No pasaremos página

Las horas para pensar han aparecido. Era inevitable. Lo temía, pero así es la vida. Llega otro fin de semana. Hay tiempo para el ocio, para uno mismo, para pensar, para acercarnos a esencias de nuestro entorno. Surge de manera acelerada el vértigo ocasionado por tu ausencia. Materializamos la objetividad ante la esperanza atrasada. No sabemos ni cómo nos hallamos en esta soledad. Las compañías presentes, por faltar tú, son insuficientes. Las creencias se tambalean, al menos durante ese instante en el que eje nos bascula hacia lo que no tenemos. Hay demasiada inestabilidad.

Todo ha pasado muy deprisa. Los momentos del poeta se han sucedido mientras nos relacionábamos en ámbitos que nos parecían superficiales. El trabajo parece tanta condena que a menudo nos contaminamos incluso con la idea de que forma parte de la misma. Sin embargo, hay en el entorno algunos compañeros de los que aprendemos más de lo que parece. Son muchas horas juntos, muy cercanos, próximos a los entendimientos con más o menos fortuna. No hay simulaciones en la intrahistoria voluntaria, cuando observamos, porque podemos, unos flecos que de otro modo sería imposible conocer.

Hay momentos imborrables que, a fuerza de ser repetidos por la memoria, nos parece trazados con cartabón de lo perfectos que son. Sí, los vivimos, y unidos, y quizá nuestro delito, nuestro pesar también, es que no supimos valorarlos en su equilibrada medida. No tenemos en cuenta con la sabia actitud que deberíamos lo que nos es regalado en tantas ocasiones. Nos enseñan a ponderar lo complicado, la imagen, la buena imagen, los trayectos de éxito, y no vislumbramos lo que supone tener amigos de verdad que nos otorgan regalos en forma de instantes de gracia, de dicha, de sosiego.

No nos aclaramos, ni siquiera con estas ausencias, pues no aprendemos de una vez para otra. Estas oportunidades, aprovechadas o no, se reiteran cuando ganamos unos años que nunca pensamos en tener, pero que, afortunadamente, llegan. Me duele este punto de debilidad que, pese a ser generalizado, no me conforta. Ya no estás. No podemos volver, por arte de magia, a un pasado que ya no compartiremos.

Los recuerdos se irán difuminando, y eso me da rabia, pero las cosas son como son. Documentaré, pese a todo, lo que ha ido sucediendo, y sé que daré con esos impresionantes asombros que nos hicieron explorar caminos ignotos que creíamos desaparecidos. Surcaremos los cielos de unas sensaciones que en su día transitaron por lo más efímero del paisaje espiritual compartido. Nos regalaremos pequeñas porciones de amor que nos mantendrán en la nueva dimensión que a ti, como a mí, nos ha tocado experimentar. Perdimos el hábitat del cariño real. Ahora damos paso a la particularidad de lo virtual, con tangibles insuficientes, pero valiosos.

Ha pasado un mes sin ti: lo he pasado. Parecía imposible de acontecer, y también de superar, pero tengo fe en que prospere ese nutriente que compartimos con absoluta protección. Nos mantendremos, como si fuera natural, en un nuevo estadio. No pasaremos página. No podemos. El milagro, por fin, ya ha sucedido. Antes o después germinará.