Comunicaciones compartidas

Debemos manifestar a menudo esas comunicaciones que nos conectan y que nos hacen compartir un indeleble que nos fortalece y nos hace superar diversas situaciones más o menos complejas. Cada jornada, pensemos, nos recoge esa noche que nos enfrasca en las negaciones para aprender hacia dónde queremos desplazarnos. Nos infundimos un respeto que es admiración para conocernos a cada momento. Nos sentamos a la diestra de una intención con la que sumar ante las causas que no siempre detectamos, pero que inciden en las fortunas con las que crecemos un día sí y otro también, o deberíamos. No nos sustraemos, y sería nuestro deber, a las intenciones, a ésas que tú sabes, que han de arrimar el hombro ante las creencias que nos incluyen en esos planes con los que iremos en pos de una misión que hemos de realizar como posible que es.

 

Nos determinamos con resoluciones que nos aclaran las voces de aquellos momentos que nos han de determinar con sus causas más estimadas. No seamos entre incredulidades, sino con la adicción de buenos ideales, que deben darnos ese empuje para no quedarnos inmóviles ante todo lo que nos resta por hacer. Sellemos esas promesas que nos deben acaramelar las intenciones y los objetivos diarios. Seamos en lo posible, y esto lo define lo que pensemos, lo que creamos.
Suspiremos por las buenas promesas, por esos menesteres que nos encauzan con sus empresas señalizadas desde la motivación más cierta. Consolidemos las consideraciones con unos humos que han de ablandar los criterios, que deberán ser más flexibles, amoldándose a todo lo que nos queda por realizar. Formulemos las respuestas consensuando las posibilidades que unos y otros nos han de brindar. Olvidemos los malos avisos y construyamos la estructura de una conspiración para la felicidad.
Los elementos que nos envuelven han de tener las suficientes garantías para dar con esa paz que será equilibrio entre sonidos de fugacidad relativa. No sintamos como extrañas las aspiraciones de quienes creen en las verdades de unos criterios simpáticos. Flexibilicemos las circunstancias para otorgarnos esas vicisitudes que han de emparentarnos con las opciones que interpretamos como válidas y valederas. No cuajemos faenas que no nos sirvan.
Contestemos a esa serie de cuestiones que hasta ahora no hemos visto con la voluntad de antaño. Nos hemos propuesto un cambio en la hoja de ruta, que ha de mirar con más positivismo. Pongamos ese signo que es más, que es un plus, que es una danza que nos exculpa y que nos hace que experimentemos los sabores más lindos y jugosos. Sorprendamos a nuestros corazones con curas de aguerrida pretensión, con las que hemos de partir hacia una situación mucho más estimada, más genuina, más conformadora de lo que es el contexto con el que queremos narrar nuestras historias personales y compartidas. Repetimos los suspiros en nuestras conversaciones. De alguna manera quedan. Por eso debemos tener el suficiente valor para asumir con esperanza el riesgo del conocimiento, de la misma comunicación.