Volemos conjuntamente

Despertamos. Algo hay en ese aire que nos proporciona la vida. Hoy nos regala amistad, buenas vibraciones, amor, dicha… Sentimos ese toque mágico que nos hace conectar con las vidas anónimas de quienes nos rodean, que son nuestras también, como la misma existencia nuestra les pertenece. Todo estamos en comunión, en un nexo especial, aunque no lo veamos. De vez en cuando lo experimentamos, aunque no acertemos a definir el sentimiento que nos embarga en tales coyunturas.

Hay una música celestial, suponemos que cada cual la vivirá a su modo, que nos hace partícipes del pasado, de lo que otros han disfrutado, y que nos entronca con un futuro mediato o más lejano. Todo lo necesario, y lo que no lo es, se encuentra a la vuelta de cuatro esquinas. Las estructuras antropológicas funcionan así. Las miradas, aunque no siempre veamos los ojos, funcionan así. Tenemos suerte.

Cuando conectamos con los demás, estamos en ese abordaje a los sentimientos que nos convierte en seres excepcionales, aunque anónimos, que seguramente es mejor de este modo. Hemos de entonar himnos permanentes que nos ayuden a vivir en un permanente acto de servicio a los otros, que justifican el que hayamos venido a este escenario de eventos de todo tipo.

Hemos de agrupar los mejores sentimientos, que haremos de esta guisa más fuertes, y debemos continuar con la labor de aislar lo que no nos aporta ningún bienestar, ni a nosotros ni a los demás. El sentido común es un buen referente.

Vivir a flor de piel, esto es, con autenticidad, con mesura, dando más que recibiendo, y procurando que la felicidad tenga más que ver con los estandartes de esas emociones que hemos de compartir con conmemoraciones en misiones de ayuda constantes. Hemos de ser importantes, pero en relación a los demás, que son nuestra razón de ser y de estar. Volemos conjuntamente. Hay todo un panorama extraordinario que nos aguarda para recolocar las cosas que nos interesan. Nos daremos mucha gallardía en este nuevo estadio.