Matilde Múzquiz

Reivindicación en materia de vida y arte prehistóricos

Intentaré salir al paso de lo que yo creo que es (que viene siendo) una flagrante injusticia a propósito del trabajo de una mujer (finísima y sacrificada artista y profesora de Universidad) sobre el soberano e inconmensurable Arte de la Cueva de Altamira, en Santillana del Mar, Santander, España, y su reproducción en lo que llamaron y llaman la Neocueva.Ayer vi en TV un documental sobre la evolución del Hombre en toda la prehistoria del Mundo, y cuando parecía que iban a detenerse un tiempo prudencial en los hermosísimos y sacrosantamente misteriosos Polícromos de Altamira, los guionistas y directores del mencionado documental hicieron una cabriola informativa totalmente inexplicable, y en este caso terriblemente injusta, pues pasaron como a uña de caballo, o, mejor, como alma que lleva el diablo sobre el Ser profundo de las “pintadas” que nos dejaron nuestros antepasados de hace unos veinte mil años, que se supone que estuvieron asentados largo tiempo en esa parte de nuestra Cornisa Cantábrica, y que apoyaron y dieron fuerza a una persona del grupo para que pintara (inteligente y duramente) esos hermosos y sobrecogedores de ver BISONTES DE ALTAMIRA, aunque no todo y sólo iban a ser bisontes (¿qué pensar y decir de la dulce expresión del cérvido en a modo de berrea?) …, y que, tengo que decirlo ya, tuve oportunidad de ver despacio muchos años ha.

Dos cuestiones: 1ª.- ¿Quién soy yo para hablar tan duramente sobre el mencionado trabajo documental, hecho por personas tan eminentemente autorizadas como los guionistas y directores parece que lo son? 2ª.- Ahora, después de ver ese documental, todos nosotros dudaremos de que Altamira aún exista realmente, o de que la Neocueva siga allí, en Santillana del Mar.

Ambos planteamientos tienen fácil respuesta: pidan Vds. permiso en el teléfono 942 81 80 05  y les darán cita con día y hora de visita a sendos espacios, la Cueva y la Neocueva …, y no se arrepentirán del esfuerzo de viajar hasta aquella maravillosa tierra española y, así, poder gozar con grandezas creativas tales de nuestro Patrimonio Histórico, Cultural y Científico, que tanta IGNORANCIA, llena de garras bien aguzadas, se ha propuesto espachurrar.

De la cueva original, no voy a hablarles, pues, como ya he dicho, he tenido varias oportunidades de, una vez dentro de La Cueva o el Abrigo, echarme sobre esa ménsula de piedra que utilizaron nuestros antepasados para poder dejar la sublime imagen en color de los bisontes, para que duraran siglos y siglos (y eso que dicen, como orgullo del Humano, que lo de las pirámides de Egipto es un hecho ultra milenario, 6.000-8.000 años …, pues esta “cosa” tan perfecta sucedió nada menos que hace unos 20.000 años). Es mi testimonio frente al testimonio de los documentalistas en cuestión, que no nos mostraron prácticamente nada, ni oímos o escuchamos algún comentario sustancioso sobre obra tan soberana (de la que llega a decirse que es la Capilla Sixtina del arte rupestre) … Pero de lo que sí quiero hablar, sin límite de tiempo, porque conozco bien los hechos, es de una mujer que, además de dulcemente habladora, tenía inteligencia, grande inspiración y habilidad pictóricas, tesón inconmensurable y gusto exquisito …, pero que …, cuyo trabajo se va “desvaneciendo” en la parte malévola del Hilo de la Historia; algunos dirán que hace mucho que nos dejó, y yo digo que ojalá esté descansando en paz (19 de junio del 2016). Esa mujer se llamaba Matilde Múzquiz (Pérez-Seoane).

   El motivo para hablar así de ella es una sosegada amistad de años. Primero conocí a su marido (nos conocimos), Pedro A. Saura, que, allá por principio de los 80 del siglo pasado, dirigió la fotografía de nuestro documental Salzillo (de Primitivo Pérez y mío), protagonizado por Francisco Rabal. Esta amistad con Pedro dio lugar a que conociera a Matilde …, con una particularidad muy “particular”: que por aquellas fechas ya había comenzado ella a trabajar en su tesis doctoral para la Facultad de Bellas Artes de la Complutense sobre los Polícromos de Altamira. No recuerdo cómo pudo llegar a sus oídos la noticia de que yo escribía, y que me publicaban. La cosa fue que, hablando de su tesis me pidió si yo querría o podría leer alguno de sus capítulos y, principalmente, las conclusiones, a título de estilo literario.

Naturalmente a mí me hizo muy feliz la propuesta …, propuesta que, a, lo largo de mi carrera, me han hecho otros “colegas y, sin embargo, amigos”; un caso también notable fue, p. ej., el de mi buen y grande amigo, y sesudo hablador, Pepe Martínez (Rodríguez), que me pidió lo mismo para su compleja tesis, para la Universidad de Murcia, sobre Schopenhauer, lo que dio lugar a lecturas mías y charlas sostenidas y calmosas.

Volviendo a Matilde.

Comenzamos el intercambio, vía FAX, de “paquetitos” de páginas.

