima de lo que podían. Sin embargo, el sistema actual se ha llevado por delante a muchos que cometieron errores, y a otros, igualmente, que no se endeudaron o no se endeudaron en exceso. Los que han perdido el trabajo con mínimos sueldos de partida, y que hicieron inversiones modestas, no pueden ser acusados de falta de previsión. Todo el mundo desea vivir, y no precisamente con miedo.

Entre los 5.300.000 parados hay muchos que hicieron sus deberes, y que ahora viven un infierno. Entre los que actualmente pierden sus hogares asimismo los hubo que hicieron sus cálculos sin grandes alegrías. El modelo ha saltado por los aires, y todos lo estamos pagando de alguna manera, incluyendo el abono, también para todos, de impuestos más altos.

En todo caso, lo que más me llama la atención es que estamos contemplando como muchos que cometieron errores de altura en los niveles económicos siguen sus trayectorias sin más problemas, entre ellos los bancos y las cajas de ahorro, mientras los que recibieron préstamos no saben lo que les deparará el futuro. Hay millonarias inyecciones de dinero para reflotar el sector financiero (no digo yo que no debamos hacerlo), pero no se está llegando todo lo necesario a los niveles más bajos de la sociedad, que están sufriendo una auténtica hecatombe.

Dispendios ha habido muchos, demasiados. Lo sabemos, pero no podemos condenar a la generación que viene, a la que ha llegado, a la que debería despegar ya, a no poder trabajar, a no tener trabajos dignos, a no poder vivir en condiciones respetuosas, pues, de hacerlo, de consentirlo, cometeremos el peor dispendio: nos desaprovecharemos a nosotros mismos, lesionando nuestro tesoro más valioso: nuestra condición humana.

Juan TOMÁS FRUTOS.