Sentimientos digitales

Juan Tomás Frutos

 

La red está llena de detalles, de hechos, de numerosas circunstancias que podemos elevar a la condición de importantes, porque lo son, al menos para algunos de nosotros, aunque las percepciones siempre tienen su relativismo. En todo caso, hay numerosos datos, cientos, millones de cifras, caracteres, porcentajes, conceptos y claridades que nos han de llevar por sendas de consideraciones más o menos relevantes. Contemplar y analizar con relativismo y amplitud de resultados es una óptima opción.

Todo depende de cómo queramos, o podamos, ver y entender lo que nos sucede, lo que nos llega del entorno. Por ello hay que vislumbrar lo que se percibe superficialmente, y aquello que está un poco más soterrado. Lo que no siempre transmite Internet (aunque a veces sí, y para ello hay que hacer un esfuerzo como emisores y como receptores) son sentimientos, valores subjetivos, pues los propios soportes condicionan, como diría Mac Luhan, el mensaje. No todo lo que muestra, o intenta mostrar, el corazón se advierte en su dimensión más entendible o comprensible. Hay razones que no se otean a la primera ocasión. Por eso, el esfuerzo de empatía ha de ser mucho mayor. ¿Cómo comprender lo que nos dice el habitante de un país asiático, si a veces puede ocurrir que no somos capaces de ubicarlo ni siquiera en el planeta? ¿Cómo entender cómo vive alguien de otra religión, cultura o visión de la vida, si no hemos dedicado el tiempo suficiente a atender sus ideas y consideraciones existenciales? ¿Cómo percibir la injusticia o las circunstancias de los demás, si no pasamos un poco más cerca por ellas, si no nos detenemos, si no opinamos desde el sosiego y no desde la precipitación? La Red tiene sentimientos, muchos, y, a menudo, los explicamos utilizando los medios, instrumentos y soportes audiovisuales, que nos ofertan mucha cercanía, que siempre es muy comunicativa. Lo que pasa es que la instantaneidad e inmediatez nos dificultan algunas de las comprensiones que deberíamos defender a ultranza. Sin explicaciones, sin contextos, sin la seguridad que supone el empeño por conocer y la tarea diaria por saber algo más, es imposible que demos con las claves que se trasladan y que son, o pueden ser, muy informativas; y lo pueden ser si generamos, además de cumplir los clásicos cánones y con los elementos de los procesos de la comunicación, pro-actividad, escucha, atención, etc., cediendo, en paralelo, en nuestros planteamientos, no cerrándonos en banda, eliminando los ruidos, los filtros y los estereotipos, y abocándonos a la necesidad, siempre genuina, del conocimiento compartido. Las ideas, en sí, no nos hacen sabios, según nos decía Shakespeare. Hemos de saberlos interrelacionar, como nos apuntaba Víctor Hugo cuando aludía a que las bibliotecas son actos de fe que hemos de hacer palpables y posibles desde la inversión oportuna en el tiempo y en la dimensión que nos toque a cada cual. Los sentimientos digitales están ahí, pero, para dar con ellos, para consolidar esos aspectos y perfiles que definen lo que se nos quiere contar, es preciso que los analicemos e interpretemos de manera conveniente.  Si no los advertimos así, no veremos la mayoría de cosas que ocurren alrededor y que nos llegan a través de esa permanente revolución positiva que es y puede ser, y debe ser, Internet. Las contemplaremos, sí, pero el fin que hemos de perseguir es verlas ciertamente.