Nos superaremos cada día

Juan Tomás Frutos

 

Tendremos que vernos en otro lugar, con las mismas razones, para entender que lo básico no nos puede fallar. Hagamos que funcione la vida con la máxima diligencia. Podemos hacer mucho.

Suspiremos con esos registros que nos devuelven a las respuestas de antaño, de siempre, con recuerdos posibles. No hemos dado con las llaves de otras etapas, pero lo cierto es que necesitamos otras nuevas.

Lo factible ha de realizarse desde la buena voluntad, desde lo mejor posible, con llamadas a esas creencias en las que nos devolvemos a los instantes más equilibrados. Despertemos a lo que tiene una esencia que construye.

Movamos esas fichas que radiografían lo que fuimos y cuanto experimentamos. No nos fuguemos de los propósitos más reales. Hemos de hallar las opciones más desarrolladas con planteamientos para conglomerar lo que precisamos.

Llueve vida, y vida recogemos en nuestras relaciones con los demás. Hemos de buscar y de aclarar lo que nos brinda un cierto escepticismo. Nos afirmamos en lo extraordinario. Nos hemos de dar lo válido. Tomemos lo que nos complace con la obligación de dar más que recibimos. Nos superaremos cada día, si queremos, que podemos.

Evitemos el ruido

Juan Tomás Frutos

 

Sorprendamos a las razones con esa alimentación intelectual que suma en los casos más gratos. Nos hemos de engarzar a las provisiones que nos plantean arreglos de gran embalaje.

Construyamos esa estructura que nos organiza y define por estadios, por partes, procurando avanzar en los desarrollos más extraordinarios. Digamos aquello en lo que creemos, y cooperemos para progresar solidariamente.

Nos hemos de vestir de esas ideas que nos integran en empeños comunes, coaligando las experiencias más lustrosas. No acabemos las obras sin ver por qué derroteros nos pueden llevar.

No tengamos excesivas prisas, que aconsejan mal. Nos hemos de preparar para el destino, que está lleno de opciones de todo tipo. Saquemos lo óptimo de cada ocasión, hasta donde podamos, siendo libres, procurando pocas cargas, que nos paran excesivamente.

Marquemos esos ideales que nos sacan del pesar que nos silencia. Evitemos el ruido y entronquemos con esas líneas que nos aproximan a soluciones e inicios recurrentes. Podemos.

Fallece el Doctor Honoris Causa de la Universidad de Murcia Manuel Albaladejo

El profesor de Derecho Manuel Albaladejo, durante su investidura como Doctor Honoris Causa por la Universidad de Murcia
El profesor de Derecho Manuel Albaladejo, durante su investidura como Doctor Honoris Causa por la Universidad de Murcia

 

El pasado sábado 7 de abril moría en Madrid Manuel Albaladejo García, trigésimo Doctor Honoris Causa por la Universidad de Murcia. Albaladejo, nacido en Cartagena en 1920, había sido investido con este título el 28 de enero de 2009, un cargo que ostentaba también por las universidades de Granada, Córdoba, Oviedo y Alicante.

La pasión por su profesión y su capacidad de trabajo estuvieron siempre fuera de toda duda. Las 30.000 páginas escritas por Manuel Albaladejo García en forma de artículos y libros, y los miles de alumnos formados en su especialidad de Derecho Civil en varias universidades españolas, hablan a las claras de una pasión y de una devoción por su materia, auténticamente extraordinarias. Campus digital rescata la entrevista que se le hizo con motivo de su investidura.  Sigue leyendo Fallece el Doctor Honoris Causa de la Universidad de Murcia Manuel Albaladejo

Miguel Laparra: “La crisis nos ha mostrado muchas debilidades del estado de bienestar”

Miguel Laparra

“La crisis ha puesto una lupa de aumento sobre los problemas sociales que ya existían antes”.

“En España estamos asistiendo al acta notarial del fracaso de las políticas sociales”
Miguel Laparra Navarro, profesor de Política Social de la Universidad Pública de Navarra es especialista en temas de migración y políticas sociales, autor de libros como “La construcción del empleo precario”, “Extranjeros en el purgatorio. Integración social de los inmigrantes en el espacio local” o “Exclusión social en España. Un espacio disperso y diverso en intensa transformación”.

