Lorenzo Caprile, modisto: “¿Arte? Lo mío no tiene nada que ver con el arte, lo que yo hago es trabajar con unos trapos, el arte es algo eterno, y la moda, desde luego, no lo es”

Lorenzo Caprile en un momento de la entrevista.
Lorenzo Caprile en un momento de la entrevista.

 

“En la boda real inglesa nos dieron a todos una lección de cómo se tiene que ir vestido”
Sonríe abiertamente cuando le comento, mientras caminamos por los pasillos de la facultad de Letras, que los caminos de los licenciados en esta facultad, son inescrutables. Los suyos fueron, al menos, impredecibles. Lorenzo Caprile, uno de los modistos -él prefiere modista: “porque no nos referimos a periodistas y periodistos, por ejemplo”- más conocidos y reconocidos de España, y con un gran predicamento internacional, es licenciado en Lengua y Literatura, pero, al mismo tiempo, estudio en el “Fashion Institute of Technology” de Nueva York y el Instituto Internacional Politécnico de la Moda de Florencia. Hoy, lucir uno de sus vestidos supone un auténtico acontecimiento para muchas mujeres. Sus trajes de novia –“una boda es uno de los pocos momentos en que nos está permitido dar rienda suelta a nuestros sueños y a nuestras fantasías más ocultas”- son codiciados por numerosas féminas desde que la infanta Doña Cristina triunfó con uno de sus diseños en su boda. 

