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“No tenemos respuesta para el misterio de la muerte, pero sí podemos acompañar, aliviar y combatir el dolor y el miedo”

Rafael Carmena Rodríguez, nuevo Doctor Honoris Causa de la Universidad de Murcia
Rafael Carmena Rodríguez, nuevo Doctor Honoris Causa de la Universidad de Murcia
Entrevista con Rafael Carmena Rodríguez, nuevo doctor Honoris Causa de la Universidad de Murcia: “Enseñar Medicina sin enfermos es como echarse a navegar sin cartas de navegación” “Cuando una persona está enferma, lo que quiere tener al lado es a otro ser humano que le atienda”
Pascual Vera

Acabó sus estudios de Medicina en la Universidad de Valencia hace ahora medio siglo. Fue en 1964 cuando Rafael Carmena Rodríguez se licenciaba con Premio Extraordinario, comenzando a partir de entonces una amplia formación que le llevó primero a Alemania y más tarde a la Universidad de Minnesota, becado por la Fundación Fulbright, incorporándose al laboratorio de Francisco Grande Covián. Tras cinco años en Estados Unidos regresó a España, y poco tiempo después recaló en una Universidad de Murcia casi familiar, cuya Facultad de Medicina estaba prácticamente en estado embrionario.

En 1975, como jefe del Departamento de Medicina Interna, formó parte de los primeros médicos que se incorporan a la Ciudad Sanitaria Virgen de la Arrixaca, que abrió entonces sus puertas. La Universidad de Murcia le vio convertirse en catedrático, y ahora, casi 40 años después de marcharse, vuelve a ella para ser investido doctor Honoris Causa. carmena 3El profesor Carmena es uno de esos médicos profundamente enamorados de su profesión, que sabe que en Medicina cuenta tanto la sólida formación de quienes profesan su oficio, como la amabilidad y el saber tender una mano al enfermo: “Cuando una persona está enferma, lo que quiere tener al lado es a otro ser humano que le atienda”, asegura. El profesor Carmena, que afirma haber disfrutado ejercer su profesión en las excepcionales condiciones que posibilitan los modernos avances científicos que tanto bien han hecho por los enfermos, se confiesa un fervoroso partidario de la sanidad pública, y cree que la medicina avanzaría muchos enteros si se posibilitara que el médico hablara más tiempo con el enfermo. Honestidad, humildad y respeto al enfermo son algunas de las características que según él no deberían faltar nunca en un médico: “Ninguna persona sobrepasada por el orgullo puede llegar a ser un buen médico”, afirma. Escuchándolo es difícil no sentir el deseo de que, cuando caigamos enfermos, podamos ser atendidos por alguien que profese sus mismas convicciones y, por qué no, la experiencia y el saber de este médico que ha impartido sus conocimientos entre varias generaciones de médicos, que ha publicado de manera profusa en revistas de reconocido prestigio, y que ha recibido numerosas distinciones de algunas de las más prestigiosas instituciones científicas del mundo. Ayer, día 21 de marzo de 2013, fue investido doctor Honoris Causa por la Universidad de Murcia, en un acto celebrado  en el hospital “Virgen de la Arrixaca” de Murcia, en el que actuó de padrino el profesor Francisco Javier Tébar Massó,  y en el que intervinieron Esteban Morcillo rector de la Universidad de Valencia, -donde Carmena ha trabajado durante décadas-, y el rector de la Universidad de Murcia, José Antonio Cobacho.
Un momento de la entrevista.-Pregunta: Vino a la Facultad de Medicina de la Universidad de Murcia en 1975, y ahora casi 40 años después, regresa a ella convertido en catedrático emérito. -Respuesta: Llegué a la Universidad de Murcia en febrero de 1975. Aún estaba estudiando su último curso la primera promoción de Medicina de la Universidad de Murcia, que acabó en junio de aquel año, y les di clase. Estuve aquí ocho años. Me marché a Valencia, que puede decirse que era mi universidad, cuando se produjo una vacante en la cátedra de Patología médica en octubre de 1982.  Con anterioridad había sacado la plaza de Jefe de Departamento de Medicina de la Arrixaca vieja, hoy Morales Meseguer, en 1974. Recuerdo que poco después, en mayo de 1975, inauguramos la nueva Arrixaca. Hubo que trabajar duro para poner en marcha aquel gran hospital.
-P: Y su regreso es para recoger la distinción como doctor Honoris Causa de la Universidad de Murcia, su primera Universidad. -R: Regreso jubilado, emérito en la Universidad de Valencia, y con mucha emoción a la que fue mi primera facultad. Recuerdo perfectamente mi primera clase como catedrático.
-P: Pero usted es asiduo aquí. -R: He regresado muchas veces, mantengo amistad con la gente de aquí. Incluso me invitaron los alumnos de la última promoción en la que estuve, en 1982, cuando cumplieron sus bodas de plata en el 2007. Realmente no me he ido  nunca del todo de Murcia. Tengo muchos lazos aquí. Estoy muy emocionado con el acto del Doctorado Honoris Causa.
