Proyectos y planificaciones en comunicación

Actuar desde la planificación es garantía de futuro. Las actuaciones perviven mejor y con más definición y temporalidad, si nos planteamos qué hacer y cómo llevarlo a cabo. Debemos tener un proyecto de comunicación que nos porte a las sensaciones más gratas, que hemos de compartir con curiosidad y afán de superación.

La trayectoria deber marcarse con el propósito, bueno él, del aprendizaje, con actitud de saber de los demás, de conocer, de dar, de recibir, de poner más y mejor esperanza con sabias posturas de confianza y de salir adelante con las competencias justas.

Si planificamos, dejando hueco para la improvisación, surgirán exponentes de opciones tremendas. Hemos de programar actuaciones y actividades con datos de dominios solidarios, entregados al diseño de la colaboración, con la voluntad clara de ayudar y de ser ayudados. Nos debemos apoyar mutuamente.

Debemos ubicar con sabiduría ese arranque que ha de intentar estar en las negociaciones más complacientes. Hemos de añadir marchas y movimientos con sanciones de prestaciones multi-direccionales. Nos debemos referir en positivo, todo ha de serlo en la medida que podamos, una posición que siempre mejora las cosas. No dejemos sin reseñar las cuestiones más loables, las más fuertes, las más lindas, las precisas, las que nos complementan con intensidades no pasivas.

Las comunicaciones han de ser delicadas, con garantías, con presencias constantes, intensas, deseosas de incrementar las posibilidades y los proyectos que nos rodean. Nos podemos preparar de muchas maneras, pero todas han de pasar por el corazón y el reconocimiento de los que nos rodean, dos elementos y/o recursos básicos para que el mundo tenga un sentido. La soledad ha de estar limitada por el entendimiento de la vida en períodos cortos, con el fin de que hagamos balances de diverso calado. Hemos de alejar la dinámica que nos trata de encorsetar en repetidas imposibilidades o en actividades solitarias.

Procuremos, por lo tanto, sentimientos como base de un modelo de comunicativo que ha de ser equilibrado entre lo individual y lo colectivo. Todos hemos de aprender de todos. La experiencia ha ser un grado asumido desde la ilusión de que todos podemos alcanzar un valor añadido en virtud del consenso y de la perspectiva que nos invitan a sumar y a ir un poco más adelante. Ésa es nuestra función. No se trata de tener más, sino de ser más. La comunicación ennoblece y nos aporta el sustento de la dicha, que es cimiento del sitio que ha de convertirse en foro de espacios múltiples.

Los afectos y las ubicaciones para éstos, a los que hemos de añadir la razón, son esos ingredientes que nos permiten el divertimento y el aprendizaje, que, bien caracterizados, con ida y con vuelta en el proceso de la comunicación, nos pueden dar la curación frente a la soledad y a las carencias sentimentales. La una y las otras son esos estadios iniciales a partir de los cuales, unas vez subsanadas, podemos edificar estructuras sólidas de conocimiento y de paz. Poco no es. La planificación nos conduce por derroteros mucho más constructivos donde el fundamento es aprovechar la experiencia.