Por ver y por comunicar

La existencia humana está colmada de muchos fines, de multitud de esferas, de vertientes multicolores con los que edificar el día a día. Hemos de estar preparados para ese gran viaje que es la comunicación, confeccionada con afectos, con razones, con niveles de aprendizaje, con voluntades, con emisores, receptores, canales, mensajes, códigos e interpretaciones de éstos, con efectos, con causas, con percepciones, con cercanías y distancias, con gestos, con colores, con hábitos, con usos y vestimentas de todo género, con aspectos internos y externos, con cercanías y sensaciones. Hay de todo, o debe haberlo, pues todo es comunicación.

El viaje comunicativo es una aventura de cabotaje cargada de sueños y de ilusiones que, en primer lugar, han de satisfacer nuestras ansias de felicidad y de conocimiento y, en segundo término, han de procurar una experiencia que nos conduzca a la madurez, al buen deseo, a las soluciones salubres y equilibradas.

Buscar la verdad tiene la opción de poder encontrarla. Es posible, pero para ello hay que tratar de hacer las cosas de buena manera. La intención loable ayuda a que sea así. Es fantástico ese aliciente del universo que nos rodea cuando lo vemos como parte de la Naturaleza misma, cuando lo intuimos nuestro, como nosotros hemos de vernos insertos en él. Lo estamos, pero no siempre somos capaces de demostrarlo.

En la persecución comunicativa, surgen carencias y señales de todo tipo con informes de peticiones diáfanas. No hemos contribuido a ver todo, pero, si hacemos balance, para estar tranquilos, debemos haber hecho los deberes de conocer las condiciones y circunstancias de un mundo variopinto donde todos tenemos unas razones de ser que hemos de amoldar desde el respeto para seguir en comunicación y con valores de conjunto. Lo individual enriquece, pero aún nos regala más que seamos capaces de encontrarnos en espacios donde todos hemos de tener intereses comunes.

Además, el viaje nos permite distracciones. Es bueno que sea de esta forma. Gracias a ellas, a esas jovialidades, podemos entretenernos mientras aprendemos a ser nosotros mismos. La simpatía ha de ser también base para la experiencia vital de recorrer los espacios y los tiempos que nos regala la existencia en sus puras esencias. Nos hemos colocado bien, y mejor que podremos hacerlo sin somos capaces de vislumbrar que la paciencia y el afán de superación, con tolerancia incluida, nos oferta un itinerario de respuestas y de dudas con las que afanarnos en el presente y en el futuro. Todo está por ver. Y por vivir… Así es gracias a la comunicación, en virtud de ella, con todas las consecuencias y fortunas, que son muchas y dispares.