-P: Ha transcurrido mucho tiempo ¿Cómo le han sentado estas décadas a los estudios de Medicina en la Universidad de Murcia? -R: Muy bien. Realmente ha cambiado muchísimo. La facultad de Medicina comenzó en la parte trasera de lo que era entonces el Hospital Provincial de Murcia, hoy Reina Sofía. Allí había cuatro aulas y poco más. El decano era decano comisario, y venía de Valencia una vez al mes. Había muy poco personal: muy pocos catedráticos y muy pocos alumnos. La primera promoción estuvo compuesta por 60 alumnos. Más tarde estuvimos dando clase también al otro lado de la calle, en el seminario diocesano hasta que nos trasladamos al campus de Espinardo.
carmena 4La teoría y la práctica
-P: En aquellos años se impartía la enseñanza en condiciones casi heroicas. Las clases prácticas casi no existían. -R: En ese tiempo hubo siempre mucho problema con las prácticas de los alumnos. Las autoridades de los hospitales de la Seguridad Social de la época no aceptaban que entraran en ellos alumnos universitarios a hacer prácticas. Era necesario que fueran hospitales universitarios, que perteneciesen a la facultad de Medicina, algo que no ocurría en el caso de la Universidad de Murcia. Aquel período fue muy difícil. Los alumnos hacían las prácticas que podían en el Hospital General, donde sí les dejaban, hasta que finalmente permitieron que la Arrixaca fuese también, como es lógico, un hospital universitario, y que los alumnos de medicina tuviesen una enseñanza práctica adecuada, como la que tienen actualmente.
-P: Es decir, que universidad y hospitales colaboran de manera adecuada. -R: Es que no se puede enseñar Medicina si no hay una enseñanza práctica, si no hay enfermos. Es como echarse a navegar sin cartas de navegación.
-P: ¿Existe en las facultades de Medicina un equilibrio entre los conocimientos que se imparten y la relación con el enfermo? -R: Es un tema que me preocupa mucho. Yo sigo dando clase como emérito, y continúo muy vinculado a mi asignatura. Siempre he mantenido una relación muy estrecha con mis colaboradores. Soy responsable de uno de los cuatro grupos que hay en la Universidad de Valencia del último curso de la carrera de Medicina, y creo que es un error no colocar la enseñanza práctica desde los primeros años. El alumno, en cuanto empieza a estudiar patología general, en tercero de carrera, ya debería estar en contacto con el enfermo. Deberíamos reducir, como hacen los anglosajones, el número de horas teóricas y aumentar la exposición a las consultas, a los pases de visita, a las salas de hospitalización… El principal elemento para enseñar Medicina es el enfermo. Es fácil acceder a los libros, y las clases deben servir para resolver dudas y aclarar conceptos, pero es el alumno el que tiene que aprender a aprender, porque esto es una carrera muy absorbente, el médico no puede dejar de estudiar nunca, de lo contrario, ¡pobres enfermos! Lo que enseñamos en la facultad está perfectamente actualizado, pero dentro de diez años, el ochenta por ciento habrá cambiado. La Medicina obliga a estar estudiando y actualizándose continuamente, algo que es muy fácil hoy día gracias a Internet
-P: Usted cita en su lección magistral una frase del Tratado de Medicina Interna de Tinsley Harrison: “no existe deber, responsabilidad ni compromiso mayor que la de ser médico”. Háblenos de esa idea. -R: Para mí la parte más atractiva de la Medicina es la capacidad que tenemos los médicos de poder ayudar a un semejante. Para ello, uno tiene que estar capacitado desde el punto de vista científico y tecnológico, pero también desde el punto de vista humano, de la comprensión, del cariño hacia la persona que sufre… A veces uno lee cosas sorprendentes, como que en el futuro los ordenadores resolverán todos los problemas de la Medicina al enfermo, o que se podrá conectar con ellos para decirles lo que tienen que hacer según sus síntomas. Pero cuando una persona está enferma, lo que quiere tener al lado es a otro ser humano que le atienda, que le cuide, que le coja la mano, que le quite el miedo a morirse… Necesitamos el contacto humano, eso lo sabemos todos los que hemos estado enfermos.
-P: Es decir, que a pesar de los avances registrados por la Medicina, el componente artesanal continúa siendo importante. -R: Y no desaparecerá nunca. Desde mi primera clase hasta la última, en 2013, el progreso de la Medicina ha sido extraordinario, pero sigue habiendo parcelas dentro de ella y de los problemas que te puede plantear un enfermo, que la ciencia todavía no ha resuelto. Ahí entra en acción esa parte artesanal que usted dice, que es moverse con la incertidumbre, pero con el sentido común y el respeto al enfermo, intentando poner siempre a éste por delante de cualquier cosa, e intentar encontrar la alternativa que vaya a redundar en su mayor beneficio.