 

Ayer martes día 6 de marzo de 2012  estuvo en la Universidad de Murcia, donde participó en la mesa redonda organizada por el Aula de Debate: “Debates en torno a la exclusión social en época de crisis”, donde analizó los efectos de la crisis en los procesos de exclusión social en los que se ven inmersos cada vez más colectivos y desde diferentes ámbitos: ingresos, trabajo, vivienda… Laparra habla en esta entrevista para Campus Digital sobre la situación actual de la exclusión social en España y la repercusión en la misma de la crisis económica.  Sigue leyendo Miguel Laparra: “La crisis nos ha mostrado muchas debilidades del estado de bienestar”

Nos vamos de compras… ¡por Internet!

Una de cada 10 personas que compra por Internet no adquiriere el producto que ha solicitado y el 54 por ciento de las que han participado en la encuesta realizada por la Asociación para la Investigación de los Medios de Comunicación en febrero de 2012 ha tenido problemas de phishing.

No obstante, 6 de cada 10 encuestados ha hecho una compra online en el último mes, por lo que podemos apreciar que los consumidores cada vez hacen más transacciones en Internet, así que, ¡esta red está aquí y ha llegado para quedarse!

Por esta razón te hablamos de la percepción del riesgo que tiene el consumidor, de las indicaciones que podemos seguir para evitar el mal uso de nuestros datos personales y de las investigaciones que se realizan para que la compra por Internet sea más segura.

Nos vamos de compras… ¡por Internet!

Precio y valor

Juan Tomás Frutos

 

Las cifras nos llevan de cabeza, y todo parece ascender o descender en el sentido contrario al esperado, deseado o conveniente. El mundo que conocíamos de manera más o menos reciente se hace añicos por momentos, y nos vemos envueltos en una espiral difícil de detener.

Los precios suben, y los que bajan son para arruinar a quienes invirtieron. La lógica de las cuestiones fundamentales ya no es ni tan esencial ni tan diáfana. Hay muchas respuestas a unas cuantas preguntas sobre el futuro, y lo malo es que no nos ponemos de acuerdo en lo que hay que hacer o en lo que debemos esperar.

Entretanto, hay miles, millones, de personas que pierden sus empleos, sus  casas, la dignidad a la que tienen derecho, y un marchamo de pesimismo se impone ganando a propios y extraños. No parece haber salida, aunque la hay. Siempre la hay.

Nos subrayamos a nosotros mismos que hemos hecho muchas cosas mal. Así será, así fue. Nos decimos que no tenemos arreglo. Alguno tendremos. Lo peor es que vacilamos en las actuaciones que debemos desarrollar, y, cuando tomamos decisiones firmes, son otros los que dudan y nos hacen vacilar igualmente.

Pensábamos que los números, que las matemáticas, que las estadísticas, que los programas informáticos, nos podrían sacar de cualquier situación enrevesada y compleja. Ahora lo que vemos es que, si salimos adelante, es con la subjetividad de la amistad, del amor de las familias, y de los apoyos de vecinos y de compañeros de viaje. Si no los tenemos, si no los hemos conseguido, o si nos hemos equivocado en la elección, todo empeora. Los que mejor pueden soportar las crisis son los que no están solos, les vaya como les vaya.

Las cifras financieras son las que aparecen cotidianamente: malas, e incluso peores. No obstante, por encima de ellas está el ser humano, que no ha de perder los valores intangibles que nos han hecho grandes, que nos han permitido prosperar.  El sentido de la vida va mucho más allá de las cuestiones económicas, siendo éstas, como son, importantísimas.

Las crisis que padecemos en la actualidad han de servir para que determinados parámetros de codicia y de crecimientos desmedidos y no equilibrados se dejen atrás, tomando la experiencia como un aspecto que sume en la dirección de no repetir errores y no perseverar en los equívocos.

De lo sucedido hemos de destacar lo obvio: no podemos incrementar los beneficios por encima de determinados parámetros, no cabe concentrar excesos ni en lo bueno ni en lo malo, hemos de tener en cuenta las necesidades de los últimos, debe haber mesura en los crecimientos, nos hemos de tratar con dignidad, no hemos de vivir de culpas generalizadas ni tampoco de desdeñar las individuales, y, por supuesto, hemos de convenir la vuelta a una ética común como base del sostén democrático y social.

Aunque suene a tópico, no hemos de confundir los precios con los valores, ni éstos con aquellos. Hemos de definir la cuantía de lo material, pero, en paralelo, hemos de dar cobijo a lo que nos mantiene serenos y felices, con armonía, y eso constituye un valor inefable que, sin duda, no podemos ubicar en la escalera de los precios. Es mucho más.

