Aprender del trasiego comunicativo

La comunicación supone un trasiego de circunstancias, de hechos, de interpretaciones, de informaciones en definitiva, que hemos de optimizar. No sé dónde quedan las reservas de aquellos cumplimientos que nos guardaron de algunas dudas. Hay que sacar toda la ilusión posible a la comunicación. Nos regalamos cada día, en el intercambio informativo, pormenores que nos previnieron de elementos que fueron paseos en las nuevas situaciones que podrían exponer lo que somos, lo deseable, lo más agradable.

Nos mostramos con fundamentos, gracias a la comunicación, que nos insisten en obligaciones que fueron implementos de necesidades. Malgastamos mucho tiempo. No sé si la vida es siempre como parece, pero sí que debemos afanarnos por su mejora constante. La conversión al diálogo, si no lo practicamos, es la máxima que hemos de definir. Perfilemos luces ante las sombras de la narración no practicada o inacabada.

No sé por dónde queda la salida. Sí digo que los movimientos nos han de centrar con recortes de necesarias prioridades. Iremos a contarnos cuestiones que serán responsabilidades con blandas caricias. Nos daremos más posibilidades. Hemos acudido a otras señales. Las jornadas pasan con inicios de etapas que serán parte de protagonismos extraños. Nos hemos puesto en ese hueco donde consentimos representaciones novísimas. La solución a los conflictos siempre existe, como para ello ha de darse la voluntad firme. Las enmiendas precisan de deseo para que fragüen.

Comprender es vivir, y vivir es entender que todo es necesario para que el mundo se interprete de la forma más adecuada. Debemos llegar a aprender desde la consciencia de una existencia multicolor, con variables, con mejoras, con intenciones y desarrollos posibles en los cuales hemos de creer con certeza y posición sin dominios. Nos debemos emparentar con las causas que son formas entre normativas de obligado cumplimiento. Mandemos el amor para subsanar y curar el dolor. Nos hemos de maravillar con lo que ocurre, que ha de servir de auspicio ante lo que nos rodea.
Aglutinemos esfuerzos. Hemos de hacer acopio de lo que nos complace y surgir ante los efectos de quienes van y vienen con una soltura propia de las consumaciones más creíbles. Nos hemos dicho mucho, y más que nos glosaremos con el transcurrir de ciertos tiempos que serán empáticos. Hagamos caso a la vida misma con sus fines más o menos solubles. Nos hemos de maravillar. Surgen causas y efectos con ese retardo que podría ser maravilloso si lo utilizáramos para obtener más tiempo con el que seguir ese deambular sin ideas aparcadas o preconcebidas.
Las sensaciones nos han de hacer vivir en ese trasiego que nos pone y dispone con acuerdos salubres y nada sesgados. La base para esa dicha comunicativa que tanto intentamos consolidar está en perseguir y mantener toda la soltura de la que seamos capaces en el intento de dar con respuestas y de aprender a hacer preguntas, varias preguntas, todas la posibles. La postura parece coherente, y, como tal, hay que mejorarla. No tengamos reparo en comunicar. De todo este ir y venir de acontecimientos, opiniones y deseos podemos y debemos aprender, y seguro que ello nos hará más felices, como así es. De ahí que hagamos reiteradamente una firme defensa de todo lo que es comunicación.