carmena 6El prestigio del ojo clínico
-P: Afirma usted que en los últimos tiempos se ha producido la matematización de la Medicina. Háblenos de eso. -R: Durante muchos siglos, desde Hipócrates hasta finales del siglo XIX, los médicos basaban su prestigio en lo que se llamaba el ojo clínico y en hacer un pronóstico acertado. En el fondo, lo que el enfermo desea es saber qué futuro le espera, cuál es el pronóstico, el diagnóstico para él resulta más secundario. Hacer un buen pronóstico le daba mucha categoría al médico. Y los médicos buenos de otras épocas, en las que apenas existían medicinas que curasen, si habían visto a muchos enfermos, sabían cómo podía evolucionar la cosa: si iba a ir bien, si se iban a salvar… En eso se ha basado durante siglos el prestigio del médico hasta que hubo fármacos que de verdad curaban. Pero eso ya ocurrió a partir de finales del siglo XIX. Antiguamente había cuatro medicinas que servían: la colchicina, conocida y utilizada ya en el siglo I y que se sigue empleando para el tratamiento de la gota, el opio, conocido ya por los sumerios como “planta de la alegría” y recomendado por Hipócrates por su efecto analgésico, la quinina, que trajimos los españoles del Perú, servía para la fiebre y el paludismo, y que ha estado disponible desde el siglo XVII. Por último, la digital, descubierta en Inglaterra a finales del siglo XVIII, que continúa utilizándose para enfermedades del corazón. Prácticamente, hasta muyfinales del XIX y comienzos del XX, eso era lo que había. Después llegaron los arsenicales para la sífilis, los diuréticos mercuriales, la insulina, las sulfamidas, los antibióticos…, y ahora estamos ya con los anticuerpos monoclonales, con la cirugía a un nivel fantástico, con las células madre… La capacidad que tiene el médico hoy día para diagnosticar y curar es algo maravilloso. Lo que tenemos que hacer es usarlo con sentido común, con prudencia, buscando siempre lo mejor para el enfermo, y con el máximo respeto hacia él. Ahora hay fármacos fantásticos, que hay que tener mucho cuidado en cómo se manejan, porque también tienen efectos secundarios.
-P: Con esos pocos medios, resulta curioso cómo se llegó al descubrimiento de la diabetes: probando los médicos la orina dulce de aquellos enfermos, que, por otro lado, estaban condenados a muerte. -R: Fue un medico inglés, Thomas Willis quien se atrevió a probar la orina de aquellos enfermos, y comprobó que era dulce. La llamaron diabetes sacarina o diabetes mellitus, es decir, de la miel. Pensaban que lo que se estaba perdiendo por la orina era azúcar. Pero la palabra diabetes es mucho más antigua, procede del griego, y significa discurrir a través. Los médicos griegos y persas se dieron cuenta de que el diabético que hoy llamaríamos tipo I, comenzaba a orinar y adelgazaba extremadamente, hasta que en el curso de unos meses se moría. Lo explicaban diciendo que el organismo se diluía y excretaba todo el cuerpo  por la orina. De ahí su nombre: diabetes, que significa discurrir a través. El otro tipo de diabetes es la de los obesos, identificada sobre todo por la Medicina francesa del siglo XIX, cuando se separó la diabetes magra, que es la de los delgados, que sin insulina se morían, y la otra, en la que los enfermos sobrevivían más tiempo, porque no necesitaban urgentemente recibir insulina. carmena 5Investigación traslacional
-P: ¿Medicina clínica o investigación? ¿Dónde se encuentra usted más cómodo? -R: Yo soy clínico, pero hoy en día no se puede hacer medicina clínica, sobre todo a nivel de hospital universitario, como ha sido mi vida, si no tienes al lado un laboratorio de investigación que te ayude. Ahora se utiliza el término investigación traslacional, es decir, que lo que se investiga en el laboratorio, se traslada a una práctica clínica. Eso nos ayuda muchísimo, pero en realidad es una calle de dos direcciones, porque cuando los médicos estamos viendo a un enfermo, nos preguntamos por qué le ocurre eso, buscamos respuestas y se las pedimos a los que están haciendo investigación básica. Estamos en continuo contacto. La Medicina  es una aventura apasionante, y la suerte es que la podemos vivir al nivel del adelanto técnico y científico que tenemos ahora. Esto es algo que les digo a mis alumnos: que tienen mucha suerte, pues podrán ver una Medicina aún mucho más avanzada que la que he podido ver yo. Pero tampoco me quejo, porque la verdad es que he disfrutado en mi profesión de mejoras y de avances realmente extraordinarios.
Naturaleza curativa