Siente la presencia de la crisis, pero su atelier permanece, de momento, incólume y fuera de peligro –“mientras el Papa no prohíba las bodas, la gente seguirá soñando con ese día, y querrá lucir con lo mejor que esté a su alcance”-.
Lorenzo Caprile estuvo ayer, lunes 9 de mayo, en la Facultad de Letras, donde intervino en una mesa redonda organizada por el Aula de Debate que dirige Concepción de la Peña sobre “Apariencia y sociedad”. Allí, numerosas personas, incluidas no pocas autoridades académicas, intentaron fotografiarse con el modisto que ha convertido en centro de atención a tantas novias, modelos y actrices.
Para Caprile está claro que la elegancia no tiene nada que ver con el dinero ni el estatus: “Una persona elegante es una persona inteligente, que se acepta como es y que ha aprendido a convivir con sus caderas y sus defectos”, asegura.
Su cabeza es un hervidero de ideas que luego se materializan en todo tipo de telas y formas, pero él, con una humildad a prueba de bomba, lo tiene claro: “¿Arte? Lo mío no tiene nada que ver con el arte, lo que yo hago es trabajar con unos trapos, el arte es algo eterno, y la moda, desde luego, no lo es”.
-P: ¿Podría definir la elegancia? -R: La elegancia no es más que sentido común. Consiste en conocerse, estar a gusto con uno mismo, saber comportarse. La elegancia se ve en los movimientos, en la forma de ser de cada cual. Otra cosa es vestir bien. Para mí se trata de cosas distintas. Vestir bien es una disciplina, hay que esforzarse un poco, simplemente. Conozco a gente que viste muy bien y que no es elegante.
-P: ¿Por qué modista y no modisto? -R. ¿Y por qué periodista y no periodisto? Estamos en una facultad de Filología, el sufijo ista denota profesión, talento, vocación, y no tiene género, por lo que modisto me parece una aberración, lo que ocurre es que está reconocida por la Real Academia de la Lengua, como tantas otras que reconoce.
-P: ¿Por qué su fijación en el mundo de las bodas? ¿Qué es lo que le atrae de este acontecimiento? -R: No es algo que me atraiga en particular. A mí lo que realmente me gusta es enfocar mi profesión desde un punto de vista artesanal, personal, de taller…, y hoy en día, seamos realistas, las mujeres sólo encargan a medida el traje de boda. Así que, si a uno le gusta esta parte de la moda, hoy en día no tiene otra opción que la de hacer trajes de boda. Es cierto que trata de un momento precioso, muy romántico, lleno de ilusión, pero no es que mi pasión sean los trajes de novia, mi pasión es hacer trajes a medida y vivir la vida del taller. Siempre he dicho que habría sido feliz en los años dorados, los cincuenta y primeros sesenta, antes del boom del pret a porter, en los que las mujeres tenían su modista de confianza, su taller, y prácticamente se vestían allí. Ahora, desgraciadamente, eso ha quedado exclusivamente para el mundo de las bodas, que es lo único que justifica ese gasto y el ritual que suponen las pruebas.
-P: ¿Qué cosas debe incluir y cuáles no un traje de boda? -R: Yo soy partidario de que un traje de novia sea eso: un traje de novia. Y por tradición tiene una serie de características: traje entallado, con un poco de cola, de color blanco, con su velo, con sus encajes…, a partir de ahí se puede hacer variaciones, jugar con el volumen, la silueta, los materiales… Pero un traje de novia no es muchas de las cosas que ahora se ven, que me parecen casi disfraces. No debemos de olvidar que lo principal no es la apariencia, ya que nos encontramos ante un sacramento religioso.
-P: Y hablando de disfraces, ¿no le parece que una ceremonia como la boda real inglesa tuvo momentos de eso, de una excesiva parafernalia, de ir demasiado puestos, de estar en un acontecimiento extemporáneo, fuera de la realidad? -R: En todas las bodas se da toda una parafernalia, lo que ocurre es que en la boda real inglesa eso se multiplica por muchos enteros. Yo vi que la gente iba muy bien vestida, muy apropiada. Ojalá tuviéramos ese nivel aquí. No vi a nadie con un traje de lentejuelas y con cola, cosa que sí observo en Madrid en bodas que se celebran por la mañana. Al contrario, creo que en la boda inglesa nos dieron a todos una lección de cómo se tiene que ir vestido.
-P: ¿Por qué atrae tanto a la gente este tipo de acontecimientos que, en el fondo, están absolutamente alejados de su realidad? -R: Porque los hace soñar. Es como ver una película. ¿Por qué tienen éxito los novelones de amor y lujo? Estas cosas hacen que te evadas de la realidad de todos los días, que es algo muy gris. Y un acontecimiento como esa boda supone un espectáculo muy bonito, y para mi gusto lo fue.
-P: ¿Quién hace moda, donde se generan las tendencias que siguen después los diseñadores? -R: La moda ahora la hace mucha gente: los chicos jóvenes, los video clips, los grupos de música… No creo que se pueda hablar de una moda única, pero eso ocurre en otros muchos terrenos, ahora todo es como muy de nicho, cada tribu, cada clase social, cada edad, tiene sus referencias. En el siglo XX se podía hablar de unas corrientes más generales, pero en este momento, cada grupo toma de un lado y de otro lo que quiere. No existe una moda uniforme. La última década que realmente tiene un estilo propio fueron los ochenta, a partir de ahí todo comenzó a fragmentarse, algo que ahora ha sucedido en mucha mayor medida.
-P: ¿Más arte o más industria? ¿Qué es la moda? -R: Absolutamente una industria. La moda no tiene nada de arte. Y menos la que se hace ahora. Es posible que, pasados 50 años se pueda estudiar, determinados creadores que han rozado tímidamente, por su trabajo e influencia, el arte, pero hoy desde luego que no. Aparte, habría que definir de nuevo qué es arte, porque el arte de hoy, en sí mismo, es ya una poderosa industria. Pero para mí, el mundo del trapo no es arte. Se trata además de algo contradictorio, el arte está relacionado con valores eternos, con cosas muy íntimas del ser humano que siempre están ahí, pero en el mundo de la moda, lo que te gusta hoy no te gusta mañana.
-P: Como diseñador ¿Le resulta más fácil vestir a una mujer de cuerpo de gimnasio que a una con sus curvas, michelines y demás? -R: Yo no utilizo nunca la palabra diseñador. Me considero más modista que diseñador. Cuando una clienta se pone en mis manos puede ser desde una señora con unos kilos de más hasta una niña muy delgada y diminuta. Lo importante en mi trabajo es que exista una buena química, como cuando vas a un médico, o un decorador. Si existe química, los resultados son magníficos. Si no existe química, aunque tengas enfrente a Naomi Campbell, las cosas no van bien.
-P: ¿La alta costura es sinónimo de alta sociedad? Supongo que esos trajes no estarán al alcance de todos los bolsillos… -R: Habría primero que definir qué es alta costura. La alta costura que yo aprendí se hace a lo mejor en cinco, seis o siete talleres de todo el mundo, porque es muy costoso, necesita de muchas horas de trabajo, y eso vale dinero. Si nos referimos a esos pocos talleres que organizan esos pases famosos, nadie gana dinero con eso, se trata de un espectáculo que sirve para divulgar un nombre y vender unos perfumes, unas licencias, unos pintalabios… Resulta curioso, porque estamos en el siglo XXI y en nuestra profesión estamos todavía con unas definiciones y unas ideas, como la división por temporadas, que proceden no ya del siglo XX, sino del siglo XIX. Ahora se puede ir al prêt à porter para vestir, que también lo hay de todos los precios, o bien te puedes hacer algo a medida.
-P: ¿Cuáles son sus preocupaciones cuando diseña un traje para un acontecimiento que será centro de atención de mucha gente, para una gala de Doña Letizia, por ejemplo? -R: Cuando tengo un encargo que creo que va a ser mediático, intento centrarme únicamente en mi trabajo y en mi cliente para no preocuparme. Si te obsesionas con el tema de las revistas, de las fotos, te bloqueas y las cosas no salen bien
-P: ¿La crisis golpea con la misma intensidad en el sector de la alta costura? -R: La crisis la noto en que ahora sudamos mucho más la camiseta, pero eso nos pasa a todos. Llegamos a nuestros objetivos, aunque nos cuesta mucho más que antes. Pero nosotros somos diminutos. Para que la crisis nos afectara de verdad, el Papa tendría que prohibir las bodas. Si me preguntas con respecto al mundo de la moda en general, creo que las cosas se están polarizando, las cosas que se mantienen son las muy caras o bien las muy baratas, el segmento intermedio ha desaparecido. La moda es un reflejo de la sociedad, y en ella pasa lo mismo que esta ocurriendo en la sociedad, que las clases medias están desapareciendo.
En primera persona
La elegancia no es más que sentido común.
La palabra modisto me parece una aberración, lo que ocurre es que está reconocida por la Real Academia de la Lengua.
Mi pasión no son los trajes de novia, mi pasión es hacer trajes a medida y vivir la vida del taller.
La última década con un estilo propio fueron los ochenta
Para que la crisis nos afectara de verdad, el Papa tendría que prohibir las bodas.

 

Última actualización el Viernes, 13 de Mayo de 2011