El Cabaret y los sueños de Álvaro Peña

El artista expone en la galería Romea 3alvaro peña

 

No sé si la vida es un cabaret, como nos cantaba Liza Minnelli. Seguramente es un cúmulo de espectáculos, recordando un tema apoteósico de uno de los más altos talentos musicales, Freddie Mercury. Es probable que uno de esos espectáculos sea un cabaret de voces múltiples y complejas en su definición.
Compleja es también la factura de nuestro querido artista Álvaro Peña, que, en los dos últimos años, ha pegado un “triple salto” en su percepción profesional, y, así, sus cuadros nos ofrecen unos personajes tan rotos como extravagantes, tan coloridos como duales y variados. Son tan de todas partes y de ninguna que nos llenan de preguntas y puede que hasta de zozobras. Mírenlos.

El título de la exposición que aquí se van a encontrar (seguro que no es por casualidad) es ya, en sí, llamativo: “El cabaret de los sueños perdidos”. Cabaret significa, según nos desbrozan los diccionarios, taberna, y, abundando un poco más, se trata de un lugar para unos espectáculos muy particulares donde se mezclan canciones, bailes divertidos, mucho humor y más entusiasmo. El ritmo musical es el hilo conductor. Las voces están repletas de alegría en estos sitios, pero también de sabores y de aromas amargos. La ambivalencia es propia de la vida, que es agria y dulce a la vez.
Sí, los personajes retratados en esta treintena de obras, en técnica mixta, acrílico y acuarela, son harto imposibles, pero, al tiempo, nos enseñan trazos humanos más que reales, entre insinuaciones, en actitudes forzadas, en combinaciones que invitan a la reflexión melancólica y fragmentada, como los propios cuadros, basados en un conocimiento profesional que, por depurado, por ensayado, por estudiado, es muy preciso y nada improvisado, aunque parezca otra cosa a primera vista.
Álvaro Peña, en su confección pictórica, se acuerda de algunos de los grandes, de Gustav Klimt, de Egon Schiele y de Toulouse-Lautrec, entre otros, pero los supera, porque ahora (sí, ahora) quiere ser más libre que nunca. Ha dominado la técnica durante muchos años, o puede que fuera ésta la que le contrajo a él. Sin embargo, ese tiempo ya pasó. Actualmente se adentra en su en otro momento realismo estético o insinuado y prosigue una aventura que le transporta hacia el surrealismo en un modo concebido particularmente por él.
Confiesa que su inspiración (puede que su obsesión) es la obra “El retrato oval”, de Edgar Allan Poe, una inspiración para huir hacia ninguna parte. Quiere ser él mismo en busca del río de la vida, como el Kim de Rudyard kipling. Ha dado con una nueva factura donde se reconoce, porque sigue inmiscuyéndose por un itinerario donde encuentra a ese yo por el que siempre ha pugnado tras décadas de trabajo pictórico. Es, el que disfrutamos, su nuevo ego, o puede que el de siempre, ahora hallado en un difícil equilibrio, al igual que sucede con sus figuras, que adquieren unas vivencias extrañas e ignotas.
Sus personajes aquí retratados son demonios y ángeles, mujeres y hombres, guapos y feos, fuertes y débiles, rudos y suaves, queridos y odiados, atrayentes y oscuros, cargados de coloridos y de olores que nos ubican y desubican con sueños y realidades por igual, sin que sepamos catalogarlos ni emplazar nuestros pensamientos e ideas respecto de lo que nos transmiten… En esta polivalencia ha sido muy consciente Álvaro Peña, que ha cargado de dudas una fantasía que es un puzle de lo cotidiano, que seguramente pasa a nuestro lado, pero sólo unos elegidos, como nuestro artista, saben descifrarlo.
Nos regala, pues, con esta exposición una especie de manual de vida, de existencia, con una interpretación que supera incluso a las palabras de Théophile Gautier, quien nos recordaba que “el fin del arte no es la reproducción exacta de la realidad”. Una muestra de ello, de la superación de lo que oteamos, son estos cuadros que, aunque sujetos a las dimensiones pictóricas, viajan más allá del trazo y se colocan en nuestra retina, en nuestro corazón y en nuestra mente. Tanto es lo que nos resaltan que por eso hemos tenido que organizar este segundo pase de nuestro especial “Cabaret”, con el propósito de que no se pierdan su música, sus mensajes y sus existencias de ilusionistas.
Señoras y señores, todo está por suceder en este “Cabaret de los sueños perdidos”. ¡Sean bienvenidos!