-P: Y como afirma en su conferencia de investidura, “La medicina no puede esperar a que la ciencia la alcance, el ejercicio de la medicina sigue comportando una notable dosis de incertidumbre”. Es decir, hay que atender a los enfermos aquí y ahora, incluso aunque no haya soluciones científicas de momento para determinados males. -R: A veces estamos delante de un enfermo y comprobamos que no tenemos una respuesta científica razonable para él, pero por la experiencia previa de otros casos similares, por lo que existe en la literatura médica al respecto, podemos hacer algo para mejorarle y ayudarle. Afortunadamente, la naturaleza es sabia, y tiende a lo que los antiguos denominaban la vix medicatrix naturae, es decir, la tendencia de la naturaleza a reponer el daño, a curar. Y esto es lo que durante siglos y siglos ha salvado a los médicos y les ha permitido incluso respeto y prestigio en la sociedad. Durante muchos siglos, muchas cosas se han curado solas, y el médico ha sido un mero espectador. Durante muchísimo tiempo, el único prestigio que tenía el médico en la sociedad, (porque sospecho que de otro modo los hubieran eliminado a todos) se basaba la capacidad de predecir, de hacer un pronóstico acertado. -P: ¿Se puede, pues, afirmar que la amabilidad y el optimismo son terapéuticos? -R: Absolutamente. William Osler, el fundador de la medicina interna, era un médico famosísimo de Baltimore al que le venían a consultar de todas partes de Europa. Él  decía hace un siglo que la amabilidad y el optimismo eran terapéuticos. El cariño, la empatía con el enfermo y el manejar los pocos remedios que había era lo único que se podía hacer, y él manejó esto con mucho éxito. Hoy, desde luego, no se podría practicar Medicina sólo con amabilidad, pero tampoco a la inversa: esos señores que están detrás de un aparato o de un ordenador y que no escuchan ni le dan ni la mano al enfermo, tampoco es razonable, hay que unir las dos cosas. No tenemos respuesta para el misterio de la muerte, pero sí podemos acompañar, aliviar y combatir el dolor y el miedo. El paciente necesita percibir que para el médico sus problemas son de la máxima importancia y prioridad. Por encima de todos los obstáculos, los médicos debemos ayudar al hombre a ser un poco más feliz y encontrar en esa noble tarea nuestra propia cuota de felicidad.
-P: ¿De qué cualidades no debería nunca de carecer un médico? -R: En primer lugar la honestidad: ser honesto y buscar el bien del enfermo antes que el suyo propio. En segundo lugar la humildad. La Medicina nos enseña constantemente que tenemos que aprender de nuestras equivocaciones. Creo que ninguna persona sobrepasada por el orgullo puede llegar a ser un buen médico. La Medicina es una profesión que absorbe mucho, que obliga a estar al día, pero el médico debe tener también la capacidad humana de conectar con el enfermo, de inspirarle confianza, que sepan que su problema es lo que en ese momento más te importa. Con eso y las medicinas que existen hoy día, los médicos podemos hacer muchísimo bien. Creo que el médico debe ser “Vir bonus, medendi peritus”: un hombre moralmente bueno y técnicamente competente en el arte de curar y cuidar a sus enfermos. Hay otra frase que me gusta mucho, que procede de Nothnagel, catedrático de Medicina en la Viena del siglo XIX: “Sólo un hombre bueno puede ser un buen médico”.  Eso es algo que repito a los alumnos. En defensa de la Sanidad Pública
-P: ¿Cómo ve esa creciente tendencia a la privatización de la sanidad que se atisba en España? R: Yo me he formado y soy un ferviente defensor de la sanidad pública. Creo que los mejores hospitales que tenemos en España son públicos. Son los grandes hospitales de la red de la Seguridad Social que tenemos en España, como aquí en Murcia el de la Arrixaca.  Pero si la medicina privada se ejerce con honestidad, cubriendo los huecos  que la sanidad pública no puede atender porque la demanda cada vez es mayor, se puede llegar a un entendimiento entre las dos. Lo que no acabo de ver, y me parece un poco disparatado, es el tema de tener hospitales públicos con gestión privada. Mi objeción es de base: si se dirige un hospital con gestión privada, se puede interpretar que los gestores públicos no sirven, y no creo que eso sea así. A mí me gustaría que los hospitales públicos tuvieran gestión pública. Luego están los acuerdos puntuales a los que puedan llegar centros privados con los públicos para rentabilizar aparatos o cubrir problemas que no se pueden resolver en el tiempo adecuado. En la parte tecnológica se ha llegado a un acuerdo eficiente de utilizar los recursos, como el PET-TAC y el PET-RM, que son aparatos muy caros y que hay que renovar cada poco tiempo. Pero yo defiendo la sanidad pública, y siempre he aconsejado que los enfermos difíciles se operen en hospitales públicos.
