Reflexiones sobre la Danza Neoclásica

La historiografía en el ámbito de la danza acepta comúnmente el concepto de –neoclasicismo- para designar un período histórico y estilístico de la danza que comienza a gestarse en 1909, cuando Diaghilev y los Ballet Russes irrumpen en la escena Europea , se define a mediados del siglo XX con Lifar y Balanchine y llega hasta las postrimerías del siglo XX y principios del XXI, a falta de una revisión del término.

Proponemos en estas líneas, no una definición pero sí reflexionar acerca de lo que ha sido y tal vez siga siendo la danza neoclásica.

Durante la primera mitad del siglo XX se experimenta en tierras americanas una revolución sin precedentes en el ámbito de la danza. Isadora Duncan se manifestó en contra de los estrictos cánones de la danza clásica y proclamó una danza exenta de reglas, una danza libre. Poco después los nombres de Delsarte, Dalcroze, St. Denis, Humphrey, Graham, Limón, Wigman, Laban, etc. darían a conocer al mundo los preceptos de una danza donde movimiento y gesto concurrirían por primera vez en franca armonía frente al precepto clásico donde el máximo de belleza se conseguía por encima del estado emocional del intérprete. Este momento histórico será llamado por la historia de la danza como Danza Moderna. Paralelamente Diaghilev llegó a Europa para hacer temblar la escena con su concepto de espectáculo total, aglutinando todas las artes y a los mejores artistas e invitando a sus creadores a probar nuevos lenguajes y nuevas estéticas. Este sería el germen del nuevo estilo, y sus precursores serían Fokine, Nijinsky, Massine, Nijinska, Lifar y Balanchine que implicados en un concepto afín al de la danza libre de Isadora, plantearon nuevas formas de expresión partiendo siempre del lenguaje clásico.

Así crecía y se desarrollaba el estilo neoclásico que respetando las bases de la danza clásica cuestionaría sus formas y su narrativa. La evolución de este nuevo lenguaje a lo largo del siglo XX ha sido espectacular no solo por las aportaciones de sus creadores sino por la multiplicidad de códigos surgidos en función de la singularidad de cada coreógrafo. Podemos decir que la danza neoclásica ha sido el resultado de un replanteamiento constante acerca de la herencia de Petipa, haciendo llegar el lenguaje clásico hasta límites insospechados, incorporando en sus preceptos elementos de la modern y post modern dance, así como asumiendo su realidad contemporánea. George Balanchine se alzará como emblema de este nuevo estilo por su revolucionario concepto de la danza en sí, liberaba de la anécdota literaria, como de cualquier referencia ajena a la misma.

El término lo proponía por primera vez Serge Lifar en 1949 en su Traité de la Danse Academique para definir la reforma del movimiento y de la técnica de la danza que estaba llevando a cabo. Lifar habla de enriquecer la técnica clásica y alaba la resolución de Isadora Duncan por haberse lanzado en contra de una danza “antinatural y petrificada” aunque lamenta la carencia de base técnica de esta porque para Serge Lifar “Si el culto excesivo de la técnica provoca la ruina del arte, no puede haber arte sin técnica”

Pocos años después comenzó a aparecer el término en la prensa francesa generalizándose más tarde al resto de países para designar un estilo propio que sin alejarse de los preceptos básicos de la danza clásica parecía gozar de autonomía propia.

La danza neoclásica, hemos dicho, adopta fórmulas diversas a partir de los cincuenta, desde las posturas más refinadas como las de Lifar, Asthon, Tudor, Mac Millan, hasta las más atrevidas de Cranko, abstractas de Balanchine y expresiva de Robbins pasando por el eclecticismo de Béjart, Petit, hasta las más radicales y sincréticas de Neumeier, Forsythe, Kylián y quizás Mats Ek o van Manen que podrían situarse en el límite de lo que pudiéramos identificar como inequívocamente neoclásico.

Identificamos estas tendencias por la condición fundamental de estar en continuo proceso de reelaboración del lenguaje clásico lo que lleva implícito la búsqueda de nuevas formas. Desparece la rígida jerarquía impuesta por Petipa. No hay danzas para solistas, es el conjunto lo que cuenta. No hay grandes figuras, pero si bailarines completos. Las zapatillas de punta siguen su proceso de desarrollo en franca armonía con el uso de la zapatilla o con el pie desnudo. Otro importante factor del que Nijinsky fue precursor es la relevancia del rol masculino, el hombre ya no es el portador de la bailarina sino que ha llegado a asumir un protagonismo que en ocasiones llega ensombrecer al de la bailarina. El vestuario ha variado sustancialmente; desde las versiones más o menos tradicionales de los tutus largos o cortos, pasando por simples mallas, vaqueros, amplios vestidos, trajes de chaqueta, pantalones cortos, o ropa de calle. Por otro lado el planteamiento escénico es cuestionado también, no solo el derivado de Petipa sino también del mismo Diaghilev. Encontramos entonces desde el abigarramiento de elementos escenográficos para grandes producciones hasta el minimalismo absoluto para el pequeño formato, siendo ahora el juego lumínico el apoyo fundamental de la escena. Por último, otra gran aportación de la danza neoclásica ha sido en torno a la temática: textos narrativos donde se incluyen los problemas del hombre moderno, revisión del repertorio clásico hasta los ballets más abstractos sin argumento, minimalistas e intimistas.

Hoy día cuando no existen fronteras entre los diferentes lenguajes y estilos, cuando el estilo neoclásico ha evolucionado de formas tan heterogéneas en este final de siglo XX y principios del XX, cabe preguntarse si ya ha habido un agotamiento del lenguaje neoclásico y nos encontramos ante un nuevo periodo de reflexión.

 

Bibliografía :

 

BOURCIER, Paul, Historia de la Danza en Occidente Editorial Blume, Barcelona 1981

LIFAR, Serge La Danza Académica Editorial Escélicer S.A. Paris 1955

POUDRU, Florence Le style néoclassique, une maladie honteuse ? Journal de l´adc nº 39, Géneve, 2006 www.adc-geneve.ch

VV.AA. Los Ballets Russes de Diaghilev y España edición a cargo de Yvan Nommick y Antonio Álvarez Cañibano Archivo Manuel de Falla, Centro de Documentación de Música y Danza, Granada, 2000

KIRSTEIN, Lincoln Fifty Ballet Masterworks, from the 16th to the 20th Century Dover Publications, INC, New York, 2004