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Javier Moscoso: “Existe un consumo muy grande de dolor ajeno y una notable falta de resistencia ante el dolor propio”

“La indignación es una seña de identidad del mundo desde la Revolución Francesa”

Profesor de Investigación de Historia y Filosofía de la Ciencia en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), Javier Moscoso trabaja actualmente en las pasiones de la modernidad. Su libro más conocido es “Historia cultural del dolor”, que ha sido traducido al inglés. En la Universidad de Murcia habló sobre Ciencia y Cultura, dos términos complementarios que lamenta que se citen a menudo como antagónicos.

El jueves 18, impartió la charla “Los retos que enfrentan las nuevas humanidades”, fue en el Pabellón 2 del Cuartel de Artillería. La charla estuvo enmarcada en  el curso “Nuevas Humanidades: Visualizaciones, Espacios y Prácticas”, coordinado por Juan Manuel Zaragoza y dirigido por los profesores de la Facultad de Filosofía, María José Alcaráz y Diego García Capilla.

En el Centro Puertas de Castilla intervino en el seminario “Curso de gestión Cultural y economía de la cultura”, organizado por el Centro Puertas de Castilla en colaboración  con el curso de especialista universitario en  Gestión Cultural y Economía de la Cultura de la  Universidad de Murcia, dirigido por Cristina Guirao Mirón y Jesús de la Peña.

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Javier Moscoso en la Facultad de Letras. Foto: P.V.

Habla para Campus sobre las nuevas humanidades, sobre las universidades del futuro, sobre sus carencias y sus retos, sobre injusticias y resentimientos, sobre los jóvenes y sus esperanzas…

-Pregunta: Uno de sus últimos libros es una “Historia cultural del dolor”. ¿Estamos los seres humanos preparados para el dolor que nos inflige la vida que llevamos?

-Respuesta: Sí, claro. Lo que también estamos preparados es para establecer patrones culturales que puedan regular el dolor que se considera innecesario e injusto. Hay un dolor positivo, que es el dolor que avisa ante una enfermedad o una lesión, pero también hay un dolor emocional, o físico crónico, para el que hay que estar pertrechado tanto desde el punto de vista clínico como político.

-P: Y el nivel de resistencia al dolor ¿ha ido creciendo o disminuyendo? ¿Se sufre ahora más que antes o al revés?

-R: Hay distintas teorías sobre esto. Lo que está claro es que se sufre de manera distinta, y que no todos los dolores producen las mismas experiencias en distintos contextos culturales. Esto sí se sabe, pero resulta muy difícil establecer una cuantificación de mayor o menor. Para algunos investigadores,  las  sociedades, cuanto más refinadas son desde el punto de vista de su sensibilidad, tienen un umbral de dolor más alto, pero  eso no es  siempre contrastable.

Al igual que existía en la Edad Media, ahora existe un consumo muy grande de dolor ajeno y una notable (y esto no existía en la Edad Media) falta de resistencia ante el dolor propio. Es decir: se consume tanto el dolor ajeno como se pretende evitar el propio con un uso masivo de fármacos.

-P: Si tuviera que hacer una radiografía del dolor del español actual, ¿Cuál podría ser? ¿Cuáles son los temas que nos causan más dolor a los españoles?

-R: Mi impresión es que el mayor problema sigue siendo la injusticia, a todos los niveles. Y esto lo que yo creo que produce un desencanto tanto desde punto de vista social como político. Se puede aceptar el dolor cuando va regulado o va seguido por una situación de esperanza, o bien se considera que es inevitable, pero lo que se tolera muy difícilmente es el dolor que se considera injusto o evitable.

Y desde el punto de vista político y social, es difícilmente tolerable la injusticia presente todos los días en los medios de comunicación, bien sea en casos de corrupción o en otro tipo de asuntos de naturaleza más social aflora permanentemente. En realidad nuestro mundo contemporáneo podría ser perfectamente definido como un ansia permanente de justicia.

-P: ¿Y cuáles son las pasiones de la modernidad, un tema en el que ha trabajado durante los últimos años?

-R: Las pasiones en las que yo trabajo son sobre todo pasiones de la rivalidad como la ambición, la envidia, los celos, el resentimiento… Son pasiones que en general van ligadas a la ambición, no tiene, por qué ser necesariamente emociones o pasiones negativas, que han tenido un exponente a lo largo de nuestro mundo contemporáneo. Estas son algunas de las pasiones de la modernidad, lo cual no quiere decir que no existieran antes, sino que han eclosionado y conquistado la forma en la que se construye el mundo contemporáneo.

-P: ¿Qué mueve más a la humanidad el amor o el odio?

-R: Prefiero pensar que el amor, por eso me da la impresión de que a pesar de todo, en algunas cuestiones se avanza, aunque el odio está muy presente y hay comportamientos humanos que no  pueden explicarse desde ningún otro punto de vista.