-P: ¿Pueden los recortes mermar la calidad de esa sanidad española de la que hemos estado siempre tan orgullosos? -R: Yo espero que no llegue a ocurrir, porque hay recortes y recortes. Hay cosas de las que no se puede prescindir, y a eso todavía, al menos en el ámbito en el que me muevo, no se ha llegado, y espero que no se llegue. Pero hay que tener en cuenta que la sanidad pública tiene una carta de servicios muy amplia. España ha atraído a una cantidad de enfermos de fuera por el hecho de que aquí era todo gratis. Eso ha hecho que vinieran ingleses, alemanes, suecos… a ponerse la prótesis de cadera, hacerse el trasplante de riñón, de médula… En su país no se lo hacían gratis, pero aquí sí, y eso no puede sostenerse. Pero por una sencilla razón: porque no podemos pagarlo. Los recortes han empezado por ahí: limitar los abusos de este turismo sanitario. Y también ocurría algo así con las medicinas: medicamentos muy caros que se adquirían aquí con receta roja de la seguridad social, es decir, gratis total, y después lo mandaban al familiar del país de origen. Los propios enfermos españoles, que tenían que pagar sus medicinas, se quejaban con razón de esto.
Los médicos peor pagados de Europa
-P: Se habla ahora de una burbuja sanitaria en la que se ha incrementado astronómicamente el número de médicos ¿Está de acuerdo con eso? -R: No estoy al tanto de ese tema, desconozco el número de médicos que ejercen ahora en España.  Lo que sí sé es que el médico de la Sanidad Pública en España está muy mal pagado. Es el peor pagado de la Unión Europea, su sueldo es inferior al portugués y al griego, y tres veces inferior al inglés, que es el que conozco mejor. Tengo muchos alumnos que se han ido a ejercer al Reino Unido. Cuando los políticos españoles presumen de que la Sanidad Pública española es la mejor, habría que decirle que es a costa del esfuerzo y el sacrificio de unos jóvenes que han hecho una carrera de 6 años, una oposición al MIR, un MIR de cuatro o cinco años, y que luego están ganando mil euros al mes. Eso es indecente.
-P: ¿En qué sectores podría mejorarse el Servicio Nacional de Salud? -R: La base de todo el sistema es el médico de atención primaria. Es él quien criba y quien puede evitar la sobrecarga hospitalaria que existe actualmente con casos que no necesitan ir al hospital. Hay muchos problemas que se pueden resolver en el ambulatorio, en los centros de salud o en los propios domicilios del paciente. Y eso descargaría a los hospitales de muchos pacientes que no deberían estar ahí. Eso se podría resolver dando más tiempo por paciente a los médicos, para que estos se pudieran sentar con ellos y hacerles una historia clínica bien hecha. Pero sólo tienen cinco minutos para ver a un enfermo, todo se salda con recetas y, si no, con enviarlo a urgencias, donde se lo resolverán.
-P: Precisamente, la tónica de los últimos años ha sido la contraria, primar el escaso tiempo con el enfermo. -R: Y los enfermos, como no son tontos, optan por ir directamente a urgencias. Ahí está el cuello de botella. Los gestores tienen que darse cuenta de que la buena medicina necesita tiempo para hablar con el enfermo y explorarle. Hay problemas para los que se piden pruebas caras que no serían necesarias si el médico pudiera hablar 20 minutos con el paciente.
-P: ¿En qué terrenos nos sorprenderá la medicina del futuro? ¿Qué cambios se vislumbran para los próximos tiempos? -R: Aún nos estamos manejando con una clasificación de las enfermedades que viene de la Medicina francesa del siglo XIX. Pero el organismo humano es muy complicado. La cibernética y la teoría de sistemas nos ha enseñado que todo está conectado, que el organismo humano es global.    El problema fundamental que tenemos ahora son las enfermedades crónicas no transmisibles, que cada vez hay más: arteriosclerosis, diabetes tipo II, enfermedades del corazón, alzheimer, parkinson… son enfermedades que aparecen a partir de cierta edad, aumentan porque cada vez vivimos más años, y todo está interconectado. Buscar prevención para esas enfermedades requiere un conocimiento conjunto que sólo los ordenadores nos podrán dar. El médico tendrá que saberlo interpretar y aplicar tratamientos. Estoy muy esperanzado con esta teoría de las redes, de interconexión. Pronto podremos saber mucho más de las enfermedades. Creo que la medicina del siglo XXI se encamina hacia la prevención, la personalización y la participación del enfermo. Antes la palabra del médico era sagrada, el médico era el que decidía, pero hoy el enfermo está informado y debe participar en la toma de decisiones. Después de la secuenciación del genoma humano, que es el último gran paso importante, nos queda el cerebro, que es la última incógnita del organismo, la más complicada, pero también se resolverá. De hecho, yo vengo de visitar la Universidad de Berkeley, y me contaban que el presidente Obama acaba de anunciar un proyecto que aportará miles de millones para investigar sobre el cerebro y buscar soluciones para el alzheimer, el parkinson y las demás enfermedades neurodegenerativas en los próximos años. Y cuando se emplea en las investigaciones mucho dinero y gente preparada se obtienen buenos frutos.
Imagen del cuento El poder de pronosticar con acierto

