Salvador Susarte

Salvador Susarte

Salvador Susarte nace en Cieza, en diciembre de 1951.

Tras una formación que podríamos calificar de tradicional, iniciada en la academia de J. Solano, en su pueblo natal, se define, dentro de los caminos del arte, en una doble predilección: trabajará en escultura y su lenguaje nunca perderá de vista el figurativismo.

Bajo esta doble premisa comenzará su carrera pública a partir de 1974, jalonada, ininterrumpidamente, por su participación en una serie de exposiciones de ámbito nacional e internacional, de carácter individual o colectivo.

Ha obtenido, así mismo, distinciones, tales como el: “Primer Premio del Certamen de Escultura de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad”, en Madrid; o la Medalla “Lorenzo el Magnífico”, en la Bienal Internacional de Arte Contemporáneo celebrada en Florencia.

Aparte de trabajar con los materiales que pudiéramos considerar como “propios” de la labor escultórica, tales como la madera, el mármol, el bronce o el hierro, actualmente, usando de la libertad que en elección de materiales el Arte Contemporáneo permite al artista, prefiere las resinas, y las pieles, material, este último, que confiere una indiscutible personalidad a sus obras. Y, aplicando la misma libertad, en cuanto a procedimientos artísticos se refiere, alterna el tradicional procedimiento de abocetar, a partir de un dibujo, en barro o escayola, con el de diseñar, inicialmente, las formas en tela metálica de aluminio, que recubre, posteriormente, con escayola de dentista, para luego pasarlo a las resinas , al bronce o a la piel, según proceda.

Su lenguaje formal, como ya hemos indicado, oscila entre los límites de un figurativismo más o menos geometrizado, buscando en la geometría la simplicidad y la esencialidad de las formas, según sus propias palabras, y encontrando en ella un código expresivo que domina a la perfección.

En sus obras se alternan agudas aristas definidoras de básicos planos, con un más suave tratamiento, que redondea superficies allí donde le conviene obtener un juego de luces más difuminador de sensaciones.

Y es excepcional matizando la estaticidad, que muchas veces es propia de un esquema geométrico, con una fugaz sensación de movimiento que integra a sus esculturas en el espacio que las rodea, recordando los anhelos de la “Escultura Futurista”. Su obra titulada “Cabeza de Caballo”, de 1999, es muy expresiva al respecto.

Nos encontramos, sin duda, ante uno de los escultores murcianos más sólidos, de nuestro momento, tanto por la maestría con la que domina sus técnicas, como por lo depurado de su lenguaje, en un camino, el de la expresión geométrica que tan magníficos maestros ha dado, desde siempre.

Mª Carmen Sánchez Rojas

Profesora del Departamento de Historia del Arte de la UMU

Fotos: Luis Urbina