Pasiones y fiestas

Juan Tomás Frutos

 

Vivimos unas semanas que nos evocan las dos caras de la misma moneda que es la vida: la fiestas religiosas nos dan a entender que la existencia es pasión, en el sentido de esfuerzo, de padecimiento, de entrega, de ilusión desbocada por lo que sentimos y por aquello en lo que creemos; por otro lado, las fiestas posteriores nos recuerdan que el discurrir cotidiano es entretenimiento, querencia, amor por lo efímero, colorismo, bailes, cánticos, jovialidad pura.

En realidad, es ésta la esencia de lo humano, tan fungible, tan sencillo y aparatoso al mismo tiempo. Por eso hay que tener perspectiva y medida para saber que las cosas son efímeras e importantes a la vez, para experimentar la voluntad y las creencias en lo que hacemos y, asimismo, en los demás. En paralelo debemos de relativizar incluso lo más relevante. Todo tiene sentido en relación a lo que nos rodea, y no ha de ser un fin en sí mismo, al menos no de manera absoluta.

El objetivo es vivir en lo complementario, en lo alternativo, en lo principal también, pero sin desdeñar lo secundario, pues las direcciones más rutilantes se consiguen después de muchas experimentaciones, de andar por itinerarios lentos, después de buscar muchas respuestas con sus oportunas preguntas previas.

La existencia se constituye de márgenes positivos y de otros negativos, es andar en momentos de mucha rapidez y en otros de cierta cojera. No siempre podemos mantener un ritmo fuerte, y seguramente tampoco es aconsejable.

El aprendizaje ha de ser la constante, fundamentalmente en etapas de incertidumbres, que hemos de adornar con un trabajo serio. No es buen consejo endurecerse con el paso de los años. No es bueno que no nos demos, y que no demos, segundas oportunidades, aunque sea para errar de nuevo. El riesgo es consustancial al ser humano, y siempre entraña, además de fracaso, oportunidad.

Por eso, las semanas de pasiones y de fiestas se suceden, porque hay de todo, y de todo debe haber en la viña del planeta Tierra. Unas veces penamos, y otras andamos exultantes por lo bien que nos marchan las labores personales o profesionales que podamos tener entre manos.

Gustemos, por ende, de los buenos propósitos, de la enmienda en el caso de acciones que no sean las más loables. Hemos de procurar las mejorías en los hechos de cada día, en las tareas societarias, que han de ser sagradas. El colectivo es la base del progreso. No lo olvidemos. Pongámonos ciertos menesteres con una periodicidad que nos obligue y que nos comprometa a seguir adelante a pesar de los obstáculos y avatares que se suceden de manera inevitable.

Tomemos como referencia el valor de la vida, incalculable, sin precio, y tengamos en cuenta que es un tesoro que se agota. A menudo, me dice un amigo, no sabemos vivir porque no sabemos que “esto”, como lo conocemos, en esta dimensión, se agota. No se trata, por ello, de vivir en el desenfreno, sino de ir administrando lo mejor posible un tiempo tan hermoso como fugitivo. Deambular en el enredo y en la tensión es una equivocación. Lo ideal es arbitrar y equilibrar instantes de  pasiones y de fiestas, con suficientes horas en el día para un poco, o un mucho, de todo. Así, podremos confesar, como el poeta chileno Pablo Neruda, que hemos vivido.

Pensar en el futuro

Juan Tomás Frutos

 

Cuenta, contemos, con esos pronósticos que hemos de cumplir con el mejor afán. Nos hemos de reconocer en los buenos fines, con las firmes convicciones de progresar a toda costa, sin dejar nada atrás que nos pueda servir o que tenga un valor cierto.

Nos hemos de proteger de quienes no creen, de quienes no viven desde la ilusión. Nos debemos tiempo y recorridos diversos.

Apostemos por nosotros mismos, por nuestras opciones de futuro, por quienes se sienten débiles debido a las circunstancias adversas. Hemos de superar los pronósticos que nos reservan espacios que no son o que no están. Nos debemos motivaciones para superar los enredos más dispersos.

Consolidemos las acciones que nos pueden premiar con buenos resultados para todos, para el común de los mortales, que hemos de alcanzar la eternidad a través de la dicha de conseguir bienes perennes, que no tienen que ver con el dinero o lo material.

Favorezcamos lo que nos permite pensar en el futuro, aunque nos cueste mucho más el conseguirlo. Hemos de construir obras que otros puedan saborear. No hay mejor premio. El corto plazo nos deja sin camino. Por eso, el esfuerzo ha de ser mayor y mucho más generoso, para que podamos dejar que otros disfruten las señales de lo que nos interesa de verdad.

