Verdad y buenos fines

El fundamento de toda relación está en la voluntad, en los buenos deseos, en los mejores propósitos. Es difícil que no funcionen las cosas cuando nos mueven intereses bondadosos. Cuando hay un buen afán hay óptimos resultados. No podemos, ni debemos dudarlo. La visión y lo esperable en cada relación humana nos lleva al punto de inflexión donde la felicidad nos aguarda como una buena perspectiva. No nos neguemos a nosotros mismos las posibilidades y probabilidades de cambios, de arranque por nuevos fueros y de consecución de verdades compartidas. Pensemos en positivo y en positivo obtendremos todo.

Es una estimación, pero deseo reflejarla. Cada vez creo que debe ocupar en nuestras vidas un lugar más privilegiado el defender los sentimientos como el mejor instrumento de acercamiento, de cohesión, de búsqueda de consensos para avanzar de manera coaligada. Hablar con el corazón, desde el corazón, es mirar con el anhelo de solucionar todo, de mejorar, de asimilar desde la voluntad y la idiosincrasia de los demás, que son importantes, que deben serlo, para el progreso y la evolución de lo humano. Sin los otros perdemos la auténtica razón de ser.

La valoración de las personas ha de ser, a mi juicio, por cuestiones que tengan más que ver con el empeño, con el buen antojo, con el cariño, con la ternura, con el amor incluso, con la bondad, con la solidaridad, con el señorío y con la maestranza que han de envolver nuestras posturas y actitudes. Juntos podemos, y debemos ser dichosos. El mayor fin en nuestras vidas ha de ser la felicidad, para nosotros y para los demás.

Actuemos bien, en consecuencia; seamos, pues, buenas personas, intentemos acercarnos a las aficiones de todos y cada uno de cuantos buscamos en la bondad la referencia para actuar y para ser, para poder, para ajustarnos y acoplarnos desde el ansia de una dicha que se ha de compartir todos y cada uno de los días de la semana.

La vida, corta o larga, según se mire, es una gran escuela donde todos hemos de aprender de todos, buceando en el destino con el propósito de aprender, de enmienda, de ser entre los demás, con resoluciones a los conflictos, con el consenso como arma y escuela con la que viajar una jornada sí, y otra también. No dejemos de amar, y todo tendrá solución, incluso lo que parece no tenerlo.

La verdad nos hace libres, y, asimismo, la buena intención, los fines buenos, las muestras de afectos y de querencias con un determinismo solidario, unido, como nexo de unión de la verdad fruto de todas las verdades, de todos los entendimientos, de todo lo que nos rodea. Busquemos, por lo tanto, sentido a lo que ocurre desde la buena intención, y, desde esta misma, lleguemos a los resultados que pueden ser apetecibles por el colectivo social. Con buena intención, con amor, nos basta para emprender un camino oportuno, o para cambiarlo, y hasta para compartirlo, que también puede ser aconsejable. La verdad y los buenos fines constituyen la base.