Optimización de un saber más participativo

La era de Internet es la etapa auténtica del ciudadano, que se ve en el centro de un universo de aprendizaje de fines difíciles de mensurar. La vida es puro aprendizaje, y más cuando uno interviene en él sin tensiones y sin confines predeterminados. El progreso nos ha traído más cercanía, más opciones, pues los campos de la mecánica para saber son cada vez más sencillos de manejar. La democratización político-económica nos ha llevado a unas oportunidades mayores en cuanto al conocimiento.

Es evidente que las nuevas tecnologías de la información permiten unas participaciones que hace unos años eran impensables. Los nuevos instrumentos con los que trabajamos desde casa o en el trabajo nos invitan a ganar tiempo y a mejorar los rendimientos en cantidad y calidad. En una década hemos ahorrado, en las rutinas diarias, una media de tres horas de trabajo gracias a las TIC´s, según se ha puesto de manifiesto en los últimos foros dedicados a Internet celebrados en España.

Sin embargo, el tiempo que hemos obtenido como consecuencia del progreso experimentado en los más diversos órdenes, y eso es lo malo, no se utiliza precisamente para dedicarlo a la formación o al ocio. Una encuesta realizada por la Asociación de la Prensa de Murcia en el año 2008 entre Profesionales de la Comunicación señala que el 80 por ciento de éstos no tiene tiempo suficiente para reciclarse. Es cierto que la profesión de periodista exige mucha dedicación, y más en los años que corren, pero también es verdad que todos los oficios se ven abocados a volúmenes de trabajo enormes, muy por encima de lo que era necesario un par de décadas atrás.

Aparte de la paradoja de la optimización de las horas que transcurren y que no vuelven, como diría el poeta, nos hallamos ante el hecho positivo del incremento de una mayor participación en muchas áreas de nuestras vidas por el arte, la presencia y la generosidad de las nuevas tecnologías. Desde la posibilidad de la incursión en el ámbito gastronómico, al que podemos llegar con modernos aparatos programados, hasta el conocimiento de materias como la astrología o la mejora de nuestros saberes en conducción, ciencias jurídicas, el medio ambiente, etc. Podemos llegar a más sitios, a más esferas, a más disciplinas, e inmiscuirnos en ellas. Somos capaces, claro, gracias a esas tecnologías que nos ahorran conocimientos previos para acceder a algunas materias más o menos sesudas o complejas.

El universo de lo virtual

Hoy en día, podemos desarrollar la habilidad de hacer planos y diseños de edificios, así como juegos complicados de matemáticas. Asimismo, damos vida a relatos con programas de ordenador, lo que nos implica introducirnos en mundos hasta ahora desconocidos para no expertos y en un universo de lo virtual como componente que es de la realidad que nos circunda. El acceso al disfrute de determinados talentos es mucho mayor, más fácil, diríamos.

Los recursos informáticos van creciendo (lo hacen de manera infinitesimal), al tiempo que son más pequeños y más sencillos de manejar. Eso hace que no haya tanta pereza y tanto distanciamiento a la hora de recurrir a ellos y de sacarles el conveniente partido. Es todo como más cercano. Los hechos parecen indicar que ése es el camino emprendido y que hemos de proseguir, de modo que las generaciones venideras aún podrán seguir disfrutando de los nuevos inventos y de sus mejoras. La idea sería que la dicha de poder meternos en nuevos mundos y de ahorrar tiempo y dinero se invirtiese más en nosotros mismos, en nuestros espíritus, en nuestras subjetividades, con el propósito de que fuéramos más y mejores personas. Convendría, en este sentido, ver las conquistas científicas con un aporte humano sensacional, que lo tienen, pero, igualmente, hay que interpretarlas y utilizarlas con ese objetivo. Disfrutar de cada minuto que podamos con las nuevas tecnologías es una posibilidad que ha de traducirse en una oportunidad para crecer en todas las esferas de nuestras existencias. Debemos comportarnos con esa mirada. La vida existe de verdad cuando tratamos de optimizarla con los demás. Es cuestión de intentarlo y de advertir los resultados. Si el ser humano es la medida de todas las cosas, ahora puede contemplar que no hay medida, excepto la que busca el equilibrio y en ansia de saber por encima de todo, siempre en la idea de converger en la naturaleza de lo creado. Los valores universales siguen siendo (siempre lo han sido) la referencia.