El profesor Carmena recurre al cuento de los Hermanos Grimm “La muerte madrina” para ejemplificar la importancia que ha tenido el pronóstico en la historia de la medicina. El protagonista de la historia es el menor de trece hermanos, una familia muy humilde, cuyos padres están desesperados porque no pueden mantener a más miembros. Entonces se le aparece la muerte al padre y pide ser madrina del joven asegurándole que le ayudará y le hará rico como médico. Le comenta que la encontrará siempre al lado de la cama del enfermo. “Si estoy a la cabecera, podrás asegurar que le curarás; le darás esta hierba y se pondrá bueno. Pero si me ves a los pies de la cama, el enfermo me pertenecerá, y tú dirás que no tiene remedio y que ningún médico le podrá salvar.” El jovense hizo médico y la gente decía que era un gran médico porque sabía si los enfermos se curarían o no. Un día le llamaron para curar al rey, y comprobó que tenía la muerte a los pies de la cama. El médico pensó que quizás podía burlar a la Muerte y romper el pacto administrando las hierbas, y cuando lo hizo, comenzó a fallar en todos sus pronósticos. “Ahí se aprecia –afirma Carmena- la importancia del pronóstico en un médico, pero también ser prudente. En este sentido, el cuento refleja la historia de la Medicina durante muchos siglos, el poder de pronosticar con acierto”.
En primera persona

Es un error no colocar la enseñanza práctica desde los primeros años.

En el fondo, lo que el enfermo desea es saber qué futuro le espera, cuál es el pronóstico.

La capacidad que tiene el médico hoy día para diagnosticar y curar es algo maravilloso.

Durante muchos siglos, muchas cosas se han curado solas, y el médico ha sido un mero espectador.

El paciente necesita percibir que para el médico sus problemas son de la máxima prioridad.

El médico en España es el peor pagado de la Unión Europea.

La buena medicina necesita tiempo para hablar con el enfermo.

Hay problemas para los que se piden pruebas caras que no serían necesarias si el médico pudiera hablar 20 minutos con el paciente.

Tras la secuenciación del genoma humano nos queda el cerebro, que es la última incógnita del organismo.

Última actualización el Viernes, 22 de Marzo de 2013