Remedios Maurandi

Entrevista a Remedios Maurandi, Profesora Honoraria de la Facultad de Trabajo Social de la Universidad de Murcia.

Realizada por Mariola Cabanes, miembro del Equipo Coordinador del OES.

Su experiencia profesional es amplísima, ¿podría hacer un breve resumen?

Tengo 70 años y me acabo de jubilar, aunque como profesora honoraria colaboro en la asignatura Trabajo Social y Género.

Soy Licenciada en Filosofía e Historia. He sido durante 20 años profesora de la entonces Escuela, hoy Facultad de Trabajo Social. He sido Subdirectora y Directora de la misma. Impartí varias asignaturas: Historia y Fundamentos del Trabajo Social, Trabajo Social y Movimientos Sociales, Trabajo Social e Inmigración, Mediación y Traducción en la Facultad de Traducción e Interpretación, …

También colaboro en el módulo de Mediación Intercultural en el Master de Mediación en la Facultad de Trabajo Social y en el módulo de Mujeres Inmigrantes en el Máster de la Facultad de Enfermería.

Los campos de investigación en los que he intervenido han ido alrededor de la Historia y Orígenes del Trabajo Social, el Género y la Inmigración. Además, junto a otras profesoras y profesores de la UMU, pertenezco al Observatorio de la Exclusión Social de la Universidad.

¿Cómo ha evolucionado el Trabajo Social? ¿En qué ha cambiado desde el inicio de esta profesión?

Yo diría que con matices y diversas respuestas. Al principio las pioneras del Trabajo Social se caracterizaban por su fidelidad y compromiso con la realidad. Eran mujeres de su época, comprometidas con ella. Conocedoras de los desajustes sociales del momento y del malestar que producía en las personas en general; pero sobre todo en aquellos que se consideraban excluidos entonces, mujeres, menores y emigrantes. Más tarde se sistematizó la ayuda y se hizo hincapié en la formación y la transformación social mediante reformas legales y políticas sociales. En la primera mitad del siglo XX, en Latinoamérica, el Trabajo Social fue importante como elemento de empoderamiento de los excluidos. Después, en la segunda mitad del mismo siglo, el Trabajo Social, sobre todo en los países anglosajones y también en España, se ha burocratizado enormemente, perdiendo fuerza y operatividad, perdiendo también cercanía con los usuarios. La “gestión” ahoga la intervención y le dificulta su función transformadora. También se ha adormecido su capacidad de denuncia y de sensibilización social, sobre todo en los trabajos sociales ligados a la función pública.

Creo que se está volviendo en parte a querer recuperar el valor genuino de la profesión, al ejercicio libre de la profesión, en las ONG o como autónomas, se hace más trabajo de campo, más trabajo social directo.

¿Para qué sirve un trabajador/a social?

El trabajor/a social realiza funciones de mediador, acompaña en procesos de autoafirmación personal, crea y moviliza conciencia social, detecta situaciones de exclusión y sensibiliza socialmente. Acompaña a los usuarios y hace visibles a colectivos, malestares sociales e intereses de explotación humana ocultos. Utiliza técnicas y metodologías propias y de otras ciencias sociales. Sus principios y valores éticos profesionales se enraízan en la declaración de los Derechos Humanos.

¿Qué papel tiene el trabajo social en los procesos de exclusión/inclusión social?

Visibilizarlos socialmente, en primer lugar. Analizándolos y denunciando en su contexto. Buscando, con los propios sujetos de la exclusión, respuestas posibles en las que se impliquen los individuos y las instituciones. Sensibilizar a la comunidad con los grupos de exclusión trabajando por su inclusión en el mundo en el que habitan. Me parece muy importante, trabajar la corresponsabilidad ciudadana y el compromiso comunitario fundamental referido no solo a las respuestas inmediatas sino a la prevención posible y a la socioeducación ciudadana. La relación del Trabajo Social con las personas excluidas por la pobreza, la raza, el género, es de acompañamiento y promoción humana y social con ellas. De trabajo de autoafirmación personal, de recuperación de su dignidad humana, de ayuda legal, de devolverles la autoestima, mediante la recuperación social, familiar, laboral,…. Promocionar, normalizar vidas,… conquistando con ello elementos de realización personal y de integración social, sin tanto malestar como tienen y que les ha hecho ser objeto de nuestra intervención profesional.

¿Cuál es su opinión sobre las políticas sociales actuales y su efectividad en la reducción de la exclusión social?