Y cuando, creo recordar, ya habíamos releído un buen número de páginas, de las conclusiones, sobre todo, coincidió que nos vimos en casa de sus cuñados aquí en Murcia, y, previo permiso, me puse al habla con uno de los periodistas más notables de entonces (y de ahora), Antonio Parra, de La Opinión …, y, para mi alegría, accedió a pasarse por la casa de los Saura para ver y entrevistar a Matilde Múzquiz, excepcional Maestra de las Bellas Artes. Y aquí delante tengo el resultado vistosísimo de esa entrevista a artista tal y sobre tan peliagudo tema.

El sábado 12 de mayo de 1990, Gaceta Cultural/ La Opinión, pág 25 publicó un extenso reportaje, de una página (o como dicen los periodistas, a cinco columnas), con una gran foto, que incluía a Matilde preparando unos muy serios programas para TVE sobre lo que luego sería la reproducción ante las cámaras de todo el proceso imaginativo y creativo del hombre que pintó Altamira, proceso y sistemas de trabajo que ella había descubierto, y que fueron  aceptados por buenos como tales por los académicos de todo el Globo (¡ con lo que duele tener que apearse de tus tesis doctorales, teorías o escritos lanzados ya a todo el ACADEMICISMO !!).

A modo de síntesis, voy a transcribir la “entradilla” de Antonio Parra (año 1990, como se ha dicho ya): “Matilde Múzquiz, un diálogo con el colega de Altamira … Pintora y profesora en la Facultad de Bellas Artes de Madrid, puede haber puesto en entredicho kilómetros de páginas sobre las célebres pinturas de Altamira con sólo una mirada. Eso sí, una mirada paciente …, larga …, intensa y, sobre todo, descargada de prejuicios (los subrayados e interlineados son míos, obligados por la magnífica y ajustada concreción del Aº Parra). Matilde Múzquiz, que ha elaborado su tesis sobre los famosos bisontes prehistóricos, ha querido decir cosas desde el punto de vista del pintor, pues trata de ponerse en el lugar de su lejano colega y conocer sus dificultades y cómo las resolvió”.

Y en los hallazgos que hizo en este cómo las resolvió, radica la gran novedad del estudio científico-plástico-estético de Matilde Múzquiz que, como apunta el periodista, revolucionó toda la cuota de intentos mundiales a propósito de las verdades científicas y estético-arqueológicas sobre Altamira.

La gran pintora y profesora e investigadora Matilde Múzquiz había llegado al fondo y a la forma del porqué y el cómo de esos complejísimos polícromos de más de 15.000-20.000 (quince mil-veinte mil) años de vida [ Esto  que viene ahora ya es cosa mía, aunque recuerdo que se lo plateé a Matilde Múzquiz después de una preciosa conferencia –para gente joven, preferentemente– en el Museo de Ciencias Naturales de Madrid: ‘Doña Matilde, ¿qué hacían personas tan inteligentes hace casi 20.000 años …, y dónde fueron a parar, ellas y su capacidad creativa para y con la materia plástica? (se dice pronto: 200 siglos ha) … Como habría dicho Alfonso Sánchez (Martínez), ‘el ruido de sillas al levantarse la joven audiencia no me dejó oír la respuesta’].

Quiero terminar.

Por ahí anda el trabajo sobre esos gloriosos y complejos techos: en TVE, trabajo largo y tendido; en Japón, recordando a España y, por supuesto cada vez más perfectos, en el Museo de Altamira, Santillana del Mar. Allí encontrará una información que emociona de cómo esta gran mujer, artista y educadora y tenaz trabajadora, con la ayuda de su marido, Pedro A. Saura Ramos, consiguió preparar, hasta los últimos detalles todos los “componentes” para que esa Neocueva de Altamira tuviera, como bien universal, una reproducción micrométricamente perfecta del techo de la Gran Cueva, primero, y sus soberanos Polícromos …; no lo olvidemos, pintados hace unos 20.000 (veinte mil) años …, 200 siglos.

No quiero entrar en detalles de la imaginación y del trabajo de una creadora perfeccionista, que en este su último esfuerzo puso en práctica definitiva las técnicas con las que aquella “Persona Prehistórica” fue creando lo que Matilde quería que viese y gozase todo el mundo, tal cual …, así, todo el Mundo.

Ella y Pedro se empeñaron, p. ej., en que fuese la mejor empresa “reproductora” micrométricamente y en material duro como la piedra del escaneado de los techos de la irregular cueva original …, y lo lograron, y sobre esas reproducciones Matilde trabajó meses y años. Nuestra docta artista o creativa reprodujo, al fin, el techo polícromo de la cueva, para formar parte del Museo de Altamira y, como también he dicho, del Patrimonio Histórico, Cultural y Científico español.  

En fin, allí está esa obra soberana de Matilde Múzquiz, nacida de un trabajo empírico como una tesis doctoral tiene que ser …, y que muchos críticos han juzgado como una de las grandes aportaciones de España a la Literatura y el Arte Universal y su Historia.

No dejemos que el satánico manto del olvido caiga sobre tan complejo, hermoso y vívido esfuerzo de creadora tal de lo positivo, aunque ella nos haya dejado …, y esté ya descansando en paz … También nos dejó en su día Diego Velázquez.

José Antonio Postigo Pascual

 

N.B. Para aquellos que me lean (Dios les conserve la salud), quiero decirles que habrán notado que a las palabras creado …, creativo siempre añado el adjetivo o complemento positivo, pues, sin duda, como decía Schopenhauer, el Ser Humano es el único del Reino Animal capaz de planear, de crear, con toda la fuerza negativa, y a la perfección, la tortura y la muerte de alguien para que sean lo más terrible que imaginarse puedan.