Hasta siempre, Mariano

Juan Tomás Frutos

 

Mariano se ha ido, se nos ha ido. Su imaginación desbordante ha aterrizado en el paraíso de las voces de corazón. Todo ha sido tan repentino que no acierto a saber lo que ocurre, lo que ha pasado. ¿Por qué? Era tan joven, por dentro, por fuera, en su expresividad, y nos regalaba ese aspecto tan entrañable y esa panorámica tan divertida de la vida, que uno se queda pesaroso por la fatalidad del destino, que, en éste como en otros casos, nos golpea con una fuerza de la que es difícil sobreponerse.
La profesión periodística llora la ausencia de un locutor de radio extraordinario, de esos que han aprendido el oficio a fuerza de mucho trabajo, de un enorme pundonor, de dar brillo a la voz, al talento, al tiempo, aprovechado todo con hermosura y bondad. Sí, Mariano era buena gente, de esa gente querida a primera vista y luego, cuando lo tratabas, aún lo querías más, pues se mostraba como era, con buenos propósitos y con actitudes de mejora y de entrega a los demás.
Su voz, se ha dicho, era de las más famosas del espectro radiofónico. Es verdad, pero yo destacaría la cercanía que transmitía, su buen humor, el positivismo que trasladaba, lo cual hacía que, sin darte cuenta, te condujera con sencillez por los relatos, historias e informaciones que te contaba. Había ternura en su palabra y en sus tonos, en su lingüística y en su metalingüística. Fue un ejemplo para la profesión, para nuestro gremio, tan necesitado de puntos de apoyo en positivo como el que nos ofrecen gentes como Mariano.
Ahora tenemos por delante una etapa complicada, que es afrontar la vida sin su presencia física. Sí que poseemos sus ejemplos, sus delicadas miradas, sus improntas, su quehacer y sus magníficos directos glosándonos esa Región suya a la que tanto amaba, como nos demostraba cada día. Sabía elevar las anécdotas cotidianas a puras categorías, y por eso siempre le estaremos en deuda.
Lo bueno de las gentes que vivimos de la Comunicación es que sabemos que la Comunicación persiste, que se transforma de mil maneras diferentes, que todo lo importante permanece en el indeleble estadio y estado de las sensaciones y de los sentimientos. Mariano fue una persona apasionada y querida, y con esa imagen extraordinaria nos quedamos, así como guardaremos por siempre la obligación de intentar ser tan buena gente como él lo ha sido. Gracias, estimado Mariano, por tu quehacer. Tu voz, en nosotros, con nosotros, por nosotros, no se apagará nunca. Hasta siempre.