Buñuel contra el olvido

Exposición Los olvidados.

Memoria del mundo

Cuesta trabajo imaginar a un Luis Buñuel apenas entrado en la cincuentena, disfrazado de arrabalero, con un mono y un viejo sombrero de paja, y visitando lo más inmundo de los suburbios de México D. F., la gran cosmópolis que devoraba todo cuanto encontraba a su paso, acumulando chozas y barracones en unas afueras en las que sólo había sitio para la pobreza y el pesimismo.

Aquellas afueras son las que visitó Buñuel un día y otro en 1950 en su búsqueda de ideas, personajes y escenarios para una película que le rondaba la cabeza después de una prolongada sequía artística. Buñuel había asombrado al mundo por su atrevimiento y su espíritu libre con el rodaje de ‘Un perro andaluz’, ‘La edad de oro’ y el documental ‘Las Hurdes’, pero en los dieciocho años que siguieron a este documental apenas había rodado nada. Desde luego, nada de que tuviese cierta trascendencia.

Infancia marginada

Un buen día, leyó en los periódicos la noticia de que un niño de once años había aparecido muerto tirado en un basurero de México. Buñuel comenzó a interesarse por la situación de un sector de la infancia marginada e ignorada por sus familias y por las autoridades, y desgraciadamente demasiado abundante en los suburbios de las grandes ciudades. El director comenzó entonces a frecuentar el Tribunal de Menores mexicano, la cárcel de mujeres, las clínicas de deficientes mentales…, accedió a fichas e informes sobre mendigos y marginados que le iban impresionando más y más, conformando en su mente la idea de una película que denunciase esta situación.

Marginación en las grandes ciudades

La película es un retrato duro y sin concesiones, implacable y desazonador, sobre un sector de la población para la que no hay esperanza y por la que, sin embargo, como propone Buñuel en el prólogo del filme –en una tesis revolucionaria que se adelantaba a su tiempo-, hay que luchar e intentar poner todos los medios para que esto deje de ocurrir, para que los olvidados del mundo estén presentes en la memoria colectiva y se tengan en cuenta sus derechos como seres humanos:

Las grandes ciudades modernas, Nueva York, París, Londres…, esconden tras sus magníficos edificios hogares de miseria que albergan niños malnutridos, sin higiene, sin escuela, semillero de futuros delincuentes. La sociedad trata de corregir este mal, pero el éxito de sus esfuerzos es muy limitado. Sólo en un futuro próximo podrán ser reivindicados los derechos del niño y del adolescente para que sean útiles a la sociedad.

México, la gran ciudad moderna, no es excepción a esta regla universal. Por eso esta película basada en hechos de la vida real no es optimista, y deja la resolución del problema a las fuerzas progresivas de la sociedad.

Esta contundente denuncia, realizada en una fecha tan temprana como 1950, y plasmada en una historia y unas imágenes desgarradoras, han merecido su distinción por la UNESCO como imágenes patrimonio de la Humanidad, al incluirla en el registro de la Memoria del mundo.

Cine contra la injusticia

Las intenciones de Buñuel en el filme quedan reflejadas en su idea de lo que debe ser el cine: una denuncia de las injusticias que habitan el mundo: “Opino que una película, salvo que sirva para pasar el rato, siempre debe defender y comunicar indirectamente la idea de que vivimos en un mundo brutal, hipócrita e injusto. Y exactamente eso es lo que no suele hacer el cine”.

El director aragonés dejó claramente expresado su convencimiento de la importancia del cine como elemento constructor de nuestra sociedad: “Ha dicho Octavio Paz: ‘Basta que un hombre encadenado cierre sus ojos para que pueda hacer estallar el mundo’, y yo, parafraseándolo, agrego: bastaría que el párpado en blanco de la pantalla pudiera reflejar la luz que le es propia para que hiciera saltar el universo”.

Imágenes descarnadas

Lo descarnado de sus imágenes, filmadas en una espléndida fotografía que la emparentaba con el documental –un fenómeno agudizado por el hecho de estar rodado el filme en escenarios reales y con actores no profesionales- no pudo ser soportado por los propios mexicanos. La pobreza dista mucho de ser presentada aquí como un valor moral, sino como algo degradante. Los niños que aparecen en la película son seres marginados y vapuleados por la vida y por quienes les rodean, pero ellos son, a su vez, capaces de las mayores atrocidades –el escarnio perpetrado a un ciego o, posteriormente, a un hombre sin piernas, producen auténtica grima-. Todos son víctimas de un medio atroz y cruel, pero todos son, también, verdugos en una espiral que parece no tener fin.

