No tengamos premura, ni pausa

Vayamos sin pausa, y sin prisa. Todo llega a su tiempo si ponemos los medios y tenemos la intención oportuna. Hay motivos para la celebración, pero los queremos contener para que no parezca que no somos capaces de superar la sensación de orfandad con vientos de variada índole. Nos socorremos ante la memoria, ante su carencia, en la entrega más absoluta, y nos decimos que las claves han de responder a las destrezas comunicativas acompañadas de buenos criterios.

Salgamos del caparazón y cuidemos y sanemos las heridas, que, por desgracia, se suceden y se hacen fuertes. Nosotros, con buena comunicación, también debemos serlo.

Nos hemos de adiestrar en las voluntades más sensacionales, en los momentos más complejos, en las creencias de sistemas que se han de basar en las realidades que lideran los aspectos más sensacionales. Nos debemos prestar atención. No neguemos la realidad: si lo hacemos, podremos tener problemas de identidad. Nos mandaremos de principio a fin a esa memoria que ha de saber qué hacer en cada momento. Las interioridades nos rodean con sus imágenes más bonitas. Hemos de seguir.

Nos deberíamos preñar de intereses subjetivos y nada materiales, que son los que procuran el avance gozoso de la sociedad en perfiles comanditarios. No nos ceguemos con materias y con presunciones de cálculos y de ganancias que van y vienen con sus relativos resultados. No todo se cosecha al mismo tiempo. Hagamos que las voluntades triunfen sin que el cariz sea esa búsqueda alada por sendas que no advertimos. No podemos sellar las cansadas preferencias en tiempos de suculentas dichas.

Debemos hacer caso a nuestros momentos más íntimos, esos en los que la cercanía ha de avisar con graduaciones que nos han de agasajar con versiones relativas. No nos cansemos. Hemos de mirar con inclinaciones que relativicen todo en las intenciones y en los modelos de desarrollo. No nos insinuemos que las cosas no tienen arreglo, que sí lo tienen. No todo es el finalizar al cien por cien. La vida, toda ella, precisa tiempo, y eso es lo que no nos debe faltar ahora.

El consejo es la templanza, que no tengamos premura. Llegaremos cuando sea menester y procurando que las circunstancias sean las mejores. Lo serán ahora, como antes, como siempre. No nos rompamos, que hemos de ser fuertes ante todo lo que acontece, que no siempre es de la guisa que ponderamos, aguardamos y fomentamos. Hemos de resistir los golpes que nos regalan las condiciones existenciales. Las cosechas comunicativas, sus mejores flores, las más perfumadas y sugerentes, llegarán en cualquier momento. Aguardemos que ocurra. Así será, y para ello tengamos como referente que la prisa no es buena. Tampoco debemos esperar ni ralentizarnos en exceso. Ni una cosa ni la otra.