-P: ¿Es la indignación una seña de identidad de la sociedad actual?

-R: Sí, la indignación es una seña de identidad del mundo contemporáneo a partir del momento en el que hay un conjunto de promesas, que establece ya la Revolución Francesa, que son promesas incumplidas. Tienen que ver con una mayor democratización de los Estados, una mayor igualdad, ausencia de la injusticia que supone que la procedencia, la geografía, o el oficio de los padres influya en los desarrollos y las recompensas que tienen los seres humanos. Todo esto, como se sigue comprobando  hoy en día,  han sido promesas rotas la mayor parte de las veces.

La idea tan meritocrática,  de que podíamos llegar a una sociedad justa en sus fines y ética en sus medios,  se ha visto desbaratada muchas veces. Así pues, la indignación  o el resentimiento es una opción emocional y política, que aflora en distintos momentos de la historia. Ahora vemos, hemos visto y seguimos viendo uno de ellos.

-P: ¿Cómo ve Javier Moscoso la Universidad Española actual?

-R: La Universidad Española actual se parece mucho a una corporación, y, siento decirlo, las corporaciones son estructuras feudales que, en general, luchan por sus derechos tanto en lo que tiene que ver con sus mecanismos de contratación, como lo que tiene que ver con sus formas relacionadas con la recompensa dentro de la propia corporación. Por eso no conseguimos desembarazarnos ni de la endogamia, siempre tan temida, ni de otros asuntos como el hecho de que la Universidad Española intente por todos los medios sus propios derechos e intereses antes que intentar ser una estructura abierta a la sociedad y en plena comunicación con la sociedad.

Creo que es necesario hacer una reflexión muy profunda de qué es la Universidad Española, qué  es la investigación y qué es la docencia en España, y cómo se puede salir de esta situación de ahogamiento y estrangulamiento de las ilusiones y esperanzas de muchos jóvenes.

-P: Hoy hablara en la Universidad de Murcia sobre ciencia y cultura. Cree ¿que deberían estar más involucrados  estos dos términos que a menudo parecen  antagónicos?

-R: Claro, ese es el problema, que a menudo parecen antagónicos. Desde el punto de vista político, el  Ministerio de Cultura algunas veces está con educación, y otras veces es ciencia la que está con educación.

La relación entre ciencia, cultura y educación debería ser mucho más global y también más abierta,  para evitar falsas fronteras entre museos y universidades, falsas fronteras entre medios de comunicación e investigación.

Hay infinidad de lugares donde los comportamientos se rigen por tradiciones corporativas antes que por el interés social, y eso tiene que cambiar. Uno de estos aspectos es, sin duda, la relación, que ya empieza a ser muy fructífera, entre elementos de la ciencia y la investigación básica, y elementos de la cultura, incluyendo los elementos de creación y de creación artística. En algunas de las universidades de más renombre del mundo ya existen figuras como artistas en residencias, es decir, que ya se considera que la investigación y la creación no son ámbitos separados. Casi nunca lo han sido, pero las sinergias falsas y las estructuras propias del siglo XIX nos han llevado hasta aquí. El mundo que se merece el siglo XXI debe reflexionar sobre esto.

-P: Uno de los temas que abordará en una de las conferencias que va a pronunciar en Murcia son los retos de las nuevas humanidades. Háblenos de ellos.

-R: Las nuevas humanidades no pueden estar regidas por ámbitos disciplinarios, sino por problemas. Lo que interesa son los problemas, no las disciplinas. Lo realmente importante son las cosas significativas  para  las personas, lo que tiene relevancia dentro de los nichos disciplinarios sobre las corporaciones universitarias. Necesitamos problemas y los que son realmente importantes no se pueden responder desde un solo punto de vista. En consecuencia, la multidisciplinariedad no puede ser una condición para que a alguien le den proyectos de investigación sino que es una necesidad de los grandes problemas que se investigan.

Otro aspecto es la globalidad de las nuevas humanidades. Hay una especie de visión Neodarwiniana que afirma que si no puedes competir constrúyete un nicho. Pero en los tiempos presentes, ni siquiera los nichos están fuera del mundo. Vivimos en un mundo global, nos comunicamos a través de los medios de comunicación, de las redes sociales, las bibliotecas tienen acceso libre a la información y los problemas son globales. Así pues, la incapacidad para pensar globalmente, tiene que ser eliminada.

Es preciso atravesar barreras, poner a la universidad en relación con la museística, la cultura, con la empresa… el objetivo es abrir la universidad al mundo.

 

En primera persona

Nuestro mundo contemporáneo podría ser perfectamente definido como un ansia permanente de justicia

Hay que atravesar barreras, el objetivo es abrir la universidad al mundo

Hace falta una reflexión de cómo salir de la situación de estrangulamiento de las esperanzas de muchos jóvenes

La relación entre ciencia, cultura y educación debería ser mucho más global