Recibir a través de la comunicación

Hagamos todo lo posible por conseguir que la comunicación opere en nuestras vidas y que éstas, con ella, crezcan. El esfuerzo comunicativo ha de estar bien incardinado, aunque fracasemos. Hemos de adecuar el discurso con una promesa de dirigirnos hacia ese proceso que supone la comunicación en estado puro.

Busquemos, y seguro que hallaremos. Hemos de embarcarnos en aspectos de convencimiento y de preparación hacia el encuentro pacífico más creíble. La virtud está en el plano medio, pero hemos de arriesgar un poco más.

La prudencia es la guía, pero debemos asomarnos al exterior de una materia que nos propone seguimientos hacia estelas que nos invitan a mirar al mar casi océano, por grande, por ingente, por aglutinador de conceptos y de realidades. Escuchemos, tengamos en cuenta todas las variables posibles, y tomemos medidas al respecto.

Salgamos del caparazón que puede ser protector, y digamos si la senda nos llena. Si no lo hace, hemos de cambiar el “chip”, la mirada, la perspectiva. Ganemos terreno al silencio, que casi nunca es rentable, y tratemos de entablar unos enlaces con los que unir deseos, anhelos y planteamientos variados con los que incrementarnos espiritualmente, con los que ir más allá, con los que adelantar las posibilidades con las que nos sentimos, o debemos sentirnos, más colmados.

Hemos de procurar mejorar. El tesón es fundamental. Debemos ir más allá. Generemos posturas novedosas, cercanas, hechas a la medida de los planteamientos con los que hemos de crecer. La vida es aprendizaje perpetuo. No dejemos de buscar la docencia, pues, si no tenemos ese deber como elemento básico, no llegaremos a ninguna parte. Debemos estar unidos.

El directo es la misma existencia, que ha de nutrirse de cuestiones que hemos de considerar básicas. Gestemos emociones, brillemos, demos, estemos abiertos a recibir e indaguemos con el afán de articular más actitudes aleccionadoras y de aprendizaje de presente y de futuro. No nos quedemos cortos. Tampoco vayamos sobrados. Tengamos la mesura como referencia.

La singladura ha de marchar siempre hacia el horizonte de la comunicación, de saber estar, de estar entre los demás, de quienes hemos de procurar aprender constantemente. Claro que podemos. Consideremos también que recibimos mucho más que damos cuando estamos ofrecidos sin solución de continuidad. Probar con la medida del corazón es una buena práctica con la que hemos de cosechar interesantes frutos.