El filme ponía sobre el tapete, como un cruel puñetazo, lanzado directamente al estómago de los espectadores, esa “porción de la vida nocturna”, según palabras de Octavio Paz, que vivía en las grandes ciudades, y que era imperceptible para casi todos.

La película se centra en las andanzas del Jaibo y sus compinches, un grupo de niños pobres de la ciudad de México. El Jaibo es un delincuente que acaba de escapar del reformatorio, y vuelve con sus antiguos amigos para recuperar su liderazgo. Un liderazgo hecho de violencia y bravuconadas crueles contra todo el que se cruza en su camino.

En el filme no hay lugar para la esperanza: Buñuel no construye un melodrama a la vieja usanza: la miseria, lejos de redimir a la gente la envilece. Nadie es inocente: no lo es el ciego, avaro y ruin hasta límites insospechados; no lo es el elegante personaje que se acerca a un niño prometiéndole un pastel, ya que se trata en realidad de un pederasta; las madres distan mucho del amor y la abnegación que se les supone por su condición; no lo son ni las más –supuestas- inocentes niñas, ni los abuelos. Y, desde luego, no lo son, los adolescentes protagonistas del filme, capaces de las mayores vilezas y hasta del asesinato.

Todos contra Buñuel

Sindicatos, asociaciones, ligas de profesores y medios de comunicación mexicanos se levantaron contra Buñuel, pidiendo su expulsión del país. Berta Gamboa, esposa del poeta León Felipe, insultó en el propio estreno al director llamándole miserable y asegurándole que iba a pedir que la ley cayera sobre él, pues consideraba que había falseado la realidad, ya que “esos niños no son mexicanos”.

La película se convirtió en un sonoro fracaso en su país, donde, en medio de sonoras protestas fue exhibida sólo durante cuatro días. Sin embargo, meses después, triunfaba en Cannes, consiguiendo para Buñuel el premio al mejor director. La crítica de medio mundo se deshacía en elogios hacia un filme que consideraba valiente, arriesgado y revolucionario. Esto, junto a las alabanzas que cosechó entre los intelectuales mexicanos, sería definitivo para que cambiase la opinión pública del país centroamericano que la película fuese vista por como un grito desgarrador, una llamada de atención sobre esa infancia que crecía en las grandes ciudades, ignorada por todos, tal y como rezaba el título.

Peter William Evans describía así esta circunstancia: “ Los olvidados en 1950 provocó el mismo tipo de explosión que ‘La edad de oro’ en París en 1930”.

La exposición

Desde el pasado martes día 28 de septiembre, y hasta el viernes 22 de octubre, podrá visitarse en la sala de exposiciones del Museo de la Universidad de Murcia, en uno de los pabellones del antiguo cuartel de artillería de la calle Cartagena, la muestra Los Olvidados, Memoria del mundo, una iniciativa que intenta difundir el reconocimiento por parte de la UNESCO del filme de Buñuel como Memoria del Mundo.

La exposición permite un acercamiento a través de diversas perspectivas a la película de Buñuel, insertando ésta en el seno de la obra del cineasta e incluyendo abundante documentación gráfica, críticas y premios.

Uno de los aspectos más llamativos e interesantes de la exposición, por su carácter de documento excepcional, son las fotografías que Buñuel realizó en los suburbios de México D. F., unas imágenes que constituyen un material excelente para conocer la visión que el cineasta tenía de esta realidad. Muchos de esos escenarios pasarían después a formar parte de la película, en una nueva muestra de la interrelación entre la realidad y la ficción, un territorio que tanto ha cultivado el cine desde sus inicios.

Entre los documentos incluidos en la exposición destacan diversos fragmentos del guión original, con acotaciones realizadas por el propio director durante el rodaje.

La película hizo correr ríos de tinta en una serie interminable de comentarios –no todos elogiosos, puesto que en su propio país suscitó una terrible y agria polémica-. La exposición incluye una abundante muestra de los mismos, tanto de los que se realizaron en el momento de su estreno como de otros muchos posteriores, en los que críticos, pensadores e incluso políticos, expresaron sus ideas sobre la película. Se incluyen en este apartado textos del propio Buñuel y algunas citas del escritor Octavio Paz, que fue el defensor más entusiasta del filme ya desde sus comienzos.

La muestra se completa con un detenido examen por todos los escenarios del filme a través de docenas de fotografías, así como algunas de las variadas obsesiones del cineasta aragonés, reiteradamente presentes en sus películas.

La muestra, organizada por el Centro Buñuel de Calanda (Teruel) se encuentra expuesta en la sala de exposiciones temporales del museo de la Universidad, antiguo cuartel de artillería.