No olvidemos que también nosotros nos deleitamos con la labor de quienes estuvieron antes.

Obligación de intentarlo

Juan Tomás Frutos

 

Llega el mañana con el interés que elucubramos, pero no sabemos si es ese sueño que durante tanto tiempo hemos tenido. Las cosas, cuando ocurren, no parecen igual. Los esfuerzos del pasado suponen tanta voluntad y sacrificio que algunas cuestiones que consideramos básicas quedan atrás.

Hemos de reflejar los puntos que son cimientos de la orquesta que nos anima con su música. No hemos de perpetuar los logros, pero tampoco nos podemos quedar varados en los períodos que se multiplican en sus detenimientos y suspensiones. Es lógico que exista de todo.

Creamos en nosotros mismos. Debemos hacerlo. Es ese anclaje que nos debe permitir avanzar desde la convicción de que todo se supera cuanto hay determinación de progresar desde una óptica societaria y no particular.

Hemos de planificar las formas y los contenidos. Importa lo de dentro y, asimismo, lo de fuera. Todo llegará cuando se produzca el oportuno milagro. Labremos la tierra de nuestro porvenir y abonemos con hechos lo que vayamos afrontando con el fin de propiciar mejorías en nuestros planos más cercanos.

Nos hemos de curtir sin sacrificios ni aspavientos. La vida es mucho más sencilla. Busquemos con normalidad pero sin obsesiones. Todo llegará si debe llegar. Nuestra obligación es intentar ser felices y que los demás también lo sean.

Luces y sombras

Juan Tomás Frutos

 

La vida está llena de éxitos y de derrotas, de avances y de retrocesos, de luces y de sombras, de cuestiones positivas y de otras negativas. No sé si hay una paridad. A veces creo que sí. En todo caso, lo que parece cierto es que a todos nos ocurre de todo, aunque para algunos las condiciones sean mucho más paupérrimas de antemano.  Las  circunstancias no se distribuyen por igual. Es imposible que vivamos en la paridad, entre otras cosas porque el ser humano se ha empeñado desde hace siglos, casi desde siempre, en perseguir las complicaciones, que envenenan algunas partes de nuestras historias vitales.

Sea como fuere, el eje desde el que miramos, la perspectiva que enfoca cada suceso, tiene mucho que ver con el ánimo personal, aunque éste no siempre sea el determinante absoluto. Los hechos, sus opiniones, dependen muy mucho de cómo deseamos o queremos, o nos dejan, verlos. La misma situación se interpreta de manera diferente en función de lo que experimenta cada cual. Las vivencias particulares juegan un papel decisivo.

Hay personas con coraje que se sobreponen a pérdidas importantísimas, incluso algunas irreparables. Aunque los golpes sufridos sean duros, no se paran, no se detienen. Con la queja en la garganta, siguen esperando tiempos mejores, sabiendo que el cambio se producirá en la medida en que puedan afrontar los avatares con empeño y tesón.

Son, los actuales, tiempos de crisis, una crisis que coloca a cada uno de nosotros en un lugar. No siempre el sitio dispensado es el merecido, o así lo interpretamos. En cualquier caso, no es cuestión de ponernos a lamentarnos sin descanso. Sí que podemos, y hasta debemos, enfrentarnos al duelo y a la pena, pero, una vez superado todo, lo más pronto que sea posible, hay que continuar, y en adelante más endurecidos por las circunstancias y sin perder un ápice de humanidad.

Aunque las visiones sean dispares en función de los márgenes que nos puedan ir quedando, esto es, en relación a lo que conseguimos o perdemos, a los grupos en los que nos colocan los espacios, sus tiempos y las condiciones reinantes, pese a todo ello, hemos de tener una perspectiva antropológica, una de ésas que animan al cambio compartido, con renuncias de todos, sobreponiéndonos a espejismos y amparándonos en los sentimientos más bondadosos y repletos de universalidad societaria.

El barco es de todos, y a todos incumbe; y, aunque el cielo nos traiga tantos rayos de Sol como nubarrones, tantas luces como sombras, hemos de aglutinar fuerzas para proseguir laborando por un futuro que, con sus incertidumbres, seguro que nos será provechoso.

Para que así sea, es necesario, siempre es necesario, que no vivamos el individualismo a ultranza, pues, aunque no existen las panaceas, es una realidad que la unión, el juntarnos en las causas comunes, que comunes hemos de hacer, es garantía de progreso. La historia así nos lo dice. No dudemos en corroborarla.

UNIVERSIDAD DE MURCIA