Ivette Durán Calderón o su gusto por la poesía

Juan Tomás Frutos

 

He de reconocer, en un acto de honestidad, que, cuando llegó a mis manos el libro “Ellos y ellas”, pensé que se trataba de un compilatorio más de la obra poética de nuestros hermanos hispanoamericanos. Más por la devoción que le tengo a su autora que por lo que podría hallar en el interior de sus páginas me adentré en un mundo, el de la poesía, que, de manera renovada, resultó mágico, un universo que, precisamente porque no pasa por él la edad, es aún más especial.

 

Me sorprendió maravillosamente, porque me encontré conmigo mismo a pesar de que se trata de textos escritos a miles de kilómetros por personas de otras generaciones, de otras culturas, con otras formaciones y visiones de la existencia humana. Eso es lo que tiene la poesía: su validez integradora, su cercanía, sus posibilidades de tocar corazones de todo tipo.

Me encontré con Nicaragua, con Bolivia, con Panamá, con Argentina, con Ecuador, con Cuba, con Colombia… Y además me topé con sus señas de identidad, con sus orígenes, con sus motivaciones para ser lo que son, para escribir y recibir la poesía que albergan sus gentes más señeras, esto es, aquellos, y aquellas, que han sido galardonados con una capacidad especial. En este sentido hace hincapié, nuestra estimada Ivette Durán, en el papel de la mujer escritora.

Es breve esta obra, como tiene que ser la poesía, pero densa, intensa en sus emociones, cargada de contenido. Es casi un libro de cabecera que podemos llevar en viajes y paradas de la vida con el fin de darle vueltas a los millones de pensamientos que en este texto se vierten. Son auténticos universales.

No es fácil hallar tanto en tan poco espacio. La labor de síntesis, de selección, ha sido extraordinaria, y de ahí que se convierta, que se convertirá, en una referencia básica para quien desee introducirse en el mundo de las letras hispanoamericanas, que destacan en todos los géneros, pero de manera sin igual en la poesía.

En la vida hay que tener suerte para todo, y en este caso conviene valorar el azar que nos ha tocado con su varita de los deseos cumplidos a través de este opúsculo que es fruto de sensaciones, de emociones y, fundamentalmente, de mucho empeño y energía.

Hemos de reconocer la formación extraordinaria de Ivette Durán. Para llegar a este punto, uno debe haber leído mucha poesía, con el fin de dar con el sostén mismo de este género literario. Se advierte que Ivette sabe, que conoce. El acierto es total, pues desentraña con los poemas que representan a autores y países la idiosincrasia de unos y otros.

Agradezco, pues, el esfuerzo de la autora, su labor de investigación, y, más que nada, el haber sabido emocionarnos como los propios autores de una poesía por la que no pasan los años. Lo demuestra una vez más.

Entre todos los poemas y versos me quedo con este fragmento que ahora reseño, no quizá por ser el más representativo, sino por desnudar, a mi juicio, la mirada de la autora del libro. Pertenece al poema de Mario Benedetti (el recordado Mario) titulado “Te quiero”:

(…)

Y por tu rostro sincero

y tu paso vagabundo

y tu llanto por el mundo

porque sos pueblo te quiero.

(…)

Dejo para el final, pero no por ello es menos importante, la referencia al prólogo escrito por el catedrático Victorino Polo, que corrobora mucho mejor de cómo me expreso yo a través de estas letras la calidad de la presente selección poética que, una vez que la saboreemos, será imprescindible en nuestras vidas. Lean.