Creo que pasamos momentos bajos. No se enfrentan ni se atajan las causas de la exclusión; se plantean aún soluciones muy asistenciales, paliativas, que no inciden en la raíz de las exclusiones, que no relacionan, que no ponen en contacto a los sujetos de la exclusión y a los contextos e intereses que la provocan. En época de crisis, la importancia de la economía oscurece y esconde a los actores sociales. Se exige intervención a un Estado que no controla nada, que obedece a los poderes financieros. Hay una excusa servida en bandeja para no atender a estos colectivos últimos de la pirámide social.

¿Qué papel tiene la Universidad en la política social y en la erradicación de la pobreza y la exclusión social?

En primer lugar, estudiar, analizar e investigar desde los diferentes “campos del saber” la exclusión y las exclusiones. Sus características hoy, quienes son los sujetos que sufren la exclusión y por qué y a quién beneficia o perjudica su existencia en nuestro momento histórico. Desvelar qué planteamientos teóricos y qué modelo de sociedad (dual) hay detrás de la existencia de la exclusión en nuestros días.

En segundo lugar, hay que orientar el conocimiento generado en las diferentes facultades, a la intervención social. Estando presente, como Universidad en las instituciones públicas, generando reformas legales y sociales que se adecuen con más justicia y de forma más adecuada a las necesidades de los sujetos o grupos excluidos. La Universidad debe hablar, denunciar y plantear alternativas, para mejorar y orientar las políticas sociales. Formar expertos es su responsabilidad con la sociedad.

Sobre la Escuela de Trabajo social, versus Facultad de Trabajo social, ¿beneficia el cambio de título, qué cambia?

Esperemos que sí. Hay un curso más de formación ahora. Beneficiará si, en ese curso y los cursos de grado propuestos, no se olvida cuál es el objeto del Trabajo Social e insisten en el malestar social de los individuos y los grupos hoy, poniendo herramientas que nos faciliten una intervención más humana, más eficaz y menos burocrática. La burocracia es el “cáncer” que amenaza al Trabajo Social y lo aparta radicalmente del fin para el que nació hace más de un siglo.

Me inquieta de todos modos, la falta de preparación específica académica sobre la exclusión y los excluidos en los nuevos planes de estudio y las nuevas asignaturas. La vulnerabilidad y la pobreza siguen provocando rechazo, incluso de intervención. Creo que su cercanía exige un compromiso personal, un análisis de nuestra vocación profesional y de las respuestas personales que exige.

¿Cómo ha evolucionado el alumnado de la Facultad?

Los alumnos de Trabajo Social en general son especiales. Hay en todos ellos un componente vocacional importante. Diría yo que estaban más motivados los de las diez primeras promociones y que vuelven a estarlo estas dos últimas primeras que cursan el Grado. Sigue siendo un alumnado mayoritariamente femenino. Tienen un horizonte incierto, profesionalmente hablando. La existencia de grupos con horario de tarde ha enriquecido a los cursos. Se han incorporado personas mayores o que trabajan por la mañana y aportan un interés muy genuino para la carrera, más reflexivo, valoran más el conocimiento que adquieren; aportan una madurez que hace a los cursos más exigentes con el profesorado, más críticos y más flexibles al mismo tiempo. Se produce un intercambio, una convivencia intergeneracional que favorece claramente la dinámica del grupo.

Una vez finalizada la carrera, ¿los alumnos están preparados para enfrentarse a trabajar con colectivos en exclusión social?

Los alumnos han adquirido conocimientos básicos de ciencias auxiliares del Trabajo Social como Psicología, Antropología, Sociología,… También de técnicas y métodos y modelos de intervención social. Aprenden de las pioneras que casi todo lo inventaron sobre todo lo referido a actitudes, valores y principios de actuación como pilares básicos de la profesión y la disciplina.

En Historia, por lo menos por mi parte, hemos venido analizando los excluidos de cada momento histórico, las formas en que se detectaron, analizando los contextos y las respuestas ofrecidas. No obstante, yo diría que echo en falta una “inmersión” sistemática y pormenorizada en los colectivos sujetos de exclusión, con los que mayoritariamente trabajamos en la realidad a pie de calle, profesionalmente.

Echo en falta una asignatura sobre la Exclusión misma. Nos ha perjudicado enormemente, en general, pero sobre todo en España -quizás por el espejismo atractivo de tener un despacho propio en los nichos administrativos-, el alejarnos de la vulnerabilidad de los excluidos como sujetos del Trabajo Social, que exigen más y mejor conocimiento del ser humano y de sus dificultades sociales, contrastadas con la realidad de cada momento, que de la gestión burocrático-administrativa, tan ajena al verdadero Trabajo Social profesional. Éste debió ser un conocimiento técnico auxiliar al servicio de nuestra intervención. Creo que la preocupación excesiva y demasiado central, derivada de ésta confusión en nuestro país a partir de los años 80 y 90, a encontrar un “nicho profesional” no siempre se encamina a abrir los ojos ante las nuevas y viejas realidades. Se olvida del ser humano como recurso fundamental, e incluso esto se ha hecho presente a veces en la propia formación ofrecida. No olvidemos que el profesorado de nuestras facultades pertenece a esas generaciones.

En la nueva remodelación del Grado hemos perdido la ocasión de profundizar con seriedad, supervisando nuestra enseñanza a la luz de lo que “debemos ser,” más que de lo que “somos”. Ese análisis crítico y exigente, de ajuste y remodelación, diríamos, es el que hizo Mary Richmond en Báltimor, como secretaria del COS (Charity Organization Society), a la propia COS y de ahí nace nuestra profesión, convirtiéndola en algo diferente y específico. Supongo que tendremos la suficiente astucia administrativa para inventar seminarios, jornadas obligatorias, cursos complementarios, etc. que puedan ir asomándose con detalle a las realidades que veamos necesarias de abordar.

¿Qué áreas vitales están más afectadas, qué grupos/colectivos están peor?

La vivienda, la autonomía y el crecimiento personal, la construcción social democrática, el uso de la economía al servicio de los actores sociales y desde las necesidades que ellos manifiestan como tales. El Trabajo, como instrumento de realización y servicio, la convivencia intercultural, tan presente en nuestro tiempo como nueva realidad…

Los colectivos que están peor, sin duda, son los Inmigrantes, los parados de larga duración, las mujeres, las personas sin hogar, los adolescentes sin horizonte y sin valores de referencia, las personas solas, los instalados ajenos a todo y a todos…

Por último, ¿cómo ve el futuro de la exclusión social: mejorará la situación, empeorará, se extinguirán las personas en vulnerabilidad, …?

Creo que estamos en el único momento de la historia en que podríamos abordar la Exclusión social en serio. Tenemos medios, técnicas, y conocimientos de ellas, y posibilidad de globalizar el conocimiento y la economía que podría resolver o mejorar muchas situaciones. Pero simultáneamente hay un desarrollo casi naturalizado de una mentalidad individualista y hedonista, de una visión que frivoliza con la responsabilidad de las personas excluidas por diferentes motivos, no haciéndonos cargo del problema insolidariamente. No obstante, es también la primera vez, casi desde la Cumbre de Río, que se plantean protestas de pobres masivamente, globalmente. Y coincide esta alarma social con una toma de conciencia de las barbaridades que hacemos con el planeta, de las desigualdades de género. Parece que hemos llegado al final del desarrollo acríticamente expresado.

Es hora de tomarnos en serio el desarrollo humano. Eso supone nuevas miradas desde la ética, fe cultivada y confianza trabajada en las posibilidades, no de unos pocos, sino de todos “sin exclusión”. Poner en marcha la creatividad y la imaginación en nuestras intervenciones al servicio de todos los seres humanos con quienes compartimos nuestro trabajo desde dentro y desde fuera de él. En ese sentido, y si sabemos aprovechar la crisis como crecimiento humano y revisión, me parece un momento magnífico para extinguir la situación de vulnerabilidad y exclusión social. Es un reto importante para toda la humanidad y desde luego un reto apasionante y muy atractivo para el Trabajo Social de éste momento que nos toca vivir.


Un comentario sobre “Remedios Maurandi
  1. Adela dice:

    Muy interesante la entrevista, pero echo en falta más preguntas sobre la situación del trabajo social ahora, y de cómo muchos trabajadores sociales se han quedado como meros gestores “asistencialistas”. Remedios destaca muy bien alguna caracteristica.

    En las escuelas/facultades de trabajo social escasea la pofundidad en muchos temas (como la exclusion Soial, elementos para la participacion Social, el trabajo Comunitario, …) necesarios para un estudiante de dicha carrera. Creo que son necesarios muchos cambios, no sólo en las materias sino en